"Escribir por pasos..., escribir una primera redacción imperfecta, cuyo estilo sólo está a medias pergeñado, pendiente de reformas aquí y allá... A partir de esa primera e imperfecta versión..., se irá construyendo..., desbastando el texto, rellenando huecos..., cortando aquí, pegando allá..."

Jesús Greus


"La cabeza en las nubes, los pies en el agua. Un caracol en su cáscara. Ríos de tinta entre los dedos. Me sale música por las orejas. Siempre quiero ver más allá del horizonte. No vuelvo la vista atrás. He sobrevivido a varias vidas. Dispuesto a empezar una nueva…"

Jesús Greus


"La necesidad común de los escritores es el aislamiento. Ésta es la ardua realidad cotidiana del escritor enfrentado a su obra, a sí mismo, a sus fantasmas. Con la dificultad añadida..., de que nadie puede ayudarle en ese trabajo meticuloso de anacoreta."



Jesús Greus





REIVINDICO

24, febrero, 2014

Reivindico mi derecho a ser diferente. Reivindico el color de mi piel, mi acento sureño, mis ojos aceitunados, mi pelo castaño. Soy un hombre del Sur. Quiero mirar al mundo a mi manera. Quiero hablar mil lenguas, no una sola. Quiero entender centenares de dialectos, no sólo el de las máquinas calculadoras. Quiero comprender a los hombres que no son como yo.

Quiero vestirme de mil colores. Rechazo los uniformes. Quiero cubrirme con gandoras, galabías, chilabas, kimonos, dhotis. No quiero un mundo globalizado. Quiero diversidad, pluralidad. Quiero zambullirme en mil culturas. Quiero caminar con los pies descalzos y sentir en mis plantas la aspereza de cada terreno.

Quiero regalar mi paladar con sabores del mundo. Quiero especias, aromas y adobos remotos. Y comer cuando tenga hambre, no cuando toque la campana.

Quiero por techo a los cielos límpidos del trópico, a los soles del Sur, a nubes preñadas de aguas tibias. Quiero mares cálidos y playas desiertas, deambular por ciudades desconocidas, perderme a propósito en zocos abarrotados, vagar por laberintos de medinas y regatear en bulliciosos bazares. Quiero asomarme a hogares diversos, asolearme en polvorientos vergeles, perderme en arruinados palacios, entre risas de niños, carcajadas de monos, graznar de cuervos, ojos ardientes, miradas perdidas de ancianos. Soy un hombre del mundo.

Quiero adorar en todos los templos. Quiero elevar mi voz a todos los dioses. Quiero bañarme en aguas del Jordán, postrarme en la Mezquita de La Roca, rezar en la sinagoga del Tránsito, meditar bajo el árbol de Buda y adorar el fuego sagrado en templos hindúes. Mi Dios no tiene color, no tiene nombre, no tiene rostro. Habla la lengua cósmica. Su piel está formada de estrellas y galaxias. Su templo es el santuario del corazón, los confines del universo, una partícula subatómica, lo ilimitado, lo inabarcable.

Yo elijo. Yo decido. Tengo mis razones, que no son los dictados de politicastros, ni de banqueros, clérigos ni gerifaltes. No quiero gentes con toga, capas de armiño o uniformes entorchados que decidan mi destino, mis rutinas, mis deberes. No les doy mayor crédito que a los chiflados o a los exaltados.

Tampoco quiero mordazas a mi lengua o a mi pluma. Reivindico mi derecho a pensar y a expresarme a mi manera. Quiero mi propia voz. Y quiero dudar. No quiero certezas. No quiero una sola verdad. Quiero muchas verdades. Asumo el riesgo de equivocarme.

Reclamo mi libertad para amar como yo sienta. El derecho al amor no me lo otorga ninguna escritura sagrada, ninguna ley, ningún gobierno. Me lo otorga la vida. Quiero mirar con los oídos, escuchar con los ojos, rozar con mis labios, olfatear con mi piel. El cuerpo y el amor tienen sus leyes propias, sus instintos.

Quiero ser amigo de los desheredados, de los perros callejeros, de las cigüeñas migratorias. Persigo la generosidad de los que nada tienen. Doy para no recibir.

Avanzo a ciegas por el mundo. Quiero a la tierra por hogar, guaridas de alimañas, nidos abandonados, dunas por almohadas, viejos olivos como techo, musgos por mantas y hierbajos por alfombras. Mi mayor regalo es la fertilidad de los campos en primavera y su colorido en otoño. Persigo las rutas de las nubes, el curso de los ríos, los senderos del monte, rastros de insectos, el vértice de los abismos, las corrientes de los vientos, las arenas del desierto… caminos a ciegas. No quiero conocer el final del camino.

Quiero mirar a los ojos de muchos hombres para comprobar, a través de sus disfraces y sus máscaras, que todos somos acaso el mismo hombre.

Jesús Greus









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