"Aparte el aislamiento y los inquietantes sueños, a Estornudos le gustaba la escuela. La playa era algo estupendo, una vez te acostumbrabas a estar en el agua; el autodeportes construyó para Estornudos una especie de arnés de flotadores que éste podía llevar sin problemas, y no pasó mucho tiempo sin que pudiera nadar con los demás. Las clases eran interesantes. Los demás estudiantes eran como mínimo tolerables, si no cálidamente amistosos. Y la isla era hermosa, aunque llena de curiosas y a veces preocupantes cosas. Por ejemplo, había la pradera justo encima de la escuela. Enormes rumiantes de largos cuernos pastaban en ella. Cuando Estornudos buscó información sobre ellos en las bases de datos, descubrió que se llamaban «ganado», y cuando supo para qué se criaba generalmente el ganado, se sintió enfermo. Estornudos había pasado sus cuatro años en la Rueda de Vigilancia resueltamente decidido a no pensar en la forma en que sus compañeros de escuela preferían obtener sus proteínas. Ahora se veía enfrentado a la mugiente y defecante fuente de asados y hamburguesas. ¡Asqueroso! El noventa y nueve por ciento de la dieta de Estornudos, como de cualquier Heechee que se preciara, procedía de los helados gases cometarios…, o de cualquier otra fuente que se hallara a mano de los cuatro elementos básicos de la nutrición humana, carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Bastaba con añadirles unos cuantos elementos secundarios, y la comida CHON podía convertirlos en algo de tu agrado. Era barato. Era enormemente nutritivo, puesto que estaba fabricado para que cumpliera con todos los requisitos de una dieta. Y no requería matar nada que pudiera sentir dolor.
De todos modos, la mitad de las comidas de la escuela eran CHON. Había una Factoría Alimentaria flotante en los someros mares vecinos a la cercana isla de Tahití, que absorbía sus materiales básicos del mar y del aire. Pero los niños humanos, como los adultos humanos, parecían disfrutar con la visión de aquellos sangrantes «bistecs» que comían, procedentes directamente de animales vivos…, aunque no, por supuesto, de los que pastaban justo encima de la escuela, porque aquél era un ganado selecto dedicado a otros fines especiales.
No habló de esos fines especiales con sus compañeros de escuela. Eso fue una suerte para Estornudos, porque criar animales para comerlos (hubiera descubierto muy pronto) no era después de todo el uso más repelente al que podían destinarse.
Durante el segundo mes de estancia de Estornudos en la isla de Moorea ocurrieron dos cosas buenas.
La primera fue que llegó su capullo, y fue instalado en el cubículo de su dormitorio, de modo que a partir de entonces pudo acurrucarse feliz entre los blandos copos de espuma y cerrar la tapa sobre su cabeza para dormir, como cualquier Heechee que se preciara. Esto dio origen a una buena cantidad de bromas de sus compañeros de dormitorio, pero Estornudos las toleró de buen talante. Aquello no detuvo los sueños; pero al menos fue una mejora respecto a las estériles y desagradables mantas y sábanas bajo las que tenían que meterse los pobres niños humanos.
La segunda fue que la directora de la escuela descubrió lo mal ajustado que estaba el programa médico normal para un niño Heechee, y se tomó la molestia de adquirir otro más adecuado. El nuevo programa tomó la forma de un apuesto macho Heechee, de piel cobriza y ojos profundos. Poseía un centímetro de plumón sobre su liso cráneo, y los tendones de su hombro y cuello se agitaron amistosamente cuando saludó a Estornudos. Le gustó enormemente su nuevo automédico desde el primer encuentro, y cuando llegó el momento del segundo acudió a él de buen grado. Oniko tenía que pasar su revisión al mismo tiempo. Estornudos la ayudó cuidadosamente a cruzar el estrecho pasillo, aunque con su bastón la niña era capaz de arreglárselas ya razonablemente por sí misma, y saludó alegremente a la autoenfermera.
Para sorpresa de ambos, la enfermera los condujo a una misma habitación. El joven Heechee de Estornudos y la mujer humana de mediana edad de Oniko estaban sentados juntos al otro lado del escritorio, y había un par de sillas para los niños."

Frederik Pohl
Los anales de los Heechees



"El pensamiento me inmovilizó unos instantes. Yo estaba acostumbrado a mi categoría. No sería nada agradable ser otra vez un cualquiera. Le di un repaso a mis conocimientos de conservacionismo… No. Era muy difícil que volvieran a mimarme.
Hola, Kathy. Adiós, edificio Schocken. Subimos hasta la plataforma delantera, donde estaba instalado el puesto de observación. Todas las caras me eran desconocidas.
En los cohetes que van a la Luna, equipados con unos tentaculares aparatos de radar, no hay ventanas. El estético pero inútil espectáculo de los astros está reemplazado por una sólida pared de acero. Yo nunca había visto las estrellas desde el espacio.
Desde el puesto de observación se veía la noche, una noche blanca. Las estrellas más brillantes resplandecían sobre un fondo de partículas estelares desparramadas a su vez sobre un telón de polvo de estrellas, No había ni una migaja de espacio que no fuera blanca. Todo era luz, todo era manchas ardientes. Un anillo de fuego señalaba la posición del Sol."

Frederik Pohl
Mercaderes del espacio



"Es extremadamente listo, considerando lo estúpido que es."

Frederik Pohl



"La dejé durmiendo en mi cama y bajé lentamente a Central Park. Pasé a buscar a Klara, no la encontré, le escribí una nota diciendo dónde estaba, y me quedé una hora acostado sobre la hierba, contemplando las moras que maduraban en los árboles. No había nadie, a excepción de una pareja de turistas que daba una última ojeada antes de que partiera su nave. No les presté atención, y ni siquiera les oí marcharse. Me compadecía de Louise y de todos los Forehand, e incluso más de mí mismo. Ellos no tenían suerte, pero lo que yo no tenía dolía mucho más; no tenía el valor de averiguar adónde me conduciría mi suerte. Las sociedades enfermas exprimen a los aventureros como si fueran granos de uva. Los granos de uva no tienen gran cosa que decir sobre ello. Supongo que ocurrió lo mismo con los marineros de Colón o los pioneros que atravesaron el territorio comanche en sus carretas; debían de ser unos necios asustados, como yo, pero no tenían alternativa, como yo. Pero, Dios de los cielos, qué asustado estaba yo."

Frederik Pohl
Pórtico


"La relación es evidente. Sube la publicidad, baja la poesía. Las personas capaces de escribir poemas musicales, emocionantes, conmovedores, son muy pocas. Cuando fue posible obtener excelentes entradas aplicando el talento lírico a la publicidad, la poesía quedó en manos de unos chiflados sin inspiración que gritan para hacerse oír y tratan de distinguirse con actitudes excéntricas."

Frederik Pohl



"Lo que distingue a los hombres no es su manera de ganarse la vida, sino más bien su manera de perder el tiempo."

Frederik Pohl


“Nadie está siempre preparado para cualquier cosa.
Nada es tan bueno que alguien, en algún lugar, no lo va a odiar.”

Frederik Pohl
Leyes de Pohl

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