Es cierto que, cuando intervienen dioses griegos, acontecen cosas extraordinarias y maravillosas. Pero no significa que se presente una fuerza capaz de realizar lo ilimitado, sino que se produce una realidad expresada de mil maneras a nuestro alrededor, como una gran forma de nuestro mundo. Lo primario y supremo no es el poder que consume la acción, sino el ser que se manifiesta en la forma. Y los estremecimientos más sagrados no provienen de lo inmenso y del poder ilimitado sino de las profundidades de la experiencia natural.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 28, Ediciones Siruela
La fe antigua se arraiga en la tierra y en los elementos. Como la misma existencia. Tierra, procreación, sangre y muerte son las grandes realidades que la dominan. Cada una de ellas tiene su propio ámbito de imágenes y necesidades, nada se deja quitar, por la libertad de la razón, de la severidad de su “aquí y ahora”. Dichas realidades son bondadosas y benéficas para el que permanece fiel, pero temibles para el que las desprecia, sea por arbitrariedad o necesidad; engloban la vida de la comunidad y del individuo en sus órdenes inmutables. Siendo una multiplicidad, pertenecen al mismo reino. No sólo son homogéneas, sino que se confunden todas en una sola entidad. Lo notamos en la representación de sus deidades: todas son allegadas de la tierra, todas tienen parte en la vida y en la muerte. Aun teniendo su carácter particular, podemos calificarlas como deidades telúricas o mortales.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 35, Ediciones Siruela
Claridad y forma son, en lo objetivo, los correspondientes de distancia y libertad en lo subjetivo. (Leo versus Acuario)
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 91, Ediciones Siruela
Quien se ha sustraído a la fuerza de la naturaleza ha perdido también su protección maternal. Sólo el fuerte espíritu de su dios puede ayudarlo para que se mantenga firme y se quede en la luz.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 35, Ediciones Siruela
Para la ciencia de la religión es cosa segura que la figura de un dios –prescindiendo de la fuerza milagrosa con la que realiza todo- no posee una lógica y unidad necesarias, pues no se debió de revelar de una vez al pensamiento y a la contemplación como una totalidad, sino que se habrá enriquecido y agrandado en la medida en que cambió la condición de sus adoradores y crecieron sus necesidades.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 116-117, Ediciones Siruela
Ser un dios quiere decir: llevar en sí todo el sentido de la existencia, estar como resplandor y grandeza en cada una de sus formaciones, manifestar en su lugar más notable toda la magnificencia y el rostro verdadero. El dios, al mostrar rasgos humanos, señala el lado más ingenioso del imperio cuyas formas se reflejan en él, de lo inanimado a lo animal y humano. Así su imagen queda en la línea de la naturaleza, pero en el punto más elevado de esta línea.
La deidad es la figura que vuelve en todas las formaciones, es el sentido que las une a todas manifestando su espiritualidad en la humana como la más sublime.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 171-172, Ediciones Siruela
En el reino de los dioses vive el peligro; ellos mismos lo simbolizan como eternas figuras; pueden irrumpir a menudo, como un asalto en la bien ordenada vida de los hombres.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 241, Ediciones Siruela
ARES
Ares se dibuja como un demonio de furor sanguinario cuya seguridad de triunfo, frete al prudente vigor de una diosa como Atenea, no es nada más que fanfarronería. Los dioses lo llaman “furioso” e “insensato”. No sabe “qué es justo” y se dirige inconstantemente “ora hacia uno ora hacia otro”. Para el mismo Zeus “ningún dios olímpico es tan odioso” como él, porque “sólo piensa en reyertas, guerras y batallas; un espíritu de matanza y carnicería.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 61, Ediciones Siruela
