Cementerio de nadas

I

Ya hemos vuelto de nuevo al invierno de la lluvia.
Tocamos la gran piedra y su alquimia
nos redujo a cenizas.
De nada sirve, pues, la espesa tundra
de pensamientos firmes que tuvimos.
Hemos bajado al cálculo, nosotros,
los que erigimos torres
y fingimos silencios previamente.
Nuestras manos comienzan a diluirse, empero,
no quedó ningún verso capaz de pervivirnos.
Hemos vuelto al silencio,
al oscuro exactísimo que nadie deseamos.
Las gacelas no vierten sus más ligeros pasos
y hace un frío de vidrio que penetra los huesos.
De regreso al lugar donde nos sobra el nombre,
nosotros, los oscuros, no tenemos ya tiempo.
Los hijos, espantados, huyeron tercamente
y sólo somos miedo en las horas nocturnas.
Hemos vuelto a verter, entre la falda
pútrida de la tierra, nuestras viejas pasiones.
Aquí yacen ahora los más deseados pechos,
las narices perfectas de algún actor de moda,
los pinceles secretos que guardara el pintor
más dentro de sus ojos,
la moral predilecta de algún hijo de Dios
cuyo hábito podrido nos muestra los girones
de la ambigua materia.
Aquí se desparraman niños,
vaginas no tocadas convierten en caminos
de larvas su pureza,
se desafora el pánico de no ser más besado,
se diluye la fe
como en un territorio de dioses pequeñísimos
que corroen la carne, impunemente.
Hemos vuelto de nuevo al jardín del invierno
a convertirnos tercos en suicidas rosales.
Si existe el jardinero que cuide nuestros tallos
habrá llegado tarde,
la nieve de la duda ahogó todos los cálices
y en el lugar secreto de la corola muerta
flotan lágrimas frías.

II

Le singulier aspect de cette solitude
Et d´un grand portrait langoureux,
Aux yeux provocateurs comme son attitude,
Révèle un amour ténébreux,

Une coupable joie et des fêtes étranges
Pleines de baisers infernaux,
Dont se réjouissait l’essaim des mauvais anges
Nageant dans les plis des rideaux;

La muerte de la paz o la paloma abierta.
La historia derramada o el silencio.
El chico que murió, aplastado en el Yemen,
cuando el civil surgía de otro pánico.

El parricida austero que matara a la madre,
la idea de la madre, truculenta,
en un charco de sangre.
Esa columba livia del destino.

Aalto, Alvar
En la Maison Carrée, tras el espejo.
Diego Abad de Santillán
Rebelado y final contra el gobierno de la muerte.

Joaquín Abarca
Desterrado a los cielos en mil ochocientos cuarenta y cuatro.
Abd el-Kader
Derrotado en Damasco.

Cementerios de arena, los nombres confundidos,
intercalados, puestos ante las flores,
tenebrosos y oscuros de los muertos.
Incontables, putrefactos, los sueños.
Extrañas sementeras donde crece
la flor bilis del pánico.
Los cuerpos, macerados, disueltos en vitrales,
con la vida mirando hacia el azogue.

Ordóñez de Montalvo
Cabalga hacia la muerte como Amadís de Gaula.
Periandro de Corinto
Balbuceando, tirano, entre lo oculto.

Pericles de Jantipo
Arrasado por fuegos interiores.
Harrison Salisbury
Contradiciendo aún la guerra fría…

Und plötzlich in diesem mühsamen Nirgends, plötzlich
die unsägliche Stelle, wo sich das reine Zuwenig
unbegreiflich verwandelt-, umspringt
in jenes leere Zuviel.
Wo die vielstellige Rechnung
zahlenlos aufgeth.

Dolors Alberola


Descendimiento

También tú estabas muerto.
No fuera yo la virgen,
la hembra que tuviera recostada
tu cabeza en mi pecho,
ni fuera el solo brazo esas colinas
puntiagudas irguiéndose.
No fuera a tu derecha
esa túnica rota y desbordada,
sino tu paño blanco de pureza sombría.
No fuera el sol la lámpara, oscureciéndose,
ni este lecho de sábanas
como un temblor de tierra ya amainado.
Pero tus ojos, muertos
a la luz de la calle ya dormida,
fueran toda la gracia
capaz de levantar la sola piedra.

Tu piel,
a dentelladas blancas y esa nieve
que simulara sangre.

Besara, descendiera
-no teniendo madero entre tus brazos
sino la sola cruz erguida en tus axilas
y esa boca entreabierta en mi agonía
y ese cadente
y ciego
no ser, casi perlado, cayéndose a gotas
del triste corazón que iba alargándose-.

Mirárate y gimieras:

-Oh, mujer.

Y gritaras:

-María.

Y todo está consumado -yo gritara-.
Y el dolor en tu pierna que acudía
al arquear su gesto y, descendido
ese extraño animal. Y, ya a plena muerte,
yo tumbara mi rostro contra ti
y, como un rastro en el lienzo,
me dejaras tu rostro a mi deriva.

Dolors Alberola


Oda posterior a la última oda

Ya tocan las campanas. Míralas como tocan.
Ya tocan las campanas. Óyelas como tocan.
Ya tocan las campanas.
Tócalas, como tocan los muertos las campanas.
Ya tocan las campanas goterones de sangre en el silencio.
Ya tocan torreones gavilanes de muerte en las esquinas.
Ya tocan en lo negro otras gotas de sangre más oscura.
Ya tocan las campanas. Llóralas como tocan.
Ya tocan las campanas. Bórralas como tocan.
Ya tocan las campanas. Huélelas como tocan.
Y si huelen a muerte. Mátalas cuando tocan.
Y si huelen a versos. Cántalas cuando tocan.
Ya tocan a la carne de Federico muerta.
Lagrimones de amor derraman las campanas, toque a toque.
Lagrimones de furia atraviesan los cielos inundados.
Estelas de dolor cruzan el cuerpo amargo de los barcos.
Delfines incendiados abren lucha en la tarde e izan lunas.
Toc. Toc. Gime el metal enloquecido.
Din dan don, la luna resquebraja.
Cling. Cling. Acompañan los vidrios de la pena.
Shi. Shi. Shiiiiii...
Ululando los cuervos de la muerte dibujan negras armas.
Se abren las ventanas,
casi se parten en dos los portalones de las casas.
La tierra se agrieta y en su vulva se levanta la flor de la discordia.
Ha muerto Federico. Va corriendo la voz, ciega cascada.
Ha muerto Federico. Federico García, el poeta.
Federico, el doncel,
el que tocaba alegre aquel piano,
el de la risa blanca, el de la voz de luna, el de los pobres.
Ha muerto Federico, Federico, sí, sí, el director de La Barraca.
¿Le mataron? ¿Por qué, por quéé, por quééé... ?
¿Por qué mataron vivamente a Federico?
Le atravesaron negras las almas del fusil.
Pam. Pam. Pampampampam, las almas hueras
dibujaron triángulos en el aire.
Ha muerto Federico. ¿Ha muerto el Señorito Don Federico García?
¿El de los versos tristes?
¿Y por qué han matado a Federico? ¿Y por qué se asesina a un poeta?
¿y por qué los romances deben oler a pólvora?
No, no, no, y secamente no. Federico está vivo
He oído su voz bajo la luna.
Esta mañana el río va cantando: Estáaa vivoooo el
poetaaaa.
Y repite, sus versoooos estáaaan vivooooos.
Y agrega, a remolinos: estáaaaa vivaaaaa suuuu manoooo
y haan creciiiiido jaramaaagos de mieeeeel entre sus deeeedos.
Ha muerto Federico (ha dejado la voz en una esquina)
y pasa el viento y, con la voz, duplica otra voz
y la deja caer por los balcones.
Está vivo el poeta piiiiiiiiiiii, deslizan verdes
pájaros azules.
Está vivo el poeta, grrrrr grrrr . smfffff va cantando el invierno,
y de sus hojas va enhebrando diciembre
y luego cose costurones de frío en sus espaldas.
Está vivo, don Federico García está más vivo que usted y la gallina,
agrega un granadino contra un granadino que desmiente.
No puede ser, no puede ser, no puede ser.
Dice Doña Asunción, mientras va santiguándose.
Federico, a la una. Federico, a las dos. Federico, a las tres,
responde si eres poeta:
¿Estás vivo o estás vivamente muerto?
¿O estás muerto o estás muertamente vivo?
Y Federico ríe, ja, ja, ja, a través de las barbas de Don Perlimplín,
que se ha dejado barba para disimular los cuernos.
Y Federico llora, bua, bua, bua, con lágrimas de Yerma
y maldice la vida, reseca en sus entrañas.
Y Federico ruge, tan fuerte que Bernarda se tapa los oídos.
Y Federico trota y es un caballo alegre Federico.
Y Federico, pam, tac, plum, martillea los zapatos de la noche
con plata en las espuelas.

Doña Rosita llora. Mariana le busca a través de las nubes
y la luna se oculta y cambia así el futuro de los novios que huyeron.
Ha muerto Federico. No es verdad. Yo le he visto.
Ha muerto Federico. No es verdad. Son sus versos.
Ha muerto Federico. Ha muerto Federico. Ha muerto Federicooo.
Lárgate, láargate, laaaaaaaárgate con la pena a otra parte.
A las cinco de la tarde lo hemos visto pasar
con un doncel hermoso vestido de torero.
Iba clamando fuerte:

Si el aire sopla blandamente
mi corazón tiene la forma de una niña.
Si el aire se niega a salir de los cañaverales
mi corazón tiene la forma de una milenaria boñiga de toro.

A las ocho de la tarde,
mua, mua, mua, ha besado la luna a Federico.

Dolors Alberola



No hay comentarios: