Contusiones

"Con los años, el mundo se vuelve torpe.

Un pesado jarrón
salta de una alacena.
Una maleta tiene ángulos.

Otros carecen de explicación.

Viejo amor, viejo cuerpo,
¿recuerdas?:
la alfombra quema la columna vertebral,
la grava arropa
las rodillas, dureza contra dureza.

Tú que te conocías
besado por la mordedura de la hormiga,
tú que recibiste el beso de la picadura de la araña.

Ahora es esto lo que te besa."

Jane Hirshfield


Los poemas de amor perdidos de Safo

"Los poemas que no hemos leído
deben ser los más intensos:
imperfectos, extremos.
Como pasa con el amor, sus días, sus noches.
Está en la cima de la montaña
y busca más montaña, puntos más empinados.
El descenso una idea imposible de imaginar."

Jane Hirshfield
Traducción: Gerardo Gambolini


Mis ojos

Una hora no es una casa,
una vida no es una casa,
no vas de una a otra como si
hubiera una puerta que las conectase.


Sin embargo una hora puede tener proporción y forma,
cuatro muros, un techo.
Una hora puede caerse como un vaso.


Hay quien quiere calma como hay quien quiere pan.
Hay quien quiere dormir.


Mis ojos fueron
hacia la ventana, como perro o gato dejado a solas.

Jane Hirshfield


Mis proreínas

Han descubierto, dicen,
la proteína del escozor—
péptido natriurético cerebral—
y que viaja por su propio sendero
a lo largo de mi columna vertebral.
Como lo hacen el dolor, el placer y el calor.


El cuerpo por lo que se ve es una autopista,
un cruce de autovías
bien diseñado, bien trazado.
Parte de mí va hacia el norte, parte hacia el sur.


El noventa por ciento de mis células, han descubierto,
no son parte de mi propio ser,
sino de otros seres que viven dentro de mí.


Del mismo modo que el noventa y seis por ciento de mi vida no es mía.


Además yo, por lo que dicen, soy ellos—
mis bacterias y mis hongos,
mi padre y mi madre,
abuelos, amantes,
mis conductores hablando por el móvil,
mis metros y mis puentes,
mis ladrones, mi policía
que persigue a mi yo noche y día.


Mis proteínas, aparentemente también yo,
pliegan las camisas.


Encuentro en esta metrópolis abarrotada
un rincón tranquilo
en el que con piezas de Lego no-yo construyo
un banco,
palomas, un sandwich
de pan de centeno, queso y mostaza.


Es yo y no es yo
el hambre
que hace bueno al sandwich.


No es yo luego es,
el sandwich—
un misterio que ninguno de nosotros
puede doblar, desdoblar ni consumir.

Jane Hirshfield








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