Consejo de paz

A Fernando Sagaseta

1

Muchachos que soñáis con las proezas
y las glorias marciales.
Bajaos del corcel, tirad la espada;
los héroes ya no existen o están en cualquier parte.
Llegará la hora cero de ser héroes
cualquier día cruzando cualquier calle.

2

Contables misteriosos
cerrarán un balance.
Decretarán la nada entre los hombres
misteriosos contables.
Cuando en los hondos sótanos,
valientes y cobardes
recen al Alto Mando
por un soplo de aire.
No los oirá ni Dios, que está más cerca;
no los oirá ya nadie.

3

Negación de los nombres.
Negación de las frases.
Si no sois primavera, espuma o viento,
Fuerzas de Tierra, Mar y Aire;
si el vendaval no sois ni la semilla,
ni la lluvia que nace de los mares,
usurpadores sois de las palabras
nobles y elementales.

4

Homicidas sin culpa se disfrazan
del color de la tierra y de los árboles,
con floridos ramajes en las frentes,
como en las bacanales…
Pero no son alegres las canciones
que inspira el mosto de la sangre.

5

Muchachos soñadores de epopeyas,
escuchadme:
El pecho es el lugar que se designa
para el balazo de los mártires.
El pecho, nave heroica
donde retumba el corazón amante,
donde el plomo penetra limpiamente
como en templo de sangre…
Pero sucia de barro y excremento,
cae la estatua de Marte.
Vuestras definiciones,
vuestras sabias verdades,
la inteligencia es pus sobre las frentes
de miles de cadáveres.
Y en la tierra abonada por la muerte
sólo he visto crecer la flor del hambre.
Muchachos soñadores,
bajaos de corcel, tirad el sable.
Cuando las botas pisen los olivos
y su símbolo aplasten,
coged su savia espesa, echadla al mar,
y veréis cómo aplaca tempestades.

Pedro Lezcano Montacalvo



"El Parlamento de Canarias se había convertido en la cámara más baja del Parlamento, los diputados iban a no escucharse, y tan sólo hablaban el lenguaje de su partido."

Pedro Lezcano


Endecha de las dos islas (Tenerife, Fuerteventura)

Mi tierra verde,
tu tierra parda.
Mi tierra erguida,
tu tierra echada.
Mi tierra grita,
tu tierra calla.
Mi tierra vive,
la tuya aguarda.
Sueño tus llanos,
tú mis montañas,
Yo en tu sombrera
con anchas alas.
–Te quiero, hermano.
–Te quiero, hermana;
deja tus suertes,
deja tus gavias.
Fuerteventura,
¡fuerte desgracia
que no vivamos
la misma casa,
puerta con puerta,
cama con cama,
sueño con sueño,
maga con maga!
Mi agua es dulce,
la tuya amarga;
mía la rosa,
tuya la aulaga.
Yo la fatiga.
Tú la esperanza.

Pedro Lezcano



He vuelto al mar

"He vuelto al mar, he hincado la rodilla,
hechas mis manos valvas del pecado.
He pedido perdón, he perdonado;
yo a su duro coral, él a mi arcilla.
Mil orejas de nácar a la orilla
han venido y mi voz han escuchado;
pero el mar es muy viejo y ya ha olvidado
mi lenguaje, reseco de Castilla.
Con su ribera impar y su mutismo,
con su arrastrar eterno de cadenas,
su silencio nombrándose a sí mismo,
todo lo olvida el mar, todo, y apenas
quien de él tomó sudario o quien bautismo
es una huella más en las arenas."

