Cuando seamos viejos

"Cuando busquemos, en invierno, el gran sol, al abrigo del viento, y en verano, una sombra verde, al abrigo del sol.
Cuando las horas nos vuelvan a parecer muy largas, y las queramos más largas aún.
Cuando tantas cosas hayan pasado.
Cuando se vayan desvaneciendo los recuerdos y se vayan confundiendo los tiempos.
Cuando, viviendo más descansados, nos sintamos más cansados, y deseemos cansarnos más.
Cuando lo que ahora es trágico parezca apacible, en la memoria, y haya pasado el miedo.
Cuando se haya acabado nuestra historia.
Cuando las obligaciones se hayan acabado.
Cuando nadie nos pida nada, ni espere nada de nosotros.
Cuando nos vayamos hundiendo en el olvido de todos.
Cuando el porvenir se vaya abreviando.
Cuando la vida que se va tenga un gusto de vino viejo y confortante.
¡Que hermoso atardecer ante el día siguiente, que no acaba nunca!"

Vicente Risco
El libro de la Horas



"Desde el lugar más reducido del mundo, cualquier hombre puede contemplar la inmensa grandeza del firmamento."

Vicente Risco


Dios y las estrellas

"Un día, el sabio P. Rodés, que Dios tenga en gloria, dio una magnífica conferencia ilustrada con fotografías celestes, alguna con tal profusión de estrellas, que semejaba lluvia de confetti.

Proponíase el buen sabio dar una idea de la inmensidad de Dios ensanchando las dimensiones del universo visible.

Algunos de los oyentes, escépticos en materia científica, considerábamos que muy bien pudiera acontecer que los astrónomos estuvieran inflando el cosmos, y que la inmensidad de Dios, incomparable con cualquier magnitud material no sufre menoscabo aunque descubramos—cosa muy posible, pues la verdad científica es siempre provi sional y variable—que lejos de ocupar el universo el vertiginoso número de leguas que los astrónomos modernos, pródigos en ceros a la derecha de la unidad, se esfuerzan en asignarle, sus reales propor ciones son las que modestamente calculaba Ptolomeo. No sería por ello, ciertamente, Dios más pequeño, aunque acaso lo fuesen los sueños del hombre.

A este respecto, algo nos enseña la sabiduría oriental.

Descansaba una noche en el desierto el famoso Coronel Lawrence—el de la revuelta de Arabia contra los turcos durante la gran guerra—con varios jefes árabes. Nasir observaba las estrellas con los gemelos del coronel. Los pueblos del desierto es fama que han sido los primeros observadores de la bóveda celeste. Sin embargo, Nasir se asombraba entonces descubriendo luminarias desconocidas. Lawrence aprovechó la oportunidad para hacer una «lección ocasional» de astronomía flammarionesca. Esto reforzaba su prestigio, y por lo tanto, la política de Inglaterra.

De pronto, Auda, el jefe de los Abu Tayi, un noble, pero un verdadero bandido del desierto, le interrumpió:

—¿Por qué aspiran siempre los occidentales a abarcarlo todo?. Detrás de nuestras estrellas, nosotros podemos ver a Dios, que no está detrás de vuestros millones de estrellas... Nosotros conocemos nuestro desierto, nuestros camellos, nuestras mujeres; el resto y la gloria pertenecen a Dios. Si el fin último de la sabiduría consiste en añadir estrella a estrella, nuestra ignorancia tiene mayor encanto.

De este modo, la fe ruda de aquel guerrero ignorante descubría el fallo de la ciencia del astuto coronel inglés.

El jefe de los Abu Tayi comprendió súbitamente que los millones de leguas que los occidentales colocan entre los astros menos apartados, lo que hacen en realidad es alejar al hombre de Dios, de jándolo perdido en un cosmos científico y laico, y que toda la ciencia moderna—en su aspecto teórico— se reduce a la cuenta banal de añadir estrella a estrella, o átomo a átomo, sin fin y sin descanso... Y acaso sin objeto.

Acaso esté más cerca de Dios el árabe ingenuo que no conoció a Jesucristo, que el sabio inglés que, habiéndolo conocido, contando átomos y estrellas, llegó a olvidarlo."

Vicente Risco
El libro de la Horas



Espíritu estricto

"Un poeta, amigo mío, que murió hace algún tiempo, usaba algunas veces un lema tomado de Goethe: «No caiga ninguna pesadumbre sobre el hombre que se dejó deslumbrar por los dioses»

Los dioses, aquí, significan todo aquello que es bello y seductor en el mundo.

Hay en ésto muchos grados: una escala que comienza en una mesa apetitosa y termina en las más altas regiones del espíritu. Allí donde no se acuerda uno de comer ni de beber. Allí donde San Ero de Armenteira puede pasarse trescientos años oyendo cantar a un pájaro, creyendo que ha estado tres horas, o acaso tres minutos, sea un pájaro celeste, sea tan solo un pájaro paradisiaco. Siempre será ese pájaro uno de los dioses.

Precisamente, el hombre que se dejó deslumbrar por los dioses es el que por ellos es capaz de olvidar todo lo que hay en la vida ordinaria, aun lo más gustoso en la vida de todos los días.

No se trata aquí de nada santo, pero tampoco diabólico. Se trata de espíritu estricto. Acaso de lo que hace hombre al hombre, pero entonces, pocos han llegado a serlo."

Vicente Risco
El libro de la Horas



"He aquí la Puerta de Paja… Estás, como en tus sueños, ante ella… Una de dos: detrás de esta puerta está Roma o está la Nada. Si está la Nada, todo ha sido delirio y absurdo y nada ha existido, ni el mundo, ni los hombres, ni Nerbia, ni la mitra, ni el poder, ni los honores, ni los placeres, ni los triunfos, ni tú mismo; Baldonio no habrá existido… La Puerta se abrirá en cualquier momento y serán tragados por la Nada. Pero si detrás de la puerta está Roma… Si hay Dios, existe el mundo, existen los hombres… el placer y el dolor, el bien y el mal, existen el cielo y el infierno, existe la eternidad… Entonces, este suelo que nos sustenta, es verdadero suelo… O lo uno o lo otro. Ahora, tú mismo, tú solo has de decidirte. Medita y elige."

Vicente Risco
La puerta de paja
Tomada del libro Seres y lugares en los que usted no cree de Jesús Callejo y Carlos Canales, página 184


La noche

"Por regla general, el trasnochador es mal mirado por los que presumen de vivir con orden.

Sin embargo, hay trasnochadores que no lo hacen por entregarse al vicio, ni por esconderlo en la sombra, ni por frecuentar tugurios, sino tan sólo por el placer — o la virtud — de vivir la noche. Aunque no hagan más, ya manifiestan una superior percepción que la de los que se acuestan con las gallinas.

Todo el que se siente atraído por las cosas altas, busca la noche, que ofrece sus horas propicias a los escritores y a los estudiosos. En cambio, el filisteo malgasta la noche, y trata de volverla día.

Nadie ha sabido jamás lo que tiene dentro la noche, y eso que tiene dentro, que enciende y exalta el espíritu y lo eleva a toda la tensión de que es capaz, desaparecería el día que se conociese.

Todo lo que el día tiene de petulante e indiscreto, como el gallo que lo anuncia, lo tiene la noche de femenino y maternal.

Es oscura como el seno materno, y diríase que en ella descendemos de nuevo a aquella sombra, y hasta más allá, al abismo de las Madres, y debemos callar, porque tocamos a un misterio angustioso. Sólo queríamos hablar de esa exaltación fecunda de la mente que nos sobreviene cuando bebemos el cristal silencioso de la noche, que abre ojos y oídos que duplican los del día, y despierta sentidos que el día no conoce, y hace las ideas y los sistemas transparentes como vasos finísimos y musicales en que todo saber abstruso es como agua escondida que se bebe sin sentir.

De aquí viene el símbolo de la lechuza, porque todos nos volvemos algo brujos en la noche, cuando hay dominio de ese vuelo sin motor de las almas hacia luces desconocidas."

Vicente Risco
El libro de la Horas


"Ningún misterio se descifra y, por ello, es fuente perenne de luz y poder. Su sentido es, al mismo tiempo, patente y arcano, evidente para la conciencia interior, y se realiza por sí mismo. En esto consiste la virtud. El acto por el cual se pone en acción la virtud del misterio es el rito."

Vicente Risco
Mitología cristiana
Citado por Fernando Sánchez Dragó en El sendero de la mano izquierda, página 191



"Púxose nas puntas dos pés, botouse elegantemente á auga, e desapareceu baixo das ondas. D. Felisindo, emocionado, contivo o alento... ¿El volvería? As tempas de D. Felisindo batían con forza. Con man tremente buscaba a páxina indicada... Ó cabo dun pedazo, reapareceu D. Feliciano con cabelos apegados na calva relucente de mollada."

Vicente Risco
Os europeos en Abrantes













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