Calma mi sed, amor...

Calma mi sed, amor, en tus vertientes,
enraízame, amor, en tus sembrados,
llévame, amor, por mares encrespados,
clávame, amor, tus uñas y tus dientes.

Di palabras, amor, incoherentes,
gime versos, amor, jamás pensados,
sacude, amor, tus pétalos mojados,
amor, sobre mis huesos combatientes.

Hiéreme, amor, con filo de claveles,
átame, amor, con tu dogal de mieles,
quémame, amor, en tu rosal de fuego.

Cimbra, amor, tu silencio estremecido,
dame tu boca, amor, que la he perdido,
muere conmigo, amor, que ya estoy ciego.

Miguel Otero Silva


Cuerpo de la mujer

Tántalo, en fugitiva fuente de oro

Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro donde,
amando las manos, no sabemos
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro…

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.

Miguel Otero Silva




El aire ya no es aire...

El aire ya no es aire, sino aliento;
el agua ya no es agua, sino espejo,
porque el agua es apenas tu reflejo
y ruta de tu voz es sólo el viento.

Ya mi verso no es verso, sino acento;
ya mi andar no es andar, sino cortejo,
porque vuelvo hacia ti cuando te dejo
y es sombra de tu luz mi pensamiento.

Ya la herida es floral deshojadura
y la muerte es fluencia de ternura
que a ti me liga con perpetuos lazos:

tornóse en rosa espléndida la herida
y ya no es muerte, sino dulce vida,
la muerte que me das entre tus brazos.

Miguel Otero Silva


Enterrar y callar

Si han muerto entre centellas fementidas
inmolados por cráteres de acero,
ahogados por un río de caballos,
aplastados por saurios maquinales,
degollados por láminas de forja,
triturados por hélices conscientes,
quemados por un fuego dirigido,
¿enterrar y callar?

Si han caído de espaldas en el fango
con un hoyo violeta en la garganta,
si buitres de madera y aluminio
desde el más alto azul les dieron muerte,
si el aire que bebieron sus pulmones
fue un resuello de nube ponzoñosa,
si así murieron sin haber vivido,
¿enterrar y callar?

Si las voces de mando los mandaron
deliberadamente hacia el abismo,
si humedeció sus áridos cadáveres
el llanto encubridor de los hisopos,
si su sangre de jóvenes, su sangre
fue tan sólo guarismo de un contrato,
si las brujas cabalgan en sus huesos,
¿enterrar y callar?

Enterrar y gritar.

Miguel Otero Silva


Hallazgo de la piedra

Hallazgo de la piedra:
la piedra es el rescate de formas y volúmenes
que fueron soterrados por el talón del viento.

Paráfrasis del lirio:
el lirio es el desquite de yerbales y frondas
que extinguieron sus verdes en el barro del lirio.

Génesis de la lluvia:
la lluvia es el repliegue de arroyos y esteros
que asaltaron el cielo por la arcada del sol.

Venero de una voz:
tu voz, joven poeta iluminado,
trazador de epiciclos, descubridor de orbes,
esa voz que te brota de la insólita entraña
en resaca de gritos de los poetas muertos.
Es la cal de los huesos de los poetas muertos,
blanca semilla que germina sobre tu corazón.

Miguel Otero Silva




"La concepción de los ambientes es estrictamente venezolana, porque mis novelas son reflejos de una realidad venezolana más o menos vivida o presenciada por el autor. Si esos ambientes corresponden igualmente a otras regiones latinoamericanas, y no solamente latinoamericanas, sino también a otros sitios del mundo, no ha sido por intención mía, sino porque en esos países existen condiciones económicas, políticas, sociales, históricas y aún raciales similares a las nuestras. Por lo demás, no creo —o lo dificulto muchísimo— que pueda escribirse una novela con la intención premeditada de abarcar ambientes diversos sin que ella caiga en artificio o falsedad. Las grandes novelas universales del pasado y del presente fueron escritas para interpretar o revelar un ambiente localista: el Quijote es La Mancha, Madame Bovary es un pueblo de provincia francesa, el Ulises es Dublín."

Miguel Otero Silva



“La gente siempre es buena en esta tierra. Los malos no son gente.”

Miguel Otero Silva



"Les confieso que nunca he pensado deliberadamente crear personajes de frustración para mis libros. Tal vez ese efecto se deba, no a mis personajes, ni a mí, sino a nuestra historia, que ha sido en nuestro tiempo un encadenamiento de frustraciones. Fiebre es la novela de la llamada generación del 28, una generación frustrada que da lugar a una novela frustrada. Casas muertas es la novela de una ciudad mal muerta por el paludismo, el caudillismo, la dictadura y las guerras civiles: una ciudad frustrada.” es la historia de una ciudad mal nacida, parida por la explotación petrolera, con características anárquicas de campamento, con rasgos evidentes de frustración. Esa debe ser la razón especial que determina el sentimiento de frustración que ustedes han observado en mis libros. En cuanto a La muerte de Honorio, si bien concluye con una esperanza, la esperanza de la unidad de las fuerzas progresistas y democráticas que se logró el 23 de enero, la verdad histórica es que esa esperanza también se frustró después, aunque yo no tuve tiempo de registrar el descalabro en mi libro, porque para entonces ya mi libro había sido publicado."

Miguel Otero Silva


Poema de tu voz

Tu voz puebla de lirios
los barrancos soleados donde silban mis versos de combate.
Tu voz siembra de estrellas y de azul
el cielo pequeñito de mi alma.
Tu voz cae en mi sangre
como una piedra blanca en un lago tranquilo.
En mi pecho amanecen pájaros y campanas
cuando muere el silencio para nacer tu voz.

Amo tu voz cuando cantas
y hay un temblor de nidos y de bosques en tu garganta blanca.
Amo tu voz cuando cantas
y te estremece el ritmo de las fuentes que bajan de la montaña.
Amo tu voz cuando cantas
y sacude tu voz la ternura fecunda
de las brisas que transportan el polen en las tardes de primavera.
Amo tu voz cuando estás en silencio
porque el silencio es un sutil presagio de tu voz.

Y amo tu voz con un amor intenso como la muerte
cuando ella se deshoja en palabras confusas,
en palabras mojadas de tu aroma y tu sangre,
en menudas palabras que en la sombra me buscan
como niños perdidos,
en palabras quemantes como llamas azules,
en el tibio murmullo que no llega a palabra.
Amo tu voz intensamente en el corazón de la medianoche.
Cuando tu voz se abrasa en la selva incendiada de nuestro amor.

Miguel Otero Silva


Siembra

Cuando de mí no quede sino un árbol,
cuando mis huesos se hayan esparcido
bajo la tierra madre;
cuando de ti no quede sino una rosa blanca
que se nutrió de aquello que tú fuiste
y haya zarpado ya con mil brisas distintas
el aliento del beso que hoy bebemos;
cuando ya nuestros nombres
sean sonidos sin eco
dormidos en la sombra de un olvido insondable;
tú seguirás viviendo en la belleza de la rosa,
como yo en el follaje del árbol
y nuestro amor en el murmullo de la risa.
¡Escúchame!
Yo aspiro a que vivamos
en las vibrantes voces de la mañana.
Yo quiero perdurar junto contigo
en la savia profunda de la humanidad:
en la risa del niño,
en la paz de los hombres,
en el amor sin lágrimas.
Por eso,
como habremos de darnos a la rosa y al árbol,
a la tierra y al viento,
te pido que nos demos al futuro del mundo…

Miguel Otero Silva



“Sin entrar a discutir si soy o no acreedor a tan alta distinción, debo confesar paladinamente que la obtención del Premio Lenin significa para mí el más precioso motivo de alegría que me ha tocado vivir. Y no tan sólo por la natural ufanía que todo artista experimenta cuando sus faenas de creación le originan algún renombre, sino por tres razones que se nutren de mis más veraces y consistentes inclinaciones.
La primera de esas razones es que el lauro que hoy se me concede, aun cuando ha sido discernido por un organismo de carácter internacional, llega hasta mis manos por intermedio de la Unión Soviética. Yo era un niño cuando se produjo el triunfo de la revolución bolchevique pero, a medida que mi entendimiento iba creciendo, fui percibiendo la trascendental magnitud de aquel sacudón… jamás habían sido quebrantados los basamentos secularmente inconmovibles del Estado y la propiedad privada. Con la victoria de la revolución rusa el socialismo había dejado de ser una utopía visionaria, una especulación filosófica o una sutileza oportunista, para convertirse en la realidad palpitante que Marx y Engels habían propuesto al hombre…
El segundo y honroso título que este galardón internacional ostenta es el de haber sido instituido bajo el auspicio del nombre de Lenin, figura que se eleva, junto con la de Jesús de Nazareth, como la mente revolucionaria más esclarecida y perdurable que ha dado la raza humana…
La tercera significación que acrecienta el relieve del Premio Lenin es que su propósito esencial está encaminado a exaltar la importancia de la lucha por la paz y la solidaridad entre los pueblos. Ante los atroces riesgos de muerte que amenazan al hombre, es esa la más noble y apremiante entre las causas…
La última guerra dejó un balance de millones de cadáveres tendidos en los campos de batalla, y de millones de muertos no combatientes que fueron exterminados en sus hogares y en sus lugares de trabajo, y de millones de asesinados en los campos de concentración, y de millones de hectáreas de tierra laborable convertidas en yermo, y de millones de niños abandonados a su desamparo, y de millones de mujeres condenadas para siempre al llanto. Aquella guerra cerró su curso con el aniquilamiento apocalíptico de Hiroshima y Nagasaki, con el estallido de la bomba atómica que trocó la población de dos ciudades en una ronda inmensa de fantasmas llagados, en una procesión siniestra de hombres y mujeres sin párpados y sin labios, envejecidos en plena juventud, amputados para siempre del amor y la alegría.
No ha habido reflexión ni arrepentimiento como las almas ingenuas esperaban. Por el contrario en los laboratorios se fabrican afanosamente proyectiles nucleares aún más infernales que los que exterminaron a dos ciudades japonesas en agosto de 1.945. De ahí que el compromiso más indisoluble para la conciencia de todo hombre libre sea el de esforzarse sin tregua para evitar que las maquinaciones criminales de los armamentistas y belicistas alcancen su objetivo.
Recuerdo que cuando el gran novelista norteamericano William Faulkner vino a Caracas, pocos meses antes de su muerte, sostuvo un coloquio con un grupo de intelectuales venezolanos. Uno de nosotros le preguntó: “¿Qué podemos hacer los escritores y artistas de América, para entorpecer los planes de quienes persiguen una nueva guerra?. Faulkner, pesimista y lacónico, se limitó a responder: “Nothing”, que significa “nada”. Sin embargo, se equivocaba en este caso el genial adelantado de la narrativa contemporánea. Los escritores y artistas de América, norteamericanos y latinoamericanos, pueden hacer mucho; más aún, nos acosa el riguroso deber de hacer lo imposible para impedir que una nueva guerra desangre y mutile a los pueblos del mundo. Nuestra prosa y nuestros versos deben alertar cada día, como clarines inacallables, para condenar todas las guerras, incluso la llamada guerra fría que no es sino un riesgoso amago de la guerra caliente y universal. Nuestras voces deben enronquecer denunciando la carrera armamentista, exigiendo que los exorbitantes presupuestos destinados a tanques y cohetes sean aplicados a la construcción de escuelas, hospitales y caminos. Nuestra palabra debe hacerse oír en periódicos y tribunas, señalando que el incremento desaforado de las industrias de guerra funciona en detrimento y ruina de los recursos naturales, distorsiona el papel del hombre en el contexto del trabajo productivo, pasma el progreso de los países en desarrollo. El privilegio espiritual de ser artista creador lleva consigo la responsabilidad de hacerse digno de tal atributo. Lo cual quiere decir que, aun cuando los políticos y estadistas y militares y hombres de ciencia se nieguen a aceptar la inminencia y la magnitud del peligro, a nosotros, escritores y músicos y pintores y escultores, nos corresponde denunciarlo con todo nuestro aliento, con toda nuestra angustia, con toda nuestra desesperación..."

Miguel Otero Silva
Tiempo de Hablar



“—¿Soñar es pecado, padre?
—Por lo general, no.
—Soñé que el arcángel ese que está en el cuadro del Purgatorio, el catire que tiene la espada en la mano, se salía del cuadro cuando yo estaba dormida cuando yo estaba dormida y me tapaba con sus alas y me besaba en la boca...
—Pero si fue un sueño, tú no tienes la culpa de haberlo soñado, hija.
—Es que —ahora sí titubeó— me gustaba, padre.
—¿Te gustaba cuando lo soñaste o te sigue gustando después? —preguntó el padre Pernía comenzando a preocuparse.
—Me gustó cuando lo soñé, padre. Ahora no me gusta. Me parece una cosa horrible, un sacrilegio...
Luego se sintió un tanto decepcionada, aunque libre de toda culpa. El padre Pernía poca o ninguna importancia le concedió a su sueño, ni pecado lo consideró. La penitencia fue la de siempre: una modesta y fugaz avemaría.
Sin embargo, el domingo siguiente, al salir de misa, el padre Pernía le notificó que había dejado de ser Teresita del Niño Jesús:
—Habla con doña Carmelita para que te corte el traje de Hija de María...”

Miguel Otero Silva
Casas muertas




"Todo novelista inicia por lo general su carrera de escritor con un libro autobiográfico. Y sucede también que el 90% de ellos (o tal vez más) se quedan en ese primer libro. También por lo general, cuando un novelista trae su segundo libro, con o sin autobiografía, es cuando comienza a ser escritor profesional."

Miguel Otero Silva




"Yo aspiro a que vivamos en las vibrantes voces de la mañana."

Miguel Otero Silva


“...yo no soy partidario de la guerra civil como sistema, pero en el momento presente Venezuela no tiene otra salida sino echar plomo. El civilismo de los estudiantes termino en la cárcel. Los hombres dignos que han osado escribir, protestar, pensar, también están en la cárcel, o en el destierro, o en el cementerio. Se tortura, se roba, se mata, se exprime hasta la última gota de sangre del país. Esto es peor que la guerra civil. Y es también una guerra civil en la cual uno solo pega, mientras el otro, que somos casi todos los venezolanos, recibe los golpes.”

Miguel Otero Silva


























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