A veces, solo a veces

A veces desfallecen las riberas
y hay que diseñar un sendero nuevo,
perfilar amapolas fuera del trigo que alimentó el cráneo,
soñar en nubes que pasaron de largo
cuando no se cebaba la tormenta en los tejados.

A veces acomete el desamor
y huye la paz que se miró en otro espejo,
cuando, roto el cristal, se desgajó el cordón que lo sostuvo .

A veces un instante y otras una eternidad
nos mantiene amarrados, quebrado el albedrío,
cuando los pies se nutren en calzado ajeno
y el yo desaparece atacado en el paso.

A veces la paz brilla en su color más puro
y la felicidad recobra lo idéntico de la luz,
es ese instante efímero que rompe desalientos
y acomete en sonrisas generosas a la vida.

Esa es la tierra que esconde su abril
en las raíces de la existencia.
Esa es la tierra que nos empuja a vivir,
la tierra que respiran los cipreses
en maternal aliento.

La tierra, tuya y mía, de nadie.

Pilar Morte


Primer llanto

Viene descalza,
desnuda como el aire,
herida ante el primer sollozo
y la piel ante las manos hambrientas.

Viene con el sol en su cráneo
dispuesto a encender el futuro,
sobre un camino sin andar,
ligera, como seda ante el destino.

Viene dejando estelas vírgenes,
cuajando su presencia inmaculada
como una aleación serena
moldeable a la vida y a su sino.

Llega llorando, dibujada en sonrisas,
en cantos que dilata en melodía
como una partitura única,
donde cada nota es una mirada al mundo.

Y me habla el corazón
que en la ruta hay azul y madreselva
para enredar la piel de bálsamos calmantes.

Camina y yo la siento como se siente la voz,
la esencia y la palabra por decir.

Pilar Morte


Tras el abandono, los interogantes

Se fugaron los mares, 
las sombras se comieron los huesos de la fuerza y me dejaron 
insegura al trayecto concluyente. 

Han emigrado los vuelos y estoy en tierra 
rastreando el “porqué” del diccionario 
del tiempo. 

En esta alborada se paró el reloj del despertar 
y arrebujada en el nórdico me hundo en él 
porque me cuesta regresar a los interrogantes que me asedian. 

Sigo sin ganas a la vertical de la duda, 
a recorrer el círculo donde comienzo y término se unen 
para ser siempre el punto que recorre galaxias, 
estelas de silencio que dibujan ausencias donde viven 
nostalgias y miradas cómplices. 

Somos huérfanos de los días, 
vamos perdiendo la sal, 
el agua que mantuvo los pétalos del cuerpo. 
Se van secando los ríos internos 
y la energía regresa a su origen. 

Allí, los que adelantaron sus pasos, 
no prodigan señales 
y, hundidos en la duda, 
seguimos la mejor senda, 
la que nos devuelve a la tierra viva 
para saborear azucenas y lirios 
y acariciar y ser acariciados por la verdad de los afectos. 

Pilar Morte









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