Susan no le escuchaba. Estaba convencida de que existía otra explicación. Un fallo técnico. Un virus. Cualquier cosa era más probable que un código indescifrable.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 37


—Todos tenemos derecho a guardar secretos —dijo—. Algún día me ocuparé de que sea así.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 41


Ningún fabricante de computadores había soñado con crear un chip encriptador, porque los algoritmos de encriptación normales se volvían obsoletos. Pero a fortaleza digital nunca le pasaría algo así. Con una función de texto llano rotatorio, ningún ataque por fuerza bruta encontraría jamás la clave de acceso correcta. Un nuevo patrón de encriptación digital. Eterno. Jamás se podría volver a romper un código. Banqueros, corredores de bolsa, terroristas, espías. Un mundo, un algoritmo. La anarquía.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 48


En aquel momento, Susan tuvo ganas de maldecir a Hale por todo lo que iba mal. Quiso maldecirle por fortaleza digital, por sus problemas con David, por el hecho de que no estaba en su refugio de las Smoky Mountains, pero nada de ello era por su culpa. Hale sólo era culpable de ser odioso.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 136




Creo que la mayoría de ciudadanos sacrificarían de buen grado un poco de su privacidad con tal de saber que los malos no pueden actuar sin que los vigilemos.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 136


Esta organización fue fundada con un único propósito: proteger la seguridad de esta nación. Esto quizás implique sacudir algunos árboles y buscar las manzanas podridas de vez en cuando. Creo que la mayoría de ciudadanos sacrificarían de buen grado un poco de su privacidad con tal de saber que los malos no pueden actuar sin que los vigilemos. Hale no dijo nada. —Tarde o temprano —continuó Susan— la gente de esta nación ha de depositar su confianza en algún sitio. El bien abunda, pero hay mucho mal suelto. Alguien ha de tener acceso a todo y separar el trigo de la cizaña. Ése es nuestro trabajo. Nuestro deber. Nos guste o no, hay una frágil puerta que separa la democracia de la anarquía. La NSA custodia esa puerta. Hale asintió con aire pensativo. —Quis custodiet ipsos custodes? Susan le miró perpleja. —Es latín —aclaró Hale—. De las Sátiras de Juvenal. Significa «¿Quién vigilará a los vigilantes?» —No lo entiendo —dijo Susan—. ¿Quién vigilará a los vigilantes? —Sí. Si nosotros somos los vigilantes de la sociedad, ¿quién nos vigilará y procurará que no seamos peligrosos? Susan no supo qué contestar. Hale sonrió.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 136


Como los computadores seguían un modo de operar escrupulosamente preciso, los errores de programación más minúsculos solían poseer efectos mortíferos. Simples errores sintácticos, como cuando un programador introducía sin querer una coma en lugar de un punto, podían cargarse todo el sistema. Ella siempre había pensado que el término «bicho» tenía un origen divertido. Se remontaba al primer computador del mundo, el Mark 1, un laberinto de circuitos electromecánicos, del tamaño de una habitación, construido en 1944 en un laboratorio de la Universidad de Harvard. Un día, el computador sufrió una avería, y nadie fue capaz de descubrir la causa. Después de horas de búsqueda, un ayudante de laboratorio localizó por fin el problema. Por lo visto, una polilla se había posado sobre uno de los tableros de circuitos del computador y había provocado un cortocircuito. A partir de entonces se decía que los fallos de los computadores se debían a un «bicho».

Dan Brown
La fortaleza digital, página 147


En el interior de una catedral siempre es de noche. El calor del día se convierte en frío húmedo. El ruido del tráfico enmudece tras las gruesas paredes de granito. No hay candelabros suficientes para iluminar la inmensa oscuridad. Se mueven sombras por doquier. Las vidrieras de colores, suspendidas muy arriba filtran la fealdad del mundo exterior y la transforman en rayos rojos y azules atenuados.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 307

Honor. Patria. Amor. David Becker estaba a punto de morir por esas tres causas.

Dan Brown
La fortaleza digital, página 335











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