Los seres humanos somos información. Nuestros pensamientos, sensaciones, percepciones, sentimientos y emociones tienen su origen en la información acumulada a lo largo de nuestras vidas. Todo esto nos conduce a una conclusión absolutamente sorprendente e inesperada: el universo es una gigantesca computadora cuántica y nosotros somos sus más sofisticadas y extraordinarias creaciones. De la misma manera que un adolescente rescata la información y su historia personal antes de que la computadora llegue al límite de su funcionamiento y la introduce en otra computadora viable y posiblemente recién salida de fábrica, el universo, a través de complejas operaciones computacionales, rescata una personalidad humana en un cerebro distinto al cerebro físico que se encuentra próximo a abandonar. Este otro cerebro también es material, pero se encuentra fabricado con partículas fundamentales distintas. A esta contraparte sutil del cerebro material yo le he dado el nombre de “cerebro invisible”. Debido a las propiedades únicas de sus componentes no lo vemos con nuestros ojos físicos. Ambos procesadores de información, el cerebro visible y el cerebro invisible, ocupan el mismo espacio. Es en este cerebro invisible donde la mente y la conciencia individualizada sobrevivirá a la muerte del cerebro material que le dio nacimiento.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 5


De acuerdo con mi propio conocimiento y experiencia, creo que una mente puede ser definida como aquello que nos permite percibir, organizar y entender la realidad que experimentamos. Para ello, la mente se vale de instrumentos físicos, como los órganos de los sentidos, y sofisticados procesadores de información como el cerebro. No solo eso, gracias a la presencia de programas informáticos somos capaces de manipular los datos que utilizamos a diario. Un misterioso y huidizo componente, la conciencia, hace que la mente cobre vida. Sin la conciencia no habría sensaciones, sentimientos y emociones, careceríamos de un “yo personal” y seríamos incapaces de darnos cuenta de nuestra existencia en el espacio y el tiempo físicos. A pesar de todo lo que hemos aprendido en los últimos ciento cincuenta años, es muy poco lo que sabemos acerca de su origen y de su naturaleza, de su funcionamiento y de su último destino.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 22


Algunos neurocientíficos entusiastas afirman hoy que, gracias a las neurotecnologías innovadoras más recientes, ya somos lo suficientemente capaces de ver en vivo y en directo los pensamientos, las emociones y los sentimientos. Esto no es cierto. Cuando alguien afirma que a través de procedimientos muy sofisticados como la resonancia nuclear magnética cerebral, la tomografía por emisión de positrones o la resonancia magnética funcional del cerebro vemos un pensamiento, una emoción o un sentimiento, estamos queriendo decir que estamos visualizando aquellas áreas del cerebro que se activan cuando estamos pensando, sintiendo o experimentando emociones. Esto es muy diferente a afirmar que vemos imágenes, nociones o conceptos, o las cualidades y la naturaleza de los sentimientos tal y como los experimentamos a diario en la conciencia. Un sencillo ejemplo te mostrará lo que te he querido decir. En la película Viaje fantástico de Isaac Asimov, de la Century Fox, un equipo de científicos y su pequeña nave son miniaturizados e introducidos en la corriente sanguínea de un científico, el doctor Jan Benes, que se encuentra en estado de coma debido a una grave lesión cerebral. Luego de numerosas aventuras y peripecias a través de los diferentes órganos y tejidos del cuerpo, nuestro equipo llega finalmente a su destino: el sistema nervioso. Allí, sus integrantes solo ven actividad química y eléctrica que se traduce en moléculas y destellos luminosos que corren de aquí para allá. A pesar de este enorme mar de información que viaja de un punto a otro en forma de patrones de luz, hormonas y neurotransmisores, la personalidad del doctor Jan Benes parece estar completamente ausente. Pensamientos, conceptos, imágenes mentales, sensaciones, sentimientos y emociones no aparecen. El llamado ejecutivo central o fantasma de la máquina parecía haber desaparecido por completo. A pesar de ello, nadie duda de la existencia de la personalidad del doctor Benes. Debido a nuestra incapacidad de atrapar una mente en el laboratorio, los conductistas siempre negaron su existencia. Nada de privacidad ni de representaciones mentales, nada de creencias, deseos o intenciones, nada que huela a mentalismo o a estados de carácter subjetivo. Para estos estudiosos del comportamiento humano solo la conducta era públicamente observable. La introspección, que fue el método utilizado por una gran parte de los filósofos de la Antigüedad para estudiar la mente, fue sustituida a finales del siglo XIX por el método positivo de la ciencia moderna.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 24


De igual manera que nuestras escrituras sagradas constituían las revelaciones dadas por Dios a los profetas de Israel, los Vedas eran el producto de las verdades reveladas a los antiguos veedores o sabios a través del método introspectivo. Nyaya (ciencia de la lógica y la deducción), Vaisesika (teoría atomista de la materia), Yoga (ciencia de la unión entre la conciencia individual y la conciencia suprema o Dios), Samkhya (espíritu y materia como los dos principios universales y eternos), Mimansa (reglas para una correcta comprensión de los Vedas) y Vedanta (doctrina de la no dualidad) fueron las grandes escuelas representativas del pensamiento tradicional de la India. Los sistemas de pensamiento considerados heterodoxos no acataban la autoridad védica. Se desarrollaron por vías alternas, aunque algunos utilizaron instrumentos de introspección similares. Estos sistemas fueron el materialismo Charvaka, el budismo de Siddharta Gautama y el jainismo de Mahavira.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 32


La información es un concepto tan misterioso como esquivo. Muchos creen que es una entidad básica como la materia, la energía o la conciencia. Todo lo que nuestra mente contiene es información. Un pensamiento, una idea, una imagen, una noción o un concepto, todo es información. Somos información. No entender este concepto tan fundamental ha llevado a los neurocientíficos y a los psicólogos cognitivos a limitar la mente y la conciencia humana a un cerebro. Para ellos, la ecuación suena muy sencilla: la mente es el cerebro. Pero la información no es la estructura física cerebral. Ella viaja a través de las vías nerviosas que mencionábamos. Un carro viaja por una autopista. El carro no es la autopista. Así como yo puedo sacar el carro de la autopista, la totalidad de la información es independiente de la red nerviosa y puede ser extraída de ella. Otros ejemplos: la información contenida en un audio no es la cinta o el CD del audio; tampoco es la grabadora que nos permite reproducirla. Una película no es el DVD donde se encuentra grabada la información para su lectura, tampoco el plasma o LED donde pueda ser proyectada. Eso mismo pasa con el cerebro y la información que la mente contiene. El cerebro contiene la información, pero no es la información, y esta información puede teóricamente ser extraída del cerebro como hicimos con la información del audio o de la película proyectada…
El problema de la supervivencia humana a la muerte corporal no es un problema filosófico o religioso, es un problema informático y computacional. El universo es una gigantesca computadora cuántica y nosotros somos sus creaciones.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 37-38


La conciencia es el elemento no computable y, de acuerdo con todas las tradiciones religiosas y filosóficas del mundo, lo verdaderamente inmortal.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 42


De acuerdo con la escala de tamaño, la secuencia desde lo infinitamente pequeño hasta lo infinitamente grande sería así:

Bits de información
Cuerdas
Quarks y electrones
Protones y neutrones
Átomos
Moléculas
Elementos
Sustancias
Universo material

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 49


No necesitamos volvernos físicos, pero es importante saber que tanto las propiedades de las partículas como las diferentes fuerzas de la naturaleza van a determinar cómo se comportará el futuro universo y si permitirá finalmente la aparición de la vida dentro de sus propios límites.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 52


La materia de la mente

En la realidad física podemos encontrar una diferencia semejante dependiendo del estado de la materia del soporte físico donde la información está representada. La palabra agua puedo escribirla en un papel blanco, sobre un trozo de hielo o en el cielo gracias al humo que despiden las avionetas utilizadas para este fin. El papel, el trozo de hielo y el material gaseoso son tres tipos de formatos representacionales. Cuando la palabra está escrita en el papel, es duradera. En el hielo se desvanece y se convierte en líquido en pocos minutos si nos encontramos en una zona caracterizada por altas temperaturas. El mensaje escrito con humo dura varios minutos, dependiendo de la velocidad del viento y de otros factores locales. ¿Cuál es la causa de la diferencia de esta duración en el tiempo? El estado físico del material utilizado como soporte. En el papel la materia se encontraba en un estado sólido, en el hielo, al derretirse por las altas temperaturas, el agua termina convirtiéndose en líquido. En el humo, la materia está presente en un estado gaseoso. Son las propiedades del material lo que finalmente determinarán la claridad y la durabilidad de las imágenes que soportan la información. Mi propuesta es que la materia visible constituye el soporte físico de la imagen original, de allí su claridad, transparencia y estabilidad. La materia invisible, oscura o exótica a la que nos referimos en este libro es la que guarda nuestras realidades mentales y espirituales; por eso su poca claridad, nitidez y falta de estabilidad. En la percepción física o mental, la conciencia que observa es la misma, la información es la misma. Lo único que parece cambiar es el soporte físico que representa la información en el mundo físico y en el mundo de la mente. De allí la inestabilidad de los contenidos que aparecen como imágenes en la conciencia.
(…)
Por supuesto que pueden existir otros factores que influyan en la nitidez, claridad y estabilidad de las imágenes mentales. Durante el sueño o a través de estados alterados de la conciencia como la hipnosis o la meditación, las imágenes ganan en fuerza e intensidad y se presentan en la conciencia como lo hacen cuando vemos directamente el objeto frente a nosotros en la vigilia. Pero la idea sigue siendo la misma: un tipo de materia diferente es utilizado por la mente para darle un soporte físico a la información en la conciencia. Es posible que el comportamiento de este tipo de materia cambie dependiendo del estado de conciencia en el que se encuentre el sujeto donde la información está siendo representada.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 63 y 305

La idea que propongo en este trabajo es tan vieja como la humanidad misma, pero ha sido relegada al terreno de la fantasía y de la ficción por la ciencia contemporánea. Si esto es correcto, la mente estaría utilizando no solo diferentes maneras de procesar la información sino también diferentes tipos de procesadores. Esto nos conduce a una conclusión muy diferente a la planteada inicialmente de que la mente es un producto exclusivo de la actividad cerebral física. Las neurociencias nos informan de la existencia de un solo procesador de información, el cerebro físico. Y creemos pensar, sentir y actuar a través de esa masa única de materia blanca y gris estudiada por neuroanatomistas y neurofisiólogos. ¿Cómo, entonces, nos atrevemos a afirmar que podrían existir otros tipos de procesadores?

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 65


… la mente utiliza diferentes tipos de procesadores de información. El cerebro físico es solo uno de ellos. Interpenetrándolo, existe otro cerebro que no vemos y no percibimos. Es un cerebro que, al igual que su contraparte física, recibe, procesa, almacena y transmite información. Y al igual que su gemelo material, está hecho de materia, pero de un tipo de materia muy diferente al tipo de materia visible que conocemos y cuyos componentes fundamentales, aunque intuidos por la física contemporánea, no se encuentran actualmente descritos en el modelo estándar de la física de partículas.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 67


La mente y la conciencia no son estructuras materiales, pero poseen procesadores de información llamados cerebros, y estos cerebros existen simultáneamente en diferentes sectores de la creación. Con la muerte física, el más burdo de los procesadores es abandonado, pero la vida continuará con el resto de los procesadores utilizados, la información, los programas informáticos y la conciencia individualizada. Ahora estamos en condiciones de responder a la pregunta de por qué no vemos y no chocamos con nuestra contraparte invisible. Las propiedades e interacciones de las partículas fundamentales con las que está fabricado este componente invisible son diferentes a las propiedades e interacciones que caracterizan a las partículas fundamentales con las que está hecha su contraparte visible, y es aquí precisamente donde reside el secreto. Sus partículas no parecen emitir radiación electromagnética, o si lo hacen quizá puedan estar utilizando una versión oculta del electromagnetismo. Aunque no emiten luz para nosotros, en su propio entorno quizá posean su propio tipo de luz. Al no poseer el electromagnetismo tal y como lo conocemos, las partículas carecerían de la impenetrabilidad propia de la materia que conocemos.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 68


La ciencia moderna afirma que la mente y la conciencia humana son un producto de la actividad eléctrica del cerebro. La doctrina neuronal, la mente computacional, la aproximación conexionista y el paradigma cuántico han sido algunos de los modelos utilizados para explicar cómo funciona una mente en este mundo material. Pero existe todo un catálogo de fenómenos que no pueden ser explicados por los modelos actualmente vigentes. La conversión de la actividad eléctrica del cerebro en subjetividad, la representación mental, la transmisión de la información sin la utilización de los canales sensoriales conocidos y la influencia que la mente y la conciencia puedan ejercer sobre sistemas biológicos y objetos inanimados son hechos que requieren de una explicación. En la división de estudios perceptuales del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia reposan cientos de historiales de niños entre los tres y los cinco años que afirman recordar vidas previas. ¿Sobrevive la personalidad humana a la muerte del cerebro? Estos hechos, y otros relacionados con el comportamiento de la información en la mente, han llevado al autor a plantearse la posibilidad de que quizá el cerebro que poseemos no es el único que utilizamos para procesar la información que manejamos. Si esto es correcto, la mente estaría utilizando no solo diferentes maneras de procesar la información sino también diferentes tipos de procesadores. Este otro cerebro, invisible a la visión ordinaria, estaría fabricado con partículas fundamentales distintas. Sus componentes interactuarían a través de nuevas fuerzas de la naturaleza. Partículas e interacciones diferentes implican necesariamente un universo soportado por leyes físicas distintas. En el momento de la muerte, al desaparecer la contraparte material, los campos de naturaleza física que tenían su origen en la actividad eléctrica del cerebro visible desaparecen, y queda la contraparte invisible en libertad, con toda la información recopilada a lo largo de la vida que acaba de terminar, los programas informáticos y la conciencia individualizada. Son dos cerebros por el momento. Un cerebro visible y un cerebro invisible serían los soportes físicos básicos de una personalidad humana.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 76


La hipótesis que planteo es sencilla pero provocadora. A la luz de la teoría de la información y de las ciencias de la computación, una personalidad humana no se desvanece con la muerte. Utilizando los instrumentos y los mecanismos apropiados para ello, esa personalidad, que creíamos tan vulnerable, puede llegar a sobrevivir. Lo que hasta hace unos pocos años era impensable, ahora es lógicamente posible, y aquello que para la ciencia constituía solo una creencia religiosa caduca y sin fundamento, ha llegado a convertirse en la más excitante de las posibilidades. Este nuevo modelo es verosímil gracias a la aplicación, más allá de lo imaginable, del paradigma computacional. Y digo más allá de lo imaginable porque, a pesar de hallarse presente desde hace más de medio siglo entre nosotros, los científicos no parecen estar conscientes de los inmensos alcances que este nuevo sistema de creencias encierra. Trabajamos con computadores, vivimos entre computadores y procesamos la información gracias a los computadores. Es imposible imaginar lo que sería nuestra vida hoy sin estos instrumentos tan útiles. ¿Somos conscientes de los alcances filosóficos que este modelo representa? No es un hecho ignorado para la mayoría de las personas que aquellos que trabajan en inteligencia artificial se han aventurado a sugerir que en un futuro próximo seremos capaces de fabricar robots capaces de pensar, de sentir y de poseer un mínimo de conciencia. Pero ninguno, hasta donde llega mi conocimiento, ha intentado hacer algo más factible y menos riesgoso: a partir de un modelo informático y computacional demostrar que la información presente en un cerebro humano es capaz de sobrevivir a la muerte. Si la información sobrevive, podemos ir más allá y evaluar otra posibilidad todavía más asombrosa, la de que la personalidad que emerge de la continuidad de la información procesada en un cerebro físico también pueda llegar a sobrevivir.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 77


No somos computadoras, ahora bien, algunos podrían llegar a sentirse incómodos al creer que estoy insinuando que un ser humano, capaz de pensar, de sentir, de ser consciente y de ejecutar actos volitivos es simplemente una máquina más, quizá un computador un poco más complejo que aquel que descansa sobre nuestro escritorio. No hay motivo para alarmarse por ello. Una cosa es afirmar que somos computadores y otra cosa es decir que nuestras mentes realizan procesos de cómputo, cálculo y razonamiento, siguiendo procedimientos similares a como lo hacen los computadores actuales. Son dos cosas bien diferentes. El hombre desarrolló los computadores fabricando programas similares a los utilizados por la mente para procesar la información que le llega del entorno. Los computadores se hicieron semejando una mente y no al revés. Su estructura física simula un cerebro y los programas informáticos utilizados se cree que deben ser similares a los utilizados por una mente humana. Pero hasta aquí llega el parecido. A pesar de estas similitudes, un computador no puede pensar como lo hacemos nosotros, mucho menos sentir y comprender. No poseen semántica y tampoco conciencia. Una máquina no puede celebrar la victoria de un partido de ajedrez sobre un oponente humano. Es precisamente ese algo que llamamos conciencia lo que nos hace diametralmente diferentes. La conciencia en sí misma no es computable, pero utiliza procedimientos y mecanismos computacionales para funcionar en esta realidad material.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 80


Todo lo que la mente contiene es información. Tú eres información. Una personalidad humana es información organizada. Y esta información no desaparece. Las leyes de la física lo prohíben.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 81


A veces se requiere de diferentes modelos para explicar cómo funcionan las cosas. La física es un buen ejemplo de ello. La física clásica nos explica el comportamiento de los objetos en el mundo de lo cotidiano. La mecánica relativista nos dice cuáles son las leyes que rigen el universo de lo infinitamente grande y el paradigma cuántico nos informa acerca de las leyes presentes en el mundo subatómico. La mente humana presenta muchas facetas. Diferentes facetas requieren diferentes soluciones. El materialismo nos informa de qué está hecho el cerebro y sus componentes: dos tipos de quarks y una sola variedad de electrones son los componentes mínimos necesarios para construir nuestra realidad material. Ahora bien, un cerebro tiene nervios, avenidas por donde circula algo bien diferente: la información. La doctrina neuronal nos dice cómo viaja esta información, cómo es recibida, codificada, transmitida y almacenada en nuestro sistema nervioso. En otras palabras, explica cómo la información es procesada. El enfoque computacional permite entender cómo podría el conocimiento estar representado en el cerebro mientras que la aproximación conexionista nos recuerda que la manera como computan las neuronas y la forma como están conectadas también es importante. Finalmente, el paradigma cuántico nos dice que el cerebro para computar sigue no solo los lineamientos de la física clásica, sino que también podría estar utilizando mecanismos cuánticos para procesar la información que maneja. Pero estos modelos no lo explican todo. Cuando la información alcanza la corteza cerebral, algo muy misterioso sucede y aquella información que se encontraba representada como potenciales de acción en nuestro sistema nervioso se convierte en subjetividad. La actividad eléctrica del cerebro se convierte en representación mental. Hasta aquí llega el poder y alcance de los modelos actualmente vigentes. Este es el final de la llamada ciencia normal. Un nuevo modelo es necesario para explicar aquello que ha quedado sin explicar.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 98


La evolución de la ciencia de acuerdo con Kuhn

Toda disciplina científica, de acuerdo con Kuhn, tiene una historia, y esta historia se desenvuelve a través de diferentes etapas cronológicas. En otras palabras, de la misma manera que sucede con los sistemas en el universo y las entidades biológicas presentes en él, la ciencia y sus diferentes disciplinas también evolucionan. Esto no es una excepción. La primera de estas etapas podemos representarla por un nombre: simultaneidad. Consiste en la presencia de diferentes puntos de vista que conviven no siempre pacíficamente. Sus representantes no logran ponerse de acuerdo acerca de los objetivos que se pretenden alcanzar, el tipo de problemas que deberán ser resueltos y la metodología utilizada para solucionarlos. Esta etapa puede durar cientos de años hasta que los diferentes planteamientos y aproximaciones logren reunirse y unificarse. Acá, una segunda etapa se está gestando. La palabra que mejor la puede caracterizar, pienso yo, es consolidación. Hemos encontrado finalmente un modelo, un marco teórico que nos permite explicar cómo suceden las cosas dentro de ese campo específico del conocimiento que está siendo estudiado. El resultado serán entonces unas creencias o supuestos básicos, verdaderos actos de fe, convicciones implícitas e inamovibles que nuestro autor agrupa bajo el nombre común de paradigmas. Estos paradigmas se aceptan entonces como un verdadero credo, que a veces adquiere tintes cuasirreligiosos. Durante esta etapa histórica se acepta un solo punto de vista y se abandonan todos los demás. El resultado es la concreción de ciertos compromisos pactados con anterioridad. Son años donde no sucede nada nuevo o extraordinario. Los científicos continúan trabajando y haciendo más de lo que hacen a diario y, por supuesto, cada vez lo hacen mejor. Pero afortunadamente los paradigmas vigentes no mantienen eternamente su supremacía. Los modelos científicos funcionan hasta ciertos límites. Una teoría explica solo un rango de comportamientos dentro de un sector específico de la realidad que está siendo estudiada. Esto lo intuyó de manera muy clara el famoso poeta inglés William Blake, que en uno de sus famosos escritos afirmó con contundencia: “Líbrame, Dios, de la visión única del universo y del sueño de Newton”. Ahora bien, ¿cómo sabremos que el paradigma vigente ha llegado a los límites de su capacidad para explicar los hechos que estudia? Bueno, llega un momento en que a la ciencia le toca enfrentar fenómenos que no se pueden explicar con el modelo que ha venido siendo utilizado hasta el momento. Es una etapa de verdadero desconcierto. Y esta palabra, desconcierto, será la que utilizaremos para caracterizar esta etapa de duda y confusión. Se busca entonces el origen del problema en la incapacidad del científico o en las limitaciones propias de la tecnología del momento. Al resultar equivocado este direccionamiento, el resultado es un fracaso total. Mientras esto sucede, los ojos de algunos científicos que han logrado escapar al peso de sus propias conexiones neuronales se fijan con atención en el paradigma de moda y en su ineptitud para ofrecer una solución adecuada y confiable a las preguntas e inquietudes formuladas y a los hechos anómalos observados. Y es precisamente en este momento cuando de pronto surge lo inesperado, lo inaudito, lo extraordinario, lo verdaderamente revolucionario. Aparece entonces un científico o un grupo de científicos que lanzan una propuesta atrevida y novedosa. La palabra propia para este estadio es revolución.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 100




Liberémonos de los grilletes de una ciencia que ha sido limitada por el peso de las conexiones neuronales de aquellos que la representan.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 106


Fue Thomas Kuhn, el famoso autor de la Estructura de las revoluciones científicas, quien afirmó que la ciencia, como todo en la naturaleza, también evoluciona. Hay por lo tanto una ciencia normal, pero a esta ciencia normal le sigue en la escala del tiempo una ciencia extraordinaria. La ciencia normal se encuentra avalada por sistemas de creencias, un conjunto de supuestos básicos que nuestro autor llamó paradigmas. Estos paradigmas intentarán explicarlo todo. Sin embargo, estos paradigmas no son eternos. Cuando el modelo o sistema de creencias utilizado por los científicos se muestra incapaz de explicar ciertos hechos, decimos que ha llegado el fin de la ciencia normal. Es entonces cuando nace la ciencia extraordinaria. Los hechos inexplicados requieren de una explicación. Ahí aparece un científico o un grupo de científicos que lanzan una idea atrevida y novedosa. Esta nueva idea promete explicar aquello que los paradigmas vigentes habían sido incapaces de explicar. El nuevo paradigma se constituye en una verdadera revolución en el corazón mismo de la ciencia. La doctrina neuronal, la mecánica relativista y el formulismo cuántico son paradigmas recientes que le permitieron a la ciencia dar pasos enormes en la conquista y el conocimiento de la naturaleza. A pesar de todo, existe todo un catálogo de hechos inexplicados en diferentes áreas de la ciencia que requieren pronto de una explicación. La cosmología moderna no tiene una respuesta clara para fenómenos como la materia y la energía oscura, las constantes de la naturaleza y las posibles realidades alternas presentes en este gigantesco multiverso que habitamos. La dualidad onda-partícula, el principio de incertidumbre, el entrelazamiento cuántico y el llamado colapso de la función de onda son algunos de los hechos inexplicables en el dominio de la mecánica cuántica. En las ciencias biológicas, la morfogénesis y la armonía y coherencia que experimentan los organismos vivos, como un todo, forman también parte de este inventario. Las ciencias cognitivas tampoco son una excepción. La interacción mente-cuerpo, la representación mental, la subjetividad y las experiencias inusuales como la telepatía, la clarividencia, la precognición, la influencia de la mente sobre la materia y la memoria de niños que afirman recordar vidas previas son otros tantos hechos que requieren de una pronta explicación. La ciencia normal llega a su fin y la ciencia extraordinaria apenas comienza. Su reto es formular nuevos modelos de carácter revolucionario que puedan complementar los ya existentes.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 107


Un poderoso soporte que he utilizado para respaldar la propuesta que explico en este libro surge de una ciencia nueva conocida como biomímesis, el arte de imitar a la naturaleza. Es una tecnología inspirada en la forma como esta funciona en la realidad. Como afirmábamos, su inteligencia y su creatividad no tienen límite, y aunque nosotros poseemos el cerebro más evolucionado de todas las especies vivas, esta extraordinaria inteligencia sobrepasa con creces las fronteras de la inteligencia humana. Las mismas habilidades cognitivas que poseemos los humanos también están presentes en todo el cosmos, pero a una escala mucho mayor. Nuestro cerebro ha sido precisamente una de sus más audaces creaciones. Siendo así, ¿no sería más útil copiar la manera como ella trabaja y así obtener el máximo beneficio de nuestras propias creaciones?

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 113


A pesar de estos atributos y caracteres personales una personalidad humana no es lo que realmente somos. La palabra deriva del latín persona, que significa máscara y se utilizaba en la Antigüedad para designar a aquellos personajes que representaban los actores cuando hablaban a través de este instrumento. A la luz de la idea que estoy exponiendo, los humanos nos hemos disfrazado para el juego que nos ha tocado vivir y así poder jugar el rol que nos ha tocado desempeñar en esta batalla en la que como fichas en un juego de ajedrez hemos sido colocados. Unos se disfrazan de médicos, otros de políticos, abogados, ingenieros o filósofos. Infortunadamente, la mayoría de los humanos estamos colocándonos máscaras y jugando roles que no nos corresponden. Es, como dentro de una gran orquesta, colocar al guitarrista a tocar el piano o al violinista a dirigir la orquesta. A pesar de querer intentarlo, este cambio de máscaras y papeles nos ha llevado al desastre y la gran mayoría de nosotros se encuentra jugando el papel equivocado en un escenario para el que no venía preparado. Utilizamos máscaras y no solo eso, nos hemos colocado la menos apropiada. Ahora bien, si no somos la máscara que nos ponemos, ¿qué es lo que realmente somos?

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 122


El universo es una gigantesca computadora cósmica y nosotros somos sus creaciones. No hay nada nuevo ni extraordinario en ello. Yo creo firmemente que, si llegáramos a rescatar la información, el yo y el resto de la personalidad podría llegar a sobrevivir. La idea suena alucinante ya que una personalidad, de acuerdo con el modelo que estoy exponiendo en este trabajo, podría ser una realidad, una creación virtual producto de esa manera única como la información se ha organizado en cada cerebro, en cada mente en particular.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 128


En años recientes los científicos han popularizado la idea de que el universo que vemos no es el único que existe. La idea ha sido bautizada con diferentes nombres: paisaje cósmico, multiverso o universos alternativos. Algunos de estos universos podrían encontrarse localizados en esta misma realidad física pero a cientos de miles de millones de kilómetros de nosotros. Otros estarían localizados dentro de pequeñas burbujas, regiones del espacio que no lograron expandirse. Un tercer grupo corresponde a los universos de la mecánica cuántica donde cada posibilidad toma un rumbo diferente de aquella que se convirtió en una realidad concreta en nuestro universo material. Un cuarto grupo estaría integrado por universos matemáticos. Por supuesto que existen otras posibilidades, los universos holográficos, los mundos brana, los universos de bolsillo y los universos paralelos artificiales, pero estos han sido los tipos de universos paralelos más conocidos y popularizados por físicos que los han trabajado93. Si existe un cerebro invisible, este deberá estar localizado en un universo alternativo. El descubrimiento de la materia oscura detectada por las influencias gravitacionales que sus componentes ejercen sobre la materia visible nos está sugiriendo que aquí mismo, no a cuarenta y dos mil millones de años luz de la tierra, una realidad paralela nos acompaña. Existe un universo aquí mismo, al lado del nuestro.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 154


Creímos que la materia visible lo era todo, pero ahora sabemos que es solo un insignificante 3% de todo lo que abarca la realidad material.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 158


Nuestra mente, como nuestro universo, contiene información y la información requiere de un soporte físico para manifestarse y expresarse. La materia ordinaria y el tipo de partículas fundamentales que la componen constituyen el soporte físico de la información que se expresa en nuestro universo material. Quizá la materia oscura constituya el telón de fondo de nuestros sueños y de nuestros más sutiles pensamientos. Esta materia sutil constituirá el soporte físico, el material utilizado por la mente y la conciencia para escribir y vivir su propia historia, colectiva y personal.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 160


Soy consciente de que un modelo dualista no constituye una solución definitiva al problema mente-cerebro, pero traslada el problema a una dimensión diferente, llena de vastas y fantásticas posibilidades. El cerebro físico quizá no sea el único procesador que la mente utilice para percibir, organizar y almacenar la información. Existiendo simultáneamente con el cerebro físico, se encuentran otros procesadores: cerebros invisibles situados en paralelo e interconectados a través de campos. La idea puede sonar tan inverosímil que cuesta creer que esto sea posible, pero la he sustentado y me he valido de todos los recursos de los que dispongo en la actualidad para hacerlo de la manera debida.
(…)
Uno de los hechos más increíbles es que el universo funciona racionalmente y su funcionamiento puede llegar finalmente a ser comprendido por la mente humana en un futuro cercano, por supuesto, cuando el cerebro sea capaz de crear los circuitos neuronales y las sinapsis necesarias para ello. Este libro, creo yo, podría en parte contribuir a que esto suceda. Cuando combinamos el conocimiento propio de las diferentes disciplinas cognitivas involucradas junto con los últimos aportes en otros dominios de la ciencia, así nos parezcan ajenos a primera vista, surge un modelo lógico, racional, coherente y claro de la mente humana que nos permitirá avanzar más allá y salir del atolladero en el que nos encontramos hoy en día. Uno de esos descubrimientos es precisamente el de la materia oscura, un tipo de materia invisible, de propiedades desconocidas para la ciencia actual, que interactúa paralelamente con la materia visible que perciben nuestros sentidos. Por supuesto debe quedar muy claro que si, dado el caso, los científicos llegan a retractarse acerca de la naturaleza material de la llamada materia oscura, esto no invalida la propuesta hecha. La brecha ha quedado abierta al plantearse la posibilidad de que existan otros tipos de partículas fundamentales diferentes al electrón, al quark arriba y al quark abajo, capaces de haber seguido un curso evolutivo diferente, de interactuar y de haberse organizado de otra manera, dando origen a nuevas fuerzas y nuevas leyes de la naturaleza. Yo creo, y así lo afirmo en este trabajo, que la materia invisible, sea o no la materia oscura a la que nos estamos refiriendo, constituye uno de los soportes físicos de la mente, diferentes al cerebro, y la explicación a muchos aspectos de su comportamiento que hasta el día de hoy permanecen en el más absoluto misterio.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 173-174


¿Qué es la materia oscura?

Casi todo lo que hay en el universo es invisible, afirma Alberto Casas, doctor en Física Teórica y director del CSIC del Instituto de Física Teórica, en Madrid, España. El 95% del universo se encuentra perdido. Esa masa faltante que sabemos está allí pero que no podemos descubrir directamente a través de ningún detector es lo que hemos llamado materia oscura. Podemos entonces definir la materia oscura, que es el principal constituyente de ese universo invisible, como un tipo hipotético de materia desconocida que hasta el momento no ha podido ser detectada a través de nuestros sentidos físicos y tampoco lo ha sido por los más refinados instrumentos de observación con los que contamos para estudiar el universo visible que conocemos; sin embargo, su existencia puede ser inferida a partir de los efectos gravitacionales que su presencia ejerce sobre la materia visible, especialmente cúmulos, galaxias y estrellas lejanas. En otras palabras, la materia oscura está compuesta de partículas materiales, pero no del tipo de las partículas materiales descritas en el modelo estándar. Son partículas materiales exóticas, con propiedades diferentes a aquellas que caracterizan a las partículas fundamentales que componen nuestra materia visible.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 179


Yo pienso que sustancia luminosa o astral y materia oscura son diferentes términos utilizados para referirse a una misma realidad, el soporte físico de los mundos espirituales de los que nos hablan las diferentes corrientes filosóficas y religiosas del mundo antiguo. El siguiente gráfico nos muestra las extraordinarias similitudes entre la sustancia astral de los antiguos y la materia oscura de los científicos modernos:

 Sustancia astral              Materia oscura

Mucho más abundante que la materia física          Supera cinco veces en cantidad a la materia                      física 
  
No emite luz                          No emite luz 
  
Ocupa el mismo espacio físico                         Interpenetra la materia visible 
  
Forma estrellas, soles y planetas astrales                     Forma estrella, soles yplanetas oscuros 
  
Organiza los componentes del cuerpo físico                Organiza galaxias y cúmulos de                                                      estrellas 
  
Forma auras alrededor de personas y objetos             Forma halos alrededor de la materia                                          visible 
  

Universo físico  y astral                       Universo visible e invisible 


Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 187


El siguiente cuadro enumera los más firmes candidatos que podrían hacer parte integrante de la materia oscura tal y como han sido expuestos en esta obra:

Partículas de materia oscura

Wimp

Partículas masivas que interactúan débilmente a través de la gravedad y la interacción nuclear débil.

Superwimp

Partículas masivas que interactúan solo a través de la gravedad.

Sin wimps

Partículas que interactúan mediante sus propias fuerzas oscuras: versiones ocultas de las fuerzas débil y electromagnética.

Wisp

Partículas ultraligeras. El más firme candidato es el axión.

Neutrino

Partículas fantasmales con masa muy ligera y carentes de carga eléctrica. La interacción con la materia ordinaria es casi nula. 

Materia espejo

Cada partícula de materia visible poseería una especie de doble.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 196


La historia de Er

Con la llegada de Platón, la idea de un cuerpo y de un cerebro invisible que sobrevive a la destrucción de su soporte físico original toma forma de manera definitiva. Platón consideraba al hombre como un ser dual, compuesto de alma y cuerpo. Mientras que su cuerpo era perecedero, su alma era inmortal. Dos figuras utiliza Platón para explicar la idea que tiene del alma: el mito del carro alado y la historia de Er, el armenio. Nosotros nos detendremos en esta última. La historia es narrada por Platón en el libro X de La República. Nuestro personaje (Er) era de Panfilia y muere en el campo de batalla. Su cadáver fue recogido diez días después y aunque los de sus compañeros ya se encontraban putrefactos, el de Er milagrosamente se conservaba sano y entero. En su propia casa, cuando iba a ser quemado en la pira funeraria, Er vuelve a la vida y recuerda y cuenta todo lo que le aconteció en su viaje al otro mundo. Esta narración, que puede ser considerada como el primer relato histórico detallado de una experiencia próxima a la muerte, cuenta lo que Er llegó a experimentar mientras estuvo muerto y nos ofrece una idea de lo que creían los griegos de la época de Platón acerca de la supervivencia de la mente una vez el cuerpo ha dejado de existir. Luego de abandonar su morada terrenal, Er llega a un lugar maravilloso donde se reúne con otras almas. Allí se hallan dos aberturas en tierra que se corresponden bien con otras dos halladas en el cielo. Entre los pares de aberturas se encontraban aquellos encargados de juzgar a las almas recién llegadas. Los justos eran enviados al cielo por la abertura de la derecha, y los injustos, viciosos y pecadores eran conducidos y arrojados por la abertura de la izquierda localizada en la tierra. Cuando llega Er para ser juzgado, los jueces le notifican que aún su momento no ha llegado y le ordenan tomar nota de todo de lo que va a ser testigo para luego contarlo a los habitantes de la tierra a su regreso. A través de la otra abertura del cielo, Er vio descender almas puras y sin mácula, y por la restante abertura de la tierra vio salir almas cubiertas de basura y de polvo. Allí se reunían unos y otros y se preguntaban acerca de lo que habían encontrado en su largo y prolongado viaje al cielo o al fondo de la tierra. La recompensa de los justos y los castigos de aquellos que habían pecado son relatados con cierto detalle por nuestro personaje, especialmente en lo tocante a la suerte de Ardieo, tirano de una ciudad de Panfilia, muerto mil años atrás y de todo un séquito de criminales y psicópatas. Luego de siete días de descanso en aquellas hermosas praderas, las almas partían de nuevo “hasta un lugar señalado” al que se podía alcanzar luego de cuatro días de camino. Una inmensa luz atravesaba cielo y tierra, “recta como una columna”. Luego de describir el escenario, Er relata cómo a las almas se les anuncia el inminente regreso a la tierra. “Almas pasajeras, vais a empezar nueva carrera y a entrar en un cuerpo mortal”. Cada alma termina escogiendo las condiciones para su futuro retorno, aunque salud y enfermedad, riqueza y pobreza, bienes y males se encontraban equitativamente distribuidos en todos los entornos ofrecidos. Unos y otros escogían pues sus futuros destinos, algunos a la ligera mientras que otros lo hacían de una manera más premeditada e indudablemente les iba mejor. Otros terminaban guiándose por las costumbres desarrolladas en sus existencias previas. La experiencia e inexperiencia de las almas contaba para su escogencia final. Decía Er que “era un curioso espectáculo ver de qué manera hacía cada alma su elección. Nada más extraño ni más digno a la vez de compasión y de risa”. Es fascinante ver la imaginación utilizada en la fábula para escoger sus futuros cuerpos y entornos. Incluso, afirma Er, había almas de animales que cambiaban su condición por la nuestra y a su vez almas humanas que pasaban a cuerpos de animales. Luego de que cada alma hubiese tomado la decisión definitiva y de un ajuste hecho por los dioses para que se cumpliesen los destinos asignados, las almas eran enviadas al llano del Leteo o del olvido acompañadas cada una de su genio o ángel protector que le ayudaría a cumplir el destino mortal finalmente elegido. Este lugar era muy seco y caluroso, sin árboles frutales ni plantas para comer. Pronto las almas terminaban bebiendo de las aguas del río Ameles que atravesaba el valle y aquellas que bebían de estas aguas perdían absolutamente todos los recuerdos. Luego de acostarse plácidamente, las almas dormían hasta que finalmente despertaban y “como estrellas fugaces eran enviadas hacia los distintos lugares en que debían renacer”. A Er se le impidió beber de las aguas de este río, cuando de pronto, sin saber cómo ni en qué momento, despertó esa mañana en la pira funeraria en la que iba finalmente a ser sacrificado, pudiendo contar todo lo que recordaba a los presentes de su extraordinario viaje al más allá. En este extenso relato de Platón encontramos nuevamente la creencia sustentada por los egipcios de un doble del cuerpo físico que era rescatado en el momento de la muerte. Este cuerpo de naturaleza más sutil era reconocido por otros en el más allá, y ese más allá era una especie de copia o duplicado del entorno físico que momentos antes había sido dejado atrás: el valle, el cielo, la tierra, el llano del Leteo y el río Ameles. En otras palabras, la mente continuaba recurriendo a un soporte o receptáculo físico que era utilizado para continuar expresándose, una especie de procesador de información que era en su aspecto un doble del cuerpo material que el alma había poseído en vida, independientemente de la clase de vivencias experimentadas en ese más allá. También el entorno era una especie de duplicado muy semejante al habitado por el alma que había acabado de abandonar su existencia terrena.

Carlos L. Delgado
El cerebro invisible, página 209





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