“A nadie en realidad le agrada el descenso, las limitaciones físicas de mi edad son múltiples y complicadas, pero como dice el dicho: al mal tiempo, buena cara. Por eso no dejo de leer, sobre todo a las nuevas generaciones que relatan de manera distinta, con un estilo sorprendente y que, a pesar de que no te lleguen a gustar mucho, te aportan con esa otra mirada.”

Maruja Vieira


Al final del camino

Sólo pido
tu rostro para el sueño.
Tu nombre dibujado
en los telones del recuerdo.

Me iré con ellos lejos,
a la ciudad tranquila de los lirios,
de las campanas y de las violetas.

El tiempo será largo como un río
y seguirá copiando el mismo cielo
eternamente.

Y eternamente clara, casi viva
tu sombra estará cerca.

Maruja Vieira


Campanario de lluvia

Te buscaba en la sombra. Lentamente surgía
tu mirada lejana, leve flor de horizontes.
Era clara, serena....Con amor la sentía
transitar el camino de mis ojos insomnes.

No fue un eco ni un sueño. Fue la brisa en el árbol
que me trajo tu acento con perfume de savia
y creció por mis venas y se fue deslizando
con temblor de caricias al llegar a mis manos.

Nada más....en la torre desgranó la campana
un rosario de tiempo claro, fino y distante.
Como niebla de aroma se quedó entre mis labios
la dulzura imposible de una frase: te amo.

Maruja Vieira



El Viaje Imaginario

Todos hemos viajado con la imaginación. Nos hemos detenido a mirar guías de turismo, nos embebemos en libros de viajes. Los viajes son la verdadera herencia del alma .A dónde iría yo, si pudiera viajar muy lejos?

Iría a Galicia. Llegaron de Galicia los primeros antepasados del tronco familiar. Iría a Santiago de Compostela, porque los gallegos adoran al apóstol peregrino. En los viejos tiempos, quienes emprendían la marcha por el Camino de Santiago llevaban prendidas en sus esclavinas unas pequeñas conchas que se llaman “vieiras”.  En el Año Santo compostelano de 1954 renació la tradición secular de la vieira o venera, concha del peregrino, símbolo de alianza entre quienes comulgan en la fe del Apóstol Santiago.

Iría a Galicia. Y bajo el camino de luz que Santiago tiende en el cielo, buscaría los ecos de la gaita galaica y el sonido de las campanas de Bastabales que escuchó Rosalía de Castro:

Campanas de Bastabales,
cuando las oigo tocar
muèrome de soledades.

No solo la sombra lírica de Rosalía de Castro me acompañaría el camino. También vería andar a mi lado, con sus luengas barbas, a Don Ramón del Valle Inclán. El me enseñaría el paso que lleva a Puebla del Caramiñal y a la casona hidalga de Don Juan Manuel de Montenegro.

En los viajes buscamos un reflejo de lo que llevamos en nuestro mundo íntimo. Por eso buscaría en Galicia a Santiago , en la vieja y sabia Compostela y buscaría el sonido de las campanas de Rosalía de Castro. Podría escuchar el paso cruel y desafiante de los hijos del señor de Montenegro por los caminos alumbrados de luna.

Luego... Sevilla, para buscar en ella “el huerto claro donde madura el limonero” y la infancia de Antonio Machado en las calles con floridos balcones antiguos:

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero

Iría luego a Granada:

Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
Oh ciudad de los gitanos...
Quién te vio y no te recuerda?

Córdoba lejana y sola. Y Aragón y Extremadura. Toledo del Greco y el Madrid dicharachero y luminoso de la Gran Vía y la Puerta del Sol. Yo iría a España y en Galicia encontraría las raíces iniciales de mi sangre. Pasaría largas horas en el Museo del Prado para encontrarme con el prodigio de Velásquez y sus perspectivas interminables y con el grito rebelde y herido de Don Francisco de Goya y Lucientes, el aragonés.

Iría a España. Por sus caminos, por sus cantares. Por los caminos de Soria: Soria fría Soria pura/ cabeza de Extremadura/ con su castillo roquero/ arruinado, sobre el Duero. Iría por las tierras en donde traza el Duero su curva de ballesta. En sus orillas recordaría el poema de Ángela Figuera Aymerich:

Me fui con tu libro allí
y luego no hacía falta
Todos tus versos, Antonio,
el Duero me los cantaba
Siempre los canta

Por Andalucía y por Castilla, por los caminos de los moros y de los cristianos, sobre la huella del Cid Campeador, o al encuentro de la viva fuente de Teresa la Santa, de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz. A nosotros los latinoamericanos, nos llama España, con la fuerza de la sangre y la palabra. Por eso iría, ante todo, a España, si este viaje no fuera imaginario. Como lo es todavía, viajo apenas en el barco invisible del sueño.

Maruja Vieira



“Escribo a mano y, después, paso mis versos a la máquina de escribir Remington que lleva conmigo medio siglo. Mi máquina me recuerda la Academia Remington, donde estudié Secretariado. No puedo olvidar a Elisa Camargo de Moreno, su directora, quien además de la enseñanza de mecanografía y taquigrafía, me ayudó mucho en mi formación literaria.”

Maruja Vieira



Más que Nunca

Porque amarte es así, tan dulce y hondo
como esta fiel serenidad del agua
que corre por la acequia, derramando
su amorosa ternura sobre el campo.

Te amo en este sitio de campanas y árboles,
en esta brisa. en estos jazmines y estas dalias.
La vida y su belleza me llegan claramente
cuando pienso en tus ojos, bajo este cielo pálido.

Sobre la hierba limpia y húmeda, mis pisadas
no se oyen, no interrumpen el canto de los pájaros.
Ya la niebla desciende con la luz de la tarde
y en tu ausencia y mi angustia, más que nunca te amo.

Maruja Vieira



"...Para ti sólo hay tiempo, no hay palabras.
Y el tiempo es infinito ahora que te amo..."

Maruja Vieira



¿Sola?

Tus ojos
vinieron a mirarme
en esta hora
oscura y áspera.
Yo me creía sola
pero estabas aquí.
El amor
le arrancó tu mirada
a la muerte.

Maruja Vieira


Tarde, flores y río

Amor mío...
Ruedan estas palabras
en mitad del estruendo
del agua.
Amor mío...
como antes
deja caer sus flores amarillas
el árbol, nuestro árbol.

Por la orilla del río
camino lentamente,
buscándote.

Estás aquí. Lo sé.
He venido con la certeza de encontrarte
en la huella de la luz
sobre la piedra,
en la canción lejana,
en la torre encendida
de la tarde.

Amor mío
distante.

Maruja Vieira



Tiempo definido

Está bien que la vida de vez en cuando
nos despoje de todo.
En la oscuridad los ojos aprenden
a ver más claramente.
Cuando la soledad es el vacío intenso
del cuerpo y de las manos,
hay caminos abiertos hacia lo más profundo
y hacia lo más distante.
En el silencio las amadas voces
renuevan dulcemente sus palabras
y los muros custodian el rumor infinito
de los ausentes pasos.
Los labios que antes fueran
sitio de amor en las calladas tardes
aprenden la grandeza
de la canción rebelde y angustiada.
Hay un viento en suspenso sobre los altos árboles,
un repique de lluvia
sobre ruinas oscuras y humeantes,
un gesto en cada rostro
que dice de amargura y vencimiento.

Sigue un lento caer de horas inútiles,
desprendidas del tiempo,
y más allá de todo lo que formaba
el círculo pequeñito del mundo,
"aquel mundo cerrado, con sus vagas estrellas
y su bruma de sueño",
despierta inmensamente la herida voz del hombre
poblador de la tierra.
Antes estaban lejos, casi desconocidos,
el combate y el trueno.
Ahora corre la sangre por los cauces iguales
del odio y la esperanza,
sin que nada detenga la invasora corriente
de las fuerzas eternas.

 Maruja Vieira


Todavía

Todavía
la frágil quemadura de una lágrima
borra la luz del árbol.

Todavía
cerca del corazón se detiene la vida
cuando te nombra alguien.

Todavía
rueda el mundo al vacío
desprendido y errante.

Todavía
no encuentro las palabras
para decir la ausencia de tus manos.

todavía
te amo.

Maruja Vieira







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