"Con tanta fe en los versos de la Ilíada como si fuesen palabras del Evangelio, imaginaba que Hissarlik, la colina donde he hecho las excavaciones durante tres años, era la Pérgamo de la ciudad troyana. Poco a poco fui adelantando las excavaciones hacia lo que imaginaba haber sido Pérgamo, pero sin mejor éxito: en fin, hice al pié mismo de la colina, hasta la roca, siete nuevas trincheras, de donde saqué tan sólo mampostería griega, y algunos pedazos de cacharros griegos. Por consecuencia afirmo con la mayor convicción, que Troya no ha traspasado los límites de la colina, y que Pérgamo sólo ha existido en la imaginación de Homero.
Debo asegurar con certidumbre que la ciudad de Priamo no debe haber traspuesto por ninguno de los lados la primitiva planicie de esta fortaleza, cuya circunferencia esta indicada al Sur y al Suroeste por la gran torre, por las puertas Sceas al Noroeste, y al Noreste y al Norte por el muro que la rodeaba. 
Inspírame gran repugnancia el verme obligado a conceder un espacio tan restringido a Troya, y hubiese deseado que fuera mil veces mas grande; pero lo que importa ante todo es dar a conocer la verdad. La pequeñez de la ciudad no me impide felicitarme del resultado de mis tres años de trabajo, que han sacado a luz la Troya homérica por achicada que esté, puesto que he puesto de manifiesto la realidad histórica de los hechos en que la Iliada se funda. 
Preciso es no olvidar que Homero no es historiador, sino poeta, y que naturalmente, con su licencia poética lo exagera todo. Ademas, los acontecimientos que describe han parecido tan maravillosos a algunos eruditos, que llegaron hasta dudar de la existencia de Troya, pensando que esta ciudad sólo existió en la imaginación de un poeta que se proponía hacer una composición alegórica. 
A pesar de sus exageraciones, Homero ha cantado hechos que realmente pasaron. Debe ademas notarse que la extensión de Troya, por reducida que estuviese a esta pequeña colina, no es menor, sino mayor que la ciudad real de Atenas, que, limitada al Acrópolis, no se desarrolló mas alla de esta colina, sino después que Teseo añadió a ella doce aldeas, cuya reunión hizo poner en plural el nombre de Ἀθῆναι, Azinai. Probablemente esto sucedió también con la ciudad de Mukinai – Μυκῆναι, Micenas- que Homero nos representa como rica en oro.
La pequeña Troya no dejaba de ser inmensamente rica, con relación a los tiempos homéricos, porque en ella he descubierto un tesoro de objetos en oro y plata, como rara vez se encuentra en el palacio de un emperador; así pues, gracias a su riqueza, la ciudad era poderosa y su fama llegaba a lejanas comarcas."

Johann Ludwig Heinrich Julius Schliemann, conocido como Heinrich Schliemann


"Cuando, en Kalkhorst, aldea del Mecklemburgo-Schwerin, a la edad de diez años, entregué a mi padre, como regalo para la Navidad de 1832, un relato, en un mal latín, sobre los principales acontecimientos de la guerra de Troya, y las aventuras de Ulises y de Agamenón, estaba lejos de pensar que, treinta y seis años más tarde, ofrecería al público un libro sobre el mismo tema, luego de haber tenido la felicidad de ver con mis propios ojos el teatro de esta guerra y la patria de los héroes que Homero ha inmortalizado con sus nombres."

Heinrich Schliemann
Ítaca, el Peloponeso, Troya: investigaciones arqueológicas
Tomada del libro Grandes misterios de la arqueología de Jesús Callejo, página 33


"No había olvidado a Homero, puesto que aquella noche en que entró en la tienda nos recitó más de cien versos del poeta, observando la cadencia rítmica de los mismos. Aunque yo no comprendí ni una sílaba, el sonido melodioso de las palabras me causó una profunda impresión. Desde aquel momento nunca dejé de rogar a Dios que me concediera la gracia de poder aprender griego algún día. (...) Cuando el noble descubrió que el vaquero había desbaratado sus planes le hizo asar vivo, a fuego lento, en una gran sartén de hierro, y cuando el desdichado se movía en medio de las ansias de la muerte, dice la leyenda que el noble le dio una última patada cruel con el pie izquierdo. Poco después llegó el duque con un regimiento de soldados, sitió y asaltó el castillo, y cuando el caballero Henning vio que no tenía salvación, guardó en un gran cofre todos sus tesoros y lo enterró en su jardín, junto al torreón redondo, cuyas ruinas pueden verse todavía hoy. Luego se dio muerte. Una fila de losas señalaba en nuestro cementerio la tumba del malhechor, de la cual, durante siglos, salía una y otra vez su pierna izquierda, calzada con una media de seda negra. Tanto el sacristán Prange como el sepulturero Wöllert juraban y perjuraban que ya de muchachos habían cortado la pierna y con sus huesos habían hecho caer peras de los árboles; mas a principios de este siglo la pierna había dejado de crecer. Naturalmente, yo también creía esto con toda mi ingenuidad infantil, y muchas veces rogué a mi padre que abriera la tumba o me permitiera hacerlo a mí, para poder ver la causa de que no hubiera vuelto a salir la pierna."

Heinrich Schliemann
El hombre de Troya












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