Al tiempo que pasa

"¡Huye el tiempo veloz! Rápido avanza
llevando en raudo vuelo
la ilusión, la hermosura y la esperanza,
el grato afán, y el incansable anhelo.
¡Huye el tiempo veloz! ¿Quién su carrera
podrá atajar? ¡Ni el ruego, ni el suspiro
del amor o el dolor! La primavera
llega, y en veloz giro
pasa ya, y los ardores del verano
huyen con el retoño
del árbol tierno, cuando anuncia cano
al triste invierno, el moribundo otoño."

Vicente Wenceslao Querol


Anacreóntica

"Cuando en un breve instante
del desdén al cariño
tú pasas inconstante,
sé por qué Amor es niño.

Cuando de infiel te acusa
mi entendimiento, y luego
mi corazón te excusa,
sé por qué Amor es ciego.

Cuando tras pasión nueva
de mí huyes veleidosa,
sé por qué el Amor lleva
alas de mariposa.

Y cuando mi esperanza
muere y en celos ardo,
sé por qué el Amor lanza
su ponzoñoso dardo."

Vicente Wenceslao Querol


Canción a las flores

Cuando la tierra toda
creó en un día el Hacedor Supremo,
como traje de boda,
la coronó de flores
de un extremo del mundo al otro extremo;
y cuando en el pecado
cayó el hombre, llorando sus angustias,
sobre el tallo delgado
doblando todas sus corolas mustias.

De entonces que en su frente
brillan las gotas de agua transparente,
que el viento del estío
seca, pasando con callado vuelo,
y son las tenues perlas del rocío
lágrimas de los ángeles del cielo.

Reinas de los festines
fueron en Grecia y Roma;
Semíramis les daba sus jardines;
Nerón gozaba en respirar su aroma.
Del seno de la flor que el Ganges cría,
nació el dios del Oriente;
risueño el Numen que preside al día,
hizo a la blanca Aurora
volar delante de su carro ardiente,
lluvia de rosas derramando en torno;
y la callada Noche al dios del Sueño
le ciñó como adorno
las guirnaldas de flores del beleño.

La Virgen sin mancilla,
la que en el trono de los cielos brilla,
dispensadora de perpetuos bienes;
la que del cieno arranca
y encumbra el alma a la región serena,
lleva en las nobles sienes
de tristes flores la corona blanca
y en las manos la cándida azucena.

Adorna la sencilla campesina
con rojas amapolas
de su cabello los flotantes rizos,
cuando en la cristalina
fuente de mansas olas
mira copiarse, alegre, sus hechizos.
La suntuosa estancia
donde en dorados búcaros consume
la flor de extraños climas sus corolas,
llena está de su célida fragancia;
llena de su perfume
la iglesia humilde de la pobre aldea;
flores lleva en la falda
la niña que en los prados juguetea;
de flores es la púdica guirnalda
que al pie del altar ciñe
la nueva esposa, cuyo rostro tiñe
vergonzoso el rubor de los amores;
cubren las frescas flores
del triunfador la clamorosa vía;
mústianlas en sus frentes
las impuras bacantes de la orgía;
cuídalas la doncella
que en la estrecha ventana,
para reír con ella,
las ve el cáliz abrir cada mañana.
El goce, que no dura,
ama las tiernas flores fugitivas;
la fría sepultura
ama las inmortales siemprevivas.

Tenues hojas brillantes,
juguete de los vientos inconstantes,
nacidas a la aurora
y muertas a la tarde,
víctimas de la lumbre que las dora
y en sus pétalos arde,
en vuestro seno posa.
Rival de vuestras galas,
la incierta mariposa,
que es otra flor con alas.
Cual galán, que a la reja
de su amorosa esquiva
pesares canta, la dorada abeja,
zumbando en torno, en vuestro cáliz liba.
En vuestro seno quiso
Dios guardar una gota
de la perdida miel del Paraíso;
y en la esencia que en vuelo
leve al redor de vuestras hojas flota,
algo del aire que embalsama el cielo.

Cuando al morir el día
cruzo yo pensativo los jardines,
estrella que me guía
paréceme la flor de los jazmines;
y el capullo de rosa
que en el vergel descuella,
como púdica virgen, ruborosa
de que la llamen bella.
Son lluvia de amatistas los racimos
de las abiertas lilas.
La humilde violeta, que se pierde
entre el césped, semeja a las pupilas
de brillo azul tras la persiana verde.
Son cautivas beldades, entre abrojos
los azahares presos;
son los claveles rojos
labios que dan enamorados besos;
cetro de la hermosura
la rama de los frescos alhelíes;
voluble el girasol, se me figura
que dice «no te fíes».
Imagen del amor que amor procura
la pasionaria dulce y sin espinas;
cual Venus de los mares,
surgen de entre las aguas cristalinas
los blancos nenufares,
y míranse inclinados
del claro arroyo en las sonoras linfas
los lirios azulados,
como en la fuente el grupo de las ninfas.

Bellas flores queridas,
hijas de la apacible primavera,
¡cómo al miraros siento las heridas
hoy renovarse de mi edad primera!
Los deseos del alma y su audaz brío
cruel el tiempo mata,
cual vuestro cáliz mustia y lo arrebata
la ráfaga de estío.
¡Cuánta esperanza se trocó en desmayo!
¡Cuánta ilusión en luto!
¡Y cuánta bella flor, nacida en mayo,
no dio al otoño el fruto!
Cual cubre el amarillo jaramago
las ruinas desiertas,
así un dolor indefinible y vago
cubre mis ansias muertas.
Pero ¿quién no ha salvado del olvido
un recuerdo feliz de sus amores?
¿Quién no guarda escondido
un ramo seco de marchitas flores?

ENVÍO
Canción, vuela distante,
vuela a mi edad amante,
y di en secreto a aquella
por quien mi eterno amor guardo constante,
que cuando veo flores, pienso en ella.

Vicente Wenceslao Querol



Del lodazal de la tierra...

"Del lodazal de la tierra
el sol, con cálidos rayos,
sabe engendrar los vapores
que llevan por los espacios
la grande voz de los truenos
y el brillo de los relámpagos.
Los ténues vapores grises
que enturbian los cielos claros,
al soplo del cierzo frío
en blanda lluvia trocados,
bajan de nuevo a la tierra
para convertirse en fango.
Alma mía, cuando el fuego
te abrasa del entusiasmo,
libre hasta los cielos subes;
pero, cuando el desengaño
te hiere frío, desciendes
triste a la cárcel de barro."

Vicente Wenceslao Querol Campos o Vicent Wenceslau Querol i Campos o Camps



Ella y tú

Eras alegre, bella y discreta;
y cuantas veces en los salones
aparecías,
linda y coqueta,
¿Quién sabe, niña, los corazones
que tú rendías?

Cuando, perdidos entre las olas
del baile inquieto,
yo me encontraba contigo a solas,
con la apagada voz del secreto
te repetía
junto al oído
tiernas palabras de poesía,
que tú habrás dado, niña, al olvido.

De esas que fueron mis ilusiones,
niña, ¿qué resta?
Fueron instantes que huyeron bellos,
cual de la orquesta
los dulces sones,
como las flores de tus cabellos,
como las luces de aquella fiesta
¿Quién piensa en ellos?

Hoy, cuando pasas tú por mi lado
y hasta los míos alzas los ojos,
ni tú recuerdas a quien te ha amado,
ni yo en mí siento duelos o enojos.
Humo a los vientos,
rosas de un día,
fueron, oh niña, tus juramentos
y mis palabras de poesía.

ELLA
Era una niña modesta y bella.
Pasó a mi lado como una estrella,
como un perfume,
sin dejar rastro, sin dejar huella.
¿Quién los misterios saber presume
que guarda el alma?
La vi tan sólo la vez aquélla,
y aun este tedio que me consume
cede y se calma
pensando en ella.

Vicente Wenceslao Querol


Epístola a un amigo
(fragmento)

Abajo seca en la frente del otoño acuoso
la corona de pámpanos se mira,
seca la pompa del vergel frondoso;

y fresca el aura que voluble gira,
silba tan sólo en la desnuda rama
o en la hojarasca marchitada espira.

Pálido el sol con entibiada llama
tardo los blancos horizontes dora,
y el mar, las costas azotando, brama.

¡Cuánto, amigo, ¡oh dolor!, mi alma que llora
en consonancia está, por su tristura,
con la estación del año asoladora!

Como el bosque su pompa y su verdura,
perdió marchito el pensamiento mío
su ilusión vaga y la pueril ternura.

Trocóse en viento agostador y frío
la brisa susurrante del deseo,
y la verdad iluminó el vacío. 

Vicente Wenceslao Querol



Golondrina de otoño

"Del norte huyendo las glaciales brumas,
de África busca el prolongado estío,
y rauda pasa, las azules plumas
rozando leve en el cristal del río.

Si atrás pudiera yo, corazón mío,
dejar así el dolor con que me abrumas,
el nido huyendo de mi hogar vacío,
surcara, oh mar, tus pérfidas espumas.

Pero ella ve el turbión que se avecina
y va a otros climas de apacible calma,
porque remonta hasta el cenit su vuelo.

Yo imitaré a esa pobre golondrina
y hallaré la perdida paz del alma
subiendo en alas de la fe hasta el cielo."

 Vicente Wenceslao Querol











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