"La ciudad perdida se hallaba a la vista de los arqueólogos y de los turistas. Bastó un enérgico trabajo de machete para hacerla resaltar de nuevo contra el azul del Atlántico y los perfiles ásperos y volcánicos de la isla de Tenerife, en el archipiélago de las Canarias. Siete pirámides escalonadas de 15 m de altura, del mismo estilo que los zigurat mesopotámicos, construidas sobre sólidas terrazas escuadradas de piedra volcánica rellenadas por una capa más delgada de lapilli. Y luego una ancha calle procesional y una plaza que recuerda las de Yucatán, con los lados orientados hacia los solsticios de verano y de invierno. El conjunto de templos de Guimar tiene todos los papeles en regla para representar un nuevo enigma arqueológico. El descubrimiento fue realizado por Thor Heyerdhal, el explorador noruego protagonista de las audaces travesías oceánicas a bordo de la Kon-Tiki, del Ra, del Tigris. Con embarcaciones construidas como las de hace cinco mil años, Heyerdhal buscaba pruebas para sus discutidas, a la vez que fascinantes, teorías sobre la posibilidad de grandes migraciones en época protohistórica. Pero ¿quiénes fueron sus constructores? Sobre estos templos, concentrados alrededor del pueblo de Guimar, en la costa oriental de Tenerife, carecemos de dataciones fiables. Solo sabemos que estaban en la isla antes del primer desembarco de los europeos, en torno a 1400. Podían haber sido utilizados por los guanches, la antigua población de la isla que se extinguió poco después de la llegada de los europeos. De estos indígenas «de barba rubia y ojos azules» solo quedan algunas momias ocultas en las cuevas de las islas y los fantasiosos retratos de los primeros cronistas portugueses."

Massimo Cappon
Tomada del libro Atlántida de Roberto Pinotti, página 95

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