“…—Dice usted ceguera —terció Mut Ang—. ¿Y sabe cómo nuestros antepasados se representaban, ya en la época inicial del asalto al espacio, el primer encuentro con los habitantes de otros mundos? Como un choque bélico en el que las naves se destruirían brutalmente y los hombres se aniquilarían los unos a los otros.

—¡Increíble! —exclamaron simultáneamente Kari Ram y Tey Eron.

—Nuestros literatos modernos no escriben nada del tenebroso período de decadencia del capitalismo —siguió Mut Ang—. Pero ustedes saben, por los manuales de historia utilizados en la escuela, que nuestra humanidad atravesó en su tiempo un período bastante crítico de desarrollo.

—Naturalmente —corroboró Kari—. Cuando los seres humanos habían aprendido ya a dominar la materia y el espacio, las relaciones sociales conservaban aún sus viejas formas y el desarrollo de la conciencia social se hallaba retrasado también respecto a los adelantos de la ciencia.

—La definición es casi exacta. Usted tiene buena memoria, Kari. Pero formulémoslo en otros términos: el conocimiento y dominio del Universo chocaron con la primitiva mentalidad del propietario individualista. El futuro y la salud de la humanidad se hallaban puestos en el platillo de la balanza del destino años antes de que triunfase el progreso y de que el género humano formara una sola familia en una sociedad sin clases. En la mitad capitalista del mundo, la gente no veía nuevas vías de desarrollo y consideraba su formación social como algo eterno e inmutable, que degeneraría en el futuro, en guerras inevitables y suicidas.

—Es probable que cada civilización tenga sus períodos de crisis en cualquiera de los planetas de otros sistemas solares donde existan seres racionales —dijo Tey Eron pausadamente, lanzando una ojeada a las esferas de los aparatos registradores de la marcha—. Conocemos ya dos planetas, donde a pesar de haber agua y atmósfera con restos de oxígeno, no se ha descubierto ningún síntoma de vida. Nuestras astronaves han fotografiado sólo arenales desiertos, donde los vientos campan a sus anchas, mares muertos y...

—Me resisto a creer —le interrumpió. Kari Ram, moviendo la cabeza— que hombres que han llegado ya a conocer la infinitud del espacio y el poderío que les brinda la ciencia, sean capaces de...

—...¿de razonar como bestias que acaban de adquirir la facultad de pensar lógicamente? —completó Mut Ang—. No olvide que la vieja sociedad surgió espontáneamente, sin el plan ni la previsión que distinguen las formas sociales superiores creadas por el hombre. El cerebro humano, la forma de razonar, hallábanse aún en la fase primaria de la lógica simple, matemática, que reflejaba la lógica de las leyes de desarrollo de la materia y la naturaleza, tales como se percibían por observación directa. En cuanto la humanidad adquirió suficiente experiencia histórica y llegó a conocer el proceso histórico de desarrollo del mundo que le rodeaba, surgió la lógica dialéctica como fase superior del pensamiento. El hombre comprendió la dualidad de los fenómenos de la naturaleza y de su propia existencia. Comprendió que, como individuo, era igual de pequeño y transitorio en la vida que una gota de agua en el océano o una chispa apagada por el viento; y a la vez vio que era tan inmensamente grande como el Universo, abarcado por su cerebro y su alma en la infinidad del tiempo y el espacio…”

“…—Hay una particularidad más, en la que nadie se ha fijado —dijo Yas Tin, por lo común poco hablador—. El relato está escrito en inglés. El autor ha dado nombres y apodos ingleses a sus personajes, y empleado las expresiones humorísticas propias de este idioma. Y eso no es ninguna casualidad. Soy aficionado al estudio de las lenguas y conozco el proceso de formación de la primera lengua mundial. El inglés tuvo mucha difusión en el pasado. Y el escritor reflejó, como en un espejo, la absurda creencia de que las formas sociales son inmutables y eternas. El lento desarrollo del antiguo mundo esclavista o de la sociedad feudal fue erróneamente interpretado como prueba de la estabilidad de todas las formas de relaciones sociales, incluidas las lenguas y las religiones, así como del último de los regímenes anárquicos: el capitalismo. El peligroso desequilibrio social del posterior período del capitalismo considerábase invariable. El inglés era ya entonces una lengua arcaica, pues representaba en realidad dos idiomas —el escrito y el fonético—, ambos totalmente inservibles para las máquinas de traducir. ¡Cómo no había comprendido el autor que, con la misma profundidad y rapidez con que cambiaban las relaciones entre los seres humanos y sus conceptos del mundo, modificábase también el idioma!

