La noche abrupta

         Poema 8

Dolor
viejo dolor
sin remedio.

Yo sabía
antes
canciones niñas
para alejarte.

Pero tú las aprendiste de memoria

y ahora todo lo sabes,
dolor
viejo dolor
de la barba profética.

Matilde Casazola



Los cuerpos

                     Poema III

Eran dos ojos, dos hermanos
que se daban la mano.
Eran dos ojos, dos paisanos
que habitaban lugares cercanos.
Era un monte que había que cruzar
que subir
para llegar de uno hacia el otro:
una sola nariz
desafiante
al medio de ambos.

Era una sola boca
decidora
de frases incoherentes
o bonitas,
de frases hirientes
que, como hormigas
negrean en su púlpito sagrado.
Eran también dos túneles
a los costados:
dos orejas, tubos bien logrados.

Era un paisaje
extraño,
provocativo,
dulce y áspero.

Ay las estrellas
que se encienden y se apagan.
Ay los cabellos
que enmarcan este cuadro.

Eran dos niños que crecían
que no dormían no dormían
por descubrir el lugar
donde el tesoro está enterrado.

Era un rostro gentil
y simétrico,
sin saliente de más
ni hueco.

Las arrugas vendrían después
y las heridas
profundas
que alterarían sus ámbitos perfectos.

Matilde Casazola


Los ojos abiertos

                           Poema 18

Caerán, irán cayendo;
no te preocupes de eso.
Yo lo sé desde abajo,
desde el sitio que vengo.
Yo lo sé y te lo digo
no te preocupes, duérmete.
En sábanas de fuego
sus carnes han envuelto
¡y caen! van cayendo
sin atajo posible,
sin relojes de tiempo.
¡Ah los gritos! ¡Ah el tétrico resplandor en las caras!
¡ah los rictus de espanto!
Todo lo veo desde aquí
pausadamente
sin piedad, sin dolor.
Ellos van lejos de aquí
ellos no nos conocen
ni nosotros a ellos.
¡Ellos están tan lejos!
Y sin embargo, un día compartimos la voz
el estilo del traje y el ancho de las calles.

No te preocupes, duérmete;
que siempre están cayendo.

Matilde Casazola



Los Oscuros

La fruta estaba hecha
para que la gustáramos,
para olerla y gozar su lozanía.
Pero nosotros no podíamos comprarla.

El sol estaba hecho
para amar nuestra piel,
estremecer la vida de todo nuestro cuerpo.
Pero a nuestra guarida el sol no entraba.

El pan de cada día, en fin, estaba hecho
para hablarnos todas las mañanas
de campos fecundados.
Pero nosotros sólo comíamos mendrugos duros y agrios.

También había música y otras cosas dulces,
pero habitaban en el aire alto,
y nosotros sólo captábamos sus ecos.

Nos debatíamos en la cueva obscura
en el cuartucho húmedo
donde la única verdad es la miseria.

Entonces, no aprendimos
el himno de alabanza,
y la sonrisa en nuestros labios
era una flor enferma.
Dicen que Dios hizo a los hombres iguales
y semejantes a El en armonía y belleza.
¿Cómo es, entonces, que ahora
formemos este vértice inmundo
del que huyen todas las miradas
y contra el que se vuelven bruscamente las espaldas?

-Hablo por boca del hombre que se arrastra
por húmedos rincones
de morada siniestra.
Dice que también de él era la tierra-

¿Quién hurtóme el rojo clavel
llamarada impetuosa,
quién bloqueó mis salidas,
quién me esperaba
aún antes que pensara nacer,
con la triste cadena?

No estuvo equilibrada en mi balanza
la desdicha con la bienaventuranza.

Te regalo de antemano mis huesos
para que hagas con ellos
trémulas flautas que canten elegías
mientras a blanca mesa se sientan prósperas familias,

y hay sol, hay pan, hay fruta.
Pero llora, es verdad, en todo el aire
trémula flauta su llanto innumerable.

Matilde Casazola



Rosa del tiempo

Si hoy no me das tu rosa, tiempo,
mañana no la quiero
mañana no la quiero, que ya
será invierno.

Tiempo es ver su hermosura, tiempo
abrazada a mi pecho
abrazada a mi pecho quedarme
en su fuego.

Matilde Casazola






No hay comentarios: