¡Si tan solo pudiera explicarte cuánto he cambiado desde aquellos días! Cambiado y, sin embargo, todavía el mismo. Pero ahora puedo ver mis viejas preocupaciones con mirada serena. En los treinta años que han pasado, la preocupación ha cambiado su forma, se ha invertido, digamos. Cuando empezó, fue creciendo hasta vaciarme. Al principio la ignoraba, más tarde la acepté y busqué consuelo en mis amigos, después me resigné y finalmente aprendí a utilizarla en favor de mi propio beneficio. Ahora, en lugar de estar en mi interior, mi preocupación es una casa en la que vivo; en la que vivo más o menos cómodamente, vagando de habitación en habitación. Algunos inviernos no enciendo la calefacción. Entonces me quedo en una habitación, cálidamente abrigado en mi chaqueta de cuero, sueters, botas y bufanda, y recuerdo aquellos agitados días. Me he convertido en un viejo algo lunático, dedicado a inocentes filantropías. Unos pocos amigos me visitan porque están solos, no porque disfruten realmente de mi compañía. Decididamente, he dejado de ser interesante.

Susan Sontag
El benefactor, página 1


En todas las cosas el ambiente que nos rodea es de gran importancia.

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El benefactor, página 3


Si la ambición puede llegar a alimentar, suele hacerlo en provecho de los demás.

Susan Sontag
El benefactor, página 1


Mi obstinado deseo de aprender es comparable al de un hombre hambriento al que se le dan bocadillos y los come con el papel, no porque sea demasiado impaciente para desenvolverlos, sino simplemente porque nunca ha aprendido a quitarlo o lo ha olvidado. Mi hambre intelectual no me hizo insensible al poco apetitoso plato que ofrecían las salas universitarias de lecturas. Pero durante mucho tiempo fui tan incapaz de pelar aquellos insulsos envoltorios como de comer con mayor moderación.

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El benefactor, página 4


La política no me interesaba más allá de los comentarios en los periódicos. En esto me parezco a muchos de mi generación y de mi clase, pero tenía razones adicionales para ser apolítico. Estoy extremadamente interesado en las revoluciones, pero creo que las verdaderas revoluciones de mi tiempo no han sido los cambios de gobierno o del personal de las instituciones públicas, sino las revoluciones en los sentimientos y en las opiniones, mucho más difíciles de analizar.

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El benefactor, página 7


Es más fácil tolerar que cambiar. Pero una vez se ha cambiado, lo que se toleró es difícil de recordar.

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El benefactor, página 7


–La rareza llega a ser tú mismo -me dijo mi padre aquella plácida tarde de mayo.

Susan Sontag
El benefactor, página 7


Observar la variedad de creencias en diferentes países no me llevó a la conclusión de que no existe lo verdadero y lo falso, sino tan sólo falibles opiniones humanas. Sin embargo, muchos hombres están en desacuerdo sobre lo que está prohibido y lo que está permitido, todo el mundo aspira al orden y a la verdad. La verdad necesita de la disciplina de la costumbre para poder actuar. No niego que la costumbre es generalmente estrecha de miras y poco generosa, pero uno no tiene derecho a ser ultrajado cuando, en defensa propia, martiriza a los partidarios de actos extremos. Cualquier disciplina, hasta la de costumbres más mojigatas, es mejor que ninguna.

Susan Sontag
El benefactor, página 9


Aunque he tenido una larga vida, nunca he hecho nada para conseguirlo (debo decir, para dar al lector una correcta perspectiva, que tengo ahora sesenta y un años), y esta vida, debo añadir también, no la explico porque crea que sea ejemplar para nadie. Es solamente para mí; el camino que he seguido y la certidumbre que he hallado no creo que se adecuaran a nadie más que a mí.

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El benefactor, página 10


La metáfora tradicional para la investigación espiritual es la del viaje. De esta imagen debo desprenderme. No me considero a mí mismo un viajero, he preferido permanecer quieto. Me describiría a mí mismo como un bloque de mármol, aceptable aunque toscamente labrado en su exterior, en cuyo interior alberga no obstante una hermosa estatua. Cuando se labra el mármol, la estatua liberada puede ser muy pequeña. Pero cualquiera que sea su tamaño, es mejor no ponerla en peligro moviendo el bloque de mármol con demasiada frecuencia.

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El benefactor, página 10


El lector es un divertido accidente.

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El benefactor, página 13

–Puedes explicarte un sueño con otro sueño -dijo pensativo-. Pero la mejor interpretación de tu sueño sería la que encontraras en tu vida.

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El benefactor, página 20


Tengo una susceptibilidad congénita, que alguien podría llamar debilidad, hacia los que profesan la cura de almas.

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El benefactor, página 44

Varias veces, aquel verano, trató de derrumbar mis calladas objeciones. «No seas tan solemne. Hippolyte, eres peor que un moralista.» Entretanto yo no podía dejar de observar ese mundo de lujuria ilícita como un sueño, hábil pero a la vez pesado y peligroso; él lo veía simplemente como un teatro. « ¿Por qué no podemos cambiarnos nuestras máscaras una vez cada noche, una vez cada mes, una vez cada año?», dijo. «Las máscaras del propio trabajo, de la propia clase, nacionalidad, de las opiniones. Las máscaras de marido y mujer, padre e hijo, amo y esclavo. Hasta las máscaras del cuerpo -macho y hembra, feo y hermoso, viejo y joven-. Muchos hombres se las ponen sin resistencia para llevarlas durante toda su vida, pero no los hombres que nos rodean en este café. La homosexualidad, como puedes ver, es la principal forma del juego de máscaras. Pruébalo, y verás cómo produce un grato alejamiento de uno mismo.»

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El benefactor, página 58

Pretender algo es sólo no pretender otras cosas. Pero estar obsesionado es no pretender nada en absoluto. El sol no juega a levantarse cada mañana. ¿Sabes por qué? Porque el sol está obsesionado con su trabajo. Todo lo que admiramos en la naturaleza bajo el nombre de orden, y la confianza fundamental que depositamos en sus movimientos regulares, es obsesión.

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El benefactor, página 59



Las más perfectas formas de espiritualidad se encuentran a menudo entre los herejes.

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El benefactor, página 91


Parece, pues, que la cosmología autogenista y su plan de salvación suponían un completo código de conducta, o para decirlo mejor, de anticonducta. El hombre fue creado por Sofía, la sutil generatriz, a partir de una oscura materia en la que sólo quedaba un destello de la luz original de Autógenes. Pero el hombre, a quien las escrituras autogenistas llaman «hez subyacente de la materia», puede sin embargo a través de varios ritos de purificación, llegar al cielo. El hombre puede volver al seno de Autógenes si deviene «luz», o sea, explicó el profesor Bulgaraux, mirándome atentamente, ausencia de peso y luminosidad. La purificación no se consigue a través de la autonegación, sino mediante una total expresión del ser. Así, los autogenistas sostienen que los hombres no pueden ser salvados hasta que no han realizado todo tipo de experiencias. Un ángel, añaden, vela por ellos en cada una de sus acciones ilegales, y los insta a cometer sus audacias. Sea cual sea la naturaleza de la acción, ellos declararán que la han hecho en nombre del ángel, diciendo: «¡Oh tú, ángel, yo uso tu trabajo! ¡Oh tú, poder, yo llevo a término tu operación!»

Susan Sontag
El benefactor, página 92


La personalidad es, en el mejor de los casos, una forma de enfrentamiento al problema del desequilibrio. Pero el problema persiste. No nos aceptamos por lo que somos; desechamos nuestra esencia real, y erigimos una personalidad para salvar las distancias.

Susan Sontag
El benefactor, página 94



¿No es teniendo personalidad como definimos nuestros puntos de vulnerabilidad y fuerza? La personalidad es nuestro modo de ser para los otros. Esperamos que los otros acepten nuestra forma de ser, gratifiquen nuestras necesidades, que sean nuestra audiencia y suavicen nuestros horrores.

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El benefactor, página 95


Mucha gente considera los sueños como un cubo de basura diario. Una ocupación indisciplinada, improductiva y asocial. Lo comprendo. Comprendo que la mayoría de la gente considere sus sueños como cosas de poca importancia. Son demasiado leves para ellos, por eso identifican lo serio con lo pesado. Las lágrimas son serias; uno puede recogerlas en una jarra. Pero un sueño, como una sonrisa, es puro aire. Los sueños, como las sonrisas, se esfuman rápidamente. ¿Pero qué importa que el rostro se esfume y la sonrisa permanezca? ¿Qué, si la vida en que los sueños son alimento se descompone y los sueños florecen? Porque en ese caso uno se sentiría realmente libre, completamente liberado de su propia carga. Nada puede compararse con esto. Podemos preguntarnos por qué nos contentamos con una ración diaria insignificante de aquella divina sensación de ausencia y plenitud que nace del comercio de la carne, para borrar el mundo. Podemos decir de la sexualidad: qué gran promesa de libertad supone, qué extraño que no esté marginada por la ley. Me sorprende que los sueños no estén fuera de la ley. ¡Qué promesas son los sueños! ¡Qué agradables! ¡Qué íntimos! Y no se necesita compañero, no se precisa la colaboración de nadie, macho ni hembra. Los sueños son el onanismo del espíritu.

Susan Sontag
El benefactor, página 96


Los sueños son el onanismo del espíritu.

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El benefactor, página 1

Mucha gente considera los sueños como un cubo de basura diario. Una ocupación indisciplinada, improductiva y asocial. Lo comprendo. Comprendo que la mayoría de la gente considere sus sueños como cosas de poca importancia. Son demasiado leves para ellos, por eso identifican lo serio con lo pesado. Las lágrimas son serias; uno puede recogerlas en una jarra. Pero un sueño, como una sonrisa, es puro aire. Los sueños, como las sonrisas, se esfuman rápidamente. ¿Pero qué importa que el rostro se esfume y la sonrisa permanezca? ¿Qué, si la vida en que los sueños son alimento se descompone y los sueños florecen? Porque en ese caso uno se sentiría realmente libre, completamente liberado de su propia carga. Nada puede compararse con esto. Podemos preguntarnos por qué nos contentamos con una ración diaria insignificante de aquella divina sensación de ausencia y plenitud que nace del comercio de la carne, para borrar el mundo. Podemos decir de la sexualidad: qué gran promesa de libertad supone, qué extraño que no esté marginada por la ley. Me sorprende que los sueños no estén fuera de la ley. ¡Qué promesas son los sueños! ¡Qué agradables! ¡Qué íntimos! Y no se necesita compañero, no se precisa la colaboración de nadie, macho ni hembra. Los sueños son el onanismo del espíritu.

Susan Sontag
El benefactor, página 96


Al interpretar un papel me gustaba imaginarme a mí mismo introduciendo una subrepticia nota al pie de página en el auditorio. Cuando debía representar el papel de un bienintencionado amante, trataba de insinuar una promesa de crueldad en mis abrazos. Cuando representaba a un villano, procuraba dotarlo de ternura. Cuando me arrastraba, llegaba a imaginar que volaba. Al bailar, que era cojo.

Susan Sontag
El benefactor, página 99



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