Limitándonos al campo de los hechos, observamos que el juego de tarots aparece alrededor del año 1100. Se componía, y se compone aún en la actualidad, de 78 cartas, y suele decirse que la baraja de 52 naipes que sirve para jugar, y la que se emplea para adivinar el porvenir son derivadas de aquél. Es una idea preconcebida, falsa como la mayoría de las de su clase. En su origen, estas cartas se llamaban nabi, palabra italiana que significa profeta. En cambio, no se conoce la etimología de la palabra tarot. Consideramos con el mayor escepticismo la hipótesis según la cual taró, pronunciación francesa de la palabra tarot, es un anagrama de orta, u orden del temple. Con los anagramas, se puede llegar a donde uno quiera. Es posible que los templarios conocieran los tarots y los poseyesen, pero nada demuestra que los difundiesen. El bibliotecario de Instrucción Pública en tiempos de Napoleón III, Christian Pitois, dice en su Histoire de la Magie, publicada en 1876, que los más importantes secretos científicos de Egipto, anteriores a la destrucción de su civilización, están grabados en los tarots, y que éstos encierran lo esencial del Libro de Toth. Ojalá fuese así; pero yo quisiera que me diesen pruebas más convincentes. En símbolos sumamente vagos, como son los tarots, puede encontrarse, y efectivamente se ha encontrado, cualquier cosa. Por consiguiente, y hasta que se demuestre lo contrario, la historia del Libro de Toth resumido en los tarots me parecerá legendaria.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 12
La Historia del Mundo, de Beroso, que describía sus primeros contactos con los extraterrestres, se ha perdido. Quedan algunos fragmentos, pero la totalidad de esta obra estaba en Alejandría. Comprendido lo que habían enseñado los extraterrestres.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 20
Yo no he conocido a Orage, pero sí a Gurdjieff, que era un farsante.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 13
El lector podría preguntarme de dónde he sacado la idea de que obras pertenecientes a civilizaciones muy antiguas se encuentren en la India. Esta idea no es nueva; fue introducida en Occidente por un personaje tan fantástico como Apolonio de Tiana... Éste impresionó mucho a sus contemporáneos y a la posteridad. Se atribuyen a Apolonio poderes sobrenaturales, que él mismo niega con la mayor energía. Es indudable que viajó a la India. Murió a una edad muy avanzada, más de cien años... Lo cierto es que Apolonio de Tiana afirmaba que existieron en su época, o sea en el siglo I después de Jesús Cristo, en la India, libros extraordinarios y muy antiguos que contenían una sabiduría procedente de edades extinguidas, de un pasado muy remoto. Al parecer, Apolonio de Tiana trajo de la India alguno de estos libros, y conviene observar que, gracias a él, encontramos en la literatura hermética pasajes enteros de Upanishads y de la Bhagavad Gita... Damis habla, en lo que nos queda de sus notas, de reuniones secretas, de las que él era excluido, entre Apolonio y los sabios hindúes... También parece que éstos recibieron a Apolonio como un igual, que le instruyeron y que le enseñaron más de lo que jamás habían enseñado a ningún occidental.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 71
Cómo encontró Nefer Ka Ptah el libro de Toth
He encontrado este relato ingenuo, pero auténtico, en The wisdom of the Egyptians, de Brian Brown (Nueva York, Brentano's, 1928), citado por Lin Cárter en la antología Golden cities, far. El papiro egipcio del que fue extraída esta historia tiene unos treinta y tres siglos de antigüedad. Nefer Ka Ptah encontró la pista del Libro de Toth gracias a un antiguo sacerdote. El libro estaba guardado por serpientes y escorpiones y, sobre todo, por una serpiente inmortal. Se hallaba encerrado en una serie de recipientes encajados uno dentro de otro y sumergidos en el fondo de un río. Con la ayuda de un mago, sacerdote de Isis, Nefer Ka Ptah extrajo la caja por medio de un aparato mágico de elevación. Cortó la serpiente inmortal en dos, y enterró las dos mitades en la arena, a suficiente distancia la una de la otra para que no pudiesen unirse de nuevo. Entonces, leyó la primera página del libro, y comprendió el ciclo, la Tierra, el abismo, las montañas y el mar, y las lenguas de los pájaros, de los peces y de las bestias. Leyó la segunda página, y vio lucir el Sol en el cielo nocturno, y, alrededor del Sol, las grandes formas de los dioses mismos. Después, volvió a su casa, se procuró papiro nuevo y una jarra de cerveza, escribió las fórmulas secretas del Libro de Toth en el papiro, las bañó en la cerveza y bebió ésta. De esta manera, poseyó todo el saber del gran mago. Pero Toth volvió del país de los muertos y se vengó terriblemente. Murió el hijo de Nefer Ka Ptah y, después, murieron éste y su mujer. Nefer Ka Ptah fue enterrado con los honores debidos a un hijo de rey, y el libro secreto de Toth fue enterrado con él. Por lo visto, no para siempre. Pues el Libro de Toth reaparece a lo largo de los siglos. Una leyenda posterior nos dice que la momia de Nefer Ka Ptah, con el Libro de Toth apretado entre las manos, fue encontrada por Apolonio de Tiana.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 16
Se le apareció un ser sobrehumano, o al menos no humano, rodeado de luz. John Dee lo llamó ángel, para simplificar. Este ángel le entregó un espejo negro, que aún se conserva en el «British Museum». Es un pedazo de antracita, extraordinariamente pulimentado. El ángel le dijo que, mirando este cristal, vería otros mundos y podría establecer contacto con inteligencias distintas de la del hombre, idea que resulta singularmente moderna. El anotó las conversaciones que sostuvo con estos seres no humanos, y cierto número de ellas fueron publicadas en 1659 por Meric Casaubon, con el título de A true and faithfull retation of what passed betwen Dr. John Dee and some spirits (Verídico y fiel relato de lo que pasó entre el doctor John Dee y unos espíritus).
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 47
La mayor parte de las notas tomadas por John Dee y los libros que estaba preparando fueron, como vamos a ver, destruidos. Sin embargo, nos quedan elementos suficientes para que podamos reconstituir la lengua que hablaban aquellos seres y que Dee llamaba lengua enoquiana (…) La lengua enoquiana constituyó la base de la doctrina secreta de la famosa sociedad de la Golden Dawn, a finales del siglo XIX.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 47-48
Por mi parte, pienso que este manuscrito Voynich es un buen ejemplo de libro condenado que se ha librado de la destrucción por la única razón de que no se consigue descifrarlo, motivo por el cual no constituye un peligro inmediato.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 56
Se ha discutido mucho sobre las influencias que jugaron en la redacción de los diversos cursos de la Golden Dawn. Hemos citado ya las influencias cristianas. Se encuentran también muchas ideas de Blake, sin duda introducidas por Yeats. Y, naturalmente se hallan muchísimas referencias a la cábala, derivadas visiblemente de los estudios de Mathers. En cambio, no se encuentra la traducción de la lengua enoquiana al lenguaje corriente, ni su aplicación a los experimentos. La palabra «enoquiana» es, por sí sola, bastante curiosa. Los diversos «libros de Enoc» son apócrifos y relativamente recientes, y explican los viajes milagrosos del profeta Enoc a otros planetas e incluso a otros universos. Encontramos ediciones que datan de 1883 y de 1896. La lengua enoquiana de John Dee es una cuestión completamente distinta. Dee conocía la leyenda de Enoc, conducido a otros planetas por una criatura luminosa, y dio el nombre de lengua enoquiana a la que hablaba el ser luminoso que se le apareció. Pero no existe ningún libro de Enoc contemporáneo de la Biblia, como creen algunos ingenuos. Tampoco hay razones serias para creer que los dos libros de Enoc procedan de los gnósticos. No se conoce ningún ejemplar anterior al siglo XVIII, ni siquiera en forma de manuscrito. Los pocos testigos supervivientes de la Golden Dawn refieren cosas muy curiosas, pero que nadie está obligado a creer, acerca de las aplicaciones del lenguaje enoquiano. Hablan, por ejemplo, del «ajedrez enoquiano», un juego parecido al ajedrez, pero cuyas piezas eran parecidas a dioses egipcios. Se jugaba contra un adversario invisible, y las piezas de una mitad del tablero se movían solas. Aunque consideremos este experimento como una mezcla de escritura automática y telecinesis, tiene de todos modos cierta belleza poética. Y esto nos hace lamentar aún más la desaparición de los rituales de Mathers. Lo único que podemos esperar es que esta desaparición no sea definitiva. Si Mathers tomó precauciones, debió ocultar en Londres o en París juegos de fotografías que algún día volverán a la luz. A menos que la misteriosa sociedad alemana SDA intervenga por su parte.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 73
La dianética parecía destinada a no ser más que uno de tantos métodos curiosos, y así fue considerada por todo el mundo. Pero la historia sólo acababa de empezar. Después de reflexionar sobre los defectos de la dianética, Hubbard llegó a la conclusión de que ésta sólo curaba las cicatrices psíquicas debidas a los acontecimientos de esta vida terrestre, y en ningún caso las heridas producidas en vidas anteriores. Entonces, creó una nueva disciplina: la cientología. La dianética fue un fuego de hojarasca; en cambio, la cientología, con un desarrollo lento y progresivo, conoció un crecimiento constante que hizo que, en 1971, el movimiento cientológico constituyese una fuerza mundial capaz de inquietar a muchas personas. Este movimiento cuenta con muchísimo dinero, de origen poco conocido. Se dice que Hubbard vendió su participación en el negocio original por una suma enorme; se habla de decenas de millones de dólares. Hubbard escribió otros libros; entre ellos, Scientology. Y redactó, para información de algunos amigos íntimos, recuerdos de sus vidas anteriores. Estos recuerdos proceden, según él, de una gran civilización galáctica, de la que no somos más que una colonia perdida. Reunió sus recuerdos en un libro titulado Excalibur, que dio a leer a algunos voluntarios. Éstos se volvieron locos y, que yo sepa, siguen internados. La dianética, el psicoanálisis, la cientología, e incluso los medicamentos conocidos, son incapaces de remediar a aquellos hombres. Hubbard sigue navegando por los océanos y tomando notas, mientras unos desconocidos tratan de forzar su caja fuerte y de leer Excalibur. Mientras tanto, la cientología se desarrolla hasta un punto que parece muy inquietante a numerosas personas. Charles Manson, el asesino de Sharon Tate, declaró que era el representante local de la cientología. Los cientólogos lo niegan, y Hubbard llega a afirmar que había denunciado a Manson al FBI, por considerar que constituía un peligro diabólico. Se acusa a los cientólogos de dominar a la gente, de controlarla, de teledirigirla, y de aspirar a la posesión del mundo. Ellos responden tranquilamente que lo mismo se decía de los primeros cristianos.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 77
Siguiendo al filósofo Max Weber, suele llamarse «efecto carismático» a la influencia de un ser humano sobre otro. La cientología agrupa a personas que poseen un efecto carismático muy elevado.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 80
Contrariamente a la Golden Dawn, la cientología se ha convenido en una central de energía que ejerce un poder real bastante inquietante. Cosa que jamás había hecho la dianética. Algo ha sido inyectado en la estructura de un movimiento que estaba decayendo y que no parecía más que una secta disidente y simplificadora del psicoanálisis; y este movimiento ha sido transformado en un instrumento utilizado con fines que aún no podemos discernir. El período de las bromas ha terminado, y podemos preguntarnos qué es lo que se ha introducido en la dianética para convertirla en un movimiento tan dinámico como la cientología. Como en el origen de todas las religiones, existe un Libro. Con la diferencia de que este libro, Excalitur, en vez de ser difundido, se mantiene cuidadosamente oculto, como el talismán secreto de la nueva religión. El fenómeno es curioso, pues, en casos análogos, como el de los mormones o el de los babistas, el libro fundamental —libro de Joseph Smith, para los mormones; profecías de Bab, para los babistas— ha sido profusamente difundido. En lo que concierne a la cientología, asistimos, a la vez, a un esfuerzo de propaganda extraordinariamente moderno y a una organización que oculta un libro secreto que podríamos llamar condenado. No sabemos bien qué les ocurrió a las personas que lo leyeron: ¿se volvieron locas sólo por leerlo, o intentaron ciertos experimentos?
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 80
Los pioneros tienen, muchas veces, una visión muy clara de campos que no serán descubiertos hasta varios siglos después.
Jacques Bergier
Los libros condenados, página 89
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