A una mujer
Después de destrozarme
el pecho, ingrata mía,
tus encendidos labios
me mandan mil sonrisas.
Sonrisas que simulan
un mundo de pasiones...
¡Ay! Cerca de las tumbas
brotaron siempre flores.
Manuel Reina y Montilla
Andalucía
Cielo brillante, fuentes rumorosas,
ojos negros, cantares y verbenas,
altares adornados de azucenas,
rostros tostados, perfumadas rosas.
Bellas noches de amor esplendorosas,
mares de plata y luz, brisas serenas,
rejas de nardos y claveles llenas,
serenatas, mujeres deliciosas.
Cancelas orientales, miradores,
la guitarra y su triste melodía,
vinos dorados, huertas, ruiseñores,
deslumbradora y plácida poesía...
He aquí al pueblo del sol y los amores,
la mañana del mundo: ¡Andalucía!
Manuel Reina y Montilla
La flor de la esperanza
Una flor se divisa
en el oscuro campo de batalla,
y sus hojas, movidas por el viento,
de humo y sangre se esmaltan.
Un corcel galopando se aproxima,
y pronto va a pisarla;
mas una mano fuerte y vigorosa
lo detiene, y ¡la flor está salvada!
Hoy así se divisa
en el oscuro campo de mi alma,
una flor blanca y pura:
la flor de mi esperanza.
El corcel volador de las pasiones
se acerca a destrozarla.
¡Ay de ella si tu mano bendecida
no detiene su marcha!
Manuel Reina y Montilla
La gota de sangre
Sentados en la gótica ventana
estábamos tú y yo, mi antigua amante;
tú, de hermosura y de placer, radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.
Al ver tu fresca juventud lozana,
una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.
Viva gota de sangre transparente
sobre tu piel rosada y hechicera
brilló como un rubí resplandeciente.
Mi ansioso labio en la pequeña herida
estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera,
que aquella gota envenenó mi vida!
Manuel Reina y Montilla
La Perla
Contemplaban tus ojos centelleantes
la palma de cristal, la linfa pura
del surtidor que vierte en la espesura,
su polvo de zafiros y diamantes.
cuando enferma, con pasos vacilantes,
se acercó una mujer, todo tristura,
y te pidió limosna con dulzura
fijando en ti miradas suplicantes.
La perla que en tu mano refulgía
diste a aquella mujer pobre y doliente,
que se alejó, llorando de alegría.
Yo, entonces, conmovido y reverente,
no te besé en los labios cual solía,
¡sino en la noble y luminosa frente!
Manuel Reina y Montilla
Las estaciones
Si al llegar la lozana primavera
contemplo en la pradera,
rosas divinas y claveles rojos,
recuerdo tus mejillas y sonrojos.
Si el verano al llegar luce el tesoro
de las espigas de oro,
y las noches brillantes y azuladas,
recuerdo tu cabello y tus miradas.
Si al llegar el otoño, oigo la brisa,
que vagando indecisa
entre las hojas pálidas, murmura,
tu voz recuerdo melodiosa y pura.
Y si el invierno viste el blanco velo
de nieves y de hielo,
y de las nieblas el capuz sombrío,
tu corazón recuerdo negro y frío.
Manuel Reina y Montilla
Mayo
De azul y plata adornada
está la rauda cascada;
azul el ancho horizonte;
verde la hermosa enramada,
y la pradera y el monte.
Luce la lozana flor
sus perfumes y sus galas;
y entona cantos de amor
ese poema con alas
que llamamos ruiseñor.
Las arboledas sombrías
se cubren con verdes velos;
y báñanse, en armonías,
esas noches que son días
y esos días que son cielos.
El aire se halla inflamado,
y la hermosa con su amado,
a los rayos de la luna,
cruza en bajel nacarado
la brilladora laguna.
Todo es luz, brisas, colores,
ambiente, dulzura, calma,
pájaros, notas y flores.
Sólo en mi pecho hay dolores
y desencanto en mi alma.
Manuel Reina y Montilla
Tus ojos
Son tus ojos, mi bien, negros diamantes
en que relumbra el sol del mediodía;
ojos llenos de erótica poesía,
de llamas y promesas embriagantes.
Tus ojos son espejos fulgurantes
que reflejan la hermosa Andalucía
con su pompa, su gracia y su alegría,
sus campos y sus cielos deslumbrantes.
Cuando me asomo a tus pupilas bellas,
miro vergeles, árabes palacios,
mares de plata y luz, noches de estrellas,
patios floridos, ferias bulliciosas,
la Giralda riendo en los espacios,
y el amor sobre céspedes y rosas.
Manuel Reina y Montilla
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