Piedra de los filósofos

I

Agarra de la mejor minera de oro rojo claro, tanto como puedes proporcionártelo, y extraes su espíritu por medio de una retorta: es Azoth y Acetum de los Filósofos, sacado de la minera adecuada, abriendo radicalmente el Sol preparado.

II

Agarra de la minera de Venus o Saturno, y echa su espíritu en una retorta; cada uno de ellos disuelve radicalmente el oro, después de su purificación.

III

Agarra de la minera de Saturno pulverizado, o de Saturno vulgar calcinado; extrae su sal con Acetum o su antinae; purifícalo de la mejor manera, para que se vuelva transparente como el cristal, y dulce como la miel, y fluente como la cera delante del calor, y que se rompa cuando frío. Se trata del árbol que es cortado, cuyos frutos son malsanos, sobre el que deben ser incorporadas las ramas del Sol.

IV

Agarra de esta tierra que se encuentra yerma en los campos, por todas partes presente en los terrenos pantanosos, en la cual los astrales eyaculan sus operaciones, engalanada de toda clase de colores, presentándose como un arco iris; extrae de ella lo que es el más puro y más sutil. Esto es el disolvente universal que se aplica todo; y está todo en todo.

V

Agarra de la minera del Sol y del Mercurio en cantidad igual; mólelos finamente; vierte arriba el espíritu de Mercurio, que lo recubre con una altura de tres dedos. Disuelve y digiere a calor débil.

VI

Agarra del el mejor vitriolo, o del vitriolo de Venus; y echa su espíritu en una retorta, blanco y rojo. Con este espíritu rojo, una vez rectificado y depurado, puedes fermentar y embeber la cal sutil de oro, y con espíritu blanco lo podrás disolver en cuanto habrá sido purificada.

VII

Agarra del Mercurio vivo; purifícalo y disuélvelo en el espíritu de vino alcohólico hasta que su impureza sea separada de él, y que se haga su esencia extrema, transparente, apacible y fluida, semejante al gluten blanco del águila, y en condiciones de recibir la sangre del León Rojo.

VIII

Extrae la sal del tártaro bruto y calcinado; purifícalo y a menudo clarifícalo, hasta que se vuelva tan claro que lágrima al ojo y no pueda ser llevada a un estadio superior; podrás aguzar con su propio espíritu de vino, que disuelve Sol y la Luna.

IX

Toma la materia o la piedra violentamente tóxica, nombrada kerg swaden, las pieles, o las gangas de los metales; extrae su espíritu con gran circunspección; recógelo de modo que pueda hacerse agua, reduce todos los metales hasta hacerlos potables.

X

Toma del aire o del rocío celeste, siendo bien purificada, diez partes, y de cal sutil de oro una parte; sométela a la digestión, disuelve, y coagula.

XI

Toma la orina de un hombre sano, bebiendo sólo vino; y, conforme al arte, haz esto la sal del microcosmo; purifícalo como es debido, lo que debe aguzar el espíritu de vino a punto que disuelva el Sol en un instante.

XII

Toma lo que hay de mejor en minera de oro; pulverízala como es debido; séllala del sello de Hermes; sométela fuego vaporoso hasta verla crecer como rosa blanca y roja.

XIII

Por esta última experiencia llama la Luz. Toma, en nombre del Señor, oro húngaro, que habrá sido por tres veces fundido vía el antimonio y habrá sido laminado en rayas muy finas, en alguna cantidad que quieras, e hicieras una amalgama con Mercurio vivo; luego calcina muy sutilmente, con flores de azufre y espíritu de vino quemado, hasta que quede una cal sutil de oro de color púrpura. Toma de allí una parte, toma dos partes de la sustancia roja ya mencionada; mole muy finamente una hora sobre mármol calentado; luego cemento y calcina bien por grados durante las tres horas en un recinto de fuego. Este trabajo debe ser repetido tres veces; vierte entonces arriba el mejor espíritu rectificado, que lo recubre con una altura de tres dedos; dispón de él en digestión dulce y caliente, durante seis días con el fin de que hubiera extracción; entonces el espíritu de vino será de un tinte tan oscuro como una sangre; Vuelve esta tintura, y vierte de allí otras partes superiores tanto tiempo como teñirá; dispón de todos estos espíritus de vino teñidos en un frasco, cumpliendo sólo un cuarto, y séllala herméticamente; dispuesta sobre el fuego vaporoso del primer grado; qué su calor sea el igual al del sol que irradie del julio; deja las cosas así durante cuarenta días - Y entonces obtendrás lo que deseas.

San Dunstan








No hay comentarios: