"Sucede, a veces, que el último suspiro no fue definitivamente el último, sino que hubo otros después de él; pero solo puede saberse retrospectivamente..."


Vladimir Jankélévitch
Tomada del libro de Michel Granger ¿Terrestres o extraterrestres?, página 152


"El cada vez más deja entonces de aparecer como un signo de vitalidad y como un crescendo pasional; no es más que un síntoma de fiebre, y una frenética aucción tropieza en el último momento y en última instancia con la barrera de la muerte. Es el fracaso supremo, la caída final en la nada. Fatalmente, la muerte tiene la última palabra; la palabra del final -¡y nunca mejor dicho!- que nos cierra incomprensiblemente la boca y que nos amordaza para la eternidad. -La muerte acalla de una vez por todas las palabras de amor y los imperativos del deber. Y para siempre. ¡La muerte y punto! A continuación (pero, ¿podemos decir "a continuación"?), el silencio y la oscuridad y, al cabo de cierto tiempo, el olvido. Por lo demás... Pero ¿qué demás? El eco mismo, aparentemente, ha muerto. El recuerdo póstumo es sumergido en el océano del desconocimiento y en las arenas de la indiferencia."

Vladimir Jankelevitch
La paradoja de la moral



"El placer contiene en sí el germen del dolor, pues produce una posibilidad de conciencia que no sólo destruye su plenitud sino que pone de manifiesto su insuficiencia e introduce una duda que lo socava. Esta conciencia que reflexiona sobre el placer es el origen de la moral y recorrerá un camino penoso: la inminencia de la sanción, el remordimiento, el desconsuelo y el sentimiento de lo irreversible."

Vladimir Jankelevitch
La mala conciencia


"El respeto es algo que se siente hacia los demás; el respeto es pues el intermediario entre el comportamiento vacío de la intolerancia y la positividad gratuita del amor, entre la observancia ceremonial y la caridad."

Vladimir Jankélévitch



"Entre ambas severidades, la excusa indulgente descubre así la intermediaridad del hombre complejo, inocente
y culpable, pero sobre todo inocente. Y no como simple tolerancia respecto del mal, sino como una verdadera disculpación y una rehabilitación racional del sospechoso.
Más allá de la apariencia, encuentra la primera verdad, esa que corresponde a la profundidad de primer grado, a la primera complejidad, al primer exponente de conciencia: pues la primera verdad es, asimismo, una verdad a la segunda potencia. La indulgencia representa la primera profundidad por debajo del plano superficial de severidad primitiva. Pero a la inversa: comparada con la segunda profundidad, comparada con la verdad pluscuamprofunda, con aquella que haría reaparecer la intención malevolente bajo las coartadas de la psicología, la indulgencia más bien constituye, como veremos, una profundidad superficial: la profundización de la culpa queda frenada; la indulgencia se detiene a media profundidad antes de encontrar la nueva y cruel verdad, que es verdad a la tercera potencia. Con su profundidad mediana, la indulgencia medio profunda resulta a la vez menos severa que la severidad pasional de los orígenes y menos rigurosa que el rigor ético del hombre desengañado. Pero, sobre todo, su relativa profundidad la distingue de los reflejos vindicativos. La intelección, no contenta con escudriñar las motivaciones, intenciones y resortes críticos del acto, revela los factores invisibles del mismo: pues los efectos palpables tienen causas impalpables, el acto manifiesto obedece a una causalidad inmanifiesta; la intelección descubre así una especie de verdad esotérica: bajo las apariencias dramáticas del pecado teje la trama de una etiología inaparente. Esta etiología inaparente es asimismo una etiología fina: descansa en el análisis crítico, detallado y minucioso de la culpabilidad; distingue en lugar de confundir; desenreda hilos que la acusación totalitaria y la condenación sumaria no se preocupaban de desenmarañar. Supone el examen y la peritación de la culpa. Y demuestra el carácter paradójicamente mutuo de la causalidad culposa: la causa es, asimismo, efecto de sus propios efectos; los efectos son, asimismo, causa de su propia causa. A fuerza de comprender todo, acabaremos descubriendo que los verdugos son las verdaderas víctimas de sus víctimas, y que las culpas estaban ¡«repartidas»! A igualdad de condiciones, además, la severidad, juicio de conjunto, resulta, por término medio, más aproximada que la indulgencia; la indulgencia por término medio más matizada y meticulosa que la severidad: tiene en cuenta circunstancias más numerosas y más complejas, la sociedad y la heredad, aduce el determinismo de los antecedentes, y en esto es más psicológica. Por su parte, la psicología, al multiplicar los matices y aducir las circunstancias atenuantes, vuelve al acusador indulgente y proporciona a la excusa no sólo razones, sino además pretextos. Las circunstancias atenuantes y la responsabilidad atenuada forman la especialidad del psicólogo: no representan el perímetro de excusabilidad alrededor de la quodidad. Más aún: todas las circunstancias, sea cual sea su naturaleza, son atenuantes más o menos, atenúan más o menos la culpa que «circunstanciaban», contribuyen a matizar el hecho sumario y brutal de haber hecho. Haber matado, robado, mentido, haber cometido esto o aquello, — ésa es la quodidad indivisa de la comisión, y esta indesarraigable quodidad no conlleva ni degradados ni atenuación. Haber hecho... ¿pero cómo? Quien no sabe el Cómo de la culpa no sabe nada. Quien sabe la efectividad de la comisión y esa efectividad únicamente, ignora el quid de la culpabilidad; desconoce la palabra del matiz y de la especificidad cualitativa. La ciencia de la culpa comienza con las determinaciones categoriales, y principalmente las que se expresan con adverbio de modo y que califican la disposición intencional del culpable."

Vladimir Jankelevitch
El perdón


"La irreversibilidad del devenir, es, ante todo, la imposibilidad de volver."

Vladimir Jankélévitch
La mort
Tomada del libro de Michel Granger ¿Terrestres o extraterrestres?, página 268


"No creo que haya un sufrimiento que no pueda apaciguarse de una manera o de otra. No es un aprendizaje. Hay remedios contra el sufrimiento, que son competencia de la neurología, de la medicina. Pero en ningún caso la palabra aprendizaje tiene sentido. Usted no aprende una cosa que no da pie para el aprendizaje. Pero solamente usted se acostumbró a ella, ya no la siente a causa de ello. En segundo lugar, ha encontrado los remedios necesarios, para soportarla... Entonces a fortiori aprender a morir es un absurdo. Eso no tiene sentido, salvo para la Imitación de Cristo. No sé qué hacen además, en qué piensan, para aprender una cosa que no han hecho nunca. Para aprender algo, es preciso haberlo hecho un poco. Por lo tanto, para el dolor eso quizá tendría más sentido. Pero para la muerte, ¿qué quiere usted aprender? Es ya demasiado tarde. [...] Acostumbramiento, sería mejor decir adaptación. Un hombre está adaptado a su sufrimiento, su sufrimiento es familiar.
Yo hablaba de males en los que los sufrimientos son extremadamente penosos. Eso plantea el problema, una vez más, de la ciencia médica, que puede también influir bastante sobre las sensaciones y el psiquismo de los enfermos, por la administración de drogas, hasta llevar a estos enfermos a no darse cuenta ya de si están vivos o muertos."

Vladimir Jankelevitch
Pensar la muerte



 "Señor, no los perdones porque saben lo que hacen."

Vladimir Jankélévitch


"Una existencia indefinidamente prolongada sería, en ciertos aspectos, la forma más característica de la condenación."

Vladimir Jankélévitch
Tomada del libro de Michel Granger ¿Terrestres o extraterrestres?, página 117














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