La figura de Ares se alza por encima de la superada religión de la tierra donde ha tenido su salvajismo, su lugar correcto en el círculo de lo implacable. Él es el espíritu de la maldición, de la venganza, de lo criminal (...) Su elemento es la batalla mortal –se llamó “corrupción”, “exterminador” (...) Su nombre no significa a menudo más que la lucha asesina. Por eso Zeus lo acusa de falta de carácter, puesto que siempre está con todos o contra todos.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 243, Ediciones Siruela
APOLO
En su rostro, donde grandes ojos mandan con la supremacía de la mirada, resplandece la nobleza. Un fino, casi melancólico rasgo de profunda sabiduría se dibuja en sus firmes y nobles labios. La aparición de lo divino entre la brutalidad y confusión de este mundo no se puede imaginar de forma más admirable. Sus otras imágenes lo caracterizan también por la grandeza de su porte y movimiento, por el poder de su mirada, por lo luminoso y libre de su presencia. En los rasgos de su rostro, el vigor masculino y la claridad se unen al esplendor de lo sublime. Él es la juventud en su más fresca flor y pureza. La poesía elogia su cabellera ondeante que la lírica más antigua llama áurea. El arte lo representa casi siempre sin barba, de pie o caminando.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 74-75, Ediciones Siruela
Apolo rechaza lo demasiado cercano, el apocamiento en los objetos, la mirada desfalleciente, y también la unión anímica, la embriaguez mística y el sueño extático. No quiere al alma, sino al espíritu. Quiere decir: libertad de la proximidad con su pesadez, abulia y estrechez, noble distancia y mirada amplia.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 89-90, Ediciones Siruela
AFRODITA
Es la diosa de la naturaleza floreciente, vinculada a las Cárites, los deliciosos y benéficos espíritus del crecimiento.... La primavera es su gran época
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 105, Ediciones Siruela
Pero la esencia de su ser no señala la relación matrimonial. Nunca fue, como Hera, una diosa del matrimonio. En cambio viene de ella el deseo omnipotente que se olvida de todo el mundo a causa de lo único; que puede romper vínculos venerables y la fidelidad más sagrada sólo para compenetrarse con él. Y la diosa no permite que se burlen de ella. Puede perseguir con tremenda crueldad a quien cree poder porfiar con su poder. Tiene sus favoritos, para quienes el ser y la vida respiran el placer cariñoso de su existencia. Son hombres en quienes triunfa lo femenino sobre las cualidades genuinamente masculinas.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 107, Ediciones Siruela
El hechizo de Afrodita ejerce una fuerza que hace olvidar todo deber conduciendo a decisiones que, más tarde, parecen inconcebibles al mismo hechizado... Pero es muy significativo que esta diosa traiga la felicidad a los hombres –si no se le oponen porfiadamente...- mientras que a las mujeres frecuentemente les lleva la fatalidad. Las arranca de su seguridad y pudor haciéndolas infelices con una pasión ciega, muchas veces criminal, por e hombre ajeno.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 109, Ediciones Siruela
La pasión con la que Afrodita ataca a las mujeres conduce muy a menudo a oscuridad y horror.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 110, Ediciones Siruela
Todo lo que es sugestivo, seductor y complaciente, sea figura o gesto, lenguaje o actitud, de ella recibe su nombre... Es la diosa de los favores, también la buena suerte proviene de ella... Pero el favor de ella no tiene nada de la buena suerte de la oportunidad, de lo atinado, del hallazgo. Es la gracia inmanente a la belleza y amenidad que gana todas las victorias sin esfuerzo, porque lo bienaventurado hace a otros bienaventurados.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 111, Ediciones Siruela
Comprendemos lo que significa Afrodita. No en vano está rodeada de las Cárites, en las que se refleja a sí misma. Son espíritus del florecimiento, del encanto y la amabilidad. Generalmente salen las tres juntas, por consiguiente nuestros conceptos las consideran más bien genios que deidades. Pero afrodita es única.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 112, Ediciones Siruela
Afrodita no es la amante, es la hermosura y la gracia sonriente que arrebata. Lo primero no es el afán de prender, sino el encanto del aspecto que lleva poco a poco a las delicias de la unión. El secreto de la unidad del mundo de Afrodita consiste en que en la atracción no actúa un poder demoníaco por el cual un insensible agarra su presa. Lo fascinante quiere entregarse a sí mismo, lo delicioso se inclina hacia lo emocionado con la sinceridad sentimental que lo hace tanto más irresistible.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 112, Ediciones Siruela
Sólo esta diosa del eterno milagro amoroso puede brindar la paz mundial... Pero al final hemos de recordar que también elementos horribles y destructores pertenecen a su vasto imperio, el mundo. Ningún poder puede enemistar y perturbar tan terriblemente como aquel cuya obra es la armonía más clara y bienaventurada. Sólo por esta oscura sombra el resplandeciente encanto de Afrodita se transforma en una eterna creación.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 113, Ediciones Siruela
La cinta de Afrodita tiene un poder hechicero que hace perder el juicio al más prudente. La misteriosa ofuscación del espíritu es el camino por el cual la divinidad conduce al hombre que debe caer hacia el abismo.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 188, Ediciones Siruela
HERMES
(MERCURIO)
Hermes, el “más humanitario entre los dioses” (...) Su modo de ser posee la libertad, la amplitud y el brillo (...) sobresale por cierta falta de nobleza (...) Su valor es la habilidad (...) el arte de robar y jurar que él mismo poseía en tan notable medida. Por eso se llama el “Astuto”, “Falaz”, “Ingenioso”; es el patrón de los bandidos y ladrones y de todos los que saben procurarse clandestinamente una ventaja. Pero su habilidad milagrosa lo hace también el ideal y protector de los sirvientes.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 114, Ediciones Siruela
Allí (se refiere a Hermes) reconocemos al maestro de la oportunidad, de mirada alegre, nunca desconcertado, al que le importan poco las normas del orgullo y de la dignidad y que, a pesar de todo, resulta amable.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 115, Ediciones Siruela
Lo que puede crear y producir manifiesta en todo la misma idea, y ella es Hermes (...) De él provienen las ganancias, calculadas prudentemente o enteramente inesperadas, con preferencia estas últimas, que ayudan a caracterizarlo. Todo aquel que encuentra algo precioso en el camino o hereda una fortuna da las gracias a Hermes; como es sabido, todo lo que se llama “encontrado” se considera regalo de Hermes (...) Antes de recibir el regalo de este dios, frecuentemente hay que esforzarse, pero al final es siempre un hallazgo afortunado (...)
El momento oportuno y el provecho ventajoso alcanzan tanta importancia en él que los ladrones pueden considerarse sus especiales protegidos.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 117, Ediciones Siruela
De él se puede aprender a jurar en falso con la más convincente expresión cuando el momento lo exige.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 118, Ediciones Siruela
Hermes protege la picardía manifiesta, cualquier astucia y perfidia, aun los lamentables artificios de la mujer ante los cuales cae hasta el hombre prudente.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 119, Ediciones Siruela
Don de Hermes es todo lo que le toca al mortal por suerte y sin responsabilidad. Es el dios de la ganancia alegre y sin escrúpulo. Aunque con esa nueva cualidad ya estamos tocando su contrario: ganar y perder tienen el mismo origen. Donde uno se hace rico en un instante, otro queda mendigo. El dios misterioso que conduce al necesitado, de repente, hacia un tesoro hace desaparecer la propiedad con la misma rapidez.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 119, Ediciones Siruela
Es el amigo de los rebaños y donador de la fertilidad, pero de ninguna manera como los otros dioses (...)
¿En que consiste el favor que el pastor anhela de él? ¿Cómo cuida el rebaño?
No hay duda, es su conductor (...) Hermes es el buen espíritu que conduce de mañana los rebaños del corral y los guía fielmente.
Tales acciones afables son sólo parte de su actividad. El conductor puede también despistar, el cuidador consigue hacer desaparecer y perderse la posesión preciosa.”
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 119-120. Ediciones Siruela
No es, en la acepción exacta, dios de la procreación y de la fertilidad. Su bendición tiene el mismo resultado, aunque su esencia resulte muy distinta. En todos los testimonios se confirma que el mundo de los otros poderes es también el suyo, pero, paralelamente, siempre está bajo su signo, el de la hábil conducción y la ganancia imprevista. Es el milagroso fructificador de los animales por el cual puede simular el carácter de un dios de la fertilidad. Pero se traiciona rápidamente: su actitud tiene un peligroso revés en la pérdida igualmente milagrosa. Los pastores en los valles lo conocen como peligroso y pernicioso.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 120-121, Ediciones Siruela
Hermes tampoco es un extraño en el reino del amor. Encontramos de nuevo al mismo pícaro que hemos conocido en otros dominios. Sería un error fundamental equiparar el carácter erótico de Hermes al de los genuinos dioses del amor. El reino del amor participa también de la suerte, puede absorberse en el favor del momento, en el atrapar afortunado, en la travesura, y ahí está el campo de Hermes.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 121, Ediciones Siruela
A pesar de lo que hayan pensado de Hermes en aquellas antiguas épocas, a las cuales pertenece la creación de tales objetos de culto, en la nueva religión, que tratamos aquí (se refiere a los dioses homéricos), no es un dios de la procreación y fertilidad. Este carácter es sólo aparente, aunque su actuación milagrosa también conduce a la unión amorosa y a la procreatividad. Siempre es el acompañamiento mágico el que forma la esencia de sus acciones, la conducción hacia el maravilloso premio (...)
Sin embargo, continuamente actúa al revés. Si como guía conduce al elegido secreta y milagrosamente al lugar de la realización, así igualmente lleva con cuidado al que quiere separarse.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 122, Ediciones Siruela
En el favor del acompañamiento se manifiesta la verdadera realidad del dios (...) indicaba al viajero el buen camino.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 123-124, Ediciones Siruela
Numerosos epítetos honran a Hermes como dios de los caminos y de las entradas, conductor e indicador. Es el protector natural de los peregrinos a los que también pertenecen los mercaderes. En imágenes muy antiguas aparece él mismo como caminante provisto de sombrero. Su andar es siempre ligero, incluso volante. Las alas de su sombrero indican la rapidez que lo distingue. Posee los “áureos” talares que “lo llevan con la rapidez del viento sobre el mar y la vasta tierra”. Esta es una acertada imagen de su naturaleza.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 124, Ediciones Siruela
Hermes es realmente un espíritu de la noche.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 125, Ediciones Siruela
¡Qué amplia era la mirada que abarcó este mundo, qué vivo el ojo que vio su forma como la de un dios y podía reconocer la profundidad de lo divino aun en la picardía y en la irresponsabilidad! Lo que anima y domina a Hermes es un mundo en el pleno sentido de la palabra, completo, no una fracción del conjunto entero de la existencia. Todas las cosas le pertenecen, pero aparecen como una luz distinta de la que tienen lo reinos de los otros dioses. Lo que acontece baja volando del cielo sin obligaciones: lo que se hace es una obra magistral y el goce es sin responsabilidad. Quien quiera este mundo de ganancias y el favor de su dios, Hermes, tiene que conformarse también con las pérdidas; una cosa no existe sin la otra.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 129-130, Ediciones Siruela
DIONISO
Su masculinidad arrastra consigo irresistiblemente lo eterno-femenino de esta esfera, permaneciendo íntimamente ligado a ella. Su espíritu arde con la bebida embriagante que se denominó la sangre de la tierra; sensualidad primitiva, delirio, disolución de la conciencia hasta lo ilimitado sobrevienen a los suyos como un huracán; los tesoros de la tierra se abren a los extasiados. También los muertos se reúnen alrededor de Dioniso, vienen con él en la primavera, cuando trae las flores. Amor y frenesí salvajes, estremecimiento frígido y bienaventuranza se hallan lado a lado en su séquito. Todos los primitivos rasgos de la Deidad de la Tierra se acrecientan en él hasta lo ilimitado, pero también hasta la profundidad del pensamiento.
Walter F. Otto
Los dioses de Grecia, pág. 160, Ediciones Siruela
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