"Debes saber que la providencia consiste en que el Ser Verdadero define cómo es el orden del universo y lo que debe ser el universo." 

 Sohrevardi


El Relato del Arcángel Purpurado

¡Gloria a Aquel que dispone soberanamente de los dos universos!. Todo cuanto ha sido en el pasado, por su Existencia ha sido, cuanto es en el presente, por Su Existencia es, lo que será en el futuro, por Su Existencia habrá de ser. Él es el Primero y el Último, el Manifiesto y el Oculto, el Vidente. ¡Bendición y Paz sobre los Enviados a las criaturas y en especial sobre Muhammad, el elegido, por quien fue sellada la profecía!. ¡La Paz sea sobre los Compañeros y sobre los Maestros del Din, que el Conocimiento divino sea sobre todos ellos! .

"Uno de mis amigos más íntimos me hizo cierto día una pregunta: ¿Los pájaros, se comprenden unos a otros?.

— Claro que sí, le respondí.

— ¿Cómo lo sabes?, — replicó mi amigo.

— En el principio del mundo, cuando el Formador quiso manifestar mi ser que era todavía inexistente, me creó con la forma de un halcón. Pues bien, en el país donde estaba entonces había otros halcones, hablábamos entre nosotros, escuchábamos nuestras conversaciones y nos entendíamos mutuamente.

— Bien, — dijo mi amigo —, ¿y cómo se ha podido llegar a la situación de hoy en día?.

— Bueno, sucedió que un día los cazadores Decreto y Destino tendieron la red de la Predestinación, colocaron el grano de la atracción y así lograron capturarme. Se me llevaron de aquel sitio, que había sido mi nido, a una región lejana. Me cosieron los párpados, me ataron con cuatro tipos de trabas y me colocaron diez vigilantes que no paraban de controlarme, cinco mirándome de frente y cinco dándome la espalda. Los que me vigilaban de frente, me mantenían tan aturdido que olvidé todo mi pasado, mi nido, mi país lejano, y todo cuanto había conocido allí. Hasta que llegué a creer que siempre había sido aquel en el que me había convertido.

Pasado un tiempo, mis ojos se entreabrieron un poco y de nuevo empecé a ser capaz de ver algo. Comencé a ver cosas que nunca había visto y estaba maravillado. Poco a poco, cada día mis ojos se abrían más y veía cosas que me dejaban totalmente perplejo. Hasta que al fin, pude abrir mis ojos completamente y el mundo se me mostró tal como era. Me vi a mí mismo con las ataduras que me habían puesto y vi que estaba prisionero y vigilado por mis guardianes. Y me dije: "Me parece que nunca lograré desembarazarme de estas ataduras ni eludir a mis guardianes ni podré abrir mis alas y echar a volar, suelto y libre de toda opresión".

Pasó más tiempo y hete aquí que un día advertí que mis guardianes habían relajado su vigilancia. "No volveré a encontrar mejor ocasión" – pensé —. De manera que, sin que se diesen cuenta, me escabullí dando saltos, atado como estaba y logré alcanzar el camino que conducía al desierto. Llegado al desierto, pude ver a una persona que se me acercaba, así que me dirigí hacia ella y le abordé con un saludo. Él, con una gracia y una delicadeza perfecta, me devolvió el saludo. Como el color de su cara y su cabello eran de un rojo púrpura, creí estar en presencia de un muchacho y sin más le dije:

—¿Muchacho, de dónde vienes?.

—¡¿Muchacho?! — me dijo —. Te equivocas al llamarme así. Soy la primera criatura que hizo el Creador y ¿tú me llamas muchacho?.

— Pero, entonces, ¿cómo es que no has encanecido como los ancianos?.

— En realidad soy blanco, soy muy viejo, un Sabio cuya esencia es la luz. Pero el mismo que te capturó a ti con la red, el que te colocó esas ataduras y te puso guardianes para que te vigilasen, hace mucho tiempo que me arrojó a mí también dentro de este oscuro Pozo. Eso explica este color púrpura con el que tú me ves. En realidad soy totalmente blanco y luminoso.

