"Aquel niño me siguió a mí al principio de su vigor, en sus años viriles se dirigió animoso a mis reinos, porque guardo la casa del Omnipotente bajo los pies del Señor; todos los vencedores, una vez han deshecho la mancha de la culpa, me alcanzan cuando los voy llamando hacia arriba.
Dijo, y batiendo el aire con sus plumas de oro, se elevó la doncella a los cielos. Se admiran las demás virtudes, y reaniman en sus almas los deseos de querer marcharse con ella, si no tuvieran que permanecer en la tierra como capitanas de nuevos combates. Luchan con los vicios y se reserva cada una para sus premios.
Había venido la Molicie, enemiga de la parte occidental del mundo, pródiga de la fama ya perdida, perfumados hasta el exceso sus cabellos, con ojos derramados, con voz lánguida, entregada a las delicias; cuya vida no tiene más causa que el placer, el ablandar el ánimo muelle, agotar petulantemente los amenos deleites y afeminar los sentidos dominados. Entonces eructaba pálida la tardía cena porque, recostada a la mesa hasta el amanecer, había oído los roncos clarines, y, dejando al punto los enervantes licores, resbalando por entre los vinos y los bálsamos, salía ebria al combate pisando flores.
No iba a pie, sino que, conducida por un lujoso carro, arrastraba los corazones heridos de cuantos la miraban. ¡Oh nuevo género de lucha! No huye la veloz saeta impulsada por el arco, ni la estridente lanza vibra flechada por el viento, ni esgrime la espada en su mano, sino que, lasciva, arroja violetas, y lucha con pétalos de rosas, y va dispensando espumosas copas en las filas enemigas."

Prudencio
Psychomachia




"El ave vigilante nos despierta,
y sus cantos redoblados
parecen ahuyentar la noche.
Jesús se hace oír
por el alma que dormita
y la llama a la vida
adonde su día nos conduce."

Prudencio
Tomada del libro El mensaje de los constructores de catedrales de Christian Jacq & François Brunier, página 191


"Tengo en la actualidad cincuenta y siete años. Se aproxima el fin, y Dios va mostrando a mi ancianidad el día vecino. ¿Qué cosa de provecho he llevado a término en el decurso de un tiempo tan largo? La edad primera la pasé bajo las férulas batientes de los maestros. La mocedad viciosa me enseñó luego a fingir y no pasó inocuamente por mi alma. La insolencia peligrosa y la ostentación provocativa, ¡ay, me avergüenzo y me pesa!, manchó mi juventud con sus inmundicias y su lodo. Luego, los pleitos predispusieron mi alma ya confusa, y la funesta obstinación del triunfo forense me guió en multitud de casos escabrosos. Dos veces goberné ciudades nobles con las riendas de las leyes, e hice justicia, siendo la égida de los buenos y el terror de los malos. Por fin, la liberalidad del príncipe me puso en el escalafón militar, destinándome cerca de sí en un orden próximo a su persona. Mientras la vida me conducía voluntaria por estas vicisitudes, cayó sobre mi cabeza de anciano la canicie, arguyéndome del olvido del viejo cónsul Salia, bajo cuyo consulado nací. Cuántos inviernos hayan pasado y cuántas veces hayan substituido las rosas al hielo de los prados, la nieve de mi cabeza te lo dice."

Aurelio Clemente Prudencio
Así escribía su autorretrato en el prólogo de la obra  Peristéphanon









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