La búsqueda

"Yo no encuentro la letra deseada
para mi canción,
ni encuentro los ojos que llevo
en el corazón.

Cuando escucho un canto me digo:
esa es mi canción.
Cuando veo unos ojos exclamo:
los del corazón.

Pero pasa el canto y se van los ojos
y aún siento en el alma vibrar la canción
y siento como arden dos negras estrellas
en el corazón."

Pedro Geoffroy Rivas


Los nietos del jaguar

Anduvimos errantes
años, años, años anduvimos errantes
la ventisca el granito los violentos vendavales
las grandes bestias devoradoras
nada pudo detener nuestros pasos
cruzamos ríos
montes
abismos de terror
cumbres a las que nadie se atreviera antes
pavorosos desiertos
nada pudo detener nuestros pasos
en tierra arena rocas dejámos hondas huellas
junto al mar caminamos
sobre las altas sierras
de día caminamos
de noche
sin detenernos

caminamos naciendo y caminando
soñando y caminando
pariendo y caminando
caminamos cantando y caminando

nada pudo detener nuestros pasos
con nuestra casa a cuestas
enterrando fechas
estableciendo muertos
caminando
con el sol en los ojos
con el sol a la espalda
sudorosos
hambrientos
caminando
negros de sueños
heridos por la sed
sin luna tropezando
duros de frío
caminando
de grito en grito estableciendo el rumbo
caminando
sobre navajas bárbaras
caminando
prietos de arcilla
caminando
dolor afuera
caminando
directos al destino
caminando
creciendo en esperanzas
caminando

años años años 
caminando caminando caminando

años años años
esperamos la señal del dador
de la vida
vivimos en una isla
en el centro de un lago
pero no era el sitio
nadie vió la señal
solamente descansemos aquí
solamente estaremos el tiempo necesario
estuvimos cien años
noche a noche
miles de noches escrutamos el cielo
el gran guía contaba el paso de las luminarias
el meracdo de alacrán el venado el guerrero
cinco mil veces la luna se hizo nada
y volvió de perfil
y luego mostró toda la cara con su gran risa negra
dos veces apagamos los fuegos
y subimos al monte a esperar el designio
dos veces el sumo tlamacaquí cantó las albanzas
del señor de la cerca y de lo junto
cuyo nombre no se pronuncia
dos veces las guardadoras de la simiente
se inclinaron esperando al que no debe verse
dos veces el fuego regresó a las hogueras
dos veces anudamos los años y comenzó otra cuenta
entonces empezaron a llegar los mensajes
un pájaro de fuego vino de la casa del viento
y se perdió en el reino del murciélago
se alzó el agua del lago y se llevó a los peces
cambió de sitio el cerro
se apagó la luna cuando no era tiempo
el gran guía alzó entonces la vara
y otra vez seguimos

años años años 
caminando caminando caminando

Los cuatro sacerdotes
uno por cada estirpe
se convirtieron en conejos
y tornaron a la cueva del orígen
ya se había perdido la senda del regreso
pero ellos
los conejos
corrieron preguntando a los otros animales del monte
y pudieron llegar hasta la casa
donde quedó la piedra que no quiso moverse

los teopixquez recobraron su forma
y hablaron al dios
Los cuatro sacerdotes
uno por cada estirpe
se convirtieron en conejos
y tornaron a la cueva del orígen
ya se había perdido la senda del regreso
pero ellos
los conejos
corrieron preguntando a los otros animales del monte
y pudieron llegar hasta la casa
donde quedó la piedra que no quiso moverse
los teopixquez recobraron su forma
y hablaron al dios
preguntaron al dios
debemos seguir
no habremos ignorado la señal y extraviado la ruta
no se ha llevado el viento la palabra esperada
acaso se perdió en el agua el gesto inconfundible
se quedó la plegaria en la ceniza
y no subió el canto en el azul del humo
se conmovió entonces la montaña
y el dador de la vida entregó la respuesta

caminad caminad caminad

volvieron los teopixques
recogimos las pobres pertenencias
las mujeres repartieron el maíz y los chiles
llenamos los tecomates en el último río
y otra vez seguimos

años años años 
caminando caminando caminandocasi nada teníamos 
nuestros vestidos eran yerbas
hojas de palma, tule
sólo el gran sacerdote se cubría con pieles de venado
ostentaba un penacho de plumas de águila
llevaba sobre el pecho un pectoral de jade
y en la mano el gran báculo
de conacaste blanco
con el espeso fuego del tapir
hacíamos sandalias
correas para llevar la carga
amarres para el icpali de los niños
sobre la dura tierra dormíamos
sobre piedras a veces en el frío
bajo la lluvia
hundidos en terror
en la tremenda noche del coyote
antes de la luz suenan los caracoles
levantamos el campo
y otra vez seguimos

años años años
caminando caminando camninando

llegamos a un pueblo
de grandes casas
hechas de barro y varas
las mujeres hilaban hilos multicolores
tejían iridiscentes filigranas
de pluma
ricas mantas que jamás vimos antes
criaban pájaros blancos y perros
que no ladran
los hombres dibujaban encajes en
las piedras
un gran templo se alzaba sobre el cerro
y un dios era serpiente
y el otro dios un monstruo fabuloso
todo lleno de ojos 
manos cortadas
corazones
fuimos sus servidores
trabajamos para ellos
aprendimos todo lo que sabían
hicimos grandas cántaras
rojos vasos ceremoniales adornados
de negro
armoniosas flautas
y largas pipas para la fiesta
del tabaco
les enseñamos en cambio nuestra lengua
nuestros cantos y danzas
a labrar delgadas flechas de obsidiana
lanzas de pedernal
dardos voladores y redondos
escudos de madera
pocos años estuvimos allí
hicimos la atadura
encendimos un fuego
y otra vez seguimosaños años años
caminando caminando caminando

también anduvimos entre pueblos 
hostiles
luchamos
nos abrimos paso a golpes de macana
a mordiscos
a piedra y puños 
a uña batallamos contra grandes ejercitos
arenas hormigas nos cortaron el paso
siniestras aguas quisieron detenernos
vencimos

pero siempre vencimos
el señor del espejo reluciente fue
nuestro amparo la celeste paridora
de dioses multiplicó nuestras fuerzas
no comimos en días
no dormimos
luchar fue nuestro descanso
y otra vez seguimos

años años años
caminando caminando caminando

oh señor de los dardos
habitante de la oscura mansión del
mediodía
dueño de los espejos
tú que caminas de noche
entre hielo y amenzante lava
tú que guías los pasos
de los muertos
hasta la casa de la transformación
danos el alimento de que somos
merecederos
tú el vestido de plumas
bebedor de los vientos
el de la alta tiara de papel pintado
el que se cubre
con una piel amarilla
decorada con cien lunas de sombra
muéstranos el camino
guardador de la celeste puerta
depositario de los cofres de jade
dinos la palabra que esperamos
recuérdanos el olvidado signo
entréganos el agua del reposo
una negra pirámide
no buscábamos oro
hade precioso
graneros ajenos
sólo un poco de tierra
sólo un pedazo del monte
para alimentarnos
sólo unas cuantas piedras
sólo un pequeño río

años años años
esperamos la señal del dador
de la vida

pero el tiempo no era llegado
perdido el recuerdo de la prístina cueva
no nos reconocíamos
éramos sólo máscaras
rostros ajenos
máscaras
gente sin apellido
sin espejo donde reconocernos

nacimos vivimos 
morimos caminando

perseguidos
cambatidos
olvidados
odiados
sin infancia
sin risa
dueños del aire apenas
soñándonos raíz
pero cuánta riqueza trajimos en las
manos
acostumbradas a no temblar
en el pecho habitada por tanto y
tanto sueño
en los ojos que supieron mirar lo
que aún no sucede
cuánta promesa en los vientres
cargados de futuro
cuánta leche de asombro
en los pequeños senos erguidos
detrás de los huipiles
fue preciso anudar horizontes
ensartar ristras de años
olvidar viejas vidas
ir pronunciando nombres de
bestias ancestrales
intentar nuevos números para sumar edades
huesos acumulados pasos
hijos que no crecieron
caímos
nos alzamos
no preguntamos nada
y otra vez seguimos

años años años
caminando caminando caminando

cuatro veces trece años nos guió el viejo más viejo
cuando los pies se le volvieron piedras
alzó el sagrado báculo y entregó la señal
más allá del más alto monte
junto al espejo de agua os hablará el volcán
escucharéis sus voces
cuando la luna osténte círculos de lluvia
allí será el sitio
verde y negro país de agua quemante
tierra de joyas
en ella levantaréis vuestros rostros
aprenderéis el salto y el asalto
el colmillo y la garra
seréis dureza elástica
grito sin eco
rugido que no retrocede

seréis los Nietos del Jaguar encarnaréis en la bestia 
manchada
en su rsotro hallaréis vuestro espejo
también vosotros seréis grandes
con caudal de rodeles
pueblos os serán sometidos
la gente se postrará ante vosotros
seguirá vuestros pasos
éstas son las cargas que os dan
vuestra riqueza
vuestra majestad
lo sembramos entre cactos salvajes
y otra vez seguimos

pero siempre vencimos
el señor del espejo reluciente fue
nuestro amparo la celeste paridora
de dioses multiplicó nuestras fuerzas
no comimos en días
no dormimos
luchar fue nuestro descanso
y otra vez seguimos

años años años
caminando caminando caminando

oh señor de los dardos
habitante de la oscura mansión del
mediodía
dueño de los espejos
tú que caminas de noche
entre hielo y amenzante lava
tú que guías los pasos
de los muertos
hasta la casa de la transformación
danos el alimento de que somos
merecederos
tú el vestido de plumas
bebedor de los vientos
el de la alta tiara de papel pintado
el que se cubre
con una piel amarilla
decorada con cien lunas de sombra
muéstranos el camino
guardador de la celeste puerta
depositario de los cofres de jade
dinos la palabra que esperamos
recuérdanos el olvidado signo
entréganos el agua del reposo
una negra pirámide
no buscábamos oro
hade precioso
graneros ajenos
sólo un poco de tierra
sólo un pedazo del monte
para alimentarnos
sólo unas cuantas piedras
sólo un pequeño río

años años años
esperamos la señal del dador
de la vida

pero el tiempo no era llegado
perdido el recuerdo de la prístina cueva
no nos reconocíamos
éramos sólo máscaras
rostros ajenos
máscaras
gente sin apellido
sin espejo donde reconocernos

nacimos vivimos 
morimos caminando

perseguidos
cambatidos
olvidados
odiados
sin infancia
sin risa
dueños del aire apenas
soñándonos raíz
pero cuánta riqueza trajimos en las
manos
acostumbradas a no temblar
en el pecho habitada por tanto y
tanto sueño
en los ojos que supieron mirar lo
que aún no sucede
cuánta promesa en los vientres
cargados de futuro
cuánta leche de asombro
en los pequeños senos erguidos
detrás de los huipiles
fue preciso anudar horizontes
ensartar ristras de años
olvidar viejas vidas
ir pronunciando nombres de
bestias ancestrales
intentar nuevos números para sumar edades
huesos acumulados pasos
hijos que no crecieron
caímos
nos alzamos
no preguntamos nada
y otra vez seguimos

años años años
caminando caminando caminando

cuatro veces trece años nos guió el viejo más viejo
cuando los pies se le volvieron piedras
alzó el sagrado báculo y entregó la señal
más allá del más alto monte
junto al espejo de agua os hablará el volcán
escucharéis sus voces
cuando la luna osténte círculos de lluvia
allí será el sitio
verde y negro país de agua quemante
tierra de joyas
en ella levantaréis vuestros rostros
aprenderéis el salto y el asalto
el colmillo y la garra
seréis dureza elástica
grito sin eco
rugido que no retrocede

seréis los Nietos del Jaguar encarnaréis en la bestia 
manchada
en su rsotro hallaréis vuestro espejo
también vosotros seréis grandes
con caudal de rodeles
pueblos os serán sometidos
la gente se postrará ante vosotros
seguirá vuestros pasos
éstas son las cargas que os dan
vuestra riqueza
vuestra majestad
lo sembramos entre cactos salvajes
y otra vez seguimos

años años años
caminando caminando caminando

se cumplieron todas las profecías
encontramos el sitio
nos habló el volcán
levantamos una alta pirámide
cantamos y danzamos alabando a
los dioses
los cuatro formadores señalaron las
esquinas del mundo
tuvimos oro, piedras, telas preciosas, plumas 
señoreamos la tierra
dos mil años señoreamos la tierra
doblegamos pueblos
conquistamos países
ciudades, dioses grandes
cacaguatales
deleitosas mujeres

el nocturno Jaguar presidió nuestra fiesta

pero debió cumplirse la otra profecía
ho0mbres de largos ojos llegaron por el mar
del oriente vendrán
de donde reina el murciélago
hablando lengua extraña
vestidos de metal
cabalgando sobre monstruos horrendos
vomitando lumbre
precedidos por un trueno terrible
ocho veces leyeron los augures los fatales presagios
en el oscuro espejo del señor de los dardos
ocho veces dijeron el destino de la raza escogida
después
un viento de locura dispersó a los danzantes
huracanes coléricos derribaron
la casa de la sabiduría
entre luces de lanzas y tronar de arcabuces
muertos los sacerdotes
violdas las vírgenes vestales
desgarrado el tonalamatl de los vaticinios
extinguida la hoguera que ardía sobre el ara
un imcomprensible signo de madera
se alzó sobre el teocali del dos veces divino
el centro de todas la esferas
rodaron las estatuas de los dioses
por los flancos de las altas pirámides

y la muerte perdió su profundo
sentido de glorificación

bajo el polvo iracundo
las piedras volvieron a quedarse solas
otra vez en la vasta desolada bárbara soledad
lejos de la reverencia y de la sangre
destrozados los símbolos
rota la majestad del homenaje
escarnecido el significado
derruido el imperio del designio
otra vez sólo piedras
oscuro basalto o transparente obsidiana
ocultas a la luz verdadera
fuera de las profundas realidades de los dioses
regresados los tigres a la garra asesina
y las sagradas serpientes
reducidas de nuevo a su rastrera condición de reptiles
vuelto vulgar metal el oro luciente de las joyas
cerradas las puertas de la turqueza
roto el cofre de jade
agobiado el hombre
perdida para siempre su antigua grandeza

pero los Nietos del Jaguar
aún estamos aquí

Pedro Geoffroy Rivas



Nostalgia de mujer

"Nada me queda ajeno a tu presencia
porque todo lo abarcas en tu límite
debajo del gozoso milagro de tu piel

Los ternísimos metales que te habitan
y tu sangre, erizada de amapolas me preguntan a gritos por el lobo
que duerme desesperado en el fondo de mis uñas
y por el duro arcángel que preside mi sueño sin fatiga.

Tus cabellos me preguntan sus luciérnagas
cuando a mi lado inalterable y quieta,
ves pasar a lo lejos una cuidad en busca de habitantes
y un lento cementerio que pregona sus muertos
y reclama un oscuro cascabel y un pedazo de luna
para encender sus fuegos fantasmales.

Y nada te responde sino la minuciosa espiga
en que grana mi afán por adorarte.
Sola en el tiempo, sola y desolada
sin estatua ni abeja ni agua levantándote,
sin nada que no sean tus jugos esenciales,
tu devorada almendra, tus espadas tenaces
y la apagada lámpara en que vives
desde que no eras tú ni me buscabas."

Pedro Geoffroy Rivas


Un poquito de muerte

"Has llegado a mi vida
Con un siglo de retraso.

Precisamente cuando nadie podía ya salvarme.
(La última nave la quemé una noche,
hace ya mucho tiempo,
junto al puerto de una mujer dormida).

Sin embargo mujer,
Faro y abismo,
Gracias te doy por la bondad obrada,
Por la hora de luz y el minuto de vórtice.

Toma un pedazo de alma
De estos que voy dejando como quien da retratos.

Cuando me vaya
Con el triste bagaje de pupilas
Que me miraron silenciosamente,
Tú también sentirás,
Como las otras,
Un poquito de muerte en el recuerdo."

Pedro Geoffroy Rivas


Vida, pasión y muerte del anti-hombre

"Nascencia en el paisaje igual a siempre y olvidado siempre,
Incierto, de cenizas amarillas y dulces,
Idéntico a sí mismo desde hace quién sabe cuántos vagos y ardorosos milenios,
Ecuación desmedida en el preciso instante en que el grito y la sangre se confunden,
Allá 
Cuando mi madre era más bella entonces
Que todos los huertos frutecidos en el sueño con hambre de los hombres.

Milagrosamente,
Mi corazón de nube desató sus silencios
Y mis ojos con nidos donde van y vienen mariposas y velas,
Estremecieron la luz al deshojar la planta sin nombre de un recuerdo. 

Entonces fue,
En lo más hondo de su tierra,
Entre limos de angustia, despiadados torrentes y lejanos misterios,
En vuelcos trascendentes desahogando sus ríos,
La renuncia fatal,
La escisión fragorosa que se quedó entre los dos como un secreto
Como si alguien  nos arrancase un sueño de repente
Y el socavón oscuro quedara empapelado de tristeza.

Con un afán de árboles,
Ella desenterró sus muertos para esta mi vida en que culminan diez millones de vidas,
Crucificó su sombra en el corte de todos los caminos para mi anhelo alzado y sin fronteras
Y nutrió mis raíces en el hueco de una vieja nostalgia de ojos madrugados.

Y fui yo solo entonces a taladrar mi brecha,
Prolongando un dolor que me llegaba nadie sabe de dónde,
A llenar mi destino de ser apenas un jalón en el sueño,
A pulir mi diamante, a descubrir mi pozo,
A levantar muy alto unas cuantas banderas de alegría."

Pedro Geoffroy Rivas






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