Has de saber que cuando algo blanco, de una blancura como la de la luz, viene a ser mezclado con el negro, se ve de apariencia rojiza. Observa el crepúsculo y el alba, los dos son blancos, puesto que son la luz del sol. Sin embargo, el crepúsculo y el alba son momentos intermedios: de un lado, el día que es blancura y del otro, la noche que es negrura; de ahí el color púrpura del crepúsculo de la mañana y del crepúsculo de la tarde. Observa la luna en el momento de salir, bañada de luz, aunque sea una luz que toma de otro astro. Una de sus caras está vuelta hacia el día mientras que la otra mira hacia la noche. Así la luna aparece de color púrpura. Lo mismo una simple lámpara, abajo la llama es blanca, arriba se transforma en humo negro pero en el medio su color es rojizo. Muchos más ejemplos podría citarte que corroboran esta ley.

— Entonces le dije: ¡Sabio!, ¿de dónde vienes?.

— De más allá de la Montaña de Qaf. Allí tengo mi morada. También tú, hace mucho tiempo, tenías tu nido allí. ¡Lástima que lo hayas olvidado!.

— ¿Qué estás haciendo aquí?.

— Soy eterno peregrino. Viajo sin cesar por el mundo y contemplo sus maravillas.

—¿Y qué clase de maravillas has visto en el mundo?.

— Siete son las maravillas: la primera, la montaña de Qaf, nuestra patria, la tuya y la mía. La segunda, la Joya que ilumina la noche, la tercera, el árbol Tuba, la cuarta, los Doce Talleres, la quinta, la Cota de Mallas de David, la sexta, la Espada India, la séptima, el Manantial de la Vida.

— Cuéntame la historia de cada cosa, te lo ruego.

— Bueno, la primera es la montaña de Qaf. Se yergue contemplando todo el mundo a su alrededor. En realidad se compone de once montes. Allí es donde regresarás cuando te hayas librado de esas ataduras porque de allí se te llevaron y porque todo vuelve al fin a su forma inicial.

— ¿Pero cómo he de recorrer el camino hasta allá?.

— Difícil es, en efecto, la ruta. Se encuentra uno, primeramente, con dos montes que hacen ya parte de la montaña de Qaf. Uno es de clima tórrido y el otro gélido y tanto el calor como el frío son de una extremidad ilimitada.

— ¡No hay problema!. En invierno cruzaré el monte de clima tórrido y en verano el de clima gélido.

— Desgraciadamente, te equivocas. Nunca, en ninguna estación, muestra su cielo bonanza.

—¿Y qué distancia hay hasta esos montes?, pregunté.

— Tan lejos como vayas y tanto como camines siempre llegarás de nuevo al punto de partida, lo mismo que el compás que tiene un pie en el centro y el otro en la periferia, puede estar dando vueltas el tiempo que quiera que siempre llegará otra vez al punto del que había salido.

— A lo mejor se puede cavar un túnel a través de esos montes y salir al otro lado.

— Es imposible hacer un túnel. Pero aquel que posee la Aptitud puede atravesarlos en un instante, sin tener que excavar un túnel. Se trata de una propiedad semejante a la del bálsamo. Si expones tu mano al sol hasta que notas que la piel te arde y entonces derramas gota a gota el bálsamo en el hueco de la palma de tu mano, el bálsamo se extiende hasta el dorso de la mano gracias a las virtudes naturales que contiene. Al igual que tú, si haces realidad la virtud natural capaz de atravesar estos montes, los pasarás en un abrir y cerrar de ojos.

— Esa virtud, ¿cómo la puedo hacer realidad en mí?.

— Te lo digo con medias palabras a ver si eres capaz de entender.

— Y una vez que habré atravesado esos dos montes, ¿es fácil pasar los otros?.

— Cierto que es fácil, pero a condición de saber. Algunos se quedan para siempre cautivos en esos dos montes, otros llegan al tercero y se establecen allí. Otros alcanzan el cuarto, otros el quinto y así hasta el undécimo. Cuanto más inteligente es el pájaro, más lejos llega.

— Ahora que me has contado la historia de la montaña de Qaf, nárrame el relato de la Joya que ilumina el mundo.

