La Vida ni es tragedia, ni es sainete tampoco, sino un Drama sublime de lucha, esfuerzo y superación tal y como simbólica o esotéricamente la han cantado las grandes Epopeyas de la Historia bajo el manto literario de sendas luchas guerreras. Si la tomamos como sainete, la disipamos, necios; si por tragedia, nos asignamos a nosotros mismos la más desastrosa patente de cobardía. En el fiel de esta Balanza está el ideal de Redención y de Justicia al que tan sabiamente llaman «la salvación de nuestra alma», todas las viejas filosofías y religiones, la peor de ellas mil veces preferible al escepticismo frívolo, vano y neantista, que es en el fondo la más funesta de las tragedias de perdición…
Mario Roso de Luna
Aberraciones psíquicas del sexo, página 40
… el verdadero Ocultista, que sólo persigue la superación, la exaltación evolutiva de sus dormidas facultades progresivas mediante la Virtud y el Conocimiento, o sea mediante el gnoscete ipsum socrático.
Mario Roso de Luna
Aberraciones psíquicas del sexo, página
¡Desgraciado del médium que cae en poder de las entidades astrales!
Mario Roso de Luna
Aberraciones psíquicas del sexo, página 67
El hombre, en verdad, es el artífice de su propio destino, y los fatalismos, más o menos inexorables que gravitan sobre él, pueden y deben ser vencidos todos con nuestro heroico esfuerzo. El Karma es el peso del pasado, pero también es la Ley, y pues SAN PABLO dijo «cuando conocí el Pecado, conocí la Ley», la Virtud en el hombre es eminentemente creadora de ulteriores y felicísimos destinos. La Naturaleza, sí, está constantemente influenciada por los astros; mejor dicho, es «los astros mismos»; pero el hombre es el Rey de la Naturaleza precisamente cuando conoce y cumple sus leyes, y un Obrero o Cosmocrator de la Naturaleza también cuando, con su esfuerzo progresivo, ayuda a la Evolución de la misma. Tal es, y no otra, la verdadera Astrología.
Mario Roso de Luna
Aberraciones psíquicas del sexo, página 116
¡Hogar y Ágora! He aquí, pues, las dos palabras mágicas merecedoras de un libro y sobre las que se cifra todo el progreso de la Humanidad: es decir la barquilla salvadora de cada cual; barquilla capaz de cruzar, insumergible, el proceloso mar de todas las pasiones; barquilla admirablemente simbolizada en los mexicanos Códices del Anahuac, y la gran Nave de la respectiva nación, raza, pueblo, o la suprema Nave de la Humanidad como conjunto, que hizo exclamar al clásico: «¡Soy hombre, y nada humano me es ajeno!»… ¡Nave que no es, en suma, sino el planeta mismo que eternamente nos conduce en inescrutable Destino por el piélago insondable de los Cielos…!
Mario Roso de Luna
Aberraciones psíquicas del sexo, página 252
No hay comentarios:
Publicar un comentario