Creo que hay una arqueología académica basada en un consenso general por parte de las universidades sobre verdades oficiales y otra más inquietante alimentada por el hallazgo de piezas que no encajan en ese consenso. La Historia es un inmenso rompecabezas, conformado por miles de piezas que debemos ir encajando entre sí para resolver las lagunas que el pasado nos ha ido dejando. Debemos pensar y asumir que, según los historiadores, solo nos ha llegado un 5 por ciento de todos los textos escritos. Eso significa que, con esa mínima documentación, hay que resolver el 95 por ciento del puzle restante. Ahí, en esos amplios agujeros del saber, es donde aparecen las teorías, las dudas y, por lo tanto, el misterio.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 7


Me considero un simple investigador de «anomalías históricas», que tanto abundan en las crónicas y en la arquitectura de nuestro pasado.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 8


Estoy convencido de que no nos lo han contado todo. Que hay culturas y civilizaciones que están perdidas definitivamente, de las que ya nunca sabremos nada, y otras que están esperando turno para ser descubiertas, analizadas o, sencillamente, ser mejor investigadas y datadas.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 9


Echando una ojeada a lo que dicen arqueólogos, geólogos, climatólogos, astrónomos y antropólogos, al menos hubo cuatro de esas revoluciones culturales o saltos evolutivos provocadas por bruscos cambios de temperaturas:

1.Hace 73.000 años a raíz de la catástrofe de Toba (Sumatra), por la cual la población humana se redujo a unos 10.000 individuos, tras pasar un invierno volcánico de seis años de duración caracterizado por una bajada de las temperaturas de hasta 15º y lluvias generalizadas. Momento crítico en el que casi desaparecemos como especie.

2.Hace 40.000 años, en el sur de Italia un volcán entró en erupción y dio paso al evento llamado Campanian Ignimbrite, uno de los eventos catastróficos más importantes de la Prehistoria, momento en que se cree que los Homo sapiens llegaron a Europa y los neandertales empezaron a desaparecer. Y es cuando el ser humano cambia su cosmovisión y empieza a pintar en las cuevas rupestres.

3.Hace 12.000 años, cuando un cometa rozó la atmósfera de nuestro planeta o un asteroide se estrelló contra su superficie y fue el causante de una combustión a escala global que alteró el curso de la historia de la Tierra. Ese evento provocado por algo llegado del espacio exterior puso el punto final a la última Edad de Hielo.

4.Hace 5.000 años. En diversos lugares de la Tierra las sociedades neolíticas sufrieron cambios muy importantes que dieron lugar al nacimiento de las primeras civilizaciones, que alcanzaron un alto grado de desarrollo económico, social, político y cultural. Y se agruparon en las riberas de los grandes ríos.

En todos los casos, el clima cambió rápida y profundamente por varias causas. Y coincidiendo con ese cambio climático global muy rápido, se produjeron las extinciones en masa de animales y una adaptación al medio por parte de los humanos que sobrevivieron.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 16


Ibn Abd al-Hakam, un historiador árabe del siglo IX, compiló la Historia de las conquistas (conocida en árabe como Futuh Misr), basada en tradiciones orales locales, y en esa obra afirma que las pirámides egipcias no fueron diseñadas como tumbas, sino como lugares para salvaguardar objetos sagrados en «treinta tesorerías» secretas, así como los grandes libros del conocimiento antes de la Gran Inundación. Libros que contendrían «ciencias profundas, nombres de drogas medicinales y sus usos, datos astrológicos, astronómicos, aritméticos y geométricos… además de armas que no se oxidan y cristales que pueden doblarse, pero no romperse».

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 22


En resumen, hace unos 5.000 años la fauna y la flora mutaron y migraron. Se produce el inicio de cronologías de distintas civilizaciones como la olmeca y la maya (3114 a. C.), la egipcia (3100 a. C.), el Kali Yuga hindú (3102 a. C.) y la de Sumer. Y no olvidemos que basta una gran crisis, un cambio climático, una guerra mundial, una catástrofe geológica o un peligro inminente para que una sociedad «moderna» y civilizada haga crack y afloren terrores irracionales, comportamientos salvajes y crueles, que hagan retroceder nuestros progresos y nuestro estadio evolutivo a una nueva Edad Media.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 27

¿Qué hacer para que las tumbas y los huesos de los grandes personajes ilustres no se mancillen ni se pierdan en el limbo del olvido? Una buena solución fue la del dramaturgo inglés William Shakespeare, que, antes de morir en 1616, escribió su propio epitafio con una maldición para todos aquellos que osaran profanar sus huesos. En él se puede leer: Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos. Y dicen que su esqueleto nunca se ha exhumado ni tocado ni mucho menos perdido de la iglesia de la Sagrada Trinidad de Stratford-on-Avon. Un tipo listo… Pero ¡ay, buen amigo!, información de última hora: un documental emitido en 2016 por la televisión británica y que lleva por título Historia secreta: La tumba de Shakespeare, revela que realmente fue profanada y que su cráneo fue robado hará unos 200 años. Como para caerse muerto. Y a alguno le habrá caído a plomo esa maldición…

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 51
Vamos a exponer unas cuantas teorías y misterios olmecas que han dado y darán mucho que hablar.

1. El pueblo de goma

Su origen es un enigma. Uno de tantos. Los olmecas aparecieron de súbito, sin que existiera un periodo anterior de gradual avance. Lo curioso es que no sabemos cómo se llamaban a sí mismos. Fueron llamados olmecas por los aztecas, y significa «el pueblo de goma» o «gentes de caucho», por la sencilla razón de que la zona costera del golfo de México en que vivían era famosa por sus árboles de goma o de caucho. Son también denominados tenocelome, «hombres con boca de jaguar» u hombres jaguar, por ser este su animal totémico. Una teoría afirma, sin mucho fundamento, que tal vez fueron los supervivientes de un naufragio procedente de alguna isla del Atlántico. Teorías raras no faltan. Para Sitchin son extranjeros llegados de África y de Sumer cruzando los mares, y para el historiador y lingüista Mike Xun eran de origen chino. Su zona geográfica de influencia más antigua la formaba el triángulo siguiente: La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo, y luego se fueron extendiendo hacia el sur del continente, encontrándose restos en Monte Alban (estado de Oaxaca). Todos estos datos son circunstanciales, porque, si en algo están de acuerdo los historiadores, es en considerarles la madre de las culturas de Centroamérica.

2. Las enormes cabezas olmecas

Esculpidas con habilidad y con herramientas desconocidas, entre las diecisiete cabezas de piedra basáltica encontradas hasta el momento no hay dos rostros iguales. Se ha especulado con que son retratos de jefes olmecas, de sacerdotes, de jugadores de pelota o de los Quinames o gigantes, que los primeros inmigrantes encontraron poblando este país.

3. El juego de pelota

Para muchos historiadores, las cabezas olmecas muestran a jugadores de pelota con sus respectivos cascos de protección. Fueron ellos los primeros en establecer sus reglas del juego y no olvidemos que el juego era más que una mera diversión, con él se recreaba el universo: la pelota de goma representaba el sol, la cancha el cosmos y los jugadores a seres mitológicos o animales tótem como el jaguar y el águila. Más tarde, las culturas maya y azteca siguieron practicando este juego hasta el punto de que en Centroamérica y en el estado de México se han encontrado unas 2.500 canchas. En 1995, en Chiapas, se localizó la que, hasta el momento, es la cancha de tierra más antigua de este juego, datada entre 1400 y 1250 a. C. No está claro que en la época olmeca el juego terminara con un sacrificio humano.

4. La orientación de sus templos

Existen unos cincuenta yacimientos olmecas y en todos ellos, además de edificios de piedra y obras de arte monumentales, se han encontrado montículos y grandes movimientos de tierra artificiales y bien planeados. Se calcula que en La Venta transportaron 10 millones de toneladas de tierra para hacer las plataformas donde luego irían asentados sus templos. También se han encontrado embalses interconectados por un sistema de conducciones subterráneas.

5. La primera brújula

En 1973 Michael D. Coe descubrió una piedra plana y delgada imantada, que pronto se envió a la Universidad de Michigan para que la analizaran. Determinaron que era una barrita de hematita de 3,5 centímetros de longitud, que, al depositarla sobre un corcho flotando en el agua o en mercurio, orientaba su eje al norte magnético con una pequeña desviación al oeste. Era una brújula olmeca. Se le calculó una antigüedad de 3.000 años y en este caso, sin que sirva de precedente, se adelantaron a los chinos en unos mil años. Algo sorprendente.

6. Las zanjas de jade

El jade, en simbolismo, representa el mundo subterráneo y los olmecas lo asociaban a los muertos. En la metrópolis de La Venta aparecieron cientos de objetos de jade artísticamente grabados y enterrados todos juntos, en largas y profundas zanjas que luego se rellenaron con varias capas de arcilla, siendo cada capa de diferente calidad y color. Es decir, se habían depositado allí miles de toneladas de tierra arcillosa traída de distintos y alejados lugares, y lo más increíble es que el fondo de esas zanjas estaba pavimentado con millares de baldosas de serpentina, una piedra semipreciosa de color verde azulado. No se sabe el motivo de todo esto. Al parecer, los olmecas enterraban a sus muertos en cuartos rectangulares con paredes compuestas por doce columnas cada una y con un suelo de mosaico representando caras de jaguar. Colocaban también figurillas y hachas de jade recubiertas con arcilla amarilla, y cerca de la tumba se colocaba un pequeño tubo vertical para que pudiera salir el alma del difunto. Los objetos de jade olmecas encontrados hasta ahora son verdaderas obras de arte, de las mejores de todas las culturas prehispánicas, con un pulido perfecto, rivalizando con el jade chino. Era especialmente valorado un «jade azul».

7. Los espejos cóncavos

Un enigma más de La Venta fue el descubrimiento en el interior de esas zanjas, donde se depositaron figuras de jade, de sofisticados espejos cóncavos de mineral de hierro cristalizado, con una curvatura y un pulimento perfectos. Los investigadores de la Smithsonian Institution, en Washington, creen que pudieron ser utilizados para enfocar los rayos solares y encender fuegos o bien para fines rituales. Se han hallado varios espejos de hematita, magnetita y obsidiana que reflejan perfectamente el rostro humano. Algunos de ellos se encuentran en el Museo Nacional de Antropología de México DF. En una tumba de Chalcatzingo apareció una figura femenina con un espejo de hematita sobre el pecho, demostrando así unos conocimientos de óptica fuera de lo común.

8. Juguetes infantiles que hacen pensar

En las estelas de piedra y las figuras de jade se muestra a los olmecas como individuos de constitución musculosa, representados como participantes en el juego de pelota o con niños recién nacidos en sus brazos. Las condiciones húmedas del Golfo de México han impedido que llegue a nosotros un solo esqueleto o un triste hueso de algún representante de esta cultura. No sabemos apenas nada de su organización social, sus ceremonias, sus dioses, sus creencias, su lengua… pero, en cambio, sí sabemos algunas cosas de sus hobbies. El arqueólogo norteamericano Matthew Stirling excavó el yacimiento de Tres Zapotes en 1939 y halló unos extraños juguetes que consistían en unos animales con forma de perritos dotados de ruedas, un nuevo mazazo para aquellos que sostenían que la rueda no se conoció en Centroamérica hasta tiempos de la conquista. Es de suponer que los olmecas y los mayas (a los que también se les han encontrado juguetes con ruedas) lo utilizarían para otros menesteres menos infantiles. Parece razonable pensar que conocían la rueda, nadie lo duda, pero quizá la economía y la geografía en las que se desarrollaron las culturas mesoamericanas no hicieron factible su uso. En el Museo de Xalapa se podía ver otro curioso juguete que representaba a un elefante de arcilla, animal que no existe en América, así que o se trataba de una falsificación o quien lo diseñó tuvo que haber visto a estos paquidermos hace más de dos mil años en algún lugar, por ejemplo, en África. Lo malo es que ya no se muestra.


9. El texto más antiguo del Nuevo Mundo

En el mes de septiembre de 2006 la revista Science publicó un artículo sobre el texto más antiguo del continente americano. Muchos no daban a los olmecas el término de civilización por falta de alguna prueba de su escritura. Esto ha cambiado ahora. Un grupo de arqueólogos mexicanos ha identificado lo que parece ser el sistema de escritura más antiguo de toda América. Se trata de una losa de piedra, bautizada «bloque de Cascajal», descubierta accidentalmente por nativos en el sur del estado de Veracruz, a las afueras de San Lorenzo, en el año 1999. Pesa unos 12 kilos y mide 36 centímetros de largo y 21 de ancho y tiene 13 centímetros de espesor. Su texto está compuesto por 62 símbolos, algunos de los cuales se repiten hasta cuatro veces. Es uno de esos raros hallazgos que cambian la Historia. El bloque de piedra, tallado en un tipo especial de roca, ha sido datado hacia 900 a. C., unos 400 años antes de los testimonios que se conocían. El texto empieza con una abeja «que fue domesticada por los olmecas». Aparentemente, esta abeja era sagrada porque el insecto abre secuencias de escritura, y se repite en tres ocasiones. El texto se ajusta a todas las características de la escritura porque tiene elementos diferenciados, secuencias, patrones y un orden consistente de lectura. Es una nueva y más profunda evidencia de que los olmecas tenían escritura. La inscripción, de momento, es indescifrable, pero los científicos creen que es una nueva piedra de Roseta que abrirá las puertas a nuevos y sorprendentes descubrimientos.

10. Su trágica desaparición

De nada les sirvió ser una de las culturas más avanzadas de su tiempo. También ellos desaparecieron en las brumas de la Historia. Los olmecas abandonaron sus lugares al inicio de la era cristiana. Quienes ocuparon los asentamientos olmecas actuaron con espíritu vengativo, derribando las esculturas de sus bases y arrojando colina abajo las cabezas gigantescas para que se hundieran en los marjales. Los asentamientos olmecas fueron abandonados de manera gradual, los primeros sobre el año 300 a. C. y, posteriormente, los más meridionales, sobre el siglo I. En Monte Albán, en Oaxaca, en la costa del Pacífico (declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987), encontramos algunas pistas sobre su fin. Se han localizado decenas de losas empotradas en un muro conmemorativo que llevan grabadas imágenes de individuos negroides, a los que alegremente se dio el nombre de «danzantes» por las posturas que adoptaban. Hoy los investigadores proponen diversas teorías para explicarlo, que van desde la idea de que se trata de chamanes en éxtasis bajo el influjo de hongos alucinógenos hasta enanos que servían para distraer a la nobleza zapoteca. Últimamente se tiende a pensar que representan a prisioneros olmecas con cuerpos mutilados, desnudos y muertos después de ser sacrificados. Monte Albán se convirtió en la antigua capital de los zapotecas, cultura que sucede a la olmeca y que se desarrolla entre los años 500 a. C. y 800 d. C. La leyenda dice que la ciudad, donde todos sus edificios están orientados al norte, fue construida con la ayuda de los nosoobi, los «seres de las nubes», que se relacionan con ciertos sabios de la cultura olmeca…

11. La estela del hombre barbudo

Descubierta en la década de 1940 por Matthew Stirling en el yacimiento de La Venta, desde el primer momento se supo que no era como las demás. Se trata de una estela o lápida de cuatro metros de altura, dos de ancho y un metro de grosor, con veinte toneladas de peso, cuyos grabados representan a dos individuos altos, calzados con zapatos de punta curvada hacia arriba. Una de las figuras está mutilada y la otra permaneció intacta. Representa a un varón caucásico de nariz aguileña, con barba y largo cabello. ¿Con barba? Los arqueólogos le bautizaron cariñosamente como «El tío Sam». La estela había estado sepultada bajo tierra durante más de tres mil años, protegida por una empalizada de seiscientas columnas de basalto de tres metros de altura cada una. No era el único hombre barbado que aparecía en los monumentos olmecas. ¿A quiénes representaban? ¿A fenicios del Mediterráneo? ¿A sumerios? Recuerden que, en Tiahuanaco, aunque es una cultura diferente, tiene en su recinto el «monolito barbado» o Kon Tiki, que luce una espléndida barba y está vestido con una larga saya.

12. La domesticación de animales

La cuna de la cultura olmeca surgió en el estado de Veracruz y no en el de Tabasco, según las investigaciones del arqueólogo Roberto Lunagómez Reyes, realizadas en 2004.

13. Las teorías de Sitchin y Cooper

Desde que leí Los reinos perdidos (1990), de Zecharia Sitchin, mi perspectiva de los olmecas cambió un tanto. Sé que sus tesis son muy controvertidas, pero aportaba nuevos puntos de vista según su interpretación personal de las tabillas sumerias y de las estelas de piedra olmecas y mayas. Al menos aporta explicaciones a multitud de enigmas y lagunas arqueológicas que hasta este momento existen sobre los olmecas y otras culturas mesoamericanas. Gracias a Sitchin me enteré de que el dios egipcio Toth se correspondía con el Quetzalcóatl azteca y que la Cuenta Larga del calendario maya —que empieza en el año 3114 a. C.— procede de ese calendario primitivo que ya aplicaban los olmecas. Correspondería a la fecha en la que Toth y sus seguidores se habían exiliado y buscaban nuevos reinos en estas latitudes. Sitchin asegura que las cabezas olmecas representan a esclavos negros procedentes de África llevados allí por los annunaki (unos seres procedentes del planeta Nibiru) para que trabajasen en las minas de oro, hecho que ocurrió en el año 2000 a. C. En fin, un montón de arriesgadas y aventuradas hipótesis que motivaron las críticas y el escepticismo de historiadores y arqueólogos.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 65-74


En Cobá se han encontrado muchos de estos sacbés (sac = blanco y be = camino) de corto y largo recorrido. Son una auténtica red de caminos prehispánicos, con cierta altura sobre la superficie, que facilitaban las comunicaciones. Al no utilizar la rueda (aunque sí la conocían y así lo demuestran sus juguetes infantiles) ni tener animales de carga, todo se hacía andando, y transportar objetos pesados en la selva es bastante complicado por la maleza. Se han localizado unos cincuenta sacbés y muchos miden de tres a diez metros de ancho. Hay tres tipos de caminos: regionales, zonales y locales. Dos son calzadas regionales, las más extensas: la de Cobá-Yaxunáí (en Yucatán), que sería el camino más largo del mundo maya, con 101 kilómetros, y la de Cobá-Ixil, con 19 kilómetros. Son los caminos que presentan el mayor número de estructuras con rampas. Dicen algunos guías locales que uno de ellos llegaba hasta la mismísima Chichén Itzá, con una longitud de unos 100 kilómetros, pero no es así. Estos senderos son obras de pura ingeniería vial, que comprenden pasos a desnivel, glorietas y edificios que señalan cruces de caminos (xaibé). Dado su tamaño, se debió de requerir mayor fuerza laboral para construir estos caminos que para edificar las pirámides del sitio. En la época del abandono uno se imagina que toda esta zona quedó invadida por la frondosa vegetación tropical y piensa en las arduas labores de limpieza que han tenido que hacer los arqueólogos desde que la descubrieron. Cuando llegan los conquistadores españoles en 1550, Cobá está ya despoblada y no es hasta mediados del siglo XIX cuando se vuelve a mencionar su existencia.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 77


Chichén Itzá no siempre se llamó así. En un principio, cuando se asentaron los mayas, empezaron a construir edificios y la fundaron, allá por el año 435, su nombre era simplemente Chichén. Se sabe, por el Chilam Balam, que hacia el año 450 era la principal ciudad sagrada del Yucatán y entonces se llamaba Chichén, «la boca del pozo», por el cenote o pozo sagrado. Y allí permanecieron hasta el año 910 en que la abandonaron por problemas de cambio climático, según han demostrado los arqueólogos… Ya abandonada, la ocuparon los Itzá, una tribu inmigrante proveniente del sur, cuyo dios principal era Itzamna «aquel cuya morada es el agua». Y fueron ellos los que le dieron el nombre de Chichén Itzá, «la boca del pozo de los Itzá» y los que levantaron El Castillo (la pirámide de Kukulcán, de unos 16 metros de altura) sobre una anterior maya y también El Caracol, el observatorio astronómico. Al igual que el Trompantli o Plataforma de las Calaveras, llamada así porque allí decapitaban a los prisioneros y clavaban sus cráneos en estacas. Pero los Itzá no estuvieron demasiado tiempo. Pronto serían desplazados por los toltecas. Zecharia Sitchin comenta que en el año 987 los toltecas, dirigidos por su líder Topiltzin-Quetzalcoalt, abandonaron Tollan (Tula), adonde habían llegado sobre el año 700, procedentes de Teotihuacán. Iban buscando un lugar tranquilo para practicar sus cultos religiosos. Y sus pasos les dirigieron a Yucatán, a unos 1.500 kilómetros de distancia. Llegaron a la ciudad de Chichén Itzá, desalojaron a la etnia de los Itzá y se adueñaron de esos territorios y de sus monumentos, que modificaron o reconstruyeron a su antojo. Quieren recrear su añorada ciudad de Tula. Construyen una pirámide encima de la anterior, que queda cubierta por la nueva estructura de nueve gradas, e instalan una imagen de Chac Mool y un trono de jade con un jaguar (balam). La Pirámide que vemos actualmente no sería maya ni de los Itzá, sino tolteca, siempre según Sitchin, con nueve pisos de 91 escalones en cada uno de sus cuatro lados (total 364) y con 24 metros de alto y 55,5 de ancho. Desde un punto de vista simbólico, la pirámide representaría el calendario maya-tolteca, pero también los niveles del Inframundo o Región de los Muertos. El templo de los Guerreros lo edificarían los toltecas y reproduce literalmente la Pirámide de los Atlantes de Tula (tanto por la orientación como por las serpientes emplumadas de piedra que flanquean la escalera). Ahí estaba la escultura de Chac Mool, que no es un nombre maya, sino que fue inventado por Auguste Le Plongeon.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 81