»El sánscrito, lengua antigua casi totalmente relegada al olvido, resultó tener la estructura más lógica, por cuya razón fue tomado como base del idioma intermediario para las máquinas traductoras. Poco después ese idioma daba origen a la primera lengua mundial, que con el correr del tiempo sufrió aún muchas modificaciones. Las lenguas occidentales habían tenido una corta existencia. Todavía menos vivieron los nombres de las personas, tomados de las leyendas religiosas y de idiomas hacía tiempo desaparecidos.

Mut Ang también quiso dar su opinión:

—Yas Tin ha señalado lo más importante. La ignorancia y los métodos falsos en la ciencia son un gran mal; peor aún son la rutina y la obstinación en defender formas sociales que han fallado a todas luces ante los propios ojos de los contemporáneos. La causa de este rutinarismo, aparte de los raros casos de simple ignorancia, residía en el interés egoísta de prolongar la existencia de un régimen social cuyos beneficios eran disfrutados por una escasa minoría. Eso explica la indiferencia con que los defensores del estancamiento social miraban los intereses de la humanidad, la suerte de todo el planeta y de sus recursos energéticos, así como la salud de la población.

»El despilfarro de las reservas del combustible mineral y de los bosques, el agotamiento de los ríos y del suelo, los peligrosísimos experimentos para la creación de mortíferas armas atómicas; todo esto caracterizaba el pensar y el hacer de quienes, a costa de la miseria y los sufrimientos de la mayoría, querían prolongar la existencia de un régimen social caduco. Allí precisamente nació y prosperó el pernicioso concepto de la élite privilegiada, la idea de la superioridad de un grupo, clase o raza, sobre otros, la justificación de la violencia y la guerra, todo aquello que en tiempos remotos conocióse con el nombre de fascismo.

»Todo grupo privilegiado tratará inevitablemente de frenar el progreso, a fin de conservar sus privilegios, mientras que la parte oprimida de la sociedad luchará contra esos intentos en defensa de sus propios derechos. Cuanto mayor era la presión ejercida por el grupo privilegiado, tanto más fuerte la resistencia ofrecida, tanto más encarnizadas las formas de lucha, tanto más crueles los hombres y más acusada su degradación moral. Además de la lucha entre las clases, la lucha entre los países privilegiados y oprimidos. Recuerden la historia de la pugna entre el mundo nuevo, socialista, y el mundo viejo, capitalista, y comprenderán la razón de la ideología bélica, la propaganda de la idea de que las guerras son inevitables y eternas hasta en el Cosmos. A mí me parece como si eso fuera la quintaesencia del mal, la serpiente que, por más que se la cuide, morderá, pues no puede dejar de morder. Recuerden la siniestra luz rojo-amarilla con que ardía la estrella ante la cual hemos pasado en nuestro camino...

—¡El Corazón de la Serpiente! —exclamó Taina.

—Eso es. Y en los escritos de los defensores de la vieja sociedad que proclamaban el estallido inevitable de la guerra y la existencia perpetua del capitalismo, veo también el corazón de un reptil venenoso.

—Por consiguiente, nuestros temores son atavismos de los tiempos en que aquella serpiente emponzoñaba la vida de los hombres, ¿no es así? —dijo Kari con un dejo de tristeza—. Y yo soy, probablemente, el hombre más víbora de todos nosotros, pues abrigo todavía temores... o dudas, como quiera que se los llame.

—¡Kari! —gritó Taina en tono de reproche.

Mas él siguió obstinado:

—Nuestro jefe nos ha hablado de las crisis mortales que destruían las civilizaciones avanzadas. Todos conocemos planetas donde la vida sucumbió porque sus habitantes se vieron arrastrados a una guerra atómica antes de que pudieran crear una nueva sociedad conforme a las leyes de la ciencia y poner fin a la sed de exterminio, ¡arrancar de cuajo el corazón de la serpiente! Sabemos que nuestro planeta estuvo a punto de correr la misma suerte. De no haber surgido en Rusia el primer Estado socialista, que marcó el comienzo de grandes transformaciones en la vida del planeta, el fascismo se hubiera extendido y, con él, las mortíferas guerras atómicas. ¿Y si ellos están allí? —el joven astronauta señaló con la cabeza hacia el lado de donde esperábase la aparición de la astronave desconocida—. ¿Y si ellos no han pasado aún este peligroso límite de su historia?

—Eso queda excluido, Kari —objetó con calma Mut Ang—. Es posible cierta analogía entre el desarrollo de las formas superiores de la vida y las formas superiores de la sociedad. El hombre ha podido desarrollarse tan sólo en un medio ambiente relativamente estable y favorable. Eso no implica que no haya habido cambios. Por el contrario, los ha habido y muy radicales, pero únicamente en relación al hombre, y no a la naturaleza en general. Los cataclismos, las grandes conmociones y los cambios hubieran imposibilitado el desarrollo de los seres racionales. Lo mismo cabe decir de la forma superior de la sociedad, que no supo lanzarse a la conquista del espacio, construir astronaves y penetrar en las profundidades insondables del Universo hasta que no se estabilizaron las condiciones de vida de toda la humanidad, hasta que no fueron, por consecuencia, eliminadas totalmente las guerras asoladoras que acompañaban al capitalismo... Por eso estoy seguro de que esos habitantes de otro mundo que vienen a nuestro encuentro también han pasado el punto crítico. Seguramente hubieron sufrido no poco hasta construir una sociedad verdaderamente racional.

—Me parece que existe algo que pudiera quizá llamarse sabiduría espontánea en las historias de las civilizaciones de los diversos planetas —dijo Tey Eron con los ojos brillantes—. La humanidad no puede vencer el espacio mientras no haya adoptado el modo superior de vida en el que no hay lugar para las guerras y en el que cada cual se siente responsable por todos.

—En otras palabras, la humanidad no era capaz de vencer las fuerzas de la naturaleza en el plano cósmico antes de haber ascendido al grado superior de la sociedad comunista. ¡No podía ni puede haber otro camino! —corroboró Kari—. Lo mismo cabe decir de toda otra humanidad, si entendemos por ella las formas superiores de vida racional organizada…”



“... el Universo está construido conforme al mismo plan, de los mismos ladrillos o elementos, con las mismas propiedades y relaciones causa-y-efecto. La conciencia, el pensamiento, y la cuestión intelectual en todo el Universo están estructuradas de acuerdo con estas leyes, y, en tanto ellas tienen origen en aquellos, representan su producto y reflejo. Por consiguiente, no hay duda de que nosotros entenderíamos a las otras mentes; no podemos fallar…”

Iván Antónovich Yefrémov
El corazón de la serpiente



"En los alrededores de las pirámides egipcias, a la sombra de las columnas del templo de Ra, rodeadas de estatuas de Palas y de Júpiter en mármol blanco, o en la filosófica soledad de los desiertos, sabios desconocidos de una remota antigüedad observaron continuamente las estrellas y establecieron los fundamentos de la astronomía. Esta ciencia de sosiego nocturno, de soledad contemplativa y de visión penetrante, esta ciencia de sacerdotes, de soñadores y de navegantes, esta ciencia del cálculo exacto del tiempo y del espacio, exige hoy instrumentos de precisión muy complicados. Pero en los tiempos antiguos no existían, ni podían existir, tales instrumentos. En esas condiciones, no pueden por menos de sorprendernos ciertos conocimientos astronómicos de los antiguos. Millares de años antes de Copérnico y Galileo, los egipcios sabían perfectamente que la Tierra era una bola que gira alrededor del Sol. No disponiendo de ningún instrumento de observación, sabían incluso cómo giraba esa bola. En la India antigua, los sacerdotes, custodios de la ciencia, habían deducido hacía tiempo que el Universo era infinito y estaba repleto de una multitud de mundos. No se comprende cómo pudieron los antiguos conocer la órbita elíptica de la Tierra en torno al Sol. Estas “chispas de sabiduría” revisten por sí mismas un gran interés. Los antiguos hubieron de poseer, más que métodos e instrumentos, los resultados de ciertos cálculos precisos."

Ivan A. Efrémov


“…Veda Kong hablaba con claridad y concisión de los principales jalones de la historia de la humanidad; de los tiempos antiguos de ésta, de la desunión que reinaba entre los pueblos grandes y pequeños, desgarrados por los antagonismos económicos e ideológicos que dividían a sus países. Y lo iba exponiendo a grandes rasgos, brevemente. Aquellas épocas se agrupaban bajo el nombre de Era del Mundo Desunido (EMD). Mas no era la enumeración de las guerras devastadoras, de los terribles sufrimientos o de los supuestos grandes estadistas —que llenaba los viejos libros de historia de los Antiguos Siglos, de los Siglos Sombríos o de los del Capitalismo— lo que interesaba a los hombres de la Era del Gran Circuito. Mucho más importante para ellos era la historia, llena de contradicciones, del desarrollo de las fuerzas productivas, junto con la formación de las ideas, del arte y de los conocimientos, los orígenes de la lucha espiritual por el verdadero hombre y la auténtica humanidad, así como la evolución de la necesidad de crear nuevos conceptos acerca del mundo y de las relaciones sociales, del deber, de los derechos y de la felicidad del ser humano, concepciones que habían hecho crecer y florecer en todo el planeta el poderoso árbol de la sociedad comunista.

En el último siglo de la EMD, llamado Siglo del Desgajamiento, los hombres habían comprendido al fin que todas sus desgracias provenían de un régimen social que se había ido formando espontáneamente, a partir de los tiempos de la barbarie, y que toda la fuerza y el porvenir de la humanidad estaban en el trabajo, en los esfuerzos conjuntos de millones de seres humanos liberados de la opresión, en la ciencia y en la reestructuración de la vida sobre bases científicas. Se habían comprendido las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad, el curso dialécticamente contradictorio de la historia, la necesidad de inculcar una rigurosa disciplina social, tanto más importante cuanto más aumentaba la población del planeta.

La lucha entre las viejas ideas y las nuevas se agudizó en el Siglo del Desgajamiento y dio lugar a que todo el mundo se dividiese en dos campos —el de los Estados viejos, capitalistas, y el de los Estados nuevos, socialistas— con diferente estructuración económica. El descubrimiento en aquel tiempo de las primeras formas de energía atómica y la obstinación de los defensores del viejo mundo estuvieron a punto de llevar a la humanidad hasta la más espantosa catástrofe.

Mas el nuevo régimen tenía que triunfar forzosamente, aunque esta victoria fue retardada por el atraso en la formación de una conciencia social. La reorganización del mundo era empresa absurda sin un cambio radical de la economía, sin la desaparición de la miseria, del hambre y del trabajo penoso, agotador. Pero el cambio de la economía exigía una dirección muy compleja de la producción y de la distribución, y era imposible sin formar antes en cada persona una conciencia social. Para acabar con el odio y, sobre todo, con las mentiras acumuladas por la propaganda hostil durante la lucha ideológica del Siglo del Desgajamiento, se requirieron gigantescos esfuerzos. No pocos errores se cometieron en el camino de desarrollo de las nuevas relaciones humanas. En algunas partes hubo sublevaciones, provocadas por los atrasados partidarios de lo viejo que, debido a su ignorancia, intentaban hallar en la resurrección del pasado fáciles salidas de las dificultades con que tropezaba la humanidad.

Pero la nueva ordenación de la vida se extendió ineluctablemente por toda la Tierra y los pueblos y razas más distintos se fundieron en una sola familia sensata y bien avenida. Así había comenzado la Era de la Unificación Mundial (EUM), que constaba de los siglos de la Lucha por la Energía y del Idioma Común, de la Unión de los Países y las Lenguas Heterogéneas.

La evolución social se aceleraba de continuo, y cada nueva época transcurría más deprisa que la anterior. El poder del hombre sobre la naturaleza progresaba a pasos de gigante.

En sus fantásticas utopías sobre un futuro espléndido, las gentes soñaban con que el hombre se liberaría gradualmente del trabajo. Los escritores pronosticaban que con una breve labor diaria de dos o tres horas, dedicadas al bienestar común, la humanidad se aseguraría todo lo necesario, y el tiempo restante sería de feliz asueto.

