En el budismo, la formación del cuerpo/mente se denomina namarupa. Namarupa es el psicosoma, la mente-cuerpo como una única entidad.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 8
La ira es como un bebé que berrea, sufre y llora. El bebé necesita que su madre lo abrace. Tú eres la madre del bebé, de la ira que surge en ti. En el momento que empieces a practicar el inspirar y espirar de manera consciente, tendrás la energía de una madre y podrás acunar y abrazar a tu bebé. Limítate a abrazar la ira que sientes, inspirando y espirando; no necesitas hacer nada más. Y el bebé se sentirá mejor en el acto.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 17
“Siempre que te enojes, coge un espejo y mírate en él.”
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 17
Para comprender y transformar la ira, debemos aprender la práctica de escuchar compasivamente y de hablar con afecto.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 2
El escuchar compasivamente es una práctica muy profunda. No escuchas para juzgar o culpar, sino simplemente porque deseas que esa persona sufra menos, sea tu padre, tu hijo o hija o tu pareja. Aprender a escucharla la ayudará de veras a transformar su ira y su sufrimiento.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 3
La energía de la plena consciencia es la energía de estar presente, con el cuerpo y la mente unidos. Cuando practicas el respirar o caminar conscientemente, te liberas del pasado, del futuro y de tus proyectos, y te vuelves totalmente vivo y presente de nuevo. La libertad es la condición básica para poder sentir la vida, para percibir el cielo azul, los árboles, los pájaros, el té y a la otra persona. Por eso la práctica de ser consciente es tan importante. Sin embargo, para poder hacerla no necesitas entrenarte durante muchos meses, sino que una hora de práctica puede ya ayudarte a ser más consciente. Ejercítate a beber el té siendo consciente de ello, para ser una persona libre mientras lo bebes. Ejercítate para ser una persona libre mientras preparas el desayuno. Cualquier momento del día te brinda la oportunidad de ejercitarte a ser consciente y generar esta energía.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 29
Antes de poder hacer profundos cambios en nuestra vida, hemos de observar nuestra dieta, la forma en que consumimos. Hemos de vivir de tal forma que dejemos de consumir las cosas que nos envenenan e intoxican. De ese modo, tendremos fuerza para permitir que crezca lo mejor en nosotros y dejaremos de ser víctimas de la ira y la frustración.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 33
Sabemos que mucha gente sufre y siente que nadie es capaz de comprenderla, ni a ella ni la situación en que se encuentra. Todo el mundo está demasiado ocupado y nadie parece tener la capacidad para escuchar, pero todos necesitamos que alguien nos escuche. En la actualidad hay gente que practica la psicoterapia y se supone que están ahí para ti, para sentarse y escucharte, a fin de que les abras tu corazón, pero para ser verdaderos terapeutas han de saber escuchar profundamente. Los verdaderos terapeutas tienen la capacidad de escuchar con todo su ser, sin albergar ningún prejuicio, sin juzgar. No sé cómo se preparan los terapeutas para adquirir esta capacidad de escuchar, porque un terapeuta también puede estar lleno de sufrimiento. Mientras está sentado y escucha a su paciente, las semillas del sufrimiento que hay en él pueden ser regadas. Si el terapeuta está anegado por su propio sufrimiento, ¿cómo puede escuchar adecuadamente a su paciente? Cuando uno estudia para ser terapeuta, debe aprender el arte de escuchar profundamente. Escuchar con empatía significa que lo haces de tal modo que la otra persona siente que la estás escuchando y comprendiendo de veras, que la escuchas con todo tu ser, con tu corazón. Pero ¿cuántos de nosotros podemos escuchar así? En un principio aceptamos que hemos de escuchar con el corazón, para oír de verdad lo que el otro está diciendo. Aceptamos que debemos dar al que habla la sensación de que está siendo escuchado y comprendido, y que sólo así se sentirá mejor. Pero en realidad, ¿cuántos de nosotros podemos escuchar de ese modo?
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 60
Escuchar con profundidad, con compasión, no consiste en escuchar con el fin de analizar o incluso de descubrir lo que ha ocurrido en el pasado, sino que lo haces sobre todo para que la otra persona se sienta mejor, para darle una oportunidad de expresarse, de sentir que por fin alguien la comprende. El hecho de escuchar profundamente nos ayuda a mantener viva la compasión mientras el otro habla, tal vez durante media hora o cuarenta y cinco minutos. Durante este tiempo, sólo tienes una idea en la mente, un deseo: escucharla para brindarle la oportunidad de expresarse y sufrir menos, este es tu único objetivo. Otras cosas, como analizar y comprender el pasado, pueden ser una consecuencia de esta tarea, pero ante todo debes escuchar a la otra persona con compasión.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 60
La compasión nace de la felicidad y también de la comprensión. Cuando la compasión y la comprensión se mantienen vivas, estás a salvo. Lo que la otra persona diga no te hará sufrir y podrás escucharla profundamente, de verdad. Cuando no tienes la capacidad de escuchar con compasión, no puedes pretender que la estás escuchando, porque la otra persona sabrá que aunque estés lleno de ideas sobre el sufrimiento, no la comprendes de verdad. Pero cuando la comprendes, eres capaz de escuchar con compasión y profundidad, y la calidad de esta escucha es fruto de tu práctica.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 62
Todavía estás en la orilla del sufrimiento y la ira. ¿Por qué no la abandonas y vas a la otra orilla, a la de la no-ira, de la paz y la liberación? Allí es mucho más agradable. ¿Por qué has de pasar varias horas, una noche o incluso varios días sufriendo acosado por la ira? Hay una barca que te permite ir rápidamente a la otra orilla. Esta barca es la práctica de volver a nosotros mismos, mediante la respiración consciente, para observar profundamente nuestro sufrimiento, nuestra ira y nuestra depresión, y sonreírles. Al hacerlo, venceremos al dolor e iremos a la otra orilla.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 73
La ira que sientes surge de las raíces de la ira que hay en ti. Las raíces de la ira se arraigan en la ignorancia, en las percepciones erróneas y en la falta de comprensión y compasión. Cuando das rienda suelta a la ira, simplemente estás abriendo la energía que alimenta la ira en ti, pero sus raíces siguen estando ahí, y al expresar la ira de este modo, las fortaleces. Este es el peligro que comporta desahogarse.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 76
Para entendernos hemos de aprender a practicar el camino de la no-dualidad. No hemos de luchar contra la ira, porque la ira es una parte de nosotros mismos. La ira tiene una naturaleza orgánica, al igual que el amor. Hemos de cuidar de la ira. Y como es una entidad orgánica, un fenómeno orgánico, se puede transformar en otra entidad orgánica. La basura se transforma en compost, en una lechuga o un pepino. Por tanto, no desprecies la ira que sientes, no la combatas ni la reprimas. Aprende el tierno método de ocuparte de ella y de transformarla en la energía de la comprensión y la compasión.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 83
La gente que utiliza técnicas para desahogarse como golpear una almohada o gritar, en realidad está fortaleciendo la ira. Cuando alguien está furioso y descarga su cólera golpeando una almohada, está adquiriendo un peligroso hábito. Está aprendiendo a ser agresivo. En lugar de ello, hemos de generar la energía de ser conscientes y abrazar la ira cada vez que se manifieste.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 105
La plena consciencia no es luchar contra la ira o la desesperanza, sino saber que está ahí para reconocerla. Ser consciente de algo es reconocer que hay algo que está ahí en el momento presente. Es la capacidad de conocer lo que está ocurriendo en el momento presente. «Inspirando, sé que la ira se ha manifestado en mí; espirando, sonrío a la ira». No se trata de un acto de reprimir ni de combatir la cólera, sino de reconocerla. Una vez la hemos reconocido, la abrazamos con mucha consciencia, con mucha ternura. Cuando tu habitación está fría, enciendes la estufa y empieza a irradiar oleadas de aire caliente. Para que la habitación se caliente, el aire frío no necesita desaparecer. El aire frío es abrazado por el caliente y entonces se calienta, no hay ninguna lucha entre ambos. Practicamos el cuidar de nuestra ira de la misma manera. Al ser conscientes reconocemos la ira, conocemos su presencia, la aceptamos y permitimos que esté ahí. Es como un hermano mayor que no reprime el sufrimiento de su hermano pequeño, sino que simplemente le dice: «Querido hermano, estoy aquí por ti». Abrazas a tu hermano pequeño y le tranquilizas. Esta es exactamente nuestra práctica.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 105
