"Del (Caos precósmico) proceden todas las cosas, y esta potencia dinámica todopoderosa e infinitamente potente, no es otra cosa que la esencia divina en el interior de la cual, antes de todas las cosas, el Uno produce el dos. Aquí tenéis, mi querido Marrano, a mi Pitágoras todo entero. Dos es el primer número, Uno es el principio del número. Si creéis a Xenófanes, a quien hemos citado más arriba, este Uno es Dios. Y siendo que la producción del Dos habita en el interior de la esencia divina (el número es en efecto constituido por sí mismo, según Boecio, autor peripatético, y después del Uno hay naturalmente sólo el Binario) entonces necesariamente este Dos es también Dios, puesto que en el interior de Dios no hay nada que no sea Dios. Estas tres cosas, pues, dado que son principio y primero, y que no salen más allá de la esencia una de Dios, son un solo Dios. En efecto, la esencia no se escinde, porque a partir de uno se cuentan dos productos, como sucede también con frecuencia en las cosas corporales. La unidad pasa a la dualidad (si me permitís esta comparación) y progresa hasta el tres en la permanencia de la sustancia de las cosas, como se ve con la cepa y sus retoños, o más justamente con el cuerpo del hombre, los brazos y los dedos. Igualmente, del Uno que produce en la divinidad y del Dos que es producido, nace la trinidad. Si se añade la esencia que se distingue de ellas formalmente habrá una cuaternidad formal, que es el Infinito, el Uno y el número Dos. Es la sustancia, la perfección y el fin de todo número, puesto que sumados uno, dos, tres y cuatro dan diez, y más allá del diez no hay nada. Así por esto, Pitágoras comprendió que había un principio de las cosas que denominó Tetraktys, puesto que en griego Tetras significa cuaternidad, y Actys el carácter formal del sol o del rayo. Es a partir de una tal formalitas, aunque suprasustancial, que mi Pitágoras instituyó este célebre nombre único de Cuaternidad, referido a cuatro cosas formalmente distintas entre ellas. Para distinguir lo sagrado de lo profano, tuvo la excelente idea de escribir este nombre sagrado con ypsilon, mientras que habitualmente la palabra actis se escribe con una iota. Además, también presentó de una manera remarcable esta Tetraktys como un dios, dándole el género masculino, a la manera de los antiguos latinos que masculinizaban a Cupido y Venus, mientras que a veces empleaban para el número instrumental que expresa la cuaternidad la misma Tetraktys en femenino. Jurando por la Tetraktys, quería mostrar que era Dios, en comparación a la cual nada debería ser tenido por más digno de veneración. Pues como dijo Aristóteles: Es por lo que uno jura lo que es más venerable...
Pero para anunciar la conclusión, diré que la Tetraktys es la cumbre de todas las cosas, este es el principio pitagórico. –Entonces dice Marrano: Filolao, este ejemplo me recuerda el muy bello signo (Charagma) de cuatro letras, donde se presenta la salvación del género humano. Simón nos lo ha confirmado por la abundancia de citas escriturarias. Y según yo, Pitágoras no ha transformado mal en el símbolo griego de la Tetraktys el Tetragrama de los judíos, o más bien las cuatro letras de que se compone el nombre del Salvador."

Johannes Reuchlin



"Esta cosa trasciende todo nuestro intelecto, que no puede combinar por la vía racional lo que es contradictorio en su principio. En efecto, nosotros andamos entre las cosas que nos manifiesta la naturaleza, y la razón, que interviene lejos de esta virtud infinita, no puede poner en relación al mismo tiempo las contradicciones que separa el infinito, como uno de los más grandes filósofos alemanes, un cardenal, hace aproximadamente 52 años, lo dejó comprender a la posteridad.
Liberado del peso de las preocupaciones temporales, y despreciando los sofismas propios de las disputas de las viejas mujeres, el feliz cabalista, por mediación de la Cábala, es decir por la tradición y la creencia, aleja las tinieblas y se eleva en el esplendor donde alcanza el resplandor (lumen); después, del resplandor pasa a la luz (lux), y por la luz comprende tanto como puede hacerlo la naturaleza humana en la modalidad del ser, pero no en la del no-ser, la verdadera luminaria, lo que se realiza cuando se hace abstracción de todo lo que no es el principio absolutamente primero. Es por este medio, en el que vive un gozo y una alegría en espíritu indecible, que la Inteligencia (mens) del cabalista, abandonando lo que es bajo y terrestre, es transportada hasta las realidades supracelestes e invisibles que trascienden todo sentido humano, al interior del secreto de la profunda taciturnidad.
Si todavía es huésped de esta piel mortal, deviene el compañero de los ángeles en tanto que admitido a habitar en la morada supraceleste. Conoce los ricos entretenimientos de los ángeles en los cielos, y entonces, a veces en su compañía como compañeros de viaje, gana las realidades más altas y visita el alma del Mesías; pero otras veces, desciende conducido por los ángeles hacia las potencias inferiores de la naturaleza, tanto las celestes como las demás, y no sin una razón particular, y se aplica a comprender sus dignidades y sus obras, y a venerarlas con un honor particular. Es así como nace una íntima amistad del cabalista con los ángeles. Gracias a ella, conociendo a veces los nombres divinos según los ritos, consigue cosas admirables que la muchedumbre llama milagros."

Johannes Reuchlin


"Está escrito, en efecto, en el Bahir: No hay principio si no es la Sabiduría. A lo que me parece haber respondido bien diciendo que la Infinitud misma de las tres numeraciones más altas del árbol de la Cábala, que vosotros tenéis el hábito de denominar las tres personas divinas, es esencia absoluta, puesto que ella está retirada en el abismo de las tinieblas, inmanente y en reposo, donde, como se dice, no tiene nada en consideración. También se la denomina Nada o No Ser y Sin fin, es decir, Ensof, porque nosotros que estamos afectados de una pobreza de inteligencia con respecto a las realidades divinas, no entendemos tales realidades que no aparecen, como tampoco las que no son. Pero cuando se presenta de modo que es alguna cosa y subsiste realmente, entonces el Aleph tenebroso se convierte en un Aleph luminoso. Está escrito en efecto: Tales sus tinieblas, tal su luz (Salmo CXXXIX, 12) y entonces se denomina gran Aleph, cuando quiere salir y aparecer como la causa de todas las cosas por medio de Beth, la letra que le sigue inmediatamente. Al respecto Menahem de Recanati escribe: Encontraréis así esta letra, es decir la Beth, que hace todas las cosas. Es la razón por la cual Aleph recibe esta misma letra en tanto que la más cercana y particularmente fecunda para asociársela, y se denomina AB, padre de toda la generación y producción. El envía seguidamente la Beth a la universalidad de los seres, deseando alcanzar su propio fin a partir del infinito Ain. Así, asociándose a la letra final Nun, Beth engendra BEN, el hijo, que es la primera producción en la deidad, y el principio de la alteridad también es llamado Resit, principio, aunque ésta es la segunda emanación a partir del Infinito, es decir la segunda numeración cabalística, por la cual todas las cosas han sido hechas. En efecto está escrito: Tú has hecho todas las cosas en la Sabiduría (Salmo CIV, 24). De esta forma el primer influjo (effluxus) deviene la segunda numeración, porque el término de la generación es el hijo. Resta en tercer lugar el medio entre Aleph y Nun, que es Yod, símbolo del santo Nombre Yah. Si combináis los dos caracteres de Yah alternativamente en el nombre Ben, tendréis Binah, Inteligencia, prudencia o providencia, es decir la tercera numeración in divinis, a la que es atribuida Adonai, el Espíritu, el Alma, el Voto, el Misterio de la fe, la Madre de los hijos, el rey sentado sobre el trono de las misericordias del gran Jubileo, el gran Sabbat, el fundamento de los espíritus, la Luz prodigiosa, el Día supremo, las Cincuenta puertas, el Día de la propiciación, la Voz interior, el Río salido del Paraíso, la segunda letra del Tetragramma, la Penitencia, las Aguas profundas, Mi hermana, la Hija de mi padre, y otras. Hasta aquí hemos consignado las tres numeraciones, que los cabalistas llaman, según testimonia Rabí Isaac en sus Comentarios sobre el Yetsirah, tres numeraciones superiores, silla única donde se sienta el Santo, Santo, Santo Señor Dios Sebaoth."

Johannes Reuchlin
De Arte Cabalistica



"Está escrito en Zacarías 14, IX que el Señor Tetragramma es Uno, Ehad, y su nombre Ehad, Uno. Quizás más ciertamente, el Señor Dios es Aleph, principio, o como a vosotros os dicen otros en griego, Alpha y Omega, y Had, Uno, ya que es el principio del Uno. Está, en efecto, por encima de toda unidad, y es el origen eterno de toda unidad, y puede que no se llame Uno, al igual que no se dice ser (Ens) puesto que está por encima de todo ser y que de él emana todo lo que es. También ha sido llamado por los más contemplativos Ain, es decir, no ser (non Ens) como se lee en Ex. 17, 7: Adonai es ser entre nosotros y no ser. Ahora bien, se lee en el libro de La vía de la fe y de la expiación que es los dos, ser y no ser, puesto que las cosas que son y las que no son vienen de él y son según él. Así también, él no es Uno ya que es la causa de toda unidad y la unidad es después de él y él no es nada de estas cosas, ni de aquellas que son después de él, ni de aquellas que no son."

Johannes Reuchlin



"Este célebre denario contiene todas las cosas como finito e infinito, par e impar, uno y múltiple, derecha e izquierda, macho y hembra, en reposo y en movimiento, rectilíneo y curvo, luz y oscuridad, bueno y malo, cuadrado y oblongo. Pero todas estas cosas que forman pares son lo que son porque son dos. Ellas son diferentes porque son dos. Pues si fueran una sola cosa, no serían contrarias. Los Pitagóricos reducían todo al Diez, porque este número es el más perfecto de todos. Es por el diez que todas las naciones y todos los pueblos, a excepción de los tracios, tanto griegos como bárbaros, numeran las cosas individuales sin sobrepasarlo o sin quedarse corto, sirviéndose de sus diez dedos como instrumentos de cálculo naturales. La perfección de este número nos es mostrada por el orden del mundo que vemos moverse solamente por diez esferas, según los Pitagóricos. Su perfección es tan mayor con relación a los otros que engloba más maneras de contar: par, impar, cuadrado, cubo, largo, plano, primer incompuesto y primer compuesto. No hay nada más absoluto. Los cuatro números cúbicos de los cuales los pitagóricos dicen que se compone el universo, se reducen a las diez proporciones."

Johannes Reuchlin
La Kabbale. De Arte Cabalistica
Los cuatro números cúbicos a los que se refiere son 13, 23, 33, 43 cuyos resultados sumados son 1 + 8 + 27 + 64 = 100 = 10 y que finalmente retorna al 1 ya que 10 = 1 + 0 = 1.



"Hemos juzgado que esta Escritura sola era tan estable y firme que podíamos fundar sobre ella con seguridad todos nuestros pensamientos, y ubicar sin equívocos las sublimes contemplaciones de los hombres que reflexionan. Fue en efecto promulgada por la voz del Dios Altísimo, y opera habitualmente con tales potencias de energía que por su intermedio podemos ascender de cualquier cosa mixta a las simples [y] de las simples a la muy simple, de los efectos a las causas, y en fin, del mundo inferior al superior, del mundo superior hasta el Mesías como Rey de los siglos, que es el objeto supremo al cual puede tender nuestra Inteligencia (Mens), y que no es concebible más que en su último paso. Es por él que finalmente pasamos al Dios incomprehensible. Es también por medio de estas letras santas que, como la escala de Jacob, cuya sumidad toca los cielos, sobre la que Dios mismo se apoya, nuestros ángeles ascienden y descienden, llevándose de aquí las oraciones y de allá los dones, que traen recíprocamente de lo alto los auxilios, y de abajo las demandas, como lo ha dicho uno de vosotros; y pienso que esta santa escritura que hemos mencionado, seguramente como ninguna otra que pueda ser imaginada, mantiene más estrechamente unido nuestro espíritu (animus) a Dios, como si fuese una trama. Ella nos conduce en primer lugar a admirar las realidades divinas; después, según las capacidades del espíritu humano, a conocerlas; seguidamente, a amar muy ardientemente esta divinidad, sea cual sea la manera en que la hayamos conocido, con un amor que promete la realización más segura de la esperanza. Por la escritura, con los Vivientes y las Ruedas de Ezequiel, somos elevados para ir cuando ellos van y detenernos cuando ellos se detienen. Es el dominio de la verdadera contemplación, donde cada palabra constituye otros tantos sacramentos; cada una de sus palabras, sílabas, acentos y puntos están llenos de secretos. Ello no sólo podemos alcanzarlo nosotros, sino también los cristianos. Esta es la Cábala que ya no nos permite vivir más en la tierra, sino que eleva nuestra Inteligencia (Mens) hasta el último límite de la comprehensión."

Johannes Reuchlin


"La kabbala es una alquimia que transforma las percepciones externas en internas, luego en imágenes, en opinión, en razón, en inteligencia, en espíritu y, en fin, en luz."

Johannes Reuchlin
La Kabbala cristiana del Renacimiento, op. cit., pág. 78-79.



"No hay latín que pueda explicar el Antiguo Testamento si no se ha aprendido la lengua en que está escrito el texto. La voz fue, en efecto, mediadora entre los hombres y Dios, cual lo leemos en el Pentateuco, pero no cualquier voz; fue por la lengua hebraica como Dios quiso dar a conocer sus secretos a los mortales. La palabra, que vemos nosotros con nuestros ojos incipientes, es digna de la muchedumbre. Hay, cuando quitamos la cáscara, un más hondo meollo que está dispuesto para los contemplativos que han estudiado esta lengua."

Johannes Reuchlin
en un fragmento de una carta de Reuchlin que publica F. Secret en su La Kabbala cristiana del Renacimiento página 67


"Simple, pura, intacta, sagrada, breve, concisa y perdurable es la lengua de los hebreos, en la cual, como se dice, Dios habló con los hombres y los hombres con los ángeles, personalmente y no a través de un intérprete, cara a cara… tal como se espera que un amigo hable con su amigo."

Johannes Reuchlin








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