Estas figuraciones procedían de la aversión al trabajo penoso y obligado de la antigüedad.

Pronto, las gentes comprendieron que el trabajo era una dicha, lo mismo que la lucha incesante con la naturaleza, la superación de los obstáculos, la resolución de nuevas y nuevas tareas para el desarrollo de la ciencia y de la economía. Un trabajo en la plena medida de las fuerzas, pero creador, en consonancia con las aptitudes y los gustos innatos, multiformes y variables de vez en cuando, ¡eso era lo que necesitaba el hombre!

El progreso de la cibernética, técnica de la dirección automática, junto a la amplia cultura general, el elevado nivel intelectual y la excelente preparación física de cada persona permitían cambiar de profesión, dominar rápidamente otras y variar hasta lo infinito de actividades laborales, encontrando en ellas una satisfacción cada vez mayor. La ciencia, en su expansión creciente, abarcaba toda la vida humana, y el creador gozo de descubrir nuevos secretos de la naturaleza era ya accesible a un enorme número de personas. El arte asumió un papel de primer orden en la educación social y en la estructuración de la vida. Así llegó la Era del Trabajo General (ETG), la más elevada de toda la historia de la humanidad, con sus siglos de la Simplificación de las Cosas, de la Reestructuración, de la Primera Abundancia y del Cosmos.

El descubrimiento de la condensación de la electricidad que dio lugar a la creación de acumuladores de enorme capacidad y de motores eléctricos de reducidas dimensiones, pero de gran potencia, constituyó una gran revolución técnica de los tiempos modernos. Anteriormente, ya se había conseguido, por medio de semiconductores, formar complejas redes de corrientes de baja tensión y construir máquinas cibernéticas de dirección automática. La técnica se convirtió en elevado arte de fina precisión, en obra de orfebres, que subordinaba a sí misma, al propio tiempo, gigantescas fuerzas en escala cósmica. Mas la necesidad de dar todo a cada uno hizo que los cuidados de la vida cotidiana se simplificasen considerablemente. El hombre dejó de ser esclavo de las cosas, y la elaboración de detallados estándars permitió crear toda clase de objetos y máquinas con un número de elementos constructivos relativamente pequeño, del mismo modo que las múltiples especies de organismos vivos están constituidas de células poco diversas; la célula, de albúminas; las albúminas, de proteínas, etcétera. Sólo con el cese del increíble despilfarro de alimentos que existía en los siglos anteriores, se aseguró el sustento a miles de millones de personas.

Todos los recursos de la sociedad que se gastaban antiguamente en la fabricación de ingenios de guerra, en el sostenimiento de enormes ejércitos que no hacían ningún trabajo útil, en la propaganda política y en falsos oropeles se dedicaron a organizar debidamente la vida y acrecentar los conocimientos científicos."

“…A una señal de Veda Kong, Dar Verter oprimió un botón y junto a la bella historiadora apareció un gran globo terrestre.

—Nosotros empezamos —prosiguió la conferenciante— por llevar a cabo un cambio completo en la distribución de las zonas habitables e industriales de nuestro planeta...

Las franjas castañas que aparecen a lo largo de los treinta grados de latitud Norte y Sur señalan la ininterrumpida cadena de localidades urbanas, concentradas a orillas de los mares en las regiones templadas, donde no hay invierno. La humanidad ha dejado de gastar colosales energías en la calefacción de viviendas durante la estación invernal y en la confección de voluminosas prendas de abrigo. La población más densa está concentrada en el litoral del Mediterráneo, cuna de la cultura humana. La anchura de las zonas subtropicales se ha triplicado, después de la fusión artificial de los hielos polares.

Al Norte de la zona habitable septentrional se extienden vastísimas regiones de prados y estepas, donde pastan innumerables rebaños de animales domésticos.

Al Sur (en el hemisferio boreal) y al Norte (en el hemisferio austral) había antes unas zonas de cálidos y secos desiertos, que actualmente han sido convertidos en vergeles. Aquí se encontraban anteriormente las regiones de centrales termoeléctricas que recogían la energía solar.

La producción de alimentos vegetales y la de madera se ha concentrado en los trópicos, donde es mucho más ventajosa que en las zonas frías. Hace ya tiempo, después de la obtención artificial de hidratos de carbono, azúcares producidos por medio de la luz solar y del ácido carbónico, que hemos dejado de cultivar la remolacha y la caña. La producción industrial barata de albúminas de primera calidad alimenticia todavía no está a nuestro alcance, por ello cultivamos aún plantas y hongos ricos en albúmina y tenemos en los océanos inmensos campos de algas de esta índole. Merced a un sencillo procedimiento de obtención artificial de grasas alimenticias, que hemos recibido por conducto del Gran Circuito, extraemos toda clase de vitaminas y hormonas del carbón de piedra, en cualquier cantidad. La agricultura del mundo nuevo ya no está precisada a abastecernos de todos los productos alimenticios, como ocurría en la antigüedad. La producción de azúcares, grasas y vitaminas es prácticamente ilimitada. Sólo para la obtención de albúminas contamos con inabarcables extensiones de tierra y mar. La humanidad se ha liberado hace tiempo del miedo al hambre, que atormentó a las gentes durante decenas de milenios.”

“…Una de las alegrías principales del hombre son los viajes, su afán de desplazarse, afición heredada de nuestros remotos antepasados, cazadores, que vagaban de un lado para otro en busca de su modesta pitanza. Ahora toda la Tierra está ceñida por la Vía Espiral que enlaza, por medio de puentes inmensos, tendidos a través de los estrechos, todos los continentes —y Veda fue señalando con el dedo una cinta de plata mientras hacía girar el globo terrestre. Por la Vía Espiral circulan de continuo trenes eléctricos. Centenares de miles de personas pueden trasladarse con gran rapidez de la zona habitable a las regiones esteparias, campestres o montañosas, donde no hay ciudades fijas y solamente existen campamentos de especialistas en la cría de ganado, en el cultivo de los campos y en las industrias forestal y minera. La automatización completa de todas las fábricas y centrales energéticas ha hecho innecesaria la construcción de ciudades o grandes pueblos junto a ellas; allí no hay más que algunas casas para las contadas personas que prestan servicio de guardia: observadores, mecánicos y electricistas.

La organización planificada de la vida ha puesto fin a la terrible carrera de las velocidades, a la fabricación de medios de transporte cada vez más rápidos. Por la Vía Espiral los trenes marchan a doscientos kilómetros por hora. Únicamente en casos de accidente se utilizan, para prestar socorro, aeronaves express que cubren en una hora millares de kilómetros.

Hace unos centenares de años mejoramos notablemente la faz de nuestro planeta. En el Siglo del Desgajamiento se descubrió ya la energía atómica interna. Por aquel entonces se aprendió a liberar una parte ínfima de ella y a producir una descarga térmica, cuyos efectos mortíferos fueron utilizados inmediatamente como arma de guerra. Se acumularon grandes depósitos de terribles bombas que, posteriormente, se intentaron utilizar para la producción de energía. El gran peligro de las radiaciones y su pernicioso influjo sobre la vida no tardaron en advertirse, y ello dio lugar a que la vieja energética atómica quedase encerrada en estrechos límites. Casi simultáneamente los astrónomos descubrieron, mediante el estudio de la física de las estrellas lejanas, dos nuevos métodos de obtención de energía atómica interna —Qu y F— bastante más eficaces y que no dejaban ningún producto peligroso de desintegración.

Nosotros empleamos esos dos métodos en la actualidad, mas para los motores de las astronaves se utiliza otra forma de energía nuclear: el anamesón, conocido al observar las grandes estrellas de la Galaxia por el Gran Circuito.

Todos los viejos almacenes de materias termonucleares —isótopos radiactivos de uranio, torio, hidrógeno, cobalto y litio— se decidió destruirlos en cuanto fue hallado el medio de expulsar los productos de su desintegración fuera de la atmósfera terrestre. En el siglo de la Restructuración se hicieron soles artificiales, «suspendidos» sobre las regiones polares. Reduciendo considerablemente los casquetes de hielo que se habían formado en los polos en la época cuaternaria, cambiamos el clima de todo nuestro planeta. El agua de los océanos se elevó de nivel en siete metros. En cuanto a la circulación atmosférica, se redujeron bruscamente los frentes polares y disminuyeron los círculos de vientos alisios que desecaban las regiones desérticas en los límites de los trópicos. Casi cesaron por completo los huracanes y toda clase de turbulentas perturbaciones climatológicas.

Las estepas cálidas llegaron hasta los paralelos sesenta y los prados y bosques de la zona templada rebasaron los 70° de latitud.

»La Antártida, liberada de hielos en las tres cuartas partes de su superficie, resultó ser el tesoro minero de la humanidad, pues guardaba intactas las riquezas del subsuelo, a diferencia de los otros continentes, donde habían sido muy mermadas a causa del derroche insensato de metales en las continuas guerras devastadoras. A través de la Antártida se consiguió cerrar el circuito de la Vía Espiral.

Antes del cambio radical del clima, se habían abierto ya grandes canales y cortado las cadenas montañosas para equilibrar la circulación de las aguas y del aire. Bombas dieléctricas perpetuas ayudaron a irrigar incluso los desiertos de las altas mesetas del Asia.

Las posibilidades de obtener productos alimenticios aumentaron en muchas veces, nuevas tierras se hicieron habitables. Los cálidos mares interiores empezaron a utilizarse para la obtención de algas ricas en albúminas.

Las viejas naves interplanetarias, por peligrosas y frágiles que fueran, permitieron llegar a los planetas más cercanos de nuestro sistema. La Tierra fue rodeada de un cinturón de satélites artificiales desde los que los hombres estudiaron de cerca el Cosmos. Y entonces, hace cuatrocientos ocho años, ocurrió un acontecimiento tan importante, que marcó una nueva era en la existencia de la humanidad: la Era del Gran Circuito (EGC).

Hacía mucho que el pensamiento humano venía luchando por lograr la transmisión de imágenes, sonidos y energía a larga distancia. Centenares de miles de sabios eminentes trabajaron en una institución que se sigue denominando hoy día Academia de Emanaciones Dirigidas, hasta que consiguieron la transmisión dirigida de energía a grandes distancias sin conductores de ningún género. Ello fue posible cuando hallaron el medio de eludir la ley que determina que el flujo de energía es proporcional al seno del ángulo de divergencia de los rayos. Entonces, haces de rayos paralelos permitieron establecer una comunicación permanente con los satélites artificiales y, por ende, con todo el Cosmos. La capa de atmósfera ionizada que protegía la vida venía siendo una eterna barrera para las transmisiones y recepciones de los espacios siderales. En tiempos muy remotos, a fines de la Era del Mundo Desunido, los hombres de ciencia terrestres habían establecido que potentes emanaciones radiactivas se precipitaban desde el Cosmos sobre la Tierra. En unión de la radiación general de las constelaciones y galaxias nos llegaban por el Gran Circuito llamamientos y mensajes del Cosmos, que se recibían intermitentes y confusos. En aquel tiempo no los comprendíamos todavía, aunque habíamos aprendido ya a captar esas enigmáticas señales que eran tomadas por radiaciones procedentes de materia muerta.

El sabio Kam Amat, de origen indio, tuvo la idea de hacer experiencias en los satélites artificiales con receptores de imágenes. Realizando sus ensayos con infinita paciencia, durante decenas de años, halló nuevas y nuevas combinaciones de diapasones.

Kam Amat captó al fin una emisión del sistema planetario de una estrella doble que llevaba de antiguo el nombre de la 61 del Cisne. En la pantalla apareció un ser no semejante a nosotros, pero indudablemente humano, y señaló a una inscripción hecha con símbolos del Gran Circuito. La inscripción no pudo ser descifrada hasta noventa años más tarde. Hoy, traducida a nuestra lengua terrestre, orna el monumento a Kam Amat. Reza así: "¡Un saludo a vosotros, hermanos, que habéis entrado en nuestra familia! Separados por el espacio y el tiempo, ya nos hemos unido, merced a la razón, en el circuito de la gran fuerza".