Todas las formaciones mentales necesitan circular, pero nosotros no queremos que afloren porque no deseamos sentir el dolor que nos producen. Queremos que sigan encerradas en el sótano. Tenemos mucho miedo, porque creemos que si las dejamos subir, sufriremos enormemente. Por eso nuestro hábito diario es llenar la sala de estar con huéspedes como la televisión, los libros, las revistas y las conversaciones, para impedir que estas formaciones interiores afloren. Cuando persistimos en ello, creamos una mala circulación en nuestra psique y empiezan a aparecer síntomas de algún trastorno mental y de depresión. Se manifiestan en nuestro cuerpo o en nuestra mente.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 112
… el Buda dijo que todos tenemos la semilla del miedo, pero la mayoría lo reprimimos y lo encerramos en la oscuridad. Para ayudarnos a identificar, abrazar y observar profundamente las semillas del miedo, nos ofreció la práctica de los Cinco Recordatorios: Mi naturaleza es la de envejecer. No puedo huir de la vejez. Mi naturaleza es la de enfermar. No puedo huir de la enfermedad. Mi naturaleza es la de morir. No puedo huir de la muerte. La naturaleza de todas las cosas y personas es la del cambio. No hay manera de evitar separarme de ellas. Nada puedo conservar. Vine al mundo con las manos vacías y lo abandonaré del mismo modo. Mis acciones son las únicas y verdaderas pertenencias que tengo. No puedo huir de las consecuencias de mis acciones. Ellas son el suelo en el que me apoyo.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 131
Tratado de paz Con el fin de vivir juntos felizmente y durante mucho tiempo, con el fin de desarrollar y profundizar continuamente nuestro amor y nuestra comprensión, nosotros, los abajo firmantes, prometemos observar y practicar lo siguiente. Yo, el que está enfadado, estoy de acuerdo en: Evitar decir o hacer cualquier cosa que pueda provocar más daño o que recrudezca el enojo. No reprimir mi ira. Hacer la práctica de respirar conscientemente y volver a mí mismo para cuidar de mi ira. Con toda serenidad y en el plazo de las próximas veinticuatro horas, comunicar a la persona que me ha hecho enfadar, que estoy enojado y sufro, ya sea verbalmente o presentándole una nota de paz. Pedirle que nos veamos a finales de semana, por ejemplo el viernes por la noche, ya sea verbalmente o por medio de una nota, para discutir este problema más a fondo. No decir: «No estoy enfadado. No importa. No estoy sufriendo. No hay por qué enfadarse». Observar profundamente mi vida cotidiana —mientras estoy sentado, andando, tendido, trabajando y conduciendo—, para ver: De qué forma a veces me he comportado con falta de tacto. Cómo he herido a la otra persona por culpa de mi energía habitual. Que la vigorosa semilla de la ira que hay en mí es la causa principal de mi ira. Que la otra persona sólo es la causa secundaria. Que la otra persona sólo desea aliviar su sufrimiento. Que mientras la otra persona sufra, yo no podré ser realmente feliz. Pedirle perdón inmediatamente, sin esperar el viernes por la noche para hacerlo, tan pronto me haya dado cuenta de mi falta de tacto y de atención. Aplazar la cita del viernes si no me siento lo bastante sereno para encontrarme con la otra persona. Yo, la persona que ha hecho enfadar a la otra, estoy de acuerdo en: Respetar los sentimientos de la otra persona, no ridiculizarla y darle tiempo suficiente para que se serene. No presionarla para discutirlo inmediatamente. Confirmar su petición de vernos, ya sea verbalmente o por medio de una nota, y hacerle saber que estaré allí. Si puedo pedirle perdón, hacerlo en el acto, sin esperar hasta el viernes por la noche. Hacer la práctica de respirar conscientemente y de observar profundamente para ver que: Tengo semillas de ira y crueldad, y además la energía habitual, que me impulsa a hacer infeliz a la otra persona. He creído erróneamente que haciendo sufrir a la otra persona aliviaría mi propio sufrimiento. Al hacer sufrir a la otra persona, me he hecho sufrir a mí mismo. Pedirle perdón tan pronto me haya dado cuenta de mi falta de tacto y atención, sin intentar justificarme y sin esperar hasta el viernes por la noche para hacerlo. Prometemos, poniendo al Buda por testigo y bajo la consciente presencia de nuestra sangha, seguir estos artículos y llevarlos a la práctica de todo corazón. Invocamos a las Tres Joyas para que nos protejan y nos otorguen claridad y confianza.
Firmado, ____________________ ____________________
Día ___ de __________ del _____ año
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 131
Para conservar el calor me sostengo el rostro entre las manos No, no estoy llorando. Me sostengo el rostro entre las manos para calentar mi soledad: dos manos protegiéndome, dos manos alimentándome, dos manos impidiendo que mi alma se sumerja en la ira.
Thich Nhat Hanh
La ira, pág. 139
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