La comunidad indígena de los Paeces, que aún habita en tierras colombianas, conserva una antigua leyenda que pretende explicar este motivo felino recurrente en muchas tallas de San Agustín. Según su particular mitología, un jaguar —símbolo de la fuerza vital, del principio de fertilidad, de creación y de destrucción— violó a una joven en «los tiempos originales» y procreó al trueno jaguar, un niño que cuando llegó a ser adulto fue un maestro para el pueblo. Las estatuas con colmillos y con niños en su regazo simbolizarían a este semidiós. Ahora bien, más que estar en su regazo parece que se los está comiendo al tener un aspecto feroz y un cuchillo en una de las manos, lo que da un aspecto truculento a las figuras. Nuestro guía en los caballos —un recorrido que comprendía toda una mañana: de 08.00 a 12.30 horas— fue un indígena llamado Williams. Gran conocedor de la zona y parco en palabras, me dio no obstante su interpretación al hecho de que muchas de las estatuas tengan esos ojos tan saltones. —Sus constructores ingerían, dentro de sus ritos mágicos, unas drogas que les permitían ver a sus dioses. —Y añadió—: Además, tal sustancia alucinógena les ampliaba la pupila. No supo o no quiso especificar de qué droga se trataba, aunque señaló que tal vez fuera coca, muy abundante por dichas latitudes. Lo más seguro es que se tratase del yagé, una sustancia prácticamente desconocida en Occidente y que han utilizado hace cientos de años los indios de las selvas tropicales de Colombia. El yagé es el nombre que recibe una bebida alucinatoria —consistente en un té o infusión— preparada con la vid Banisteriopsis. Este alucinógeno es equivalente a la ayahuasca ecuatoriana y peruana y sus principales efectos suelen ser la sensación real de viajar y las visiones de animales totémicos como el jaguar.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 89


Con todo, las marcas y líneas de Palpa o de Nazca no son las más antiguas de Perú. Hay otra Nazca más pequeña y vetusta. En junio de 2006 se dio la noticia de que los geoglifos más veteranos de la costa peruana se encuentran en uno de los distritos más poblados de Lima, San Juan de Lurigancho. Ese es el problema, que ya se han destruido muchos de los dibujos y gráficos elaborados hace unos 4.500 años. Lo que queda son 40 enormes figuras trazadas sobre el terreno, que en su mayoría representan plazoletas de planta trapezoidal, rayas y figuras como la de una serpiente que expresa alguna forma de culto con relación a los cerros más altos o apus. Es probable que hayan pertenecido a la cultura de los ruricancho, antiguos pobladores de San Juan de Lurigancho.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 111


El significado toponímico de Chan-Chan no resulta muy claro, sino más bien confuso. Es comúnmente aceptado que proviene de la expresión Xllang-Xllang (también transcrita como jang-jang) que, en lengua mochica, el ancestral idioma del valle de Moche, quiere decir Sol-Sol, lo cual no dejar de ser un hecho curioso, puesto que los chimúes adoraban a Shinan, la Luna. Chimú dio nombre a todo su imperio y significa «Dominador» o «Señor». En Chan-Chan se han descubierto adelantos técnicos y urbanísticos prodigiosos, como cañerías para el agua caliente y fría en baños decorados con azulejos. Cada ciudadela tenía su propia fuente de agua y esta era repartida a domicilio, como lo comprobó el arqueólogo Wiener en 1880 al examinar su red de canales. El abastecimiento de agua en Chan-Chan se realizaba a través de más de 140 pozos, donde el 60 por ciento estuvo en la zona monumental (ciudadelas). En su recinto, que aún se sigue excavando, se encuentran pirámides, estanques, cisternas, montículos artificiales y palacios enigmáticos circundados por uno, dos o tres muros defensivos. Y siempre con una decoración geométrica muy similar, a base de zoomorfos marinos. Una leyenda local nos asegura que Chan-Chan fue construida en tres días por un ejército de cien mil gigantes. Una vez más, los gigantes hacen acto de presencia. A la vista del tamaño de la ciudad, queda constancia del elevado nivel de organización social y política que debió de alcanzar su imperio.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 114


Lo poco que hasta el momento se sabe de las esferas de Costa Rica —conocidas popularmente como «bolas de los indios» o «bolas celestes»— se puede resumir en estos puntos:

Lugares de ubicación. Casi todas ellas se han localizado en la zona sur del país, siendo el área de mayor frecuencia el río Grande de Térraba, en las plantaciones del valle del Diquís, cantón de Osa, provincia de Puntarenas, y más en concreto cerca de las localidades de Palmar Sur y Palmar Norte. Hoy en día hay un número indeterminado de esferas que se encuentran bajo tierra o semienterradas a la espera del momento oportuno.

Tamaños. Son esferas casi perfectas que llegan a tener diámetros de dos metros y medio (con pesos de hasta 16 toneladas) y otras, en cambio, son muy pequeñas, del tamaño de un balón e incluso de una naranja (se han encontrado piedras de 7,5 centímetros). Sin embargo, los tamaños más comunes están entre 60 y 1,20 de diámetro.
Clase de piedra. Todas ellas están cinceladas en una variedad de piedra de granito (principalmente gabros y areniscas), material que no se halla en las cercanías donde han sido encontradas, sino a más de 20 kilómetros.
Cuándo se hicieron. La época en la que se supone que fueron fabricadas se inició alrededor del año 400, pero es entre 700 y 1400 cuando se incrementa su elaboración. A partir de esa fecha ya no hay constancia de este tipo de construcciones, es decir, aproximadamente cuando llegan los conquistadores españoles.

Para qué. Las teorías son muy diversas y van desde que las esferas marcarían la ubicación de enterramientos funerarios o demarcaciones territoriales, hasta que, según la categoría del difunto o del cacique, así sería el tamaño de la bola que mandaban tallar. Es decir, representaban símbolos de poder, de rango o de prestigio social, pero también podían tener utilidades astronómicas.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 129


Hal Saflieni se podría decir que es un ejemplo perfecto de «arquitectura inversa», es decir, no se construye, sino que se talla laboriosamente en la piedra. Y no se busca alcanzar el cielo con sus moles, sino profundizar en las entrañas de la tierra. El hipogeo consta de salas, cámaras y pasadizos cortados en la roca viva, abarcando un total de 500 metros cuadrados. Las cámaras tienen diversas formas y tamaños y están acabadas en tres niveles de confección. El nivel superior (3600-3300 a. C.), el nivel medio (3300-3000 a. C.) y el nivel inferior (3150-2500 a. C.). La habitación más profunda, en el nivel inferior, está a unos 11 metros por debajo de la superficie de la calle.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 170


Intentar explicar todo lo que ignoramos con el método del «deus ex machina», metiendo a extraterrestres a tutiplén, es infravalorar la capacidad material e intelectual de nuestros antepasados para levantar grandes monumentos o realizar construcciones megalíticas. Bien es verdad que a día de hoy no todo se puede explicar y las leyendas siguen suministrándonos datos y pistas muy valiosas, a nivel alegórico muchas veces, cierto, pero a falta de pan, de crónicas y documentos históricos, buenas son estas tortas.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 193

Otro gran misterio reside en el empeño de transportar grandes piedras de canteras que solían estar muy alejadas geográficamente del lugar de emplazamiento. ¿Manías? Qué va. Se buscaba la piedra perfecta y no dudaban en desplazarse a cientos de kilómetros. Porque solían ser pedruscos que poseían abundante cuarzo en su composición, acompañado a veces de ciertas cantidades de pirita. Para expertos en radiestesia e investigadores de geobiología, la propiedad conductora y amplificadora de la energía que posee el cuarzo, unida al magnetismo de la pirita, realizaría la misión de canalizar y emitir un tipo de energía telúrica. Por otra parte, estos megalitos se asientan en los nudos o ramificaciones de las redes Hartmann, que son las líneas de fuerza que tendría la estructura electromagnética del planeta, investigadas por el doctor E. Hartmann, médico de la Universidad de Heidelberg. Esta red no es ninguna elucubración. Todo esto nos da una dimensión diferente a la hora de entender la realidad que vivían nuestros antepasados. En los dólmenes se ha apreciado una zona neutra interior, ya que la red Hartmann se aparta en las cuatro direcciones y rodea al dolmen como una especie de estuche de protección. El menhir, por el contrario, atrae la red Hartmann, que se deforma para adaptarse a esa atracción, de manera que la red se encuentra concentrada bajo los menhires, tanto en sentido norte-sur como este-oeste. Por lo tanto, de ser ciertos estos aspectos, los menhires actuarían como captadores y emisores de energías. No es muy científico que digamos, pero nos daría otro punto de vista sobre su ubicación y funcionalidad. Y tal vez podamos imaginar que nuestros antepasados conocían y sabían utilizar las fuerzas de la Tierra y del cosmos y que las usaban en beneficio de la agricultura, ya que convertían en más fértil un perímetro dado. Y eso sí que está demostrado, por ejemplo, en los megalitos de Bretaña.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 195


De las alineaciones o crómlechs de Carnach, situados en la costa sur de Bretaña, dicen que cada piedra sería un soldado de una legión romana, convertidos de esta guisa por uno de los primeros misioneros cristianos, san Cornelio, que llegó a ser papa de Roma. En el dialecto del país se les llama les sourdadets san Cornely y aseguran que solo se desplazan el día de Navidad para ir a beber a las fuentes más cercanas. Tan fantástico como decirle al visitante que fueron construidos por los galos para ser utilizados como templo por los druidas. Los galos se encontraron con estos menhires, con una antigüedad de al menos veinte siglos antes de ellos. Los bretones dicen que los dólmenes los trajeron a Bretaña los korreds, unos elfos de la oscuridad tan fuertes que podían acarrear enormes y pesadas piedras a sus espaldas. Respecto de ellos, cuenta Nancy Arrowsmith, recogiendo leyendas del occidente francés: Los dólmenes fueron usados por los celtas como señales astronómicas, como lugares de reunión sagrados. Pero los celtas desaparecieron y solo nos quedan los korreds para contarnos la historia de las piedras. Las gentes del lugar todavía honran a estos genios antiguos que primero trajeron las piedras al lugar y ahora viven en cuevas bajo estas piedras. Los elfos de los dólmenes son muy corrientes en Bretaña, donde aparecen bajo una miríada de nombres distintos, pero pueden verse en los Pirineos y en Cornwall. Según nos dice Serge Hutin, en Bretaña a los dólmenes se les considera las habitaciones de los Poulpiquets o de los Kerions, pueblos enanos que antiguamente vivían en el país y cuyo recuerdo se conserva en la región.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 196



… cada dolmen suele estar ligado a una remota leyenda, a un ser mágico o a una costumbre ancestral. Existen creencias supersticiosas que les atribuyen virtudes curativas o de balizas de tesoros ocultos. Gigantes, enanos, duendes, brujas, lamias, hadas, magos… son candidatos a construir estos monumentos y por esta razón han recibido nombres como «casas de hadas», «el baile de las brujas», «cuevas de moros» o «huertas de gentiles», entendiendo las palabras moros y gentiles como pertenecientes a una raza ancestral, precristiana y de gran tamaño. El dolmen de El Villar (Álava) se nutre del ambiente brujeril característico de los monumentos megalíticos vascos, ya que recibe el sobrenombre de «la Choza de la Hechicera».

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 197


… allí donde encontremos una construcción megalítica hay una leyenda alrededor o un lugar ancestral y mágico conectando lo terrestre con lo celeste, lo pagano con lo sagrado.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 199


La costumbre de cristianizar un lugar dedicado a dioses paganos era harto frecuente. Si era un menhir, se le grababa una cruz o se colocaba esta sobre su cúspide, se rociaba con agua bendita y listo. Es sorprendente el caso del menhir de Duzec en Francia, al que no solo se colocó una cruz en su cima, sino que además se labró la figura de Jesús crucificado y otros elementos religiosos. O bien se levantaba una iglesia o una ermita donde antes había un templo precristiano, porque «lo importante es el lugar sagrado», no tanto lo que se edifique encima, no lo olviden.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 199


Daba datos tan precisos (se refiere a Ana Catalina Emmericka) a nivel geográfico que un sacerdote jesuita francés, el padre Gouyet, en el año 1880 se propuso buscar y encontrar la casa de la Virgen. Viajó hasta Éfeso con un equipo de excavación y fijó su «centro de operaciones» a unos nueve kilómetros al norte de la ciudad, en lo alto de una colina llamada Bülbül, de 400 metros de altura. A las pocas semanas confirmó que la información revelada por la monja alemana marcaba perfectamente el lugar en el que se encontraba la capilla de Panaya Kapulu, que en turco significa «Puerta de la Virgen». El padre Gouyet se basó, entre otras descripciones, en este párrafo:

Después de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, María vivió tres años en Jerusalén, tres en Betania, y, al final, nueve en Éfeso. No estrictamente en la ciudad: Su casa estaba situada a tres leguas y media de allí, sobre una montaña que se ve a la izquierda viniendo de Jerusalén, y que asciende con una leve pendiente hacia la ciudad. Desde allí se ve Éfeso a un lado y el mar a otro (…). En medio se ven hileras de árboles magníficos, después estrechos senderos conducen sobre la montaña, cubierta de un verdor agreste. La cumbre presenta una planicie ondulada y fértil de una media legua de circunferencia: es ahí donde se estableció la Santa Virgen.

Según Emmerick, la Virgen preparaba las comidas en la cocina de fuego que estaba en el centro del cuarto, y muy cerca había una fuente de agua, en el monte de Pion, donde los cristianos de la región solían celebrar cada año la fiesta de la Virgen. Las excavaciones encontraron restos de los cimientos de una casa, así como algunos pedazos de carbón. Los análisis científicos llevados a cabo con el Carbono 14 revelaron que aquellas huellas databan del siglo I y del IV de nuestra era. Lo que se ve actualmente es una reconstrucción de la casa efectuada en el siglo VII, con modificaciones posteriores, siendo la última de 1951.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 214


Cuando se viaja a un lugar lejano hay dos posturas posibles: la de los que leen todo lo posible sobre el mismo y la de los que quieren dejarse sorprender. Las dos tienen argumentos a favor y en contra y sirven para determinados lugares, pero no para las ciudades subterráneas de la Capadocia. Yo soy de los primeros.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 220