Pedro Lezcano


La Maleta

Ya tengo la maleta,
una maleta grande, de madera:
la que mi abuelo se llevó a La Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa
casi nueva.
La tengo ya cerrada y rodeándola
un hilo de pitera.
Ha servido de todo. Como banco
de viajar en cubierta,
y como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.
Yo no sé dónde voy a echar raíces.
Ya las eché en la aldea.
Dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de la vieja…
– La hostelería es buena, me dijeron.
Y cogí la bandeja.-
Sí señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa…
Yo por vivir entre los míos hago
lo que sea.
Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza…
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quién los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco,
¡y lo que se vendía era mi tierra!
Pero no importa, me quedé plantado.
Aquí nací, de aquí nadie me echa.
(Hasta que el otro día lo he sabido,
y he hecho de nuevo la maleta.)
He sabido que pronto van a venir de afuera
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias…
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte, y nuestra muerte,
indefectiblemente se proyectan.
Yo por mi parte cojo la maleta.
La maleta que el viejo
se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas,
¡Qué valientes barquillas atuneras!
Tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan.
Vayan a donde vayan siempre avanzan.
¿Quién dijo popa? ¡Avante a toda vela!
Y yo…voy a marcharme, reculando.
Voy a dejar que crezca
sobre esta tierra mía
toda la mala hierba.
Voy a volver la espalda al forastero
que vendrá con sus máquinas de guerra
para ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias…
Pensándolo mejor, voy a sacar de la vieja maleta
el libro, la escudilla, la camisa,
la batea, voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva.
Y con ella vacía me acercaré a La Isleta,
y al primer forastero de la muerte
que llegue a pisar tierra
se la regalo, para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva.
¡No quiero más maletas en la historia de la insular miseria!
Ellos, ellos, que cojan ellos la maleta.
Los invasores de la paz canaria
que cojan la maleta.
Los que venden la tierra que no es suya
que cojan la maleta.
Los que ponen la muerte en el futuro
¡que cojan la maleta!
¡Que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta!

Pedro Lezcano


Morir en paz

"Morir en paz con muerte de simiente,
sobre la tierra en flor recién llovida;
que la carne, si no superviviente,
llegue a ser por la flor supervivida.
Beber en lirios agua de rocío.
Ser un guijarro más en la corriente
del mar azul o el verdinegro río.
Que el cieno abajo esté, mirando al cielo,
que el cielo anide azul en su tejado,
que libremente el hombre pise el suelo,
con la mano en el libro o el arado.

La paz no es la mejilla que se ofrece
al beso indiferente o al castigo.
La paz es esa flor que nace y crece,
esa cansada mano que alza el trigo.
La paz es todo el hombre.
Todo el abrazo es paz, todo el abrigo.
Todo está comprendido en ese nombre:
el pan, el sueño, el hijo y el amigo.
La mujer ante todo es paz. Y ama
en paz, y vive, y crea;
y todo lo que sea
sobre la tierra es paz y paz se llama,
que sólo en paz se quiere,
y hasta se odia en la paz y en paz se muere."  

Pedro Lezcano Montalvo


Romance de la paz condenada

La boca puede besar
cuando de besar se trata, 
puede comer si le dan
y puede escupir la rabia.
Pero lo que da razón 
a la boca es la palabra.
Sin ella, la mía es 
mortal herida en la cara.
Pero no hay palabras buenas
para entendederas malas.
Si digo rosa, la rosa
se pone tan colorada
que hasta la rosa se olvida
de que hay también rosas blancas…

Yo dije: buscad la paz.
Y la paz que aconsejaba
¿no era la blanca paloma
apostólica y romana?
Tiñeron la paz de rojo,
vistieron la paz de máscara.
Dije y digo: quiero paz
a la puerta de mi casa.
La paz no tiene color,
ni bandera, ni morada.
La paz no tiene vergüenza
de desnudarse en la plaza.
La paz es madre de todos,
pero de ninguno ahijada.

Por la razón de mi boca,
digo que la paz se haga.
Que la semilla sea mies,
y la mies se eche en la parva,
y la trilla la navegue,
y julio aviente la paja,
y el grano grávido quede
y se muela junto al agua.
Y las manos de los hombres
modelen cada mañana
esa escultura de amor
que es el pan de quien trabaja.
Que desde que abran los ojos
hasta que acuesten la cara
pan y paz hagan los hombres.
(Tan parecidas palabras
son la paz y el pan, que entiendo
que de lo mismo me hablan).
Pero vistieron de rojo
la paz que yo aconsejaba.
Y alguna razón tuvieron
para mirarla encarnada.
¡La paz será siempre roja
mientras sangre como sangra!

Pedro Lezcano




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