¡Culpable!

Y tú, infame, tendrás el merecido
de tu acción baja y vil, engañadora;
él no tuvo la culpa. Tú, traidora,
pisoteaste un corazón herido.

Yo no le culpo, no; pues, seducido
por tus halagos, Circe engañadora
cayó ciego en la red apresadora,
y se entregó cual vencedor vencido.

Tu castigo tendrás, te lo mereces;
tú, que apurar le hiciste hasta las heces
el cáliz del dolor, mujer ligera.

Y tu conciencia, juez inexorable,
te dictará su fallo irrevocable:
«¡Quién a hierro mató que a hierro muera!»

Milagros Esquijarosa



Talión

Y tú serás juzgado, sí, algún día,
por un severo juez: por tu conciencia.
Te llevará, infalible, a su presencia
delitos de traición y de falsía.

De un alma que te amaba, la agonía
te ha de hacer recordar, con su elocuencia;
y temblarás oyendo la sentencia,
de Ley tan justa, inexorable y fría.

No te puedes quejar: tú lo quisiste:
pues loco, entusiasmado, preferiste
fingido amor, a una pasión sincera.

Ya sabes, tu condena irrevocable.
Se cumplirá el axioma inexorable:
«¡Quién a hierro mató que a hierro muera!»

Milagros Esquijarosa











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