— La Joya que ilumina el mundo, — me explicó el sabio, — está precisamente en la Montaña de Qaf, mejor dicho, se halla en el tercer monte y debido a su existencia, la noche se vuelve resplandeciente. Sin embargo, no permanece sin cambios siempre en el mismo estado. Su luz proviene del árbol Tuba. Cada vez que se encuentra justo enfrente del árbol Tuba, tomando como referencia el punto en el que te encuentras tú ahora, la Joya aparece enteramente luminosa. Cuando no está totalmente enfrente sino que se encuentra más cerca del árbol Tuba, una parte de su disco luminoso se vuelve oscuro, desde tu punto de vista, mientras que el otro continua brillante. Y cuanto más se acerca al árbol Tuba, más gana la zona de sombra a la zona luminosa, siempre, por supuesto, desde tu punto de vista, pues desde el punto de vista del árbol Tuba una cara de la Joya siempre queda luminosa. Cuando alcanza el lugar más próximo al árbol Tuba, aparece, por relación a ti, completamente oscura, mientras que desde el árbol Tuba, es completamente luminosa. Por el contrario, cuando se aleja del árbol Tuba, comienza, desde tu punto de vista, a brillar y cuanto más se aleja del árbol Tuba más aumenta su luz para ti. No es que la luz aumente, en absoluto; es que la masa de la Joya va reteniendo más tiempo la luz y que a su vez va disminuyendo la zona de sombra. Así hasta que se encuentra otra vez enfrente del árbol Tuba que es cuando la masa de la Joya se guarda para ella toda la Luz.

Una analogía te lo hará entender. Coge una esfera y señala enteramente con una línea mediana su diámetro, de parte a parte. Ponla en una taza de agua y pon esta esfera en la superficie del agua, de suerte que la mitad de ella esté sumergida. Supongamos que, al cabo de dar diez vueltas sobre ella misma, el agua le ha cubierto toda su superficie. Si un observador la hubiese estado mirando desde arriba, habría visto siempre una mitad de la esfera sumergida en el agua. Ahora bien, si el mismo observador la mira oblicuamente, desviándose progresivamente de la perpendicular, ya no podrá ver la entera mitad de la esfera sumergida en el agua, puesto que a medida que se aleja de la perpendicular, deja de ver parte de la otra cara que no está ya enfrente de su mirada. Por el contrario, mirando así, verá una parte de la esfera sobresalir del agua. Cuanto más se incline para mirar, menos parte de la cara de la esfera verá sumergida en el agua y más parte de esa cara verá sobresaliendo del agua. Cuando se coloque al nivel de la superficie del agua, verá media cara de la esfera emergiendo del agua y otra media sumergida.

Si la taza es de cristal transparente y continúa mirando oblicuamente por debajo del nivel del agua, verá una parte cada vez más grande de la esfera sobresalir del agua, hasta que pasando por la línea perpendicular de la taza, habrá visto la esfera entera, esta vez sin verla "debajo" del agua.

En el ejemplo de la esfera y de la taza, es sólo el observador el que se desplaza alrededor de la taza para mirar a una y a otra. Pero en el caso de la Joya que ilumina la noche y del árbol Tuba, son ellos los que giran simultáneamente alrededor de su observador.

— ¿Qué es el árbol Tuba?, — pregunté al Sabio.

— El árbol Tuba es un árbol inmenso. Todo el que habita el Jardín contempla este árbol cada vez que se pasea por él. En lo más profundo de estos montes de los que te he hablado, hay otro monte y en él se encuentra el árbol Tuba.

— ¿No da frutos?.

— Todos los frutos que tú ves en el mundo penden de ese árbol. Los frutos que tienes delante de tus ojos, se cuentan como suyos. Si no existiese ese árbol no verías fruto ni árbol alguno, ni planta ni flor.

— Frutos, árboles y flores, ¿qué les une a todos con ese árbol?.

— Simorgh tiene su nido en la copa del árbol Tuba. En la aurora, sale de su nido y extiende sus alas sobre la Tierra. Es por la influencia de sus alas por la que los frutos aparecen en los árboles y las plantas germinan en la Tierra.

— He oído contar — dije — que fue Simorgh quien crió a Zal y que con ayuda de Simorgh, Rustam mató a Esfanyar.

— Así es, en efecto.

—¿Cómo pasó eso?.

— Cuando desde el seno de su madre, Zal hizo su entrada en la existencia, el color de su cabello era todo albino y su rostro completamente blanco. Su padre, Sam, mandó que lo arrojasen al desierto. También su madre estaba profundamente desconsolada por haberle dado a luz. Cuando vio que su hijo tenía un aspecto tan repulsivo, aceptó lo que se le mandó.

Zal fue abandonado en el desierto. Era invierno y hacía frío. Nadie imaginaba que el niño pudiera sobrevivir mucho tiempo. Pasaron algunos días y su madre se arrepintió y le entró pena por su hijo. "Iré al desierto - se dijo - .Tengo que ver qué ha sido de mi niño". Cuando llegó al desierto dio con él y hete aquí que estaba todavía vivo. Simorgh lo había protegido con sus alas. Cuando la mirada del niño se topó con la de su madre, este le sonrió. Entonces lo tomó en brazos y lo amamantó. Quería llevárselo consigo a casa, pero se dijo: -"No, hasta que no sepa cómo ha sobrevivido Zal durante estos días, no volveré a casa"-.

Abandonó pues a Zal en el mismo lugar, bajo el ala de Simorgh y se escondió en los alrededores. Cuando cayó la noche y Simorgh se retiró del desierto, se acercó a Zal una gacela y le puso sus ubres en la boca del niño. Cuando terminó de mamar su leche, se recostó junto a la cabeza del pequeño, para proteger a Zal de todo peligro. Entonces, se levantó su madre, ahuyentó a la gacela y se trajo al niño a su casa.

— ¿Qué secreto se oculta en ese relato?, pregunté al Sabio.

— Yo mismo interrogué a Simorgh al respecto y esto es lo que me dijo: "Zal vino al mundo terrestre bajo la mirada de Tuba. No permitimos que pereciese. Entregamos la cría de la gacela al cazador e infundimos a la gacela, su madre, amor por Zal para que se ocupase de él y le amamantase. Durante el día, yo mismo lo guardaba bajo mis alas".

— ¿Y el caso de Rustam y de Esfanyar?.

— Esto fue lo que pasó. Rustam no fue lo suficientemente fuerte para vencer a Esfanyar y, cansado, volvió a su casa. Su padre, Zal, se deshizo en súplicas ante Simorgh. Pues bien, tiene Simorgh una virtud natural tal que si se pone directamente delante de él un espejo o cualquier objeto semejante, todo ojo que mira en este espejo queda deslumbrado. Zal mandó fabricar una coraza, totalmente pulida y se la puso a Rustam. Le colocó también en la cabeza un yelmo perfectamente pulimentado y vistió su caballo con láminas de espejos.

Entonces ordenó a Rustam que se colocase en el campo de batalla, justo enfrente de Simorgh. Esfanyar tenía que venir de cara a Rustam. Cuando se aproximó, el reflejo de los rayos de Simorgh que caían sobre la coraza y sobre los espejos, alcanzó los ojos de Esfanyar, de manera que quedó deslumbrado y cegado por su luz. Pensó que había sido herido en los ojos, porque llegó a entrever como dos puntas de flecha afiladas. Cayó del caballo y murió a manos de Rustam. Se cree que las dos puntas de flecha de madera de gaz de la que hablan las historias, eran las dos alas de Simorgh.

— ¿Quieres decir, — pregunté al Sabio — que en todo el universo no ha existido más que un solo Simorgh ?.

— No, sólo el que no sabe piensa equivocadamente así. Si no descendiese incesantemente a la tierra desde el árbol Tuba un Simorgh y no desapareciese simultáneamente el que estaba en ese momento en la tierra, es decir, si no viniese continuamente un Simorgh, nada de lo que existe aquí, subsistiría. Y lo mismo que él desciende a la tierra, igualmente va desde el árbol Tuba a los Doce Talleres.

— Entonces exclamé: ¿Qué son, ¡oh sabio!, esos Doce Talleres?.

— En primer lugar, sabe que cuando nuestro Rey quiso organizar su reino, organizó en primer lugar nuestra región. A continuación nos puso a nosotros mismos a trabajar. Instituyó Doce Talleres y en cada uno de esos Talleres colocó a algunos aprendices. A su vez, puso a trabajar a estos aprendices, de manera que, bajo la dependencia de estos Talleres superiores, apareció un nuevo Taller y nuestro Rey puso en él a un Maestro. A este Maestro le encargó una nueva tarea, de manera que bajo la dependencia de este nuevo Taller, surgió otro más. También en este puso a trabajar a un Maestro, de manera que de este surgió otro Taller, confiado a un tercer Maestro y así hasta que hubo siete Talleres y al frente de cada Taller, un Maestro. Entonces, a cada uno de los aprendices que estaban distribuidos en las doce Casas, les dio un vestido de honor. También le dio un vestido de honor al primer Maestro y le confió como propios dos Talleres entre los Doce superiores. Al segundo Maestro, le dio también un vestido de honor y le confió a su vez otros dos Talleres de entre los doce superiores. Y lo mismo al tercer Maestro. Al cuarto Maestro le dio un vestido de honor que era el más hermoso de todos pero no le confió más que un solo Taller de los doce superiores. Sin embargo, le ordenó supervisar estos doce. A los Maestros quinto y sexto les dio respectivamente lo mismo que les había dado al segundo y tercer Maestro. Cuando le llegó el turno al séptimo, no quedaba más que un Taller de los doce. Se le dio un Taller, pero no se le dio un vestido de honor. El séptimo Maestro, entonces, comenzó a dar fuertes gritos: "¡Cada Maestro tiene dos Talleres y yo no tengo más que uno. A todos se les ha dado un vestido de honor y yo no tengo ninguno!".

