En contra de lo que se pensaba hasta hace poco, el hombre de Neanderthal no ha sido nunca nuestro antepasado. Los datos genéticos no dejan el menor atisbo de duda. El estudio del ADN mitocondrial ha aportado una respuesta definitiva sobre nuestra vinculación con los Neanderthales y nuestro verdadero génesis genético. Como era de esperar, la sorpresa ha sido mayúscula al comprobarse que el hombre de Neanderthal se diferenció genéticamente de los modernos humanos hace algo más de medio millón de años, por lo que el hombre actual no desciende, como se creía, de aquéllos. Hace unos 300.000 años, la población humana sufrió una baja demográfica considerable lo que contribuyó a que una hembra del mismo contexto temporal se convirtiera en la semilla originaria de la que procedemos todos. La paleoantropología ha demostrado además que el hombre moderno convivió con los Neanderthales hace la friolera de 90.000 años, muy por encima de las expectativas consideradas hasta ahora. El mito científico que consideraba a los Neanderthales como gente inferior al hombre moderno se derrumba estrepitosamente. Los datos aportados por la paleontología nos dibujan un hombre de Neanderthal con una capacidad cerebral superior incluso a la del Homo sapiens16. Su aspecto físico, sin embargo, no deferiría del nuestro en el caso de que acicaláramos y vistiésemos a un Neardenthal con nuestras ropas del siglo XXI. En el aspecto emocional nos han dejado testimonios de su humanidad. Enterraban a sus muertos conforme a los parámetros de una compleja liturgia ritual y sus testimonios artísticos denotan una calidad y sensibilidad que no nos resultan extrañas. Este homínido tuvo tiempo suficiente, durante su larga estancia en el planeta —algo más de un cuarto de millón de años— para desarrollar su propia tecnología y cultura científica antes de extinguirse definitivamente hace unos 25.000 años atrás. Por razones que se ignoran desapareció sin dejar rastro, aunque tal vez estemos equivocados… ¿Han oído hablar del temible hombre de las nieves? Somos muchos los que pensamos en él como un Neanderthal reservado y sigiloso que se esconde en los bosques y montañas de zonas tan dispares del planeta como China, América o África, por citar solo algunas. Un ser que por alguna oculta razón entendió —hace miles de años que la mejor garantía de supervivencia estaba en su capacidad de ocultarse ante los ojos del hombre.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 10

A estas alturas resulta evidente que hace diez mil años algo o alguien, vaya usted a saber, cambió el destino de la humanidad de una forma súbita, algo difícil de aceptar.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 15


No cabe duda que los primeros calendarios prehistóricos eran lunares, y está claro también que nuestros antepasados más primitivos sabían registrar los ciclos lunares con extremada pulcritud. El interés por la Luna se refleja no solo en las observaciones cíclicas de nuestro satélite, también en las dimensiones de ciertos monumentos antiguos.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 22


Por razones que desconocemos todavía, aquellos primeros astrónomos y matemáticos eran capaces de discernir la mecánica celeste sin la utilización de ningún telescopio o aparato tecnológico similar, problema que eludieron —en parte— con la construcción de computadoras y medidores temporales elaborados en piedra. Para demostrar los increíbles conocimientos de nuestros ancestros, tuvimos que discernir los secretos de estos toscos pero eficaces observatorios del Cosmos. El más veterano de esos monumentos está en Ucrania. Se trata del Observatorio ovoide de Molodova y cuya antigüedad se remonta a algo más de cuarenta y dos mil años atrás en el tiempo. Por lo tanto, estamos en presencia del yacimiento arqueoastronómico más antiguo de toda Europa, muy anterior en el tiempo a los yacimientos megalíticos de Carnac, New Grange, Averbury, Callanish, Crucuno o Clava, por citar algunos de los más populares.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 24




Según las evaluaciones hechas por Renfrew, el famoso sepulcro de Quanterness en las islas Orcadas requirió para su construcción una media de 10.000 horas/hombre, lo que equivale a un porcentaje aproximado de 1.500 jornadas. Ello significaría el trabajo continuo e ininterrumpido, durante algo más de 75 días, de esas diez mil almas.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 31


Los petroglifos que llamamos prehistóricos no representan lo que vemos, sino que, tratan de representar ciertas ideas y conceptos. Así es como, cuando contemplamos un motivo como la swástica, tenemos que admitir que se trata de la misma representación solar que nos sugiere el arte religioso tibetano o el griego. Los círculos concéntricos, la serpiente, la cruz, responden respectivamente a representaciones sagradas y cósmicas como los puntos cardinales.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 41


En el Surya Siddhanta, texto hindú de unos cinco mil años de antigüedad, se describe el Universo como un inmenso globo de estrellas con un diámetro de 19.000 billones de yohamas, lo que traducido al sistema de cómputo astronómico moderno equivale a unos cuatro mil años luz. En la misma línea, la religión hindú afirma que un día y una noche de Brahma dura ¡8.640 millones de años! Estamos ante la única religión en la cual las escalas temporales se corresponden con las que maneja la cosmología científica moderna. Evidentemente, para la ciencia oficial todo esto es fruto de la casualidad. Pero casualidad o no, estas evidencias científicas forman parte de la realidad antropológica hindú.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 60



Existen indicios plausibles de las supuestas visitas que una poderosa y tecnificada civilización realizó en el lejano pasado para instruir a los hombres. Aquellos instructores fueron recogidos en numerosos mitos y tradiciones de las principales entidades en las que germinó la civilización tal y como la conocemos. Aquellos seres fueron considerados dioses, ahora solo nos queda determinar su auténtica naturaleza.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 69


En 1952 fue posible entrar por vez primera en contacto con la tribu amazónica de los caiapos, en el Brasil. Lo más curioso de estos indígenas lo observamos en los rituales festivos en los que uno de ellos aparece ataviado con un curioso traje de paja, muy similar en su forma al aspecto que en la actualidad tienen los trajes utilizados por los astronautas. Este rito está basado en el encuentro que hace muchas generaciones tuvo este pueblo con un dios proveniente del cielo que les enseñó los secretos de la ciencia agrícola y otras artes de supervivencia. La tradición oral recoge la siguiente historia: “En un pasado lejano, en la cima de una montaña un gran temblor sacudió la tierra acompañado de fuego y humo. Los atemorizados caiapos huyeron al poblado vecino. Pasados unos días, los guerreros más aguerridos y jóvenes, supieron de la existencia de un misterioso extranjero que había surgido con el fenómeno. Presurosos decidieron enfrentarse a él. Una vez localizado lo atacaron con sus armas más mortíferas sin que éstas le hicieran el más mínimo agravio. El extranjero se mofó de ellos y demostró sus poderes. Con el tiempo se acostumbraron a su presencia y el misterioso ser resultó ser un instructor que entre otras cosas les enseñó el idioma que ahora hablan y diversas técnicas de domesticación de la naturaleza. Cuando acabó su misión, el extranjero regresó a su mundo en medio de un potente estrépito, fuego y humo, ascendiendo al cielo desde lo alto de la montaña en la que había aparecido”.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 97



A mi modesto entender, sin descartar la presencia alienígena en el pasado, creo en la influencia ejercida sobre las antiguas culturas por otra civilización ligada al Cosmos por su ciencia y su tecnología, pero plenamente humana. Miembros de una civilización terrestre avanzada que son descritos en otras mitologías y que se diferencian de los supuestos civilizadores galácticos a los que nos venimos refiriendo.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 121



A su vez, en Oxyrhynchus existen dos papiros con extractos de sumo interés para los propósitos perseguidos en esta obra. El papiro 654 dice: “que busque incesantemente hasta hallarlo, que cuando lo halle se maravillará, y cuando se maraville reinará”. El papiro 655, a su vez, comenta: “Habéis escondido la clave del conocimiento”.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 10



En el Templo de Edfu están grabados los Textos de la Construcción. En éstos se nos habla de unos constructores conocidos con el nombre de los Siete Sabios, procedentes de una isla arrasada por las aguas. Estos sabios fundaron una hermandad secreta, con el objetivo de preservar, generación tras generación, algunos de los conocimientos matemáticos y astronómicos más relevantes. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que estos sabios planificaran las pirámides de Gizeh miles de años antes de que se construyeran. En la misma línea, las fuentes egipcias consultadas por el escritor G. Hancock mencionan una organización cuya existencia apoya las argumentaciones de quienes creemos que, en la Era de Leo, llegaron a Egipto los supervivientes de una entidad civilizadora. Según estas fuentes, antes incluso de que existiera el Egipto faraónico, el país estuvo gobernado por una organización semidivina que poseía grandes conocimientos científicos. Los textos de Edfu nos dicen que esa organización de sabios era conocida con el nombre de Shemsu-Hor, que significa “Compañeros de Horus”. Su misión consistía en legar esos conocimientos a las generaciones futuras, pero herméticamente, pues no todo el mundo podía acceder a ellos.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 140


El contenido del Libro de Henoc se estructura así: 
- Los primeros cinco capítulos del manuscrito se hacen eco de una especie de juicio final, en donde Dios desciende al mundo rodeado de ángeles protectores.
- Los siguientes once capítulos se hacen eco de la “caída de los ángeles apóstatas”95 que copularon con las hijas de los hombres en contra de lo acordado con Dios. En esta parte del Libro se nos hace una clara referencia a la labor instructiva de unos Vigilantes especializados.
- Del capítulo 17 al 36, se narran los viajes de Henoc por otros mundos y esferas de la bóveda celeste.
- Del capítulo 37 al 71, Henoc recoge una serie de parábolas para su enseñanza a las generaciones futuras.
- Los capítulos 72 a 82 recogen informaciones de carácter astronómico, relativas a las órbitas de los cuerpos celestes, etc. - Los últimos capítulos están dedicados a las conversaciones que Henoc tiene con su hijo Matusalén, en las que se habla de la llegada del Diluvio Universal. La parte final está dedicada a la forma en que Henoc es arrebatado de los cielos en un carro de fuego.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 155


En 560 a.C., un filósofo griego llamado Solón visitó Sais. Allí un anciano y sabio sacerdote le reveló uno de los secretos mejor guardados por la tradición del país de las Pirámides: “Oh Solón, todos vosotros (los griegos) tenéis una mente joven que no conserva las viejas creencias basadas en una larga tradición, ni conocimientos blanqueados por las nieves del tiempo. La razón es ésta. Se han producido y se producirán en el futuro muchas y diversas destrucciones del género humano, las mayores por el fuego y el agua, si bien las menores se deben a otras innumerables causas. Así, la historia, corriente también, en vuestra parte del mundo, de que Faetón, hijo del Sol, enjaezó el carro de su padre, pero no pudo guiarlo en el curso que su padre seguía, quemándolo todo en la superficie de la tierra y siendo él mismo consumido por el rayo. Esta leyenda tiene la apariencia de una fábula; pero la verdad que subyace en ella es una desviación de los cuerpos que giran en el cielo en torno a la tierra y una destrucción, que acontece tras largos intervalos, de las cosas sobre la tierra por una gran conflagración… Cualquier logro grande o noble o suceso en algún sentido excepcional que ha llegado a acontecer, bien en vuestras regiones o aquí o en algún lugar del cual tenemos noticias, ha sido anotado en épocas pasadas en registros que se conservan en nuestros templos; mientras que en vuestro caso, y en el de otros pueblos la vida (acababa de ser) enriquecida con las letras y todas las demás necesidades de la civilización cuando, una vez más, después del usual periodo de años, los torrentes del cielo se abalanzaron como una pestilencia, dejando solo entre vosotros lo grosero y lo iletrado. Y así comenzasteis de nuevo igual que niños, sin saber nada de lo que existía en los tiempos antiguos aquí o en vuestro propio país…Para empezar, tu gente solo recordaba un diluvio, pese a que hubo antes otros muchos; y además no sabéis que la raza más noble y arrojada del mundo vivió una vez en tu país. Tú y todos tus compatriotas procedéis de un pequeño remanente de su semilla; pero nada sabes de ello porque durante muchas generaciones los supervivientes murieron sin dejar ninguna palabra por escrito.”

Tomás Martínez Rodríguez
Este extracto, originario de los Diálogos de Platón, Timeo y Critias
Grandes misterios del pasado, página 162


¿Quién hizo brotar la semilla de la civilización en Grecia? ¿Fueron los Vigilantes o sus descendientes los Gigantes? En nuestro viaje por el tiempo y el espacio hemos dado a conocer las huellas de aquella civilización antediluviana, que hace diez mil años, pereció bajo la convulsión apocalíptica provocada por los pedazos de un cometa. Estos testimonios son materiales (objetos insólitos, yacimientos megalíticos…); mitológico-documentales (Libro de Henoc, Leyendas de tradición oral…); y lingüísticos. Sobre este último particular, los filólogos han demostrado que todas las lenguas del planeta proceden de un lenguaje raíz al que llaman nostraico109. Pues bien, la lengua matriz tiene más de diez mil años de antigüedad situándose por lo tanto en el contexto temporal en el que aquella misteriosa civilización antediluviana nació, se desarrolló y desapareció. Se considera que la característica principal que define a todo grupo social civilizado es la escritura. Del periodo glacial europeo tenemos testimonios de un arte rupestre abstracto en el que algunos investigadores creemos ver vestigios de una especie de protoescritura. No sabemos si los habitantes de esta parte del mundo realmente inventaron la escritura miles de años antes que los sumerios. Lo que si parece bastante probable es que utilizaron estos signos con esa intención.

Tomás Martínez Rodríguez
Grandes misterios del pasado, página 164







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