Ars poética

"¡Belleza, flor de sueño, al fin alientas
después de tanto espanto y tanto llanto!
Porque también tu gracia puede tanto, 
tanto más que el crujir de las afrentas.

Después de la dolencia del espanto,
cómo surgen tus músicas sedientas:
surtidores que ayer fueron tormentas
murmullos que mañana serán canto.

Se escondió tu vigilia donde pudo,
durmió entre los escombros hecha un nudo, 
se ocultó en un rincón de la cornisa.

Pero ha venido el tiempo del sosiego.
¡Y tú, belleza, manantial de fuego,
renaces otra vez de la ceniza!"

David Escobar Galindo


"Cada virtud tiene su propio compás de espera."

David Escobar Galindo



Como los dioses en su audaz vigilia...

"Como los dioses en su audaz vigilia,
me asombro de estar vivo y de estar muerto.
La palabra revienta en el silencio
y el silencio se nutre de palabras.
¿Cuál es la diferencia entre estar vivo
y estar muerto? -Los dioses son balanzas."

David Escobar Galindo


"Contra lo que pueda pensarse, la memoria nunca se mira dos veces en el mismo espejo."

David Escobar Galindo




"Cualquier parecido de la memoria con algún paisaje del pasado es un simple parecido consigo misma."

David Escobar Galindo



Deja que el aire libre se libere...

"Deja que el aire libre se libere
más aún, oh Dolor, deja que afine
su transparente fuego Mnemosine
para cantar lo que viviendo muere.

Que así, en lo oscuro, mi estupor inquiere
y en mano abierta el eco se define
ante la espina que la mano hiere.

Deja pues, oh Dolor, que me encamine
hacia la lumbre que mi lumbre quiere,
lenta unidad de noche que termine.

Y así en el blanco oficio que me espere
la vida clara y corporal germine
como si el día sin fronteras fuere."

David Escobar Galindo



"...El sol entre los árboles ardiendo
me quema la mirada, me enternece..."

David Escobar Galindo



"La desnudez menos deseable es la que nunca estuvo cubierta de velos. En la piel y en las ideas."

David Escobar Galindo




"La eternidad es un sueño mágico que se nos quedó grabado en el subconsciente."

David Escobar Galindo



"La memoria del mar es la línea recta que llamamos horizonte."

David Escobar Galindo



"Sólo cuando la inspiración se vuelve doméstica es capaz de volar al infinito."

David Escobar Galindo


Todos los minutos llevan a este día 

  
"El vuelo de las gaviotas -silencioso y perfecto-
Me hizo sentir por vez primera el gozo agudo -casi aroma recóndito- 
                                                              de la inmensidad;
Supe allí que lo inmenso es la categoría interior de cada uno de los minutos,
Antesala de infinitud que puede ser el amor o la muerte,
Graciosas florescencias de este agitado vilo de la sangre.

Y lentamente me fui acercando al mar que sopla día y noche,
Con los ojos oscurecidos por el pulso devorador del más íntimo verde,
Respirando la luz como una esencia histórica, fruto diluido de los actos 
                                                          de amor que a todos nos preceden,
Desde todos los rumbos de la sombra plural, sentida y encarnada,
Que alumbra con su música las soledades de nuestros instintos;
Y esto -dicen los entendidos- es la nostalgia de la generación,
El sabor que desgasta la lengua al entreabrir los ojos mientras llueve 
                                                      sobre los suaves huesos del zodíaco.
Pero no quiero parecer un deudo: la alegría de regresar de un viaje incógnito me produce un orgasmo
Igual que la conciencia de navegar por época tan llena de semejantes ofendidos;
Placer y dolor en alternancia de sístole y diástole,
Hasta que de tanto pensar el existir se alimenta de sus propias 
                                                                                                   espumas, 
Perfecto mar de áspera transparencia.
¿Será visible mi cara entre los alambres de una conversación 
                                                                                    vanamente esperada?

Lo único que puedo afirmar es el origen de mi pulso,
Su desembocadura rigurosa, 
Y desde aquí, desde la negación de la nada,
Desde el azogue de las instrucciones,
Pensando de repente en los brazos alzados de una mujer que vuela llameando hacia mi pecho de piedra sofocada,
Desde aquí se levantan los ojos que iluminan la intimidad del propio ser  lanzado al mundo
con sólo un par de rígidas tijeras,
como si nadie velara en secreto
y la vida por fin tuviera nombre, y se llamara vena, prisa, luna, 
                                                                           estupor de la blanca saliva,
destino -la palabra que ya no existe en las tesis doctorales-.

