"Canc. ¡Señora! (Inclinándose al entrar.)
Leo. ¿Vos, Canciller? (Con tono amable.) ¿Y el dictamen del Consejo?
Canc. Humildemente lo dejo en vuestras manos. (Entrega un papel á la Reina.)
Leo. ¿A ver? (Tomándolo con ansia y leyendo.) ¡Se encuentran las opiniones (Después de leer un momento y dejando el papel sobre la mesa.) divididas!...
Canc. ¡Ciertamente!
Leo. Y vos, señor Presidente, el primero en las funciones del Gobierno, el más preciado sostén de la dinastía, cuya alta sabiduría rige el timón del Estado, ¿qué opináis?
Canc. ¡Que no disiento! ¡Que estoy de conformidad!
Leo. ¿Con quién? (Con extrañeza.)
Canc. ¡Con su majestad!
Leo. ¿Conocéis mi pensamiento? (También con extrañeza.)
Canc. ¡Y es más, publicarlo ansío! (¡Que si no lo conociera, (Aparte y con viveza.) daba el trabajo á cualquiera de penetrar en el mío!)
Leo. ¡Luchamos solos!
Canc. Quizás.
Leo. ¡Pero al fin cuento con vos!
Canc. ¿Y estando nosotros dos de acuerdo y juntos... qué más? (Sonriendo.) El soberano ejercicio (Con cierta solemnidad.) del indulto en las actuales circunstancias, muchos males puede evitar, á mi juicio. Primero, la democracia, mostrándose agradecida, se ha de replegar, vencida ante el favor y la gracia. Y segundo, en la nación donde una dama gobierna, no hay política más tierna y natural que el perdón! (Aparece el Ugier á la izquierda, anunciado á Róbel.)
El Ugier. ¡Su excelencia el Mariscal!
Canc. ¿Róbel? (Al oír la voz del Ugier.)
Leo. ¡Sí, nuestro adversario más temible! !Es necesario que lo venzáis!
Canc. Haré lo posible."
que reparte las palmas de la gloria
y avienta las cenizas del malvado. Bemav. ¿Echasteis fuera ya todo el ea ojo?
¿de ese fiero carácter irascible
más propio del infierno que del claustro?
¿Vos ministro de Dios? es imposible,
¡la amenaza, el insulto, la violencia!"

Marcos Zapata
La piedad de una reina


"Fray. El popular encono domará la cerviz á Cárlos quinto, lo hubiese volcado con su trono, si la traición cobarde, que para oprobio y eternal afrenta siempre escondida en vuestras almas arde, en vil mercado y miserable venta, á quien tanto nos odia y nos humilla, -no entregara la suerte de Castilla. El rey, que os aborrece como el tigre á las hienas cuando buscan los palpitantes restos de su presa, pues reyes y señores, tigres y hienas sois del pobre pueblo, de ese pueblo, que os presta sus fulgores, su brillo, su existencia, su fortuna, como á la opaca luna el claro sol, sus limpios resplandores. Aquel monarca, desdeñoso y frío que os cerró con las puertas de su alcázar su favor, su amistad, su poderío; aquél que os obligó por su injusticia á romper con la espada el vasallaje, á lanzar á los campos la milicia, á encender en las turbas el coraje, á espigar de soldados las almenas y á quebrantar del pueblo las cadenas, al ver que vacilaba su corona delante del partido comunero, y que era la nobleza castellana su adversario más fiero, y el principal motor de la discordia con aparente muestra de sincero, transige con vosotros, os llama á la regencia, os ofrece las llaves del erario, os brinda su gobierno y su privanza... y entonces ¡fementidos! doblando el cuello y la rebelde lanza, sin honra y sin pudor, como bandidos, arrojasteis la máscara insolente de vuestra infamia vil, y revolviendo el torpe brazo y las traidoras armas que amenazaron, con feroz encono, arrebatar su cetro á Carlos quinto y hacer astillas su maldito trono, sobre la madre patria caísteis despiadados, abriendo en sus entrañas ancha herida y arrollando á ese pueblo moribundo, á ese pueblo infeliz que no comprende que después de sangrado, se le vende por todos los poderes de este mundo."

Marcos Zapata
El castillo de Simancas


Ladrar a la luna

¡No desmayes jamás ante una guerra
de torpe envidia y miserables celos!
¿Qué le importa a la luna, allá en los cielos,
que le ladren los perros de la tierra?

Si alguien aspira a derribarte, yerra
y puede ahorrarse inútiles desvelos;
no tan pronto se abate por los suelos
el Escorial que tu talento encierra.

¿Que no cede el ataque ni un momento?
¿Que a todo trance buscan tu fracaso?
¿Que te cansa el luchar..? ¡No lo disputo!

Mas oye, amigo, este refrán de paso:
¡Se apedrean las plantas que dan fruto!
¿Quién del árbol estéril hace caso?

Marcos Zapata Mañas


Tierra firme

Como busca el piloto diestramente,
defendiendo su nave carcomida,
un abrigo en la costa apetecida
donde fijar del ancla el corvo diente;

así también del mundo en la corriente,
cansado de los mares de la vida,
busca en la paz de la mujer querida
puerto feliz el corazón ardiente.

¡Dichoso aquel que por bondad del cielo
encuentra en el regazo de una esposa
el arribo feliz de su ventura!

Playa de amor y de eternal consuelo:
¡para el bien de la vida, cuan hermosa!
¡para el goce del alma, cuan segura!

Marcos Zapata Mañas













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