Nuestras tradiciones son parcas a la hora de describir a las hadas provistas de alas. Esta imagen estereotipada de hadas voladoras, tan frecuente en el resto de Europa, se limita en nuestro país a vagas referencias en algunas leyendas sobre anjanas cántabras o alojas catalanas.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 10


La mayor parte de los folcloristas y autores que han estudiado el mundo de los elementales utilizan el término hada de forma muy amplia e incluso genérica, para denominar a todos los tipos de mujeres sobrenaturales de los cuentos y leyendas. Este fenómeno no es sólo propio de nuestro país, sino que se extiende a toda Europa, donde la palabra «hada» puede incluso llegar a utilizarse como sinónimo de cualquier elemental (por ejemplo, en Francia e Inglaterra las palabras fée —hada— y elf —elfo— se usan habitualmente como equiparable a «Gente Menuda», por eso se habla de mundo feérico o de mundo élfico). Esto puede aceptarse cuando la referencia se hace sobre el mundo en el que viven estos seres mágicos, que es universalmente conocido como «el País de las Hadas», pero debe limitarse cuando de quien hablamos es de las hadas como tales, a las que podríamos definir como espíritus de naturaleza femenina, vinculadas a las más bellas manifestaciones de la vida, en especial a las flores, a los ríos, a las fuentes, a los bosques y a los niños.

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Hadas, página 17


De las sirenas y ondinas se dice que anhelan poderosamente tener un alma (aunque lo que en realidad anhelan es poseer un alma