Tal es la inmensidad, caer en uno mismo, sin perder los pequeños amores del vecindario y la confianza,
acotaciones del deber social que va tejiendo con palabras y actos su tela 
                                                                                                  de púrpura,
desfogue sideral de la rutina, más bello que cualquier poema contra 
                                                        la fantasía o el desajuste de los precios;
porque en la gota de sal que estas palabras sueltan para los escuchas 
                 hay un síntoma rotundo que es el sabor de lo que historia fue
y pulsa como vida y va en camino de naturaleza,
el saber del minuto que se bebe sus rayos, exactamente como el mar se camina en silencio oscureciéndose 
en la iluminación de la paciencia.

Fuego transido que se confunde con la respiración -así es el mar-,
oficio entre cuyas alas se anima alguna forma de esplendor apolíneo, memoria de las flores multiplicadas 
por millones bajo mi cabeza;
y si no fuera suficiente, la encarnación de este tiempo es el vuelo sordo de la gaviota, la decepción de los pergaminos 
que se consumen al solo nombre  de un viento marginal;
pacíficamente, los ideólogos copan las salidas, llenan los puestos de  revistas con retratos de líderes,
el mar está en peligro de morir,
“también se muere el mar”,
así concluyen su audiencia apocalíptica la Ciencia y la Poesía, 
las organizaciones más influyentes escriben con letras de oro 
“Derechos Humanos” en los cartapacios de los  oradores,
ah la cultura de los espejos espejismos,
la lucha personal desde el seno de arena,
saca el aire una mano y se la comen los vilanos -antiguos protagonistas 
                                                    de fábulas para contarse en el alféizar-,
y sólo queda el sonido de mar como estatua animosa del juicio, 
ánima cruel en su hamaca sagrada;
ya nada ceja hasta invadirme, nadie,
pero cada quien es mayor que todo lo que pueda vencerle,
encadenarle,

más aún si se trata de este golpe de terminal racionalismo,
sacudida del tiempo que se proclama “edad de transición”, umbral del  pleno sueño”, 
“apertura de todos los espacios humanos”, 
¿y dónde sangro yo, pertinaz minotauro, si el eterno retorno es una alegoría de gaviotas?

Así fue como estoy,
así será como viví,
obra que se reencuentra sin descanso,
nudo de los resúmenes corales,
e igual les pasa a los que se detienen a respirar el aire del océano bajo, dominador oscuro, incestuoso, 
de todo lo que es aún visible,
hasta aprender el sacrificio de la mariposa que se traga el insecto más amargo,
con tal que el pájaro que la devore vomite sin remedio, 
inasible pureza,
crucial inmensidad."

David Escobar Galindo


Yo no soy Pedro

"Yo no soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.

Yo no soy pura sangre,
ni mestizo,
ni natural del valle o de la estepa.

Mi pensamiento es un pequeño mundo.
Un mundo de orfandad de pura cepa.

Vine de no sé dónde,
un día en que unas manos
se estrecharon a medias.

Y tú -poesía, viento-
ni lo haces más atroz,
ni lo remedias.

Yo no soy Gran Collar,
ni estoy triste,
ni creo en la derrota.

Admiro el rostro inmenso del océano,
pero prefiero el brill0
de una gota.

Me gusta la verdad de los que esperan,
y el amor
hecho vida.

Y creo en el retorno de los tiempos,
en otra dimensión
desconocida.

Recuerdo vagamente algunos signos,
algún destello de mitología,
alguna forma gris de echar la suerte.

Y no le tengo miedo a lo que venga:
ni al ojo solapado de la vida,
ni al párpado sincero de la muerte.

Yo no soy la bandera,
ni el perdón,
ni el cayado.

Ni soy el que descubre,
ni el que salva
o reclama ser salvado.

Yo no soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.

Yo soy un soplo de aire.
Un sonido que pasa.
El sonido fugaz de un milagro profundo. 

Pues soy más que la carne misteriosa
en que alguien -una vez-
me trajo al mundo."

David Escobar Galindo










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