Derinkuyu, situada a 29 kilómetros de Nevsehir y abierta al público desde 1965, en turco significa «pozo profundo» (qué curioso, porque eso indica lo que parece más evidente: que la población que vivía en la superficie conocía de su existencia, pero para ellos era un secreto de Estado que pasaba de padres a hijos, puesto que el nombre antiguo es Melahopea o Melegop). Es la más grande de todas las localizadas hasta el momento. Los arqueólogos menos timoratos dicen que hay sitio para 10.000 personas. Tiene unos veinte niveles bajo tierra, con más de 100 metros de profundidad, aunque solo hay excavados once y se pueden visitar ocho. En el nivel 7 hay un pozo que desciende a 85 metros y aparentemente no está comunicado con ninguno de los 52 pozos de ventilación o chimeneas de aireación excavados en línea recta en la roca viva. Estas ciudades han permanecido ocultas durante mucho tiempo y han pasado por diferentes avatares. No eran los mismos peligros los que había en la fecha de su construcción que cuando llegaron los primeros cristianos. Eran ciudades que se iban acondicionando según los gustos o circunstancias sociales. Estaban provistas de pozos de agua y falsos pozos para confundir al enemigo en caso de que tuviera aviesas intenciones de contaminar su agua potable, y hasta había un espacio destinado a catacumbas para enterrar provisionalmente sus cadáveres en caso de que no los pudieran llevar a la superficie. El hecho de que en la zona hayan sido descubiertos relieves e inscripciones de la Edad del Bronce, así como pasajes subterráneos, llamados potern, utilizados en el sistema de defensa de las ciudades hititas, refuerza la creencia de que este pueblo vivió y contribuyó a la construcción y expansión de las ciudades. Si se remontaran a los hititas, quiere decir que estaban construidas desde hace al menos 3.500 años, y aun así la primera ciudad se descubre en el año 1963, y por casualidad. Fue la de Derinkuyu, mientras se hacía la reforma de una vieja casa que se derrumbó dejando al descubierto el «secreto», nada menos que la entrada a una galería subterránea que conducía a otras y otras, hasta que se dieron cuenta de la envergadura de la ciudad que acababan de localizar, llena de objetos y utensilios que pertenecían a distintas épocas, entre ellas la de los primeros cristianos. Puestos a especular, el mero hecho de que estas ciudades permanecieran ignoradas hasta hace unos pocos años indica lo poco observadores que somos los humanos, incapaces de ver lo evidente, o lo bien camufladas que estaban. Su secreto se transmitía de padres a hijos con la condición de no revelar a un extraño su existencia. Es normal que no se encuentre ningún indicio arqueológico de las épocas neolíticas o de los hititas, porque seguramente desaparecieron con los pueblos que llegaron después de ellos. Y surgieron numerosas leyendas. No son pocos los investigadores que creen que la existencia de estas megalópolis debajo de tierra dio origen a mitos como Agharta, Shambala o Belovodié. Veamos el origen y la posible causa principal de la existencia de estas ciudades. Fue el investigador Andrew Collins quien se percató de que hacia el noveno milenio antes de Cristo, Turquía sufrió una era glacial que duró 500 años. Y los habitantes de estas regiones, más altos que nosotros, decidieron refugiarse del frío y la nieve del exterior excavando ciudades en el interior, en las que la temperatura era siempre constante. No es el único que apunta hacia esta hipótesis. Graham Hancock y Colin Wilson defienden que existieron civilizaciones desarrolladas en el Paleolítico, mucho antes de Mesopotamia o Egipto, que se esfumaron tras la llegada de la última glaciación. Para todos ellos, aquel cambio climático de hace 12.000 años colapsó el curso de la Historia por un tiempo y a la vez dio un nuevo impulso para que surgiera otro paradigma y otra visión del mundo, basados esta vez en el sedentarismo y la agricultura. Es decir, sus constructores huían del frío, de un cambio climático brutal, y no se les ocurrió mejor manera de sobrevivir que excavar. Haciendo alarde de unos conocimientos insospechados. Luego, cuando se fueron, los hititas, frigios, romanos y cristianos se aprovecharon y readaptaron esas urbes. Y eso nos plantea muchos interrogantes asociados a su manera de construir, porque cualquier experto sabe que a partir de 20 metros bajo tierra se necesita oxígeno supletorio para respirar, y sabemos que ciertas ciudades de la Capadocia tienen túneles de más de 100 metros de profundidad y no se han derrumbado. Un queso de gruyer que hoy día sería difícil de ejecutar. Y, repito, ¿por qué tantas habitaciones para una población tan exigua?…

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 226


En uno de los magistrales y enigmáticos cuentos de Jorge Luis Borges —El Aleph— se dice, casi al final del mismo y de sopetón: «Los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en El Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las columnas de piedra que rodean al patio central… Nadie, claro está, puede verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie, declaran percibir, al poco tiempo, su atareado rumor».

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 231


Cada nuevo hallazgo y cada teoría generan más expectación. Un escaneado con radar, hecho por investigadores japoneses en 2016, reveló que detrás de los muros de la tumba de Tutankamon hay dos huecos o cámaras, en las que se ha detectado presencia de material metálico y orgánico. Están seguros al 90 por ciento de esta hipótesis. Ahora bien, si hay al menos dos cámaras secretas, ¿qué pueden albergar? La teoría del arqueólogo británico Nicolas Reeves es que se trataría del sepulcro de Nefertiti, camuflado en una de las paredes de la tumba de su hijo adoptivo, el faraón Tutankamon, cuya repentina muerte habría motivado el uso improvisado de esta recámara. Eso explicaría que KV 62 (la denominación oficial de la estancia) fuera tan pequeñita y estuviera tan abarrotada de objetos. Sencillamente, no hubo tiempo de hacer un sepulcro con el boato que hubiera merecido. En ese sentido, se ha apuntado que la Tumba de los Monos (WV 23), en el ramal occidental del Valle de los Reyes, era la destinada a Tutankamon y la usurpó su sucesor Ay. Intrigas, conspiraciones, «juegos de tronos» y mucha historia que falta por desentrañar aún. Lo primero que detecta el viajero al visitar cualquiera de sus templos o tumbas son los jeroglíficos de sus columnas y paredes, donde está grabada gran parte de su historia mágica. Y no está de más recordar que la palabra jeroglífico —según el egiptólogo R. A. Schwaller de Lubicz— se decía en egipcio Medú Neter, que a su vez significa «palabras divinas» o «palabras de los dioses». Historiadores, escritores, astrónomos, geólogos y místicos han dirigido allí sus pasos en busca de inspiración. En 1781 el erudito francés Antoine Court de Gébelin aseguró que los 22 arcanos mayores de las cartas del Tarot eran un «libro mudo» que contenía las enseñanzas secretas del dios Toth.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 233



Manetón, sumo sacerdote de Egipto en el siglo III a. C., nos proporciona la siguiente lista, cuyas cifras no concuerdan con lo que nos han dicho, ni siquiera el reinado de Menes. Gracias a los fragmentos recogidos por Eusebio de Cesarea, esto es lo que anotó el escriba Manetón:


DINASTÍAS       

   DURACIÓN             

ÉPOCA 

De los 9 dioses 

  13.900 años 

30544 a. C. 

De los semidioses 

  1.255 años 

16644 a. C. 

Primer linaje de Reyes 

  1.817 años 

15380 a. C. 

Otros 30 reyes 
 
  1.790 años 

13572 a. C. 

Diez reyes de This 
 
  350 años 

11782 a. C. 

Espíritus de la Muerte 
 
  5.813 años 

11432 a. C. 

I Dinastía (Menes)  

  253 años 

5619 a. C. 

