2.1 Así, pues, ¡oh Señor!, Tú que das inteligencia a la fe, concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente, entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente, creemos que Tú eres algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.

2.2 Se trata de saber si existe una naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios.

2.3 Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe.

2.4 Porque una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra que entienda que la cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de antemano el cuadro que va a hacer, lo tiene ciertamente en su entendimiento, pero no entiende todavía que exista lo que todavía no ha realizado. Cuando, por el contrario, lo tiene pintado, no solamente lo tiene en el entendimiento sino que entiende también que existe lo que ha hecho. El insensato tiene que conceder que tiene en el entendimiento algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, porque cuando oye esto, lo entiende, y todo lo que se entiende existe en el entendimiento.

2.5 Y ciertamente aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir sólo en el entendimiento. Pues si existe, aunque sólo sea también en el entendimiento, puede pensarse que exista también en la realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor.


2.6 Luego existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.

San Anselmo de Canterbury
Segundo capítulo del Proslogion (1078)



"No busco, en efecto, entender para creer, sino que creo para entender. Pues creo esto, porque si no creyere, no entendería."

San Anselmo de Canterbury o de Aosta


“Señor, enséñame a buscarte y revélate a mí cuando te busco. Pues no puedo buscarte si Tú no me enseñas a hacerlo, ni encontrarte si no Te revelas. Permite que Te busque en mi anhelo, permite que Te anhele en mi búsqueda; deja que Te encuentre en el amor y que Te ame en el hallazgo. señor, agradecido reconozco que me has creado a imagen Tuya, para que me acuerde de Ti, y piense en Ti y Te ame; pero esa imagen ha sido tan consumida y gastada por los vicios y oscurecida por el humo del mal obrar, que no puede alcanzar aquello para que fue creada, si Tú no la renuevas y recreas. ¿Está la vista del alma oscurecida por su flaqueza o deslumbrada por tu gloria? Sin duda está a la vez oscurecida en sí y deslumbrada por Ti. Señor, esta es la inabordable Luz en que moras. En verdad no la veo, porque es demasiado brillante para mí; no obstante, todo lo que veo, lo veo por ella, como los débiles ojos ven lo que ven por la luz del sol, que en el sol mismo no pueden mirar. ¡Oh suprema e inabordable luz, oh santa y bendita verdad, cuán lejos estás de mí estando yo tan cerca de Ti, cuán apartada estás de mi visión, aunque esté yo tan cerca de la tuya! En Ti me muevo y en Ti tengo mi ser, y no puedo llegar a Ti; estás dentro de mí y en torno mío, y no Te siento.”

San Anselmo


"Ven ahora, hombre, apártate durante un rato de tus ocupaciones diarias, escapa por un momento del tumulto de los pensamientos […] Entra en la cámara interior de tu alma, deja fuera todo salvo a Dios y lo que pueda ayudarte a buscarle, y cuando cierres la puerta, búscale."

San Anselmo
Tomada del libro En defensa de Dios de Karen Armstrong página 193










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