Se le dijo entonces que, dependiendo de su Taller, serían instituidos dos Talleres y que se le pondría al cargo de ellos. Y dependiendo del conjunto de todos los Talleres, fue fundada una plantación, cuyo cuidado fue encomendado igualmente al séptimo Maestro. Además, se estableció que del hermoso vestido del cuarto Maestro, se le haría continuamente al séptimo Maestro un vestido usado más pequeño de modo que siempre el vestido de uno sería a su vez el vestido del otro, tal como te he dicho que pasa a propósito de Simorgh.

— ¡Oh sabio!,— insistí yo —, ¿qué se teje en esos Talleres ?.

— Se teje sobre todo brocado, pero se teje también toda clase de cosas de las que todavía nadie tiene idea. También en estos Talleres se teje la cota de mallas de David.

— ¿Qué es, ¡oh sabio!, la cota de mallas de David?.

— Esa cota de mallas son las diversas ataduras que te aprisionan.

—¿Cómo las fabrican?.

— En cada una de las cuatro tríadas que componen los Doce Talleres superiores se fabrica un anillo. Del trabajo de los Doce Talleres se obtienen cuatro anillos. Pero la cosa no termina aquí. Estos cuatro anillos son presentados al séptimo Maestro para que los trabaje. Cuando los tiene a su disposición, el séptimo Maestro los planta en el campo y ahí se quedan, inacabados, durante un tiempo. A continuación, los cuatro anillos son engarzados uno a otro y su conjunto forma un tejido rígido y firme. Entonces se hace prisionero a un halcón como tú, echándole encima esta cota de mallas de modo que lo aprisione totalmente.

—¿De cuántos anillos se compone cada cota de mallas?, pregunté yo.

— Si se pudiese saber cuántas gotas de agua tiene el mar de Omán, se podría decir cuántos anillos tiene cada cota de mallas.

— Pero, ¿hay algún medio por el que uno pueda desembarazarse de esta cota de mallas?.

— Por medio de la Espada India.

—¿Y cómo se puede coger esa Espada?.

— En nuestro país hay un verdugo. Tiene en su mano esta Espada. Hay una regla por la que, cuando una cota de mallas ya ha prestado los servicios que tenía que prestar durante un tiempo y expira su plazo, este verdugo la golpea con su Espada y el golpe es tal que todos los anillos se destrozan y se desparraman.

— Para el que lleva esta cota, ¿hay alguna diferencia en la manera de recibir el golpe?.

— Ciertamente que hay diferencias. Para unos el impacto es tal que, aunque hubiesen empleado un siglo en buscar la clase de sufrimiento más intolerable y fuese cual fuese el sufrimiento que hubiesen logrado imaginar, jamás llegarían a concebir la violencia del golpe que les hace sufrir esta Espada. Para otros, al contrario, el golpe es más llevadero.

— ¡Oh Sabio!, ¿qué debo hacer para que este sufrimiento se me haga más llevadero? .

— Encuentra el Manantial de la Vida. Tomando agua de ese Manantial, échatela a raudales sobre la cabeza, hasta que esta cota de mallas, en vez de aprisionarte estrechamente se vuelva un simple vestido que te roce con suavidad. Entonces serás invulnerable al golpe que te propine esa Espada. Esta Agua, en efecto, vuelve mullida la cota de mallas y cuando se queda totalmente mullida, el impacto de la Espada no hace ya sufrir.

— ¡Oh Sabio,¿ dónde se encuentra ese Manantial de la Vida?.

— En la Oscuridad. Si quieres viajar en busca de esta Fuente, cálzate las mismas sandalias que Jádir, el profeta, y avanza por la senda del abandono confiado hasta que llegues a la región de la Oscuridad.

—¿En qué dirección se va?.

— En cualquier dirección que vayas, si eres un verdadero Peregrino, alcanzarás la meta de tu viaje.

— ¿ Cuál es la señal de haber entrado en la región de la Oscuridad?.

