Mar afuera

Era una tarde gris en Inglaterra
y Londres populosa me abrumaba.
La niebla sobre mí se desmayaba
como un humo fantástico de guerra.

Ya ansiaba el sol ardiente de mi tierra
y este sol, débil sol, no me alumbraba.
¿Reía? No lo sé... Tal vez lloraba,
que a veces uno mismo se destierra.

Con un nudo de patria en la garganta
me faltaba el rumor de mi palmar.
El recuerdo en la pena se agiganta...

Ay, amigo, ¿qué sabes del pesar
cuando el alma hasta el cielo se levanta
y en países extraños canta el mar?

Mariano Quesada

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