El lenguaje de símbolos, planos y mapas del Gran Circuito resultó ser fácilmente comprensible, dado el nivel de desarrollo de la sociedad humana. Al cabo de doscientos años pudimos ya mantener conversaciones, mediante las máquinas de traducir, con los sistemas planetarios de las estrellas más cercanas, así como recibir y transmitir verdaderos cuadros de la muy diversa vida de otros mundos. Recientemente, hemos recibido noticias de catorce planetas de Deneb, importante centro de vida de la constelación del Cisne, astro gigantesco, cuatro mil ochocientas veces más luminoso que el Sol y que se encuentra a ciento veintidós parsecs de la Tierra. La evolución del pensamiento, aunque siguiendo otro camino, ha alcanzado allí nuestro mismo nivel.

En cuanto a los viejos mundos, los cúmulos globulares de nuestra Galaxia y la inmensa región habitada que rodea su centro, nos llegan de aquella inconmensurable lejanía extraños cuadros y escenas todavía incomprensibles para nosotros por no haber sido aún descifrados. Una vez grabados por las máquinas mnemotécnicas, son remitidos a la Academia de los Límites del Saber, institución científica que estudia los problemas nacientes de nuestra ciencia. Nos esforzamos en comprender este pensamiento, anterior al nuestro en varios millones de años, pero que se distingue poco de él, debido a la unidad de caminos en el desarrollo histórico de la vida, desde las formas orgánicas inferiores hasta los seres superiores, pensantes.”

…—Tampoco concibo —dijo Veda— cómo nuestros antepasados tardaron tanto en comprender la sencilla ley de que el destino de la sociedad depende solamente de nosotros mismos y que el carácter de ésta lo determina el grado de evolución moral e ideológica de sus miembros, dependiente de la economía.

...—Y que la forma consumada de organización científica de la sociedad no es una simple acumulación cuantitativa de las fuerzas productivas, sino un grado cualitativo. Aunque todo eso es tan sencillo... —añadió Dar Veter—. Y además, la comprensión de la interdependencia dialéctica, de que las nuevas relaciones sociales son tan imposibles sin hombres nuevos como los hombres nuevos sin una economía nueva. Entonces, esa comprensión condujo a que la tarea principal de la sociedad fuese la educación, el desarrollo físico y espiritual del ser humano.

…—No me ha entendido usted —replicó Kart San—. El arte ha corregido ya sus errores y comprendido cuál es su deber ante la humanidad. He dejado de crear formas monumentales, deprimentes, de representar el fausto y la grandeza, que en realidad no existen, pues eso es lo exterior. El más importante deber del arte consiste en desarrollar el lado emotivo del ser humano. Sólo el arte tiene poder de preparar y disponer nuestra psique para las impresiones más complejas. ¿Quién no conoce esa maravillosa facilidad perceptiva que da una preparación previa con ayuda de la música, los colores, la forma...? ¡Y hasta qué punto es inaccesible, cerrada, el alma cuando se trata de penetrar en ella brutalmente, con violencia! Ustedes, los historiadores, saben mejor que nadie cuantas calamidades ha soportado la humanidad en su lucha para desarrollar y cultivar el lado emotivo de la psique.

—En el pasado lejano, hubo un período en que el arte tendía hacia las formas abstractas —indicó Veda Kong.

—El arte tendía hacia la abstracción, imitando a la razón, que tenía ya una primacía evidente sobre todo lo demás. Pero las artes no pueden ser expresadas abstractamente, a excepción de la música, que ocupa un lugar especial y es también absolutamente concreta a su manera. Aquél era un camino falso.

—¿Y cuál es, a su parecer, el verdadero?

—Yo creo que el arte es el reflejo de la lucha e inquietudes del mundo en los sentimientos de las gentes; a veces, una ilustración de la vida, pero bajo el control de la conveniencia debida. Esta conveniencia es precisamente la belleza, sin la cual yo no concibo la dicha ni el sentido de la vida. De lo contrario, el arte degenera fácilmente en caprichosas invenciones, sobre todo cuando no se tienen suficientes conocimientos de la vida y de la historia...

—Pues yo he deseado siempre —intercaló Dar Veter— que el arte se aplique a vencer y transformar el mundo, en vez de limitarse a percibirlo.

—¡De acuerdo! —exclamó Kart San—. Pero a condición de que eso se refiera no sólo al mundo exterior, sino, fundamentalmente, al mundo interior de las emociones del hombre. A su educación... haciéndole comprender todas las contradicciones...”

Iván Antónovich Yefrémov
La nebulosa de Andrómeda









No hay comentarios: