A un joven narcisista

Sólo te recuerdo que Narciso
de tanto mirarse el rostro en el estanque
murió ahogado

René Dayre Abella


El equilibrista

Camina despacio sobre las líneas del poema
evitando caer de bruces en la nada.

René Dayre Abella


El poema lúcido

No pidas que te mire.
¡No insistas!
Ya no tengo mis ojos.
Se me salieron y se fueron al mar.
Búscalos entre las aguas.
Allí flotan.

René Dayre Abella

Elegía compartida

A la memoria de José Muñoz

Te llamase José
y tuviste sueños de alcanzar algún día las estrellas.

De robarle a la noche algún secreto
para luego compartir tan sólo a medias.

Hoy ya no estás, José.
Te convirtieron en una anónima cifra:
¡Otra víctima más de la pandemia!
¡Del rechazo social! ¡Del abandono!
¡Del odioso vivir con un estigma!

La muerte, al fin, José,
te vino a liberar de tanta mierda.

De no hablar de tu asunto a los muchachos.
Ni al vecino de junto, ni a la abuela.
—ya está vieja, la pobre, y no comprende—

De la uña de gato y los menjunjes.
De las células T.
De aquel conteo que esperabas ansioso, impaciente.

Del crixiván tomado a media tarde.
Del difortí y de otras tantas porquerías.

De morirte de a poco, despacito,
en una angustia larga, inenarrable.

¡Libre por fin, José,
tú te marchaste a buscar un hogar
en las estrellas!

René Dayre Abella



Lamento por La Habana

“Adondequiera que vayas
tu ciudad irá contigo…”
(versión libre del poema La Ciudad, de C. K. Kavafis)
A Bobby Jiménez, hermano.

Hoy me pierdo en tus calles que despiden
el hedor ácido de los urinarios públicos.
Las fachadas de tus edificios arañadas por el tiempo.
El color ocre golpeándonos los ojos.
Esa masa anónima de seres que deambulan como autómatas.
Esas ratas que corren frenéticas entre la basura y los escombros
y las escaleras chorreando mugre invitando al sexo clandestino.

¡Oh, Habana, mi hermosa Habana! ¿Quién te rompió el rostro?
¿Quién desató furioso ese huracán de ruina y destrucción?
¿Quién no pudo quererte? ¿Quién se alzó con la desolación?

A pesar de tanta ruina tú te yergues majestuosa
desafiando al desastre.
Devolviéndonos, como la mujer madura, vanidosa,
la más preciosa de las fotos de su ya ida juventud.

René Dayre Abella


Retrato del otro

Ese hombre de la mirada adusta
que ensaya sin lograr una sonrisa
delante de un espejo.

Ese sujeto torpe que enreda sus pisadas
entre libros y juguetes al descuido
que revuelve las piedras arañando la tierra
y dialoga con árboles y ríos
desandando caminos.

Ese loco que increpa a la montaña,
al cielo, a las estrellas en la noche.
Que llama al sol su amigo.

Ese infeliz que sufre de delirio
puede ¿por qué dudarlo?
tratarse de mí mismo.

René Dayre Abella

Sueños

Anoche me soñé pez
muriendo a pedacitos.
Luego soñé la luna
escondida en una caja de zapatos.

Una fila de hormigas movía una araña.
—¡Niño, no te manches la ropa, ni los zapatos blancos!

Quise soñarme hombre y me soñé poeta,
un infeliz que sueña
escondiéndose siempre de la Muerte.

René Dayre Abella










No hay comentarios: