La pasión
Colgamos una bandera blanca de la
casa -la querella terminó.
Masticábamos porquería. Con nuestros
dedos hacíamos añicos las copas de
cristal
de las cuales acabábamos de beber
líquido color azul vitriolo, y entonces
renunciábamos el uno al otro.
Eventualmente
la atmósfera se hizo insoportablemente
sofocante,
pero desviar la mirada habría
significado convertirse en ciego.
Un invitado dijo de repente: "¡Dios qué
espléndido!" mirándola ya a ella
mirando ya al montado
pez que alguien había colocado bajo el
vidrio.
¡Aquellos invitados! Hoy te reconocen,
mañana no se apercibirán de tu
existencia. Pero darán garrote a un pez
arponeado, repitiendo
"la vida fatal. La vida."
Anzhelina Polonskaya
Traducción: Rafael Patiño
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