Enero

"El agua golpea sobre el cuerpo
de mi hijo.
Tiene doce años y ríe
sin parar, semidesnudo en la mitad del patio.
Nos rodea el verde,
la hiedra en los muros,
la tierra en los canteros de cada esquina.
De pronto el agua es una bendición,
y en este cuadrante del mundo
que nos contiene a los dos,
todo lo demás se escurre.
Sólo su risa
irrefrenable
sacude mi corazón como campanas
en lo alto de una iglesia.
Su risa es sagrada,
el agua brillante sobre la piel morena.
Yo me quedo sorda y ciega hasta saciarme
nada más contemplándolo.

Ahora mi hijo baila de felicidad
y me pide que le arroje otro balde,
y después otro más y otro que lleno hasta el tope.
Estamos solos
él y yo, bajo el fulgor
de este día de verano.
Ya descendieron los dioses
para saludarme, lo sé.
Es el año nuevo."

Graciela Batticuore


"Invierno de 1840 junto a la chimenea de una casa alejada del centro de Buenos Aires: dos amantes en peligro. Él se oculta de las garras de la mazorca rosista y mientras aguarda el momento de partir hacia la otra orilla rioplatense, traduce en voz alta, para su amada, el Manfredo de Byron. La escena es profundamente romántica: ella escucha y aprende la belleza literaria en la voz del amante, él encuentra en los ojos de Amalia la razón poética de su lectura.
Para José Mármol, el autor argentino que desde su exilio montevideano escribe y publica uno de los folletines más leídos de la época en las páginas del diario La Semana en 1851, es éste uno de los cuadros de la vida latinoamericana y decimonónica que mejor sintetizan el ideal de la felicidad. Porque en él Mármol reúne dos atractivos irresistibles para un lector o una lectora de folletines: la experiencia amorosa y el placer literario, dos pasiones familiares al público de la época.
Amor y lectura romántica se entrelazan entonces en esta escena que -como propone el narrador- sería capaz de cerrarse en sí misma y perdurar en el tiempo como emblema de felicidad, si los malvados no vinieran unas pocas líneas abajo a estropearla irremediablemente. Los «bárbaros rosistas», en este caso, o la «barbarie americana» en cualquiera de sus formas (indios, gauchos, inmigrantes incultos) acosan permanentemente una ilusión siempre amenazada en Latinoamericana: la realización del sueño ilustrado, a través del ejercicio de la lectura y la escritura interpretativa."

Graciela Batticuore
Las lectoras y las novelas












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