En el interior de la catedral de Chartres, a occidente de la parte baja del crucero sur, hay una piedra rectangular, empotrada al sesgo en las otras losas, cuya blancura resalta netamente sobre el matiz gris general del enlosado. Esta piedra está marcada con una espiga de metal brillante ligeramente dorado. Ahora bien, cada año, el 21 de junio, cuando luce el sol, lo que suele acontecer en esa época, un rayo bate, a mediodía exactamente, la blanca piedra; un rayo que penetra por un espacio practicado en el vitral denominado de Saint-Apollinaire, el primero del muro oeste de ese crucero. Esta particularidad es señalada por todos los guías y aceptada como una rareza, una diversión del enlosador, del vidriero o del constructor…

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 1


Hubo un momento, el espacio de un relámpago, en que creí «captar» Chartres y sus enigmas, el de sus piedras y el de sus gemas resplandecientes. Pero era Chartres el que me había captado. Las puertas no se abren sin llave, ni sin sésamo. Había que buscar las llaves.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 3


A pesar de los engañosos espacios de tiempo, hay una distancia mayor entre los constructores de catedrales y los hombres del Renacimiento que entre éstos y nosotros. La mayoría de los enigmas de la catedral de Chartres sólo son enigmas para nosotros, hombres del siglo XX, que sólo disponemos acerca de los hombres de otros tiempos de conceptos prefabricados, escolarmente prefabricados. Si nos ceñimos al arte gótico, éste plantea un enigma al que ninguna repuesta ha sido dada nunca. Se sabe todo de los orígenes de la novela o de los de la picaresca; se remonta su pista de monumento en monumento y de período en período. Pero el gótico ha escapado siempre a las tentativas para fijar su origen. Su problema histórico sigue planteado. Aparece súbitamente, sin primicias, por el año 1130. En algunos años, está en su apogeo, nacido completo y total, sin probaturas ni fallos… Y lo extraordinario es que, de pronto, se encuentra a bastantes maestros de obras, artesanos y constructores para emprender, en menos de cien años, más de ochenta inmensos monumentos.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 5


Todo lo que no comprendemos, que nos parece misterioso, o que tomamos por fantasía de arquitecto o de imaginero, todo ello ha tenido su razón de ser; su razón de ser utilitaria… Aunque no podamos imaginar cuál era aquella utilidad. No es por efecto de una casualidad, ni siquiera artística, que la iglesia esté situada donde se encuentra; no se debe a una casualidad que tenga una orientación insólita en las iglesias católicas; la forma de su ojiva, su anchura, su longitud, su altura, no son el resultado de las reflexiones de un esteta… Visto de otro modo, las relaciones de la longitud, de la anchura y de la altura de las catedrales no han sido establecidas para «hacer bonito», sino porque son el resultado de una necesidad que los constructores no podían soslayar; una necesidad que les era «exterior»… Asimismo, la ojiva procede de una necesidad que es, por otra parte, menos arquitectónica que fisiológica; y esos famosos vitrales, que nunca se han podido analizar ni reproducir, y que tienen, con respecto a la luz, tan extraordinarias propiedades, también han sido concebidos por necesidad… Todo ha sido levantado para obrar sobre el hombre, sobre los hombres; todo, hasta el más ínfimo detalle; hasta ese laberinto que actualmente se cubre de sillas; hasta esa losa que ilumina el sol de mediodía en el solsticio de San Juan… Además, hay otro aspecto de la cuestión en el que por lo general no se piensa. Es que todas esas cosas, gran obra o detalles, fueron realizadas por gentes que sabían lo que hacían… Y el misterio se añade al misterio, porque se ignora quiénes eran aquellas gentes y de dónde venía su saber… Y aquel saber era muy grande. Notre-Dame tiene setecientos años; ha sufrido, con los deterioros ineluctables del tiempo, al menos un incendio importante, y, no obstante, nunca ha tenido necesidad de ser consolidada, apuntalada, restaurada, salvo algunos puntos de detalle… ¡Y a aquellos extraordinarios arquitectos que la pensaron, aquellos constructores que la hicieron, nosotros apenas les conocemos!

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 6

La Fe mueve, quizá, montañas, y aquellas gentes tenían indudablemente Fe, pero hace falta algo más para equilibrar la más ancha bóveda gótica conocida —y una de las más altas—; hace falta también sapiencia. Entonces, nuevo misterio. ¿De dónde venía esa sabiduría? Se nos presenta siempre la Edad Media como una época oscurantista; y no hay solamente falsedad en ese aserto… Es la época de la cruzada contra los albigenses, es la época del nacimiento de la Inquisición de los dominicos, es la época de las hogueras… ¿Cómo conciliar todo ello? Cluny se explica por sus monjes sabios… Pero no Chartres, Amiens, o Sens, o Reims, que nada tienen de monacal, pues son templos populares, construidos para el pueblo, y por laicos, es decir, por gentes pertenecientes a aquel pueblo ignorante. Pero ¿cómo consiguió aquel pueblo ignorante proporcionar la cantidad de carpinteros, de albañiles, de canteros, de imagineros —sabios— necesarios para construir aquellos inmensos navíos de piedra? Es preciso pensar que, solamente en la Francia septentrional, en la época en que se construía Chartres, había casi veinte catedrales en obra, de igual importancia… ¡Y cuántas iglesias más pequeñas! Todas hechas a mano, si me atrevo a decirlo, con, por único motor, el músculo humano accionando a la mano humana… Y es preciso pensar también que Francia entera no debía de tener más allá de quince millones de habitantes.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 7



El misterio del cerro

La catedral de Chartres se levanta en un cerro cuya historia, en muchos aspectos, permanece misteriosa. En los tiempos cristianos, fue uno de los lugares de peregrinación más concurridos de Francia; pero antes de la cristiandad, los galos acudían en masa y, mucho más antes aún, todo el mundo céltico, hasta de allende el Rin.
… la peregrinación de Chartres era muy anterior a los cristianos, probablemente incluso anterior a, los celtas. Antes de ellos, generaciones y generaciones habían acudido a recogerse en la gruta donde reinaba una Virgen Madre, que sin duda era una Virgen Negra que quizás había tenido por nombre: Isis o Démeter, o Belisama.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 9-10


…el primer misterio de Chartres es el de su situación, que esconde uno de los más extraordinarios secretos de la Naturaleza; un secreto que condiciona la vida misma de los hombres.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 11


Antaño, como tampoco ahora, y aún menos quizá, no se era peregrino sin esperanza de beneficio. Se va en busca de algo que no del puede conseguir a domicilio. Se va a buscar el don de la Tierra; lo que la Tierra da como una Madre. Se va de peregrinación como a una curad. Los enfermeros se dirigen a los lugares donde el agua —o bien el fango— brotada de la tierra, posee algún poder de curación. Como la peregrinación es de esencia religiosa, es, pues, un beneficio religioso lo que se busca en ella. Es el «Espíritu» lo que se quiere encontrar. «Hay lugares —decía Barrès— donde alienta el espíritu». Lugares donde el hombre puede impregnarse de espíritu, o, si se prefiere, donde se desarrolla en él el sentido de lo divino; y este es el mayor don de la Tierra y del Cielo al hombre.
(…)
A los hombres del siglo XX, ese «Espíritu» que alienta puede parecerles pueril; y es porque las metáforas y las imágenes han cambiado. Este espíritu puede ser designado con palabras muy sabias, pero sería lástima no recordar su viejo nombre galo de la wouivre. Se ha personificado a la wouivre de diferentes formas: son imágenes de poetas. Wouivre es el nombre que nuestros antepasados daban, a la par, a las serpientes que se deslizan por el suelo —y, por extensión imitativa, a los ríos que «serpentean», como el Woëvre—, y a corrientes que recorren la tierra, que serpentean bajo el suelo. Actualmente solemos denominarlas: «corrientes telúricas».
(…)
los antiguos denominaban igualmente wouivres a las corrientes que ahora denominaríamos «cósmicas» o, cuando menos, «magnéticas». Las representaban con serpientes aladas y, a veces, con pájaros: las sirenas. Los lugares donde, a causa de sus naturalezas, se juntaban las corrientes telúricas y las corrientes áreas, originaban dragones, tarascas y Melusinas. De esas corrientes terrestres las había buenas y malas. Las buenas eran las que beneficiaban —y siguen haciéndolo— a las plantas, a los animales y a los hombres. En tiempos, las gentes se reunían para vivir en esos benéficos parajes. Las plantas crecen mejor, los animales se desarrollan prósperamente, y los hombres gozan de más salud. De esas corrientes fecundantes se señalaban los parajes donde eran particularmente activas con piedras que, en cierto modo, las fijaban. A veces, se enhestaban piedras para recoger también las corrientes celestes; ahora las llamamos: menhires. Eran piedras de fecundidad, pues acumulaban las propiedades fecundadoras de la tierra y del cielo.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 12-13


Les Vrayes Chroniques (Las verdaderas crónicas), aquellas que precedieron al Pantagruel de Rabelais, cuentan que Belisama, con el nombre de Carmelle, la «portadora de piedra», virgen y fecundada por el espíritu divino de Belen, engendró un hijo que fue; «El de la Piedra gigantesca», de la pierre gante… La piedra es Gar; el ser, es Tua (en plural: Tuata); y el de la piedra gigantesca, es Gar-gan-tua.
(…)
Gargantúa, que se preocupaba, mucho de la fecundidad de las tierras, era un gran transportador de piedras gigantescas: cantos rodados, losas, menhires; todas, sin duda, piedras de fecundidad. Ahora bien, entre aquellas piedras había una, en la región consagrada a Belisama, en la «Tierra de los Santos» de Suger, una tan sagrada que un pueblo entero había sido designado a su custodia. Eran llamados: «Los Guardianes de la Piedra»: los Carnutos. Y el lugar santo, de aquellos carnutos, allí donde estaba la Piedra sagrada, era: Carnute-Is, actualmente Chartres, en Beauce, el Is de los Carnutos.
(…)
Chartres no es la civitas de Carnutiis, es Carnut-Is: el lugar sagrado de los carnutos. Exactamente, no es originariamente, la ciudad, la villa; es solamente el lugar sagrado, del cual, hacia el siglo III, al parecer, la ciudad tomo el nombre, por extensión. Esto está perfectamente claro, como es perfectamente claro que la piedra sagrada de: Belisama ha sido colocada en el lugar sagrado; esa piedra cuyos guardianes son los carnutos. Y esa piedra, cuyo transporte y colocación remontan a la noche de los tiempos, sigue ahí; y es sobre ella donde se construyó la catedral.
(…)
Y esa piedra es un dolmen. En primer lugar, por causa de esa gruta «druídica» situada bajo el «altar de los ídolos», que hace de la gruta un habitáculo dolménico. En ella se encontraba la Virgen Negra. Luego, porque hay el pozo, un pozo céltico, rectangular, aparatoso —fue hallado y descombrado en 1904 por René Merlet—, y porque los carnutos dolménicos contaban siempre con pozos similares. Los druidas practicaban, en efecto, una especie de bautismo mediante agua, lo cual es clásico en todo ritual de iniciación. El pozo de Chartres parece haber tenido una particular importancia, sea porque su agua haya tenido virtudes especiales, sea porque se le haya atribuido un valor mágico Desciende a treinta y tres metros de profundidad y la capa freática se halla a treinta aproximadamente del piso, de la cripta. La importancia de ese pozo para los constructores de la catedral es atestiguada por su representación, en el portal Norte, a los pies de Santa Modesta.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 15-16-17


He aquí lo que dice Duchet, historiadora de la catedral: Si se considera su asentamiento (de la catedral) está erigida en lo más alto de la ciudad, sobre un accidente del terreno donde en tiempos, según nuestros antiguos anales, había el bosque sagrado en él que se reunían los druidas para practicar sus sacrificios y devociones. Allí —dice Bulteau, otro historiador— se encontraban el santuario por excelencia de los druidas y la sede de su tribunal soberano. Allí se encontraban el ambiente de las Gaitas y el gran Númetres. En una palabra, era al centro del druidismo. Otra prueba más, que hace del cerro da Chartres el lugar de reunión de una asamblea druídica: ese cerro era llamado Lugar de los Santos fuertes, pero, anteriormente, era conocido como Lugar de los Fuertes, lo cual posee el significado particular de Iniciados… ¡Y quién lo era, si no, en tiempos de los druidas!

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 18


Si los druidas se reunían allí; si había quienes aguantaban todas las molestias y peligros del viaje peregrino, era porque sabían que encontrarían en aquel lugar un «espíritu» —por citar una frase de Barrès—, particularmente poderoso y de una calidad señera. De preferir una forma más moderna, diríamos que ese cerro donde se asienta la catedral es el lugar en que desemboca una corriente telúrica particular.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 20


… el canónigo Bulteau: Puede decirse que, en Occidente, Chartres es la tierra clásica de la Encarnación.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 21


El examen de la situación de Chartres en el conjunto francés pone también de manifiesto una cosa curiosa: Existe, en lo que antaño fuera la Galia Bélgica, en las antiguas provincias de Champaña, Picardía, île-de-France y Neustria, cierto número de catedrales bajo la advocación de Nuestra Señora (las de los siglos XII y XIII). Ahora bien, esas iglesias trazan, sobre el terreno, y casi exactamente, la constelación de Virgo tal como se presenta en el cielo. Si superponemos a las estrellas los nombres de las ciudades donde se hallaban esas catedrales, la Espiga de la Virgen sería Reims; Gamma, Chartres; Zeta, Amiens; Epsilon, Bayeux. En las estrellas menores encontramos Évreux, Etampes, Laon, todas las ciudades con Nuestra Señora de la buena época.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 21

Sea como fuere, en lo que concierne a Chartres tenemos todos los datos del problema; quiero decir: la peregrinación. Las corrientes de la vieja Tierra son numerosas y diversas, pero se trata, en ese paraje, de una corriente particularmente sagrada, capaz de despertar el hombre a la vida espiritual. Aquí nace lo divino, y es menester, por lo tanto, que ninguna injerencia material venga a turbar o a destruir esa corriente. El Cerro de Chartres no debe ser mancillado… Y por eso, de todas las catedrales de Francia, Chartres es la única donde no se ha inhumado ni rey, ni cardenal, ni obispo. El Cerro debe permanecer virgen. Las sepulturas de los obispos de Chartres están todas en la capilla de Saint-Piat, que fue construida en el extremo del ábside en el siglo XIV y que se halla fuera del Cerro sagrado. Las sepulturas de los canónigos estaban al final del ábside, en un pequeño cementerio, actualmente inutilizado, igualmente fuera del Cerro sagrado. Y el tabú puesto sobre el Cerro debe de ser harto poderoso, puesto que, aun en nuestros tiempos, en que todo se revuelve con bastante desconsideración, nunca se ha hecho ninguna excavación en el Cerro que encierran los pilares del coro y de la nave.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 22


El misterio de la orientación

La elección del Cerro de Chartres no es debida al azar. Chartres es un lugar donde el Espíritu penetra, donde puede penetrar la materia; un lugar donde el Espíritu se encarna y más especialmente, durante las grandes pulsaciones de la wouivre, pulsaciones estacionales, análogas a las de la circulación sanguínea y que condicionan las fechas de peregrinación. Entonces, puede ser recibida la iniciación… Una elevadísima iniciación, puesto que los druidas la utilizaban para sí mismos. Entendámonos. Cuando hablo de iniciación, no hablo de «saber». La iniciación no es un grado de conocimiento, sino un estado. Ser iniciado, es ser introducido; ser integrado en el juego de las fuerzas naturales, comprenderlas, captarlas —las etimologías son muy claras—, sentirlas en sí, como por un instinto superior en el cual el cerebro no interviene. Es estar religado a esas fuerzas, es decir, ser religioso en el sentido propio del término (del latín: religare). En una palabra, es estar penetrado por el Espíritu. Mas he aquí que, en Chartres y en otros lugares, como en Puy-au-Velay o Santiago del Compostela, una cualidad particular de la Tierra, una corriente telúrica de una potencia especial, permite al hombre obtener esa integración, esa iniciación, esa gracia; y era menester que ese nuevo nacimiento a un estado superior fuese estimado como un gran premio para poner en marcha las multitudes de peregrinos.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 22


Debía de existir, como en el Juego de la Oca, como en la marelle, donde los niños empujan a coxcojita un guijarro por una sucesión de casillas, un trayecto determinado que recorrer; en que los resultados obtenidos en un lugar condicionan la continuación en otro. Más tarde, las multitudes que sin duda siguieron no tuvieron durante mucho tiempo sino derecho al simulacro… Pero no al paso de los tres nacimientos en la senda cubierta que debía preceder el dolmen y que debía tener la orientación de la catedral actual.
(…)
¿Por qué, entonces, Chartres se encuentra dirigida no hacia el Este sino hacia el Nordeste? ¿Acaso un error del constructor? ¡Imposible! Hubiese sido el único de toda la cristiandad en haber «perdido el Norte». Sólo existe una explicación: es el sentido de la corriente telúrica. Se va a Chartres a pedir algo a la Tierra, y es en la corriente terrestre donde es menester bañarse; y es en esa corriente terrestre donde es menester presentarse de cara. Es precisamente lo que permite suponer, con todas las apariencias de la más completa verosimilitud, que en los tiempos en que el monumento religioso del Cerro sagrado era un dolmen, debía de estar precedido de una senda cubierta por la cual el hombre iba, bañado por la corriente telúrica, hacia aquel nuevo nacimiento que era la impregnación de su ser por el Espíritu divino.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 24-26



Un instrumento musical

Chartres es un monumento gótico. El gótico es un sistema de construcción que se basa en el llamado crucero de ojivas.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 27


Es sabido que los constructores de iglesias se agrupaban en hermandades; se traía, pues, de dos hermandades diferentes (y esto es importante), aunque no se ignoran. Por otra parte, la ciencia necesaria en uno y otro caso no es la misma. Aunque uno y otro sistema proceden del mismo anhelo, que es utilizar, en provecho de los hombres, el don de la Tierra Madre, la corriente telúrica de un lugar. El procedimiento más sencillo —y el primero de todos— es, evidentemente, ir a buscar esas corrientes en su manantial, en el mismo seno de la tierra, en la caverna; o también por el uso del agua que la impregna; de ahí el pozo ritual. Cuando no hay caverna, o es insuficiente, se crea una caverna artificial que fue, para los megalíticos, la estancia dolménica; para los cristianos, la cripta. Para reforzar la acción de esa corriente, los megalíticos recurrieron, a un notable instrumento de piedra: el dolmen. Además de otras diversas cualidades, la piedra posee dos, muy notables: la primera es que, como su hermana pequeña artificial, el ladrillo, la piedra es un acumulador. La piedra se «carga» de las influencias telúricas o cósmicas; la segunda, es que es una materia capaz de entrar en vibración. Cabe concebir un instrumento musical constituido de piedras racionalmente labradas (que es el caso de los obeliscos). Ahora bien, el notable instrumento que es el dolmen, tabla de piedra sostenida por dos, tres o cuatro soportes, semeja un poco a una lámina de xilófono. Esta tabla, sometida a dos fuerzas contrarias, que son su cohesión y su peso, se halla «en tensión». Puede, pues, vibrar como una cuerda de piano tensa. Es, a la vez, un acumulador y un amplificador de vibraciones. Y el valor de la onda telúrica cobra en la estancia dolménica toda su potencia, puesto que desemboca en una caja de resonancia.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 28

Hacia finales del siglo XI, sin duda después de los persas, Cluny, al parecer, descubrió la ojiva y sus propiedades. El descubrimiento era capital. La acción física y fisiológica de la ojiva sobre el hombre es, efectivamente, extraordinaria. Que ello se deba al mimetismo, a la acción de las líneas de Fuerzas o a otras causas, la ojiva actúa sobre el hombre. El hombre, bajo la ojiva, se endereza. Se pone en pie. Incluso históricamente, es muy importante. De la ojiva arranca la toma de conciencia individual del hombre, antes reducido a la servidumbre más completa por la «raza de los señores». De la ojiva arranca la comuna…
Desde el punto de vista religioso es aún más importante, pues, fisiológicamente, las «corrientes» telúricas, u otras, no pueden pasar al hombre sino por una columna vertebral recta y vertical. Sólo se podría promover a los hombres hacia una fase superior poniéndoles en pie. Ese «valor» humano de la ojiva era tan bien conocido por los constructores de aquella época que, en la abadía románica de Vézelay, se remató el pórtico románico, que no se quería —o no se podía— destruir, con una especie de inmenso gablete ojival; aunque este no responde a ninguna necesidad arquitectónica. Ello se ve también en la forma y las proporciones mismas de la ojiva de Chartres; no la del pórtico —que merecería, sin duda, el análisis—, sino la de los arcos perpiaños de la bóveda. En efecto, está construida sobre la tradicional representación del hombre en la estrella de cinco puntas.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 30



La catedral está construida goáticamente, no sólo sobre cimbras de madera, sino también según las reglas del crecimiento vegetal. Está construida goéticamente, para obrar mágicamente sobre el hombre y según leyes armónicas cuya acción es manifiesta. Está construida argóticamente, según leyes «religiosas» que hacen de ella el más bello navío de evasión hacia el más allá nunca realizado.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 33


Un asombroso saber

Pero ¿qué ciencia debía ser, pues, la de aquellos hombres, que concebían y construían para llegar a realizar, a tal escala, semejantes instrumentos de acción? Es concebible que esa piedra, «tan tensa que podría hacerse sonar con la uña», según expresión de Claudel, sea la réplica del dolmen y de su utilización de las corrientes telúricas. Como en el dolmen, el edificio tiene contacto de agua con su pozo, que existe, originariamente, al nivel del coro de cada catedral. Pero la catedral va más lejos. Se eleva en el aire. Se sume —y para ello se la hace muy alta— en las corrientes aéreas, en las lluvias del cielo, en las tormentas de la atmósfera, en las grandes corrientes cósmicas. Recoge la luz, y la absorbe y la transforma… ¡De tierra, de agua, de aire y de fuego! ¿Qué hornillo de atanor ha sido nunca tan completo para realizar la más bella de las alquimias humanas? Pues se trata justamente de alquimia. Se trata precisamente de transmutación, no de metal, sino de hombre. De hombre al que se quiere conducir hacia una fase superior de humanidad. Mas para que fuese eficaz era menester que el «instrumento» estuviese adaptado a la Tierra, al Cielo y al hombre.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 33


La misión de los nueve caballeros


En 1128, Hugues de Payns regresa a Francia. A partir de esa fecha, y durante ciento cincuenta años, aproximadamente, va a manifestarse lo que ha podido denominarse el milagro del florecimiento gótico. Más aún: la expansión del gótico y la del Temple van de consuno. Desaparecerán juntos; no la «técnica gótica»; esta, Viollet-le-Duc la conocía aún bastante bien para dar a veces la ilusión de ella. El gótico flamígero del siglo XVI es ya otra cosa; es una construcción ojival que tiene todas las cualidades que se quiera, salvo la principal. Sobre ello, me explicaré más adelante. Otra coincidencia: los nueve caballeros eran enviados por Bernardo el cisterciense, y el gótico salió del Císter. Toda la «fórmula» gótica viene de los cistercienses; y los «Compañeros de los Deberes», herederos de los constructores de catedrales góticas, no ocultan e] tener su «trazo», su geometría descriptiva, indispensable para la erección del monumento gótico, de la Orden del Císter. Otra cosa más: si el románico sólo llega a su plenitud, a partir del romano y del bizantino, hasta después de múltiples «mejoramientos», el gótico surge de golpe, completo, total, y en todo el Occidente. Cuesta creer, escribe Régine Pernoud, que una expansión tal, a la vez tan vigorosa y tan rápida, haya podido ser debida al atractivo de una nueva fórmula decorativa. Pero es que no se trata de una nueva fórmula decorativa, sino de un instrumento iniciador de civilización… Alguien ha despertado a la «Bella durmiente del bosque», y todos sus servidores han despertado al mismo tiempo. Y trabajan con nuevos procedimientos, sobre datos nuevos culturalmente, comercialmente, artísticamente. Hay en el gótico algo mejor que soluciones técnicas. Hay la construcción de templos que son entradas en el Reino de Dios; y eso requiere una ciencia más alta que la de los cálculos de fuerzas y de resistencias. Es menester un conocimiento de las leyes de los Números, uno de las leyes de la materia, uno de las leyes del espíritu y, para actuar sobre los hombres, un conocimiento de las leyes fisiológicas y psíquicas. Alguien ha revelado ese saber.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 60


Cuando historia y tradición no están de acuerdo, puede apostarse, casi con seguridad, a que son los historiadores, fabricantes de la historia, quienes se han equivocado.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 64


En veintiséis años

La iglesia ardió el viernes 11 de junio de 1194, y la intensidad del fuego fue tal que el maderamen y el techo quedaron destruidos y casi todos los muros se derrumbaron… Cuando fue posible, darse cuenta de las consecuencias del desastre, se vio que, únicamente las criptas de los siglos IX y XI habían sido preservadas de todo daño gracias a la solidez y el espesor de sus bóvedas; también los dos campanarios del siglo XII habían resistido a las llamas. Las grandes vidrieras de Occidente tampoco sufrieron daños; ni el vitral de Nuestra Señora de la Bella Vidriera; sea que estuviesen desmontadas en aquel momento, sea por cualquier otra razón.
(…)
… la nueva catedral, inmediatamente iniciada, fue construida por entero, salvo los porches, es decir, la decoración exterior, de 1194 a 1220. ¡Veintiséis años!
(…)
¡Y en Chartres, que yo sepa, no se ha comprobado ningún arrepentimiento!...
No hay ninguna necesidad de pertenecer a la construcción para darse cuenta de que la erección de la catedral de Chartres no es obra de aprendices, y todos quienes, carpinteros, canteros y albañiles trabajaron en el tajo, eran maestros en su arte.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 66-67-68


¿Sería Chartres ese «Libro de Oro» de Occidente en el cual los sabios hicieron incluir el mensaje de su sabiduría?

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 69


A los sabios: el Verbo; a los maestros: el Número; a los obreros: la Armonía resuelta en materia.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 69



Un tendel y una medida

La catedral dice: —Todas las respuestas han sido escritas. Todo lo que debía ser dicho ha sido dicho. Lo que ha desaparecido es obra solamente de esos niños bárbaros que son los hombres; tanto si han sido «Obispos como Incendiarios»; déspotas o agitadores.» En nombre de la religión, han roto los símbolos religiosos; en nombre de la libertad, han roto las puertas de la libertad, en nombre de la luz, han roto las puertas de la luz…» Pero no todas las respuestas han desaparecido…» Interroga. Busqué el centro. El punto de partida.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 70


Tradicionalmente, la primera manifestación de la construcción de un templo es, en el centro sagrado, la erección de la «Columna». Esta columna, que después desaparece, es la relación figurada entre la tierra y el cielo. El verdadero, el de las estrellas y del sol. No hay que confundir la «columna del Templo» con las columnas de las que se habla en la construcción del Templo de Salomón. La columna es la primera manifestación del templo surgido de la tierra; la primera relación entre el lugar y el cielo que gira en torno a ese lugar. La erección de un templo, cristiano o no, permanece en muchos aspectos misteriosa. La altura de la columna de «base» tenía una importancia capital en el sentido de que, por el juego de las sombras solares, indicaba dimensiones cuyas relaciones eran la proyección de las existentes entre los cuerpos celestes; lo cual es la ley misma de los ritmos que rigen la vida. Las cuatro estaciones desempeñaban un papel preponderante, pues marcaban tres límites a la sombra proyectada, durante los dos solsticios y los dos equinoccios. Triple recinto en el cual se desarrolla, en un lugar, la vida de la Tierra… La columna servía, además, para las miras planetarias y zodiacales que la «situaban», no solamente en la Tierra, sino también con respecto a los planetas y a la esfera de los «fijos».

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 71


Tradicionalmente, la primera manifestación de la construcción de un templo es, en el centro sagrado, la erección de la «Columna». Esta columna, que después desaparece, es la relación figurada entre la tierra y el cielo. El verdadero, el de las estrellas y del sol. No hay que confundir la «columna del Templo» con las columnas de las que se habla en la construcción del Templo de Salomón. La columna es la primera manifestación del templo surgido de la tierra; la primera relación entre el lugar y el cielo que gira en torno a ese lugar. La erección de un templo, cristiano o no, permanece en muchos aspectos misteriosa. La altura de la columna de «base» tenía una importancia capital en el sentido de que, por el juego de las sombras solares, indicaba dimensiones cuyas relaciones eran la proyección de las existentes entre los cuerpos celestes; lo cual es la ley misma de los ritmos que rigen la vida. Las cuatro estaciones desempeñaban un papel preponderante, pues marcaban tres límites a la sombra proyectada, durante los dos solsticios y los dos equinoccios. Triple recinto en el cual se desarrolla, en un lugar, la vida de la Tierra… La columna servía, además, para las miras planetarias y zodiacales que la «situaban», no solamente en la Tierra, sino también con respecto a los planetas y a la esfera de los «fijos». Moisés, quien por las «Tablas de la Ley» da realmente la columna del Templo, es representado, en el pórtico norte de Chartres, llevando en el brazo una columna que es una columna de templo: una columna con capitel. Y esa columna trepa la Wouivre en forma de pequeño dragón alado… Los constructores citan sus fuentes. Teóricamente, la sombra de esa columna marcará el primer recinto del lugar sagrado; allí donde se desarrollará el ritual. Y ese recinto es la primera tabla. Tiene las proporciones determinadas por una tradición, que es la forma de un saber, y las dimensiones que le marcará la sombra de la columna.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 71


El misterio del plano

El punto de partida es el Cerro y, en el Cerro, el Centro sagrado donde se levanta la «columna del Templo».

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 76


La construcción de la tabla cuadrada de igual superficie no presenta ninguna dificultad, puesto que basta tomar el gran eje de la tabla rectangular como diagonal de esa tabla cuadrada. Su establecimiento da directamente la anchura del segundo recinto, marcando los límites de los primeros colaterales del coro; límite que es, igualmente, el de los colaterales de la nave, del asentamiento de un muro al asentamiento del muro opuesto. Esa tabla cuadrada tiene, evidentemente, la misma superficie que la tabla rectangular. Pues su lado es de 28 medidas 284, o sea, en metros: 23,192 m. Mas he aquí lo que aparece verdaderamente extraordinario. Esa cifra de 23,192 m, es extrañamente aproximada a la décima parte de la base de la pirámide de Keops, que se calcula, según los autores, entre 230,30 m y 232,80 m. La superficie de la base piramidal es, pues, cien veces la de las tablas de Chartres.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 78


El misterio de la luz

Y la luz es el vitral.
(…)
El vitral gótico, todavía inexplicado, todavía inexplicable, que duró el tiempo del «gótico autentico». Dueño y servidor de la luz y cuyo efecto proviene no tanto del color de sus vidrios como de cierta calidad, inanalizable, de ese color y de ese vidrio. Pues, en realidad, ese vidrio no reacciona a la luz como un vidrio ordinario. Parece tornarse una piedra preciosa que no deja pasar demasiado la luz, sino que se torna, a su vez, luminosa. Bajo la acción, aun directa y cruda del sol, el vitral no proyecta su color, como lo hace un vidrio teñido, sino solamente una claridad difusa. Otra particularidad: tanto si la luz exterior es suave como cruda, el vitral resplandece igualmente, hasta permanece tan luminoso en la penumbra del crepúsculo como en pleno día. Ningún análisis químico ha penetrado hasta ahora, que sepamos, el misterio del vitral gótico. Se ha pretendido que esa cualidad luminosa, que esos colores inimitables eran debidos a una irisación exterior del vidrio producida por los elementos. Eso es manifiestamente falso, pues no se comprueba ninguna aparición de esas cualidades en los vitrales del siglo XVI igualmente afectados, igualmente «irisados» exteriormente, como los de los siglos XII y XIII. Pues el vitral «verdadero», súbitamente aparecido en el primer cuarto del siglo XII, desaparece a mediados del XIII. Exactamente como el gótico. A partir de mediados del siglo XIII, podrá seguirse construyendo sobre cruceros de ojivas, incluso llevar la técnica hasta un pasmoso virtuosismo, que no será sino virtuosismo. El hombre, el arquitecto, se expresa en la piedra; ya no es el Verbo. El vidriero podrá pintar el vidrio con la mayor destreza, pero no será sino vidrio pintado y nada más. Vitral y gótico verdadero son inseparables y, al igual que el gótico verdadero, el vitral es un producto de alta ciencia. El vitral es un producto de la alquimia.
(…)
Ningún análisis químico ha penetrado hasta ahora, que sepamos, el misterio del vitral gótico. Se ha pretendido que esa cualidad luminosa, que esos colores inimitables eran debidos a una irisación exterior del vidrio producida por los elementos. Eso es manifiestamente falso, pues no se comprueba ninguna aparición de esas cualidades en los vitrales del siglo XVI igualmente afectados, igualmente «irisados» exteriormente, como los de los siglos XII y XIII. Pues el vitral «verdadero», súbitamente aparecido en el primer cuarto del siglo XII, desaparece a mediados del XIII. Exactamente como el gótico. A partir de mediados del siglo XIII, podrá seguirse construyendo sobre cruceros de ojivas, incluso llevar la técnica hasta un pasmoso virtuosismo, que no será sino virtuosismo. El hombre, el arquitecto, se expresa en la piedra; ya no es el Verbo. El vidriero podrá pintar el vidrio con la mayor destreza, pero no será sino vidrio pintado y nada más. Vitral y gótico verdadero son inseparables y, al igual que el gótico verdadero, el vitral es un producto de alta ciencia. El vitral es un producto de la alquimia.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 108-109


