Mañana

Planeta esencialoide. Año 2023. 

Notas bajas alunizan tu historia, 
índigo trapecio de replicantes, 
hormonas sibaritas, 
fallas en las zonas del encanto. 

No responde, galaxia arrullada 
por una sístole heroica. 
Emulsión de razas en celo, 
nanites de bocas que juegan. 

Guarda hipocampos disidentes; 
Lorca, Panero, Cervantes. 
Humana incisión 
sangra por volver al origen.

Hallie Hernández Alfaro


Revelación

Hasta ese minuto el todo había sido falacia, 
sino enroscado en la víbora piel del desierto. 
La boca, las manos, los terremotos, 
el juramento de Hipócrates, el arenal de los indómitos, 
la pureza del agua, las corrientes frías del Pacífico; 
universo sin causa, 
universo solitario de fuego triste. 
Hilos desheredados meciendo nadas, imberbes y triviales nadas. 

La historia cambia, en segundos, con París al costado 
o con esa ciudad prieta que nos venera en sombra; 
tal vez en el pórtico medieval donde se hacinan 
latidos hambrientos, causas numéricas, 
cabriolas manchadas por el deseo. 

Dije, cambia; no, involuciona hacia el sur de los arrebatos, 
colisiona el erguido callejón hasta su veta más inocente, 
fulmina de un chispazo la tempestad del carbono 
la urdimbre del inculpado reo. 
Enciende también letras blancas, con frases de Dulcinea, 
en los puntos suspensivos de la vereda tan amada. 

Se habla de dos, de sustancia fervorosa, 
de ángulos inseminados por la devoción, 
de la saliva consumando altares.    

Hasta ese minuto el todo era una mentira predecible, 
un árbol oscuro, 
una falsa memoria estelar. 

Hallie Hernández Alfaro


Sin olvido

La oscura valentía de las sombras, 
ibas tras ellas. 
Cántico de cisnes 
habituado a la luz 
en los dientes de tu bolígrafo. 
Aire, elemento; 
septiembre, cosecha. 

Mayo se quiere romper los ojos 
para cegar el vacío. 
No sabemos cómo saquear las bolsas del sino triste 
ni decir adiós al hermano que titila. 
Debemos hacerlo. Por Cernuda, por las ciudades ingrávidas, 
por la inercia del adjetivo que no puede olvidarte. 


A Ramón Ataz,  in memoriam. 

A su amadísima familia, a sus amigos, hermanos y compañeros. 

Hallie Hernández Alfaro


Sueño de una noche de verano

Aquel café expreso aún rondaba en la cabeza, el humo del cigarrillo, las velas encendidas, los susurros, la multitud de cuerpos emergentes y nada didácticos que revestían el lugar de lunas académicas (entre el cuarto menguante y tus pupilas llenas) Hallie esperaba en la mesa del final (con veinte años elegimos el oscuro rincón de los sueños) y plegaba los labios a la taza como quien escala un monte helado lleno de musgo, resbaladizo y secreto. Aparecería el hombre que amaba los gatos, ese que llenaba los pinceles de colores trémulos y que habia perdido la virginidad masculina hace un puñado de horas. Lo conocía de lejos, lo vigilaba en secreto desde su ateneo (entre libros de Anaïs Ninn y Henry Miller, con bastante opio espiritual en el cerebelo) No sabía muy bien como olía pero podía sentir en el paladar su boca y el café expreso que quemaba la garganta. 

Alli estaba, había entrado con ese aire venusiano que lo definía.Traía un abrigo azul oscuro y unos lienzos en la mano. Miraba hacia el norte con sus ojos protagonistas y sus tinieblas, en parte aprendidas y en parte ovuladas, por su alma. Venía de una noche poco cívica, anacrónica y ardorosa.También buscó la última mesa, necesitaba ordenar las emociones fuertes y beber algo revitalizador, con bourbon, si fuese posible. 

Alea iacta est, habia dicho Julio César, las cartas estaban echadas, era la hora de la verdad pura, ésa que no se deja seducir por los movimientos del tigre hambriento y que no puede escapar de su despótico camino de piedras blancas. En los próximos minutos temblaría la historia personal de Hallie y el hombre de los gatos quedaría atrapado en un terceto de seda vaporosa (de esos que no pueden morir nunca) 

Te soñé , impreciso y perfecto a mi tacto, libre y nuevo, dijo Hallie con la taza en los labios. No puedo quedarme, contestó el hombre moviendo las manos, soy un ser imaginario aunque tenga erecciones y administre imperios de belleza. No correspondo a tu oniria más que en determinados instantes. He viajado mucho, soy el forastero, el gran Pater, una columna griega que resiste el viento y la soledad; a veces cedo a mis impulsos y los deposito en la semilla de mi descendencia. Tendré pronto un hijo y ya está en otro vientre. 

Aquel lugar con mesas, café y humo guardaba silencio, un minuto o dos como cuando muere la sentencia de los dioses y los humanos decantan lágrimas y tenebrosos presagios. Los finales son sólo despedidas efímeras, intervalos de bourbon mojando los labios, tazas que huelen a saliva enamorada. 

Hallie Hernández Alfaro









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