Amor: ¿realidad o sueño?

Pues veréis, un día ya lejano, que en cierto modo puede ser ayer mismo, se sentó a mi lado una joven de edad bien definida, pero escasa. En años, no más de diecisiete, si es que los años se computan por la tersura de la mirada, que era transparente a la vez que misteriosa. Hablamos durante largos minutos, acaso largos días y semanas, incluso largas centurias. Ya sabéis que cuando uno se enamora el tiempo se funde con la luz y todo se hace presente. Y en un momento concreto de la conversación, que no obstante era finita, me sentí empujado a decir:

- Te amo desde el instante en que te sentaste a mi lado

Y ella, adornada de una sonrisa subyugadora, me dijo:

- ¿Y antes no?
- ¿Antes? –respondí sorprendido- ¿Cuándo, si no te conocía?
- ¿Estás seguro? –repuso con aire misterioso- ¿Acaso no me soñaste antesdeayer, y la semana pasada y la anterior y doce mil noches atrás? ¿Acaso no has estado soñando conmigo durante todos los días de tu vida? ¿O tal vez me he equivocado de hombre?
- No –repuso por mí una voz convencida y convincente- Soy yo, soy yo... Te conozco desde los presentimientos del amanecer, que están en las proximidades de la eternidad.

Y entonces nos amamos hasta la extenuación, que es el punto exacto en el que los enamorados se detienen para reponer el aliento.

Mariano Estrada Vázquez


Aun tengo el amor

Yo tengo en el recuerdo la pureza
del verso, de la rosa, del rocío;
yo puedo regresar al mismo río,
tener en el hogar la misma pieza.

Yo tengo en un rincón de la cabeza
el fuego del amor, que fue tan mío;
el beso, la pasión, el desvarío,
los pasos que se dan con ligereza.

Yo tengo un corazón en la corteza,
un vuelco en la razón hacia el vacío
del tiempo, que no acaba, que no empieza.

Yo tengo en el recuerdo la certeza
del sol, de los calores del estío,
del rojo de la sangre y la cereza.

Mariano Estrada Vázquez


Por amor

En el vientre desnudo de esta tierra,
por los dioses jamás favorecida,
he empeñado mis manos y mi vida
con la fe del amor, que nunca yerra.

Y no voy a negar que me ha pesado
la presencia obligada del tocino,
el remiendo abundante, el poco vino,
la inclemencia del tiempo y del arado.

No lo niego, lo abundo y corroboro:
me ha pesado esa cruz como una losa
y a menudo caí desfallecido.

Pero supe apoyarme en el tesoro
del amor prolongado de una esposa
y del fruto que de ella he merecido.

Mariano Estrada Vázquez


Te buscaré

1

Perseguiré tu sombra.
Vagaré por ahí, por los suburbios
inhóspitos del desconsuelo.
Oleré tus perfumes
en la espesura íntima
de los escombros, esas
flores depositadas
en los fermentos
finales de la noche.
Hundiré mis pupilas
en los ojos inconsolables
de los perros abandonados,
en la respiración convulsa
de algún sueño abatido.
Miraré en el reverso
de las caricaturas,
en las formas clonadas
de la ensimismación
y de la indiferencia,
en los rostros desfigurados
por el agua afligida de las lágrimas.

2

Urgido por un séquito
de arañas impacientes,
me desespero y dudo,
pero quizás te encuentre aún
entre los pliegues
inciertos de la duda.
¿Por qué desvanecerse en una sombra
larga que no es del todo negra?
Resiste, corazón, hasta que el alba.
desactive los vérigos
de esta feroz melancolía…
Aspira la verdad en esta hora
en que la luz desconfigura
los sucios contubernios de la noche.
¿No los ves esconderse en las conciencias?

3

Ceniza, claridad y frío.
Amanecer intrépido de plomo.
Rayos de sol, agujas aceradas.
Dolor de realidad, dolor de luz
que pone al descubierto la existencia.
¿Existes de verdad, o tal vez eres
insidiosa pasión imaginada?
Te llamo a gritos, no respondes.
Sacudo el corazón,
tampoco te presiento.
Se me agrieta la fe.
Me resquebrajo, sangro, me diluyo…
Y veo. Veo finalmente…
Sé que jamás te encontraré,
aunque te fundas con mis ojos
en este caminar hacia el olvido.

Mariano Estrada Vázquez













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