Arañazo
Ya sé que soy una bomba de fusión en potencia
que todos mis átomos de hidrógeno están desordenados
desordenada también mi imprudencia temeraria por lamerte
los ojos y la nuez de la garganta, tu ombligo y esos lunares de café.
Ya sé que te bebí una tarde de noviembre y me abriste el apetito y la carne
desde entonces soy vagabunda en tu espalda y en tus desatinos;
cada noche me duermo entre tus arterias de granados y tus columnas de mar vencido
y rastreo tus sueños hasta aquella costa donde bucea tu deseo
y soy Isis, soy Cibeles o Yemanya conquistando esa boca de tiempos desnudos.
Invoco a la Luna menguante en escorpio, haciendo una batida en tu cama
inmanto tu patria y afecto aparcados en mi iris de bosque perenne
amarrando con clavo y limón tu distancia hasta mis estancias
donde revuelas mi costilla, los ventanales descubiertos de mi mirada
y habito tu fijación perdida en mi rostro y muero,
muero escarbando tus mascullos, muero de mi en ti,
en tu arañazo hacia mi casa infinita.
Agosto ojo de halcón y caña dulce
Marisa León
Confundida entre azabaches
Confundida entre azabaches
de leños, bosques, madreselvas
surcando el viento contra el miedo
si acaso tardase cernir el polvo de esta piel
pétalo a pétalo de serpientes
buscando la medicina de Gaia
en los ojos de las sombras, de caracolas
en los sarcófagos de la Luna
mordiendo este mar de jaspe africano
verde y magenta, de sangre de dragos
enamorada de cielos grises en cascadas de lágrimas
ya, sin vergüenza por cada muerte de mis espirales
con la espada de legiones de pieles renacidas.
El sueño siempre es un bucle
eternidad de una llama diminuta, cualquier estrella
para equilibrar tanta brasa de silencios.
Marisa León
Por una flor
¿Y si fuese un soldado fusilado por una flor?
A mí las balas de pétalos
y los rincones adorados por tréboles.
Cambalache de árboles en peregrinación
himen de un ejército de amapolas
con residencia en este cuerpo que galopa
que empuja hacia la luna llena su necesidad...
Ya nacen los manantiales al Este
la necesidad de un relámpago
para hacer de esta guerra la rebelión de la orquídea
triunfo de flores en apariencia dormidas
de violetas y jazmines al ocaso de la rendición...
Ya vengo vestida de hojarasca, si fuese la miel del junco
ya, de papiro, para hacer de cometas, nuevas batallas...
A veces, del imperio de las malvas, desciendo a los infiernos
para revolverme en el fango del loto
morir de adentro, con la luz del garoé, de lluvias
morir transitando un campo de girasoles, de muerte desarmada...
Retumba la vida, a golpes de tierra
y de la flor, que si mata, no se muere, sólo se pierde
y las campanas susurran entallada fertilidad de flores libadas.
Yo vengo con la estirpe de la sangre a derramar la piel del Alma...
Marisa León
-Quién eres ahora.
Antes de ahora eras de mi Alma
y ya no te reconoces en mí.-
¿Quién eres?
Acaso el felino en el baobab
divisando el Este y la Luz
acaso presientes el escalofrío de la inmortalidad
cuando reinventamos el morfema del Alma
mutando entre ecos
en el pergamino que cuenta nuestra vieja historia
la historia que se repite...
Ahora soy otra persona de la que fui en otra era
donde tú y yo no usábamos piel
y bebíamos de la fuente primigenia
del maná de los dioses...
Ahora, errantes y desconocidos
nos reencontramos en el tiempo
-y el viento lo sabía-
y tú, durmiente, no despiertas...
Ni mis besos te avivan
de tu letargo de eones.
Marisa León
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