En general, se habla de tres grandes etapas:

  • —Los Neteru o dioses que gobiernan durante 13.900 años.
  • —Los Shemsu-Hor, semidioses y espíritus que gobiernan durante    11.025 años.
  • —Desde el rey Menes y las dinastías siguientes.
Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 234



El doctor Livingstone, una buena persona que iba en busca de salvar almas, quedó horrorizado por el comercio de esclavos y contó que Zanzíbar apestaba, que era sucia, miserable e insalubre. Escribió: «El hedor durante la noche es tan fuerte que se podría cortar una rebanada y abonar con ella todo un jardín». Envuelta en un halo de exotismo, hoy «la isla de las especias» corteja a los turistas con sus playas de cocoteros, pero muchos ignoran que fue el epicentro de las grandes exploraciones en busca, entre otros misterios, de las fuentes del Nilo.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 280


Hay leyendas que dejan huella y otras que crean polémica. La del llamado «puente de Rama» trae cola y no solo por su largura. Desde hace cientos de años se ha pensado por parte de los indios, sobre todo los hinduistas y musulmanes, que esa curiosa cadena de bancos de arena, coral y rocas, alineados de manera curvilínea y a muy poca profundidad bajo el océano Índico, no era una construcción natural y ni siquiera hecha por manos humanas sino por dioses. El puente recorre unos 30 kilómetros entre la India y Sri Lanka, la antigua Ceilán, y a pesar de que las leyendas lo afirmaban una y otra vez, no había geólogos que lo confirmaran. Ahora bien, con la llegada de las fotografías por satélite, la cosa ha cambiado. No hay nada como tener vista de águila para ver claramente una especie de cordón o brazo de material sólido submarino que une ambas orillas.
Cuenta la epopeya del Ramayana que el puente de tierra fue construido para servir a Rama, héroe legendario hindú, en una de sus misiones más importantes. Tenía que cruzar las aguas hasta llegar a la gran isla y rescatar a su mujer Sita de las garras del rey demonio Ravanna. El ingeniero en caminos, puentes y canales fue el dios mono Hanuman, ayudado de su hueste simiesca, que lo construyó en un santiamén, es decir, en tiempo de dioses. Muy popular en la India, Rama es considerado la séptima encarnación o avatar terrestre de Visnú y se le representa como un joven de piel azul, a veces portando un arco. Para la mayoría de los creyentes hindúes, esta historia no es un mero mito, sino un episodio real en la Prehistoria del país. Desde entonces, el puente de Rama ha atraído la atención de muchos místicos, etnólogos, geólogos y arqueólogos que afirman tener pruebas acerca de que se trata de una construcción artificial. Piensan que se construyó para facilitar el tránsito de personas y mercancías en la época en que el nivel del mar era más bajo, allá por la última glaciación. De eso hará unos diez mil años. Cuando los hielos glaciares retrocedieron, el nivel del mar ascendió y, con ello, el puente quedó, en teoría, bajo las aguas.
(…)
Lo curioso de ese estrecho entre Sri Lanka y la India es que, siguiendo la línea del puente, podría construirse una especie de canal transitable para facilitar el tráfico marítimo, además de un puente de verdad para el tráfico rodado e incluso de ferrocarril, y podría servir de base a una gigantesca central eléctrica que, aprovechando la fuerza de la marea, generaría grandes cantidades de energía eléctrica. ¿Saben a quién se le ocurrió esta idea hace muchos años?: al escritor Arthur C. Clarke, que vivió en Sri Lanka hasta su muerte, conocía de sobra esas leyendas y fue el autor de la novela Cita con Rama (1973), una de las más premiadas del género, al haber recibido los premios Nébula, Júpiter, Hugo, Locus, John W. Campbell y el de la Asociación Británica de Ciencia Ficción. Todos. Ahí es nada. Y también es autor de la novela Fuentes del paraíso, en la que trata de la construcción de un colosal puente sobre el estrecho de Gibraltar, que también tiene lo suyo y es un viejo macroproyecto que algún día verá la luz.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 290-291-293


Borobudur parece un símbolo petrificado del sistema cósmico del budismo y al mismo tiempo una representación simbólica del camino de la iluminación. Estar allí recorriendo sus terrazas y estupas, con estatuas sedentes de Buda en perfecta meditación, genera una paz difícil de explicar.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 296


Si tuviéramos una vista cenital o un dron con cámara, lo veríamos con forma de mandala, perfectamente circular y simétrico y la clave para descifrar en parte su misterio reside en el número 72. Hay 504 estatuas de Buda en posición de loto, de las cuales 72 están dentro de estupas perforadas a modo de celosías, y las 432 restantes bajo pabellones abiertos en las balaustradas de las galerías entre terrazas. El número de Budas disminuye según se va ascendiendo en las plataformas. Nada es casual en esta estructura, otra cosa es que lo comprendamos. Está compuesta de nueve plataformas:

—Las tres superiores, circulares, son denominadas Arupadhatu (mundo sin forma).
—Las seis inferiores, de forma cuadrada, se denominan Rupadhatu (mundo de las formas).

Las estupas que contienen en su interior un buda tienen forma de campana. Las aberturas de las mismas en los dos primeros niveles circulares son romboidales, mientras las de las estupas de la plataforma superior son cuadradas.
Por lo que se refiere al número 72, sus referencias son abrumadoras. Hay 72 estupas campaniformes y en la Kábala hebrea hay 72 ángeles a los que se puede invocar si se conocen sus nombres. Y para varios autores este número tiene que ver con la precesión de los equinoccios.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 291


La astrónoma Jane B. Sellers (en su obra The Death of Gods in Ancient Egypt) sigue esa misma línea y dice que con este número estamos en condiciones de conocer, «cargar» y poner en marcha un antiguo programa de ordenador que ha estado dormido durante miles de años, para señalar o recordar acontecimientos dramáticos del pasado o que van a llegar en el futuro. Números precesionales, simbólicos y míticos que arrojan luz a diversas leyendas un tanto oscuras. Veamos:

12 es el número de las constelaciones del zodiaco.
30 es el número de grados asignados a lo largo de la eclíptica a cada constelación zodiacal.
72 es el número de años necesarios para que el Sol complete un desplazamiento precesional de un grado a lo largo de la eclíptica y 36 para completar medio grado. 108 sería grado y medio y el número 54 (la mitad de 108).
360 (30 x 12), el número total de grados de la eclíptica.
2.160 (72 x 30) sería el número de años necesarios para que el Sol complete un recorrido de 30 grados a lo largo de la eclíptica, o sea, atraviese por completo cualquiera de las doce constelaciones o casas zodiacales.
4.320 (2.160 x 2), número de años necesarios para que el Sol complete 60 grados, o dos constelaciones zodiacales.
25.920 (2.160 x 12 o también 360 x 72) sería el número de años contenidos en un ciclo precesional completo a través de las doce casas del zodiaco. Es el «Gran Año».

Estos números, según Sellers y Hancock, constituyen los ingredientes básicos de un «código precesional» o «antiguo programa informático» que aparece una y otra vez en los mitos antiguos. Para ver la importancia del número 72 en diversos mitos, tengamos en cuenta lo siguiente:

1.Recuerden que el complejo budista de Borobudur (en Java) consta de 72 estupas con el Buda en los niveles superiores y todos ellos con el mismo mudra.

2.Según Plutarco, cuando Set capturó a Osiris en el arcón de la fatalidad, lo hizo en presencia de 72 «camaradas divinos».

3.En la Kábala es el número secreto de Yhavé y se habla de 72 ángeles a los que se puede invocar.

4.El alfabeto camboyano tiene 72 letras.

Todo puede ser una mera casualidad, es verdad, pero hace tiempo que dejé de creer en las casualidades. En el complejo de Angkor Thom lo comprobé. Parece construido en honor de la precesión de los equinoccios. El templo budista de Bayón, que está en su interior, posee 54 torres decoradas con más de 216 gigantescas y misteriosas caras de piedra (dicen que de Buda). El acceso está flanqueado por 108 estatuas de piedra, con los dioses situados a la derecha y los demonios a la izquierda. Como hay cinco puertas de acceso, 108 por avenida (54 a cada lado) con un número total de 540 estatuas. Todos son números precesionales.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 301


Se han identificado al menos 90 agrupaciones de tinajas, con un número variable que se extiende desde un único ejemplar hasta 400. Las tinajas varían en altura y diámetro, con un tamaño que oscila entre uno y tres metros, todas talladas directamente en la roca, lo que tiene más mérito. No están decoradas, a excepción de un solo artefacto que tiene un bajorrelieve de un antropomorfo, que se ha definido como «Hombre Rana». Los investigadores han vislumbrado un paralelo con las pinturas de la cueva de la roca de Huashan, en la provincia china de Guangxi. Los dibujos, que datan de entre el año 500 y el 200 a. C., representan a grandes seres humanos con los brazos levantados y las rodillas dobladas. Una tradición local relata que los frascos fueron moldeados utilizando barro, arena, azúcar y productos de origen animal, en una especie de «cemento» maleable. Y tendría que haber un horno para hacer todos estos artefactos. Los lugareños creen que la cueva que se conoce como «el sitio número 1» sería un horno donde fabricaban y cocían. Por desgracia, la Llanura de las Tinajas o las jarras megalíticas es uno de los sitios arqueológicos más peligrosos del mundo. La fuerza aérea de los Estados Unidos lanzó más de dos millones de toneladas de bombas de racimo en el territorio de Laos (la más grande serie de bombardeos desde la Segunda Guerra Mundial). Esparcidas por las llanuras hay, literalmente, miles de toneladas de bombas, minas terrestres y otros artefactos explosivos militares sin detonar, que contaminan más del 35 por ciento de la superficie total de la provincia y siguen amenazando las vidas de las 200.000 personas que ahora viven en Xieng Khouang.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 316


La Cúpula de la Roca es fuente inagotable de leyendas. Además de lo ya dicho con respecto a Abraham y Mahoma, allí ofrecía sus sacrificios el rey sacerdote Melquisedec. En este lugar Jacob vio la escala que conducía al cielo, por la cual subían y bajaban ángeles, y allí estuvo Arauná, el jebusita, cuando se le apareció el ángel en el momento de extender su mano para destruir Jerusalén, y a quien el rey David compró el terreno para erigir un «altar de las ofrendas de Israel» y poner fin a la peste. Es el mismo terreno sobre el que más tarde Salomón levantó su templo y donde solía colocar el arca de la Alianza. Aquí, en definitiva, rezaba Mahoma, llegando a decir que una sola plegaria en la roca sagrada valía más que mil en cualquier otro lugar. Los más radicales fundamentalistas judíos consideran que ese lugar será el escenario de los trágicos «acontecimientos finales», situando allí el Armagedón, la lucha final antes del segundo advenimiento del Mesías. Los musulmanes, por su parte, creen que allí mismo se reunirán al final de los tiempos —lo llaman La Hora— tanto Jesús como el Mahdi, para emprender juntos la destrucción total del mal y la conversión de judíos y cristianos «a la auténtica religión», es decir, el islam. Y muchos pierden allí el juicio. Son ciertos individuos que se sienten impelidos a ir a Tierra Santa para recorrer enclaves que vio y tocó Cristo en la última etapa de su vida, personas atraídas por una fe irrevocable, sea de la religión que sea, en busca de una experiencia sobrenatural. Entre ellos están los que se creen mesías, los visionarios, los inadaptados, los turbados, los espiritualmente exacerbados. Son quienes padecen del «síndrome de Jerusalén» y están literalmente embriagados por la Ciudad Santa. En términos médicos, es un trastorno disociativo histérico: los enfermos generan otra personalidad que luego no serán capaces de recordar. Se trata de una quiebra del sentido común ante la sobrecarga espiritual que flota en el ambiente, ante tanta religión, ideología, historia, mitología, concentradas en cada piedra de esta ciudad. Una ciudad amada y disputada a la vez, con las evidentes consecuencias de guerras, cruzadas, conquistas, masacres, intifadas, éxodos, milagros, profecías, reliquias, intolerancia, arte, salmos, recogimiento y cultura.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 322


Se cuenta que un intelectual cristiano que consideraba la Biblia en toda su literalidad, hasta en sus menores detalles, fue abordado en cierta ocasión por un colega que le dijo: 
—Según la Biblia, la Tierra fue creada hace cinco mil años aproximadamente. Pero se han descubierto huesos que demuestran que la vida ha existido en este planeta durante centenares de miles de años. 
La respuesta no se hizo esperar:
—Cuando Dios creó la Tierra, hace cinco mil años, puso a propósito esos huesos en ella para comprobar si daríamos más crédito a las afirmaciones de los científicos que a su sagrada Palabra.
Una prueba más de que las creencias rígidas conducen a distorsiones de la realidad. Y el uso inadecuado de la arqueología por parte de algunos intérpretes de la misma puede suponer un peligro que no favorece a nadie.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 323


Los tres tipos de peregrinación

Durante la Edad Media se pusieron de moda tres tipos de peregrinación a lugares santos, para aquellos que podían y querían hacerlo:

1. La primera empieza a partir del siglo III. Los peregrinos visitaban lugares citados en la Biblia por los que habían transitado Cristo, la Virgen, los apóstoles y los santos, fundamentalmente Belén y Jerusalén. La monja Egeria es un buen ejemplo de esta modalidad.

2. La segunda es aquella en la que se visitan los lugares en los que, todavía en vida, habitan determinadas personas tenidas por santas. Es el caso de san Antonio, san Hilarión o Simeón el Estilita, todos ellos eremitas que veían interrumpida su soledad, su meditación y su ascetismo por un flujo constante de turistas religiosos, muy pesados y cansinos, que iban buscando su consejo o tocar sus pies o sus vestiduras para obtener beneficios físicos y espirituales que les compensaran la larga caminata. Como, por muy santos que fueran, no tenían el don de la inmortalidad, al fallecer, sus tumbas siguieron siendo focos de peregrinaje, porque sobre ellas se construyen santuarios.

3.La tercera modalidad de peregrinación es la visita a las reliquias de los santos y mártires en los templos que contienen el cuerpo o parte de él. Bajo la premisa de Basilio de Cesarea, «una vez partido el cuerpo, la gracia permanece intacta… una pequeña o ínfima reliquia posee el mismo poder que el mártir que no fue partido», se generó un lucrativo comercio de reliquias condenado, entre otros, por san Agustín, porque allí donde hubiera un dedo de san Cucufato, un Lignum crucis, un cráneo de san Juan Bautista, un clavo de Cristo o un molar de santa Apolonia, era un lugar propicio de peregrinación y, por tanto, de beneficios espirituales (más etéreos) y económicos (más tangibles).

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 329



Muchos enigmas se resuelven sabiendo algo de Historia.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 332


Una de mis costumbres, cuando visito un museo del tipo que sea, da igual, es fijarme en aquellas figuras, monedas, esculturas, lápidas, mapas o cuadros que me parecen chocantes, raros, fuera de lugar, insólitos o que se salen de la norma por su aspecto o por su leyenda. Y si los puedo fotografiar, allá que voy.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 355


Copia del mapamundi de Fra Mauro. El original se ha perdido. «Considerado el mejor memorial de la cartografía medieval», según Roberto Almagià, fue dibujado en 1459 por el monje italiano Fra Mauro. Es un mapa raro y desconcertante, pues en él se dibuja correctamente el cabo de Buena Esperanza, al que denominó cabo de Diab, con su característica forma triangular, treinta años antes de que Bartolomé Díaz lo doblara.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 355


Un turista se puede cruzar con un viajero y ni siquiera se verán. Buscan cosas distintas: el turista la última foto y el viajero el último instante.

Jesús Callejo
Grandes misterios de la arqueología, página 384





No hay comentarios: