Aterrizaje
Fuera del avión. Pasar por migración. Tren a Londres. Estación Victoria. La gente mete los boletos para abrir los torniquetes. Los torniquetes se abren. La gente pasa. Inténtalo. No se puede. El torniquete no se abre. El conductor con fuerte acento de Ghana pide el boleto. Lo llevo al lugar exacto. Le muestro. ¿Dónde está su boleto? No lo sé. Está ahí dentro. Señalo los torniquetes. No lo sé. Acabo de llegar. A encontrarme con un amigo en la Estación Victoria. ¿En qué parte de la Estación Victoria? No lo sé. El conductor con fuerte acento de Ghana pregunta de dónde soy. Canadá. ¿De veras? Sí. De veras. Cansada de veras. El conductor dice, llama a tu amigo y dile que te espere en la puerta 16-19. Te llamo. Dices que estarás allí. Me siento sobre la maleta con la cara entre las manos. Ahí estás. Joven. Hermoso. Espléndido. Bésame. Cógeme en tus brazos. Llévame lejos.
Juliane Okot Bitek
Personas
Veo personas hermosas
en trenes, automóviles, aulas, paredes
en sitios donde nadie más las ve
En subterráneos y dormitorios
en la radio y en la tele, en estaciones de servicio, en apartamentos
en los troncos de los árboles y en las plantas de interior
en un poster que está en el baño de la casa de una amiga
Hermosas personas viven
en las cubiertas de las novelas
en las películas, en la discoteca, en Playland
Milán, París, Londres, Nairobi, Lagos, Nueva York
Bellas personas sonríen
desde las tapas de Vogue, Ebony y O,
Mirabelle, Flair y Chatelaine
y desde el techo de un cierto hombre joven
Están las guapas
con lunares en sus mejillas derechas y sus mejillas izquierdas
arriba de sus labios atractivos y piernas y pies y manos
en los senos y las nalgas
pechos y espaldas Estás aquellas
con pestañas grandes, traseros rellenos
labios gruesos, zapatos enormes, abultados abrigos
y cosas para destacar
algo que te revuelve las tripas
Veo hermosas personas
cuerpos delgados, labios finos,
voces débiles, risas diluidas
pies delgados, pantalones finos para sus cuerpos finos
que se balancean en los vientos de Chicago
Y con todo
creo en la fuerza que surge
desde el velo
tú, sonriendo
tú, la de la ropa bereber;
la gracia con la que espantas las moscas
mientras ensartas cuentas para vender
Mama Maasai;
la elegancia de tu espalda desnuda
senos secos que se balancean
la risa con la que echas atrás la cabeza
y te burlas del sol
tú, madre de las tiernas canciones de amor acholi;
y tú,
tú la del teñido ocre;
tú la de los ojos con kohl y suave piel negra
Creo en ti, hermana
Y aunque hermosas personas
inunden las paredes del baño de mi amiga
ninguna
dije ninguna
ninguna
es tan bella
como tú.
Juliane Okot Bitek
La llegada de la tormenta
Cuando se tiende la oscuridad sobre el horizonte
Relampaguea por doquier
En mi cabeza
Como un papel virgen
Antes de la marca ensangrentada
De los pensamientos de tinta
Juliane Okot Bitek
Traducción: Lisa Harris
Magdalena
Si encuentras a ese hombre espléndido, Sofía,
dile que me hubiese encantado
lavar, ungir, perfumar sus pies
con tus trenzas rubias
(porque no tengo ninguna)
Si encuentras a ese hombre espléndido, espléndido
recórrele la espalda con tus dedos
rodea tu cara con sus manos
y prepárate
para un beso interminable
Si encuentras a ese hombre espléndido
átalo, azótalo, encadénalo con tus ojos
bebe la sangre que tenga que ofrecer
necesito tenerlo corriendo en mis venas
Si encuentras a este hombre
deja que sienta tu pulso
en tu cuello
con sus labios
y dile
que he amado a otro
y a otro y a otro
dile que la salvación es una mentira
Y cuando caiga de rodillas
pon su cabeza en tu regazo, Sofía,
y dale la absolución
completa
Juliane Okot Bitek
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