Los vitrales son los testigos, del verde al negro, del negro al blanco, del blanco al azul, del azul al púrpura y del púrpura al oro, de la transmutación de la materia por el fuego del sol y por el fuego celeste. Los colores realizados en esos vitrales son, por lo demás, según los sabios que practican la venerable ciencia de Hermes, los mismos que se manifiestan durante la elaboración de la Gran Obra.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 110


Los alquimistas sostienen que la «tintura» que colorea la materia, en la nave de la Gran Obra es debida a la incorporación, en esa materia, del spiritus mundi, de ese Espíritu del Mundo que baña el Universo. ¿Qué poder poseerá ese calor irradiante sobre el hombre a quien baña, cuando se sabe la influencia que tienen, sobre su espíritu y su comportamiento, los simples colores comerciales? ¿Acaso no se recomendaba, en el propio Chartres, contemplar ciertos vitrales mientras se reza el rosario? La letanía, reiterada, despersonaliza al hombre a quien llenaba la armonía coloreada del spiritus mundi. Un homenaje directo es, por lo demás, rendido en la catedral de Chartres, como en todas las Nuestra Señora, a la alquimia: en sus rosetones, cuyo simbolismo operacional no nos incumbe detallar, y en las ventanas en ojivas alargadas situadas bajo la rosa del pórtico Norte (igualmente denominado: pórtico de los Iniciados). En ellos están representados, rodeando a una santa Ana de rostro negro que porta la flor de lis, los Adeptos notorios del Antiguo Testamento: Melquisedec, el mago caldeo que entregó a Abraham la copa santa… que es el Grial. Aarón, el mago egipcio, «hermano» de Moisés, que fabricó el «Becerro de Oro» en el desierto. David, el rey músico, a quien inspiraba el Arca que contenía las Tablas de toda ciencia. Salomón, constructor del Templo de Jerusalén más sabio que Moisés e instruido de toda, la sabiduría de los egipcios (Actos), quien dejó, con el nombre de Cantar de los Cantares, su libro de Adepto.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 113


No todos los vitrales de Chartres son alquímicos, pues buena parte de ellos fueron destruidos, principalmente las ventanas altas del coro, por un obispo que quería que pudiesen admirarle a plena luz. Su nombre merece pasar a la posteridad, tal como el de Omar el incendiario. Se llamaba Bridan, quien, en 1773 y 1778, mandó destruir dieciséis vidrieras altas del coro. Con seguridad, él solo deterioró más a Chartres que los hugonotes y los revolucionarios. ¡Y ello después de la destrucción de la galería entre el coro y el trascoro en 1763, por orden del capítulo!

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 115

Extrañó mucho, a mediados del siglo pasado, que los vidrieros fuesen en tiempos calificados de hidalgos y autorizados a portar espada. De lo que se dedujo que se trataba de hidalgos que se habían hecho vidrieros. La realidad es muy diferente. Era el arte del vitral que les ennoblecía en tanto que estudiantes de la Gran Obra. Era la nobleza verdadera, la del Filósofo o del Adepto. Y el signo externo de aquella caballería sólo pudo serles conferido por una Orden de Caballería. Creo que puede tenerse por cierto que los Maestros de Obras de los Hijos de Salomón portaban igualmente espada de caballero, jinetes como eran de la Cavale (Yegua), de la Cábala. Por ser la espada, además, un instrumento de test de la piedra. Aún hoy día, los Compañeros de los Deberes poseen cada uno un papel personal en el cual está indicada, en signos jeroglíficos, lo que pudiera llamarse su cualificación, tanto desde el punto de vista de su oficio como de su saber esotérico. Ese papel, que les sirve de pasaporte cerca de los cayennes, es denominado, por ellos, su «Caballo». Realmente, son sus armas de caballería, de «Cabalaría». Cuando un compañero muere, el «caballo» es quemado en el curso de una ceremonia secreta. Las cenizas se mezclan con vino, que es bebido por los compañeros. Trasladarse en ciertas circunstancias, era estar en cavale, es decir, bajo la protección de la cabala o por la cabala…

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 114


Los compañeros

La iglesia catedral de Chartres fue construida por obreros especializados. Obreros del gótico, constructores de iglesias. Obradores. Dejaron, sobre las piedras que labraron, sobre las vigas que ensamblaron, signos grabados que son sus marcas, sus firmas. Eso aparte, no sabemos casi nada de ellos. Su origen es misterioso y se ha vuelto legendario.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 115


Es sabido que los constructores de iglesias se agrupaban en cofradías, que, por lo demás, sería más exacto denominar «hermandades», «gremios». Existían tres hermandades: Los Hijos del Padre Soubise, los Hijos de Maître Jacques, y los Hijos de Salomón. No han desaparecido totalmente. Los Hijos dejaron herederos que son conocidos, actualmente, con el nombre de Compañeros de los Deberes de la Vuelta a Francia, nombre que les fue dado en el siglo XIX.
(…)
A la tercera cofradía, la de los Hijos de Salomón, yo atribuiría la construcción, no tan sólo de Chartres, sino también la de buena parte de las Nuestra Señora góticas y, en cualquier caso, puesto que me parecen «firmadas», las de Reims y de Amiens. He aquí las razones de ello: Los Hijos de Maître Jacques parecen, en efecto, haber permanecido, cuando menos hasta pasar a la clandestinidad, en Aquitania. Sus iglesias, adornadas con el crisma de la espada o con la cruz de apariencia céltica, rodeada por un círculo, no se encuentran, salvo raras excepciones, más que en el Mediodía de Francia. Tienen, por lo demás, un estilo muy personal. Los Hijos del Padre Soubise, benedictinos, parecen más bien entregados al románico, y las marcas gremiales de los constructores del románico difieren notablemente de las de los constructores del gótico, aun cuando los monumentos sean contemporáneos. Y como hubo, necesariamente, una hermandad de constructores gótica, no puede tratarse sino de los Hijos de Salomón. Es, por lo demás, entre sus sucesores, convertidos en los Compañeros del Deber de Libertad, que ha quedado la tradición de la enseñanza de la necesaria geometría descriptiva, del «Trazo», por los monjes del Císter.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 115-118



La Hermandad, especialmente en Chartres, Amíens y Reims, parece haber firmado esos monumentos mediante el uso sistemático del pilar esquinado. Sin duda no es invención suya y se le encuentra en muchas construcciones románicas, pero la apariencia particular de sus proporciones lo personaliza en cierto modo. El pilar es redondo u octogonal (Chartres), pero las columnitas «esquinadas», es decir, dispuestas en cruz, ofrecen la particularidad de tener, con relación al pilar central, igual proporción que los «pequeños» círculos que mellan el círculo central de la cruz céltica en relación con este círculo.
(…)
Sin querer sacar de ello conclusiones apresuradas, nos vemos llevados, sin querer, a comparar ese pilar con el clásico torreón templario: la torre esquinada con cuatro garitas, tal como puede verse aún en Sarzay, Indre, o también el torreón de Vincennes, copia de la Tour du Temple de París. Tiene, igualmente, cierto parentesco con la Tour de César, en Provins, probable obra de los constructores de fortalezas del Temple. La relación con los pilares octogonales esquinados con columnas redondas «salta a la vista». Otros indicios más: en Reims, Amiens y Chartres, en el pórtico Real, en los cordones de dovelaje están representados dos caballeros —a veces desnudos, como en Reims— resguardados detrás de un solo escudo con carbunclo. ¿Recuerdo de la dualidad templaría? Y el carbunclo es símbolo de alquimia. Otras coincidencias históricas se presentan: el gótico verdadero, nacido al mismo tiempo que el Temple, cesa con él. Se torna: el «ojival», el «flamígero». No es más que virtuosismo. Ya no es el Templo iniciador. Parejamente, el vitral desaparece. Da paso al vidrio pintado, que no vale más de lo que vale el pintor, y, en cualquier caso, no tiene otra virtud que las de su adorno. ¿Hay que deducir de ello que los «conceptistas», los «sabios», se encontraban en el Temple y que desaparecieron con él?

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 121


El tesoro del Temple

Hay que ir más lejos. Cabe preguntarse si, no solamente los constructores de las Nuestra Señora estaban protegidos por el Temple, sino, además, si esas construcciones, la de Chartres en particular, no fueron una de las misiones impartidas a la Orden por san Bernardo.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 122


olamente una organización era entonces capaz de asumir ese papel de banquero-tesorero, de aportar una ayuda eficaz y continua y de lograr que se organizase el trabajo: la Orden del Temple. Es evidente que no podían ellos, los Caballeros, asumir el cometido de la construcción; sus riquezas, por muy grandes que fuesen, no hubiesen bastado. Solamente podían prestar. El dinero necesario debía venir del pueblo. Era menester, pues, que el pueblo se enriqueciese, pues de nada sirve esquilar a un carnero que no tiene lana. Fundaron, pues, apoyado en su Orden, sin recurrir a reyes ni a obispos, a señores ni a cuerpos constituidos, todo un sistema de economía política que, si hubiesen podido continuar, habría conseguido que Occidente alcanzase un elevado grado de civilización y de bienestar. En 1128, cumplida su misión, los nueve primeros Caballeros del Temple —o, al menos, seis de ellos— regresaron de Tierra Santa y se presentaron al Concilio de Troyes, reunido para la circunstancia; pidieron ser constituidos en Orden religiosa y que les fuese dada una regla monástica. San Bernardo redactó para ellos una regla de monjes-soldados que, en su esencia religiosa, se asemejaba mucho, hasta en el color del hábito, a la regla cisterciense y, en su esencia militar, a las prescripciones caballerescas del Ramo Rojo de la Irlanda céltica. (A ese propósito, es raro que fuesen a buscar tan lejos, y con tanta carencia de argumentos, el origen de la caballería de Occidente, cuando se encuentra casi enteramente contenida en la gesta de Irlanda y principalmente la de Cuchulain). Lo asombrosa de esa regla es que, con todo y exigir una pobreza personal de cada caballero, se hallaba concebida —y deliberadamente concebida— para que la nueva Orden llegase a ser sumamente rica y poderosa. El medio era muy sencillo: la Orden recibía, pero nunca daba, salvo para la limosna que era obligatoria. La Orden podía recibir todos los donativos, todas las adquisiciones le eran permitidas, pero nunca podía ser cedido «ni un lienzo de muro ni una pulgada de tierra». Los únicos regalos que personalmente podía hacer mi caballero eran una vestidura usada o un perro. Si durante los combates eran hechos prisioneros caballeros, la Orden tenía prohibido pagar rescate por ellos. Para su rescate, el caballero no podía ofrecer más que un puñal o su cinto (ofreciendo así el no portar armas). Por lo que, salvo raras excepciones, los Templarios hechos prisioneros fueron siempre ejecutados. Como no podían llevar joyas de oro ni armas costosas, como la única piel permitida era la de conejo, como no podían tomarse ninguna distracción, salvo la caza del jaguar o del león, rara en Francia; como no podían tener tratos con mujeres, se comprende que los «gastos» quedaban verdaderamente reducidos al mínimo estricta. En algunos años, el tesoro del Temple se hizo impresionante: en tierras, en beneficios, en numerario, en créditos. Y aquella riqueza fue organizada de forma que aprovechase a todos.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 124


Tengo al Temple por responsable de la construcción de las grandes catedrales góticas, por la sencilla razón de que sólo él habría tenido la posibilidad de permitir su realización a los obispos y a los capítulos. En Chartres, sólo por su intervención directa puede explicarse que el maestro de obras y sus obreros (carpinteros, canteros, imagineros, albañiles) hubiesen podido estar en el tajo tan rápidamente tras el incendio de 1174. Sólo con su intervención puede explicarse que toda la obra, salvo los porches, añadidos después, hubiese podido ser ejecutada en veintiséis años.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 133


La decoración, la imagen más bien, que era una especie de enseñanza histórica o simbólica, estaba reservada al exterior y, más especialmente, a los porches y pórticos. Por lo demás, a veces era también una «explicación» del edificio y del lugar que ocupa en el cristianismo, en el sentido más amplio de «civilización cristiana». Ahora bien, en el pórtico real, el tímpano central está adornado con un admirable Cristo en la Gloria rodeado por los cuatro símbolos evangélicos. En la puerta de la izquierda se halla la ascensión de Cristo. En el mismo pórtico, esculpida en los capiteles que rematan las estatuas-columnas de lo que se cree son los reyes y reinas de Judá, es contada, en pequeñas escenas llenas de vida y de movimiento, la historia de María y de Jesús. Y es notable que, entre treinta y ocho escenas, ninguna represente la crucifixión. Se pasa directamente del beso de Judas a la sepultura. Ninguna mención hay en ese pórtico del suplicio de la cruz. Lo mismo acontece con los otros dos pórticos, que datan aproximadamente de 1220 a 1240. Así como en los porches que fueron hechos antes de 1260. Cristo está en el pórtico Sur, en el entrepaño de la puerta Central, enseñando y bendiciendo. Está en el tímpano de la puerta de la derecha, entre María y Juan. Está, entre dos ángeles, en la puerta de la izquierda, la puerta de los Caballeros. En el pórtico Norte hay algunas escenas más de la vida de Jesús. Pero ningún Cristo en la cruz. (Y creo que lo mismo sucede en Reims y en Amiens, en las partes anteriores al siglo XIV). Cierto que, en la gran vidriera de Occidente, en la parte consagrada a la vida de Jesús, a la izquierda, cuando se está en el interior de la catedral, hay un pequeño medallón que representa a Cristo en la cruz, pero se trata de uno de los vitrales del XII, proveniente probablemente de Saint-Denis. Como fuere, no existe ningún Cristo en la cruz en la catedral, de los siglos XII y XIII. Pero Chartres es un lugar de nacimiento y no un lugar de muerte; y hasta los «diablos» con los que los imagineros se divertían tanto para hacer sobrecoger a reyes y obispos, no hacen, en Chartres, más que una discreta aparición en el pórtico Sur; más, parece ser, para distracción del buen pueblo que para asustarlo.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 135


Las tres rosas

La catedral de Chartres es citada en todas las guías como un modelo de realización estética. Pero el maestro de obras buscaba muy otra cosa que una realización estética. No hacía arte; hacía una catedral. Intentó —y lo logró— construir un instrumento de acción religiosa; un instrumento directo, que poseyese por sí mismo un poder sobre los hombres; un poder de transformación, de mutación del hombre… Es un instrumento de paso de un mundo a otro; un puente entre dos mundos que, geométricamente, se expresan de modo distinto: es un paso de lo recto a lo curvo, tan difícil de realizar como el maridaje del Agua y del Fuego, Y, al parecer, ese paso logrado de lo plano a lo curvo, ese «abovedar» en la negación del peso por el peso, esa tensión de piedras generadora de energía, esa sutil proyección de una armonía celestial que anima a la materia, son las responsables, a la vez por los sentidos más groseros y los sentidos más sutiles del hombre, de dicha acción. Salvo una completa impermeabilidad, quien ha visto, visitado, se ha impregnado de Chartres, no es ya del todo el mismo hombre; y eso a pesar de los estorbos de sillas, de los rezos balbucidos eléctricamente (pero ¿dónde está, pues, la «voz justa»?), de los cánticos entontecedores en ese monumento de inteligencia; a pesar del altar erigido en mesa de conferencias.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 136


Hay tres entradas en el pórtico occidental de Chartres; pero una sola vía; en efecto, las puertas laterales no desembocan en los andenes, como en la mayoría de las otras iglesias. Las tres desembocan en la nave. A la derecha está la puerta del nacimiento, que preside María, encarnación cristiana de la Madre divina. Figura sentada como la Virgen Negra y sosteniendo al Niño Dios en sus rodillas. Está rodeada, en los dovelajes, por las siete artes liberales y por los sabios que las ilustraron, designados, sin duda, según la idea que de ellos se tenía cuando la designación. Entre ellos, dos signos del zodíaco, aislados: Piscis y Géminis. Géminis, son los dos Caballeros detrás de un solo escudo con carbunclo: los dos Caballeros del Temple, que vemos unidos, como exigía la regla, y cuya Orden tenía más que una particular veneración por Nuestra Señora. Piscis: el tiempo de su reinado en esa forma. A la izquierda, la Puerta de los Tiempos, presidida por la Ascensión de Cristo en una nube sostenida por dos ángeles. En los dovelajes, rodeándole, los signos del zodíaco alternados con los trabajos de los hombres. Y están los trabajos de los doce meses, pero no Piscis ni Géminis. En el centro hay la puerta de la fe mística —así, al menos, lo juzgué yo— entre la del trabajo de la Naturaleza y la del trabajo del espíritu. En el tímpano se halla el admirable Cristo bendiciendo, entre los cuatro símbolos evangélicos alados. Corona los doce apóstoles alineados de tres en tres y se encuentra rodeado, en los dovelajes, por doce ángeles y los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Entre esos ancianos se ve al Adepto portavoz de matraz, señalado por Fulcanelli en El misterio de las catedrales. Ahí también encontramos las tres vías rematadas por la ojiva; la ojiva del pórtico de Chartres, que tan bien responde a su papel que el maestro de obras, aunque fuese anterior a él, quiso conservar. Y ese papel de poner al hombre de pie, en el orgullo de su calidad de hombre; pero un orgullo que no habría de excluir la humildad ante el mundo divino. La humildad del hombre ante el hombre es cobardía: la falta de humildad ante el Universo es necedad. Para entrar en la iglesia gótica, el hombre no se encorva, se yergue, pues Dios lo ha querido de pie. El hombre entra. Y hele aquí de pronto en otro aspecto de su propio mundo, Hele aquí en un lugar donde cuanto más pesa la piedra menos pesada es; donde el peso es en sí mismo su propia negación; donde aquello que pesaba se eleva; donde ninguna línea encorva al hombre, sino, por el contrario, le exalta; donde todo le cuenta la tierra, en su aspecto más duro; la piedra, pero donde todo le revela, al mismo tiempo el Espíritu de esa tierra, su armonía, su canto, su esencia divina. He aquí a ese hombre, olvidadizo de su propio peso, erguido, aligerado por la potencia evocadora, mimética, de esos arranques de piedra; hele aquí en ese lugar de fuerzas telúricas y cósmicas donde oye vibrar en sí mismo el la de su acorde íntimo con el mundo entero. El hombre está en pie y camina hacia el altar, remontando el curso de la corriente telúrica, el inefable don de la Tierra Madre, de la Virgen Negra, de la santa Ana, de Nuestra Señora, Y hele aquí ante la tabla redonda, ante el Laberinto.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 138


Se ha hablado mucho de simbolismo a propósito de esos laberintos; y está fuera de duda que sea un símbolo alquímico, pero no puede dejarse de notar que el laberinto de Chartres (como tampoco el de Amiens o, antaño, el de Reims) no es, hablando con propiedad, un laberinto, en el sentido de que es imposible extraviarse en él, pues no tiene más que un «camino», que conduce al centro. Y todos los laberintos conocidos de las Nuestra Señora tienen ese mismo camino. El cual es, pues, fijado y no dejado a la fantasía del maestro de obras o del maestro enlosador. Lo cual implica que se tiene especial empeño en que las gentes que se encaminan por el «dédalo» sigan por un trazado determinado; que recorran un camino y no otro. Y ese camino debía ser recorrido a un ritmo, según un ritual. Pero el caminar ritual ya no es caminar, ¡es danza! El laberinto es un camino de danza escrito en el suelo. Es una aplicación razonada de las virtudes de la ronda.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 140


Reflexionemos. Nos encontramos en un lugar que ha sido escogido para la utilización por el hombre de una corriente telúrica que aflora, y que debe tener sumas analogías con las corrientes magnéticas. Ahora bien, es un resultado bien conocido de las corrientes magnéticas que todo cuerpo en movimiento en los campos de esas corrientes adquiere propiedades particulares. Es, incluso, el modo como se fabrica la electricidad, haciendo girar un rotor en un campo magnético, natural o artificial. Es sabido, asimismo, que el cuerpo humano, inmerso en esos campos, por ejemplo, en las espiras de un solenoide recorrido por una corriente eléctrica, e inmerso así en el seno de una corriente magnética violenta, sufre de ellos una influencia que actúa profundamente en su cuerpo (fiebres provocadas). El hierro dulce se imanta en ellos. Hacer girar a un hombre, de forma determinada, en un campo, será provocar en ese hombre acciones determinadas. Se podía muy bien —¿qué más daba? — recordar a los simples que recorrer el laberinto era un poco, para quienes no lo podían, hacer la peregrinación de Jerusalén (y habría mucho que decir sobre ese «camino de Jerusalén»), que lo importante era que aquel laberinto fuese recorrido. Un camino escrito en el suelo… Y tal vez, una lenta evolución del hombre que lo recorre… Evidentemente, había que hacerlo descalzo; y no ya por penitencia, sino para que los pies estuviesen en contacto directo con aquella piedra, acumulador de las virtudes de la corriente.
(…)
El hombre llegado al centro del laberinto, tras haberlo recorrido ritualmente, tras haberlo «danzado», será un hombre transformado y, que yo sepa, en el sentido de una apertura intuitiva a las leyes y armonías naturales; a las armonías y a las leyes que él quizá no comprenderá, pero que sentirá dentro de sí, de las que se sentirá solidario y que serán para él mejor test de verdad, como el diapasón es el test del músico. Es poco probable que, aun en período de «pulsación» de la Wouivre, la invasión por la Gran Iluminación haya sido frecuente. Pero un estado «receptivo» es ya más de cuanto poseen la mayoría de los hombres. Una vez cumplido su «Camino de Jerusalén», el peregrino iba hacia la tabla cuadrada.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 140-141


Si nos acordamos de las relaciones decimales que unen la tabla de construcción de Chartres con la tabla de la gran pirámide de Keops, hallaremos menos extraordinario que esa tabla de Amiens tenga la apariencia de corte vertical de una pirámide. Es en ese lugar, en medio de la intersección de los cruceros, donde todos los Números de la catedral se tornan sensibles; allí donde pueden ser captados por los sentidos. Allí concurren todas las líneas; allí se afirman todas las proporciones. Es allí donde los Números cantan. Allí es, igualmente, donde pueden ser «razonados» —por quien pueda sentirlos— bajo la luz de las tres grandes rosas. En las catedrales góticas, el misterio de las «rosas» sigue sin ser desvelado. Es sabido que se debe descartar a priori toda idea del arte por el arte. Lo cierto es que aquéllas han sido «instaladas» para su acción. Forman parte del «instrumento». Ello es particularmente sensible en Chartres en lo que atañe al gran rosetón occidental.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 142


«La rosa representa, pues, por sí misma —escribe (Fulcanelli) en Las moradas filosofales— la acción del fuego y su duración. Por eso los decoradores medievales trataron de traducir en sus rosetones los movimientos de la materia excitada por el fuego elemental, como puede notarse en el pórtico Norte de la catedral de Chartres, en las rosas de Toul…».

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 144


Las tres rosas de Chartres ofrecen, por lo demás, una particularidad que considero excepcional: están constituidas por piedras ahuecadas para insertar en ellas los vitrales, y no, como las de las demás catedrales, por una construcción de piedras ajustadas. Sea lo que fuere, es solamente en la intersección de los cruceros, es decir, la tabla cuadrada, donde el influjo simultáneo de las tres rosas resulta perceptible. Y es de destacar que en los tiempos en que aún existía la galería del trascoro, la luz de las vidrieras altas del coro no llegaba hasta allí, pues, simbólicamente, la tabla mística está cerrada y sólo se abre por una «puerta estrecha». Es en ese lugar de la tabla cuadrada donde permanecían los «Caballeros» cabalgadores de la «Cábala», no admitidos a la entrada de la tabla mística. Allí, la catedral «hablaba» al cerebro, pues es el lugar —y no tan sólo simbólicamente— de las medidas y de las comparaciones, y no dudo de que los dibujos del enlosado hayan constituido una clave de ello. Tres vías desembocan en esa intersección de los cruceros y, simbólicamente, corresponden a tres estados humanos que ya han experimentado una «evolución». Por la nave, que es el paso «natural». El hombre no llegaba a la tabla cuadrada, la de la «comprensión», sino tras haber recorrido la tabla redonda; después de haber conocido, en cierto modo, un nuevo nacimiento, haberse despojado del egocentrismo humano para integrarse, en tanto que parte actuante, en la armonía de las fuerzas terrestres y cósmicas. Por el crucero Sudeste, por el pórtico llamado de los Caballeros, que custodian dos caballeros con los pies en escuadra, reservado simbólicamente a quienes estaban instruidos de la «Cabala», que montaban la Cabala, es decir, instruidos en la ciencia de las leyes y armonías naturales. Es en este hecho donde hay que buscar el origen de la leyenda que confería a algunos el derecho a entrar «a caballo» en las iglesias; leyenda tomada al pie de la letra por algunos zafios jinetes que se creían caballeros. Ese pórtico Sudeste es el de los iniciados de la nueva alianza, de la Era cristiana. El Cristo que preside en el entrepaño de la puerta Central es un Cristo docente. El libro, cerrado, que sostiene posee las exactas proporciones del Número Áureo. En cambio, el que sostiene san Juan, en la misma puerta, está dentro de las proporciones de la Tabla mística: 1/2. La tercera vía discurre por el crucero Noroeste, al que se accede por el pórtico llamado: de los «Iniciados», Ese pórtico tiene un vínculo misterioso con la alquimia. En el entrepaño de la puerta Central está santa Ana, la madre de la Madre. Ana, es la Madre suprema; un poco la Ghea de los griegos. Para los alquimistas, es la matriz de donde todo ha salido y todo el pórtico está, con ella, dedicado al cristianismo esotérico, con su puerta de la izquierda consagrada a la Virgen, pero cuyo «tránsito», en el tímpano, hace pensar incontestablemente en los versos de Salomón con que termina el Cantar de los Cantares: Oh, no despertéis a la Bella antes de que sea la hora. En el pórtico de la derecha, consagrado, dícese, «a las figuras del Antiguo Testamento que simbolizan a Jesús», se observa que el tímpano está ocupado por Job en su estercolero, que me parece ser una representación simbólica, si no es un Jeroglífico, de la putrefacción que prepara el renacimiento en el matraz. Pero solamente un Adepto estaría facultado para interpretar todo ese pórtico.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 144


La tabla mística estaba encerrada en el coro. Como ahora, dos vías de acceso permitían entrar allí. Una estaba reservada a los curas, y se hallaba a la izquierda del coro, junto al presbiterio. Igualmente, frente a esa puerta el enlosado ha sido cambiado. La entrada también estaba marcada con una tabla cuadrada. En Amiens, ésta sigue en su sitio. Los curas pasaban, pues, por una representación de la tabla cuadrada. La tabla mística no admite a los ignorantes. La otra entrada, puerta estrecha practicada en la arcada central de la galería del trascoro, estaba situada en la punta de la tabla cuadrada de la intersección de los cruceros. Franquearla, era renunciar al mundo material. Era acceder al tercer nacimiento que sucedía a la segunda muerte. En aquel lugar todo ceremonial se tornaba secreto. Sólo más tarde el público fue admitido a asistir a la celebración del ritual. Durante todo su viaje, el hombre que penetraba en la catedral, estaba bañado de efluvios telúricos, sonoros, visuales, luminosos, en los cuales los efectos mágicos del rito —pues el rito es mágico, sea cual fuere el nombre que se le quiera dar— debían cobrar una amplitud y una potencia extraordinarias, y el hombre debía quedar profundamente marcado por ellos… Más si el rito, bastardeado, ha perdido mucho de su potencia; si la desaparición de numerosos vitrales protectores hace destructora a la luz solar; si los altavoces suenan extrañamente a falso, y aún más los cantos, en ese lugar que se quería fuese de una armonía sin fallo, la armonía arquitectónica ha permanecido intacta —o casi—, y nadie puede jactarse, ni siquiera actualmente, de salir de la catedral de Chartres idéntico a lo que era antes de entrar en ella…

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 146


La tercera medida

En Chartres hay tres tablas. Hay, igualmente, tres planos. El primer plano es el del recinto del lugar; es el plano de los límites de la superficie, el plano del influjo. Tiene dos dimensiones y se puede analizar fácilmente. Su medida —su «módulo»— es de 0,82 m. El segundo plano es el del «vacío» y entraña la arquitectura de la elevación, por lo que la medida utilizada para la construcción es la de este segundo plano. No concierne más que a la nave central. Las naves laterales, así como el deambulatorio, sólo son lugares de paso, no lugares de viaje de iniciación. Es el plano de la armonía realizada entre las líneas geográficas, los sonidos musicales y los colores de la luz. Está ligado a la posición de Chartres en el Globo terrestre, y se trata de una organización de los volúmenes. Tiene tres dimensiones, y su medida es 0,738. No he conseguido llegar al conocimiento del tercer plano, sino solamente a la convicción de su existencia. Quizá no tiene medida expresable en términos de longitud, pues si está «imbricado» en los otros dos, rebasa la aparente inercia de la materia. No puede referirse sino a la materia viviente, en movimiento. Debe ser, lógicamente, un plano de cuatro dimensiones, en el cual interviene el tiempo. Es un plano «de movimiento», pues todo, en la catedral, es movimiento: movimientos antagónicos de las piedras, tensas como resortes, y que neutralizan unas a otras, en el instante, su propio movimiento. He señalado, como era debido, el aspecto dinámico del crucero de ojivas. Su apariencia estática no puede disimular que constituye una bóveda vibrante que, precisamente por serlo, se sitúa en el tiempo, en un espacio temporal. La catedral vibra al menor sonido y, aunque esto no sea perceptible por nuestros sentidos, a las menores impulsiones de la corriente telúrica de la cual es la culminación.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 147


Hay, ciertamente, alguna magia en la catedral de Chartres. Quizá no sea a la catedral misma, sino al lugar, que deba atribuirse las cualidades terapéuticas que eran conocidas por todo el Occidente desde la Edad Media. No poseemos ningún documento que permita afirmar que las virtudes medicinales del lugar —o del agua del pozo céltico— hayan sido conocidas antes del cristianismo, ni siquiera antes de la construcción de la catedral actual, pero es un hecho que a partir del siglo XII hasta el XIV, los enfermos acudían en masa; hasta tal punto, que una especie de lazareto fue instalado en la cripta, donde los pacientes eran curados, en el seno mismo de la tierra, junto a la estancia dolménica, con el agua del pozo. Se sanaba, sobre todo, al parecer, el «alto mal», las parálisis. El agua era igualmente benéfica para las llagas. Y aquella acción mágica no era tan sólo sensible en el interior de la iglesia.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 149


Así termina, en el extremo del rollo de mi saber, este análisis del Templo de Occidente. Hombres más importantes que yo encontrarán en él cosas más importantes, y, si no se pierden en la tabla cuadrada donde las especulaciones cerebrales funcionan en balde, podrán descubrir, Dios mediante, el paso de los ritmos espaciales a los ritmos temporales, pues quien inscribe el espacio inscribe el tiempo. Quien quiera llegar a ese punto donde los ritmos espaciales dan la clave de los tiempos, deberá hallar la tercera medida, la medida secreta, la «vieja medida», que fue también la de las Pirámides y del Templo de Salomón. Puede parecer sorprendente que semejantes correspondencias puedan existir entre Keops y Chartres; entre dos monumentos tan diferentes, dos formas de civilización tan distantes en el espacio y en el tiempo. No es sorprendente sino en apariencia. La ciencia tradicional es una ciencia, con todo lo que este término puede entrañar; más completa, sin duda, que la ciencia actual que, con microscopio o con telescopio, sigue no viendo el Universo más que por fuera, al no poseer el intus lectio, la posibilidad de «leer dentro» (¿acaso no es la etimología de la inteligencia?), Y es, en tanto que ciencia, generadora de «poder», que ha sido conservada secreta, escondida, oculta.
(…)
Al igual que la Naturaleza, la Ciencia que va de las Pirámides a las Catedrales es una, razón por la cual las coincidencias son constantes entre las proporciones de Chartres y las de Keops. Entre otras: se sabe que la «cámara del rey» de la gran pirámide tiene las proporciones dimensionales siguientes: anchura = 1; longitud = 2; altura = 1,117. Si se multiplican estas cifras por 16,4, resulta: anchura = 16,4; longitud = 32,8; altura = 18,32; ahora bien, 18,32 x 2 = 36,64; y 36,64 metros es la altura de la bóveda sobre el coro de Chartres, cuya tabla rectangular tiene una anchura de 16,4 metros y una longitud de 32,8 m. Es decir, que, en sus proporciones, el coro de Chartres está ligado directamente con la «cámara del rey».

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 154-155


Chartres nunca fue terminado.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 157



Una vez abierto el libro, los hombres son libres. La Bella se ha adormecido. Pero su castillo permanece en su corona de espinas. La «mano» que conduce la evolución de los mundos deja siempre un monumento que es un faro para los hombres, Si quieren ser ciegos, allá ellos; pero si quieren ver, siempre les es dejado el medio de ver en la plena libertad de sus actos. Son libres, Y responsables, Individualmente. Y cuando ya no queda ni un «justo», entonces el libro se cierra y el Templo se derrumba.

Louis Charpentier
El enigma de la catedral de Chartres, página 158


































































































No hay comentarios: