-Dos mil kilómetros cuadrados -comentó ella, volteando hacia
el anciano que la acompañaba. -Eso dicen, querida, aunque aún faltan años para
que hagan el cálculo preciso, y así, a vuelo de pájaro, como observamos al
bajar, creo que fueron bastante menos. Pero así son los mitos, se basan en la
exageración del relato oral, la confusión de los registros y el desconocimiento
de las masas. Sobre todo, en esto último, mal que mal, muy pocos sabemos lo que
realmente ocurrió aquí.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 9
Neuschwabenland, recordó, la nueva Suabia, el nuevo edén
germano, así llamaban a la Antártica.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 13
- ¿Usted no iba solo en el vuelo? Me acompañaba el capitán
Sebastián Jacques, comandante de la aeronave. - ¿Y él...? -Él declara no haber
visto nada y no estar interesado en hablar con nadie acerca de lo sucedido.
-Entendemos. Y usted por qué decidió hacerlo. -Porque sé que vi algo en el sur,
señor Machenik. - ¿Y qué fue exactamente lo que vio en el sur, señor Domke? -El
futuro. Lo que vi allá arriba, señores. Fue el futuro.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 27
-Esperamos solucionar ese problema pronto. -Pronto es una
palabra de amplio significado.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 57
O para ser exactos, de la existencia de Alonso Hospicio del
León a partir de 1142, cuando a la edad de cuarenta y cuatro años regresó a
España, tras un par de décadas supuestamente muerto. Según sus propias
palabras, acarreando una revelación destinada a cambiar al mundo…
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 58
Fernando Hospicio del León, hermano menor de Alonso,
escribiría en una carta a su padre: «Su cuerpo fue atravesado por una docena de
flechas infieles. No pudimos recuperar el cuerpo de las arenas».
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 58
Se supone que los Números Ibn Al-Da’ub, como desde entonces
han sido llamados, contienen una fuente inagotable de secretos y sabidurías
provenientes de una humanidad anterior a la nuestra, cuya civilización se
exterminó a sí misma. La clave del futuro de nuestra propia especie, del Homo
sapiens, descansaría en esas páginas. Y no solo eso, también una nueva
concepción acerca del concepto e idea de Dios, desde la perspectiva unitaria de
las religiones monoteístas…
En 1157, a la edad de sesenta y cinco años, Alonso Hospicio
del León, junto a sesenta caballeros fueron quemados acusados de brujería y
prácticas anticristianas. Pero otros cincuenta y dos seguidores desaparecieron
del mapa, llevando consigo los Números Ibn Al-Da’ub.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 59-60
Yo sé lo que pasa allá en el sur. Lo vi desde el espacio.
Muchas veces tuve que sobrevolar esa abominación, como la llamábamos. Esa
anomalía que nos tiene a todos pendiendo de un hilo. Y no sé, creo que hemos
errado al dejarnos llevar por el temor, al mentir tanto. Allá hay algo, tú lo
sabes yo lo sé, pero creo que ese algo está dormido y no tiene intenciones de
despertar.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 79
-Nueva York no sería Nueva York sin sus cucarachas.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 92
Paul siempre se había culpado por no haber estado junto a su
hijo mientras este crecía. Confundió el ser padre con comprarle regalos caros y
pagarle viajes a Europa y Miami. Y así ocurrió: donde pecas pagas, reza un
dicho popular. Para su hijo, él no era otra cosa que una figura casual, de la
cual incluso podía burlarse en compañía de su padre adoptivo. Pensó que de ser
posible retrocedería en el tiempo. No sabía para qué. Estaba seguro de que
volvería a cometer los mismos errores.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 153
La Ciudad de los Césares es como la piedra filosofal o el
Santo Grial; más que un lugar geográfico, es un estado mental.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 180
Sé muy piola, esto no puede saberse, al menos no todavía; si
te lo cuento es porque eres mi amigo y porque ya no me puedo guardar la
huevada. Si no te conociera, si no supiera que alucinas con esas tonteras de
ovnis y extraterrestres, ni siquiera te diría una palabra, pero algo me dice
que me vas a creer y que no voy a pasar por un loco. En palabras simples, lo
que encontramos fue el esqueleto de un GIGANTE. Así, tal cual lo escuchas. Los
huesos de un Homo sapiens, o de una especie muy parecida, pero con una altura
de tres metros y medio. Y eso no es todo, huevón, mandamos muestras de huesos a
Alemania. Afírmate de tu asiento, tienen una antigüedad de más de 65 millones
de años.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 207
Sé lo que vi, huevón, y aún no me lo creo.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 208
-Perdóneme, pero no entiendo -siguió el cura, mirando las
filas de números. -Esa es precisamente la respuesta, padre. No hay nada que
entender, sino creer.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 228
- ¿Qué cree usted, ministro? -Como matemático, que la
humanidad está frente a un cambio de todo lo que conocemos. La ciencia, señor,
debe reescribirse.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 229
El conocimiento de los Números es muy peligroso, estamos
hablando de ciencias más allá de la comprensión humana. De una forma aterradora
de entender la naturaleza.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 236
Al parecer, el Pacto sabe que algo ocurrirá pronto en el
sur, así que empezaron a moverse de forma más activa. Han aguardado años,
observando, ahora decidieron mandar una advertencia, una señal a sus
adversarios.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 243
Hay otras fuerzas allá afuera, fuerzas que quieren evitar
que compartamos con el mundo la herencia de una sabiduría que nos pertenece a
todos.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 258
-Por más de una década los juegos han servido para ocultar
la investigación en un nuevo tipo de software, que en vista de un mejor nombre
hemos llamado hemoware. Hemo por sangre, una sutileza tonta, supongo.
Programas-hardware de nanotecnología con la forma de milimétricas cápsulas
bautizadas con nombres de navíos: corbetas, fragatas, acorazados, qué sé yo...
Sarah pareció tomar aire. A su modo, Paul la imitó. -Y la tecnología de los
hemoware ha funcionado -prosiguió ella-. De hecho, a un nivel experimental
hemos creado la mejor interfaz de realidad virtual del planeta. Sin lentes ni
mecánica interfiriendo. La persona es computador y navegante al mismo tiempo,
un avance fascinante, que cierra el universo como lo conocemos y nos abre la
puerta a un dobleverso. O a un multiverso. O a un metaverso, quizás.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 260
La honestidad nunca ha sido rentable.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 262
El Melimoyu, cuatro tetas en nombre nativo. Una curiosidad
geológica que dominaba la totalidad del valle, con su pareja de escarpados
picos gemelos, señal inequívoca de que la montaña era mucho más de lo que
parecía. Más que una cima elevada parecía un signo, quizá dejado por los
gigantes a las futuras generaciones.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 264
Case se acercó a los pilotos. -Ya tenemos registro térmico,
señor -le dijo el hombre en los controles, mientras traspasaba la información a
uno de los monitores de la cabina-. No hay actividad volcánica ni sísmica de
ningún tipo. El interior de la montaña no existe, todo parece estar hueco,
vacío. El fondo, si es que lo hay, está muy abajo -agregó.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 266
El copiloto del Osprey hizo un breve acercamiento a las
ruinas para observarlas con más detención. Era lo que las leyendas de la zona
llamaban Ciudad de los Césares.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 279
Miró el tamaño de los arcos de las puertas. Los
constructores de la ciudad debieron de medir de tres a cuatro metros de alto.
Pensó en gigantes, en ogros de cuentos de hadas, mas ninguno le pareció tan
peligroso como los hombres y sobre todo la mujer que tenía enfrente.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 319
-Es una especie de cristal -comentó-, como un vidrio negro,
tan oscuro y tan puro que no refleja nada.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 347
-¿Quién está piloteando esto? -preguntó Paul al ver que el
Vimana se acercaba lentamente hasta posarse en la plataforma, realizando el
mismo movimiento que minutos antes efectuó el helicóptero de rotores
basculantes en el otro extremo del Andromeda-Gerät. -Nadie, el Vimana está
vivo, reacciona ante la presencia de un piloto. -¿Piloto? -Alguien que puede
controlarlo, tener acceso a su sistema de inteligencia y decodificar todo el
«conocimiento» que guarda. El Vimana no es solo un transporte, como sí lo es esta
nodriza; es una inteligencia voladora, un cerebro de los gigantes creadores, un
ser tan vivo como quienes lo construyeron, y este ha esperado mucho por alguien
con el don de comunicarse con él. Necesita hablar, necesita entregar lo que
tiene, lo que ha custodiado por milenios.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 353
Mundo externo, a veces dos palabras podían definir tan bien
las cosas. A veces dos palabras daban miedo de lo precisas que podían ser.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 356
-Estás hablando con los dioses, mi buen amigo -dijo luego-,
nunca antes han contestado; ahora será diferente.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 359
Te está leyendo, reconociendo, los Números son el código,
pero tu sangre es la llave.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 360
-Nací cerca de Monterrey en 1940. - ¿Visitará su lugar de
nacimiento? -No, para qué. Hay cosas y lugares que es mejor dejar en su sitio.
Francisco Ortega
El verbo Kaifman, página 363
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