“A la mitad del camino que conduce desde Pozuelo a Santa Cruz de Paniagua, a unos doscientos metros a la izquierda de la vía y en el cerro de la Bardera, hay un enorme peñasco de forma cónica con un apéndice que figura el trozo de un puente, de un solo ojo, que mide tres metros próximamente de elevación por dos de anchura, y de cuya clave pende una enorme argolla de hierro. Subiendo un poco por las sinuosidades de la peña, se ve una caverna medio oculta en las angulosidades de la pizarra, de regular profundidad, denominada El Horno del Drago.
Este drago o dragón era un gigante monstruoso, que tenía la cabeza y brazos de hombre y el resto del cuerpo de basilisco. Cuando sentía hambre, daba unos bramidos tan fuertes, que se oían a dos leguas a la redonda y atemorizaban a los habitantes de la comarca, quienes para aplacarlo llevaban una vaca o varios carneros, que el monstruo mataba y colgaba de la argolla mencionada. Tal presente, que devoraba en crudo, no le duraba más que un día, y al siguiente se repetían los bramos y ofrenda.
Esta voracidad concluyó con la ganadería de la comarca, que entonces empezaba a desarrollarse; y no habiendo reses que engullir, acometió y se zampó a los habitantes de la Alta Extremadura. Cuando dio fin de ellos, bajó a la provincia de Badajoz e hizo lo propio. Luego despobló la Andalucía; y por fin, siempre buscando alimento, pasó al África, de donde no volvió.”

Publio Hurtado
Supersticiones Extremeñas
Sobre la leyenda de un fabuloso dragón, conocido como “el drago” en las estribaciones del sur de la Sierra de Gata


"Hace cuatro años, un jornalero portugués llamado Manoel de Silva, muy dado a fantasear con hallazgos de tesoros (que en su tarea escarbadora había descubierto algo muy curioso cerca de la fuente de las Doncellas, junto a Cáceres), juraba y más juraba que cerca de la Aliseda existía un gran tesoro, fundándose en que su mujer (de la familia de las Cuervas, de esta capital) había soñado, una, dos y tres veces con aquel, y llevado de la esperanza de encontrarlo, fue a la Aliseda varias veces y, ayudado de otro obrero, removió la tierra en todos los lados, hasta en el mismo sitio donde los condueños del tejar lo descubrieron hace pocos días. El portugués murió mendigando el pasado año y nosotros hemos visto realizados sus sueños dorados."

Publio Hurtado Pérez
Tomada del libro Grandes misterios de la arqueología de Jesús Callejo, página 202


"... larvas, lémures, espectros, almas en pena… todos eran de la misma familia, con escasas variantes. Porque todos eran espíritus errantes, que ya por malos cuando animaban un cuerpo humano, ya por desatendidos en alguna ceremonia funeraria, ya por haber dejado en este mundo alguna deuda por satisfacer o alguna injusticia que reparar, se mostraban a los vivos en medio de la soledad y el silencio."

Publio Hurtado Pérez
Tomada del libro Seres y lugares en los que usted no cree de Jesús Callejo y Carlos Canales, página 103















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