— La Oscuridad de la que se toma conciencia. Pues tú mismo estás en la Oscuridad pero no tienes conciencia de ello. Cuando el que emprende este camino se ve a sí mismo como estando en la Oscuridad, es que ha entendido que estaba ya antes en la Noche y que la claridad del Día todavía no ha tocado sus ojos. Este es el primer paso de los verdaderos peregrinos. Sólo entonces, a partir de allí, puede uno elevarse. Si alguien, pues, alcanza esta estación, a partir de allí sí que es posible que avance. El buscador del Manantial de la Vida pasa en la Oscuridad por todo tipo de situaciones incomprensibles y angustiosas. Pero si es digno de encontrar esta Fuente, al final, tras la Oscuridad encontrará la Luz, pues esta Luz es un Resplandor que desciende desde lo alto del Cielo sobre el Manantial de la Vida.

Si llega al término del viaje y se baña en esta Fuente, se hará invulnerable al golpe de la Espada, como dicen estos versos:

Déjate matar por la espada del Amor
Para encontrar la Vida de la eternidad
Pues por la espada del ángel de la muerte
Nadie da señal de que se resucite.

El que se baña en esa Fuente, nunca jamás se manchará. El que ha hallado el sentido de la Verdadera Realidad, ese ha llegado a la Fuente. Cuando emerge de la Fuente, ha alcanzado la Aptitud que le hace similar al bálsamo del que destilas una gota en el hueco de tu mano, tendida al sol y la traspasa hasta el dorso. Si tú eres Jádir, también tú puedes pasar sin dificultad a través de la montaña de Qaf ".

...Cuando terminé de contar estas cosas a mi querido amigo que me lo había pedido, exclamó:

"Tú eres realmente eso, un halcón que fue cogido en la red y que ahora da caza a otros animales. Pues bien, atrápame a mí; no seré una mala presa colgada de la silla de montar del cazador".

Sí, soy yo el halcón que a cada instante
los cazadores del mundo necesitan,
Son mis presas
de negros ojos las gacelas.
Pues la Sabiduría parécese a las lágrimas
Que los párpados filtran.
En presencia mía, el literal sentido
De las palabras, vuela
Y el escondido
Se aprende a ir recogiendo
En esta escuela.

"Shahāb ad-Dīn" Yahya ibn Habash Suhrawardī o Shahab al-Din Sohravardi
Traducción de Mehdi Flores

Tomado de la página https://www.webislam.com/articulos/18164-el_relato_del_arcangel_purpurado.html




"El universal no existe en los individuos, pues lo que existe en el individuo ha recibido una existencia concreta (huwîya), que no se puede compartir, y en cambio el universal es aquello cuya esencia se puede compartir."

 Sohrevardi



"Había entre los antiguos persas una comunidad de personas guiadas por Dios que, por lo tanto, caminaban por el camino verdadero, dignos de los sabios filósofos, sin ningún parecido con los Magos (dualistas). Es su preciosa filosofía de la Luz, la misma que atestigua la experiencia mística de Platón y sus predecesores, que hemos revivido en nuestro libro llamado Filosofía iluminacionista (Hikmat al-'Ishraq) , y no he tenido ningún precursor en El camino de tal proyecto."

Sihab al-Din Yahya Suhrawardi o "Shahāb ad-Dīn" Yahya ibn Habash Suhrawardī también conocido como Sohrevardi


"La perfección de la palabra-alma es la elevación (intiqâsh) de la existencia, por parte de la causa de las causas, hasta la existencia última y al conocimiento intuitivo del orden y de la vida futura."

 Sohrevardi


"Quienquiera que conozca la filosofía ( hikmat ) y persevere en agradecer y santificar la Luz de las Luces, será dotado de gloria real ( kharreh ) y de esplendor luminoso ( farreh ), y, como hemos dicho en otra parte, la luz divina se otorgará más adelante. Él es el manto del poder real y el valor. Una persona así se convertirá en el gobernante natural del universo. Se le dará ayuda de los altos cielos, y todo lo que manda se obedecerá, y sus sueños e inspiraciones alcanzarán su máximo nivel. pináculo perfecto."

al-Suhrawardī, Šihāb al-Dīn Yaḥyā al-Maqtūl


"Si fuera el mar tinta para las palabras de mi Señor, se agotaría el mar antes de que se agotaran las palabras de mi Señor, aún si añadiésemos otro mar de tinta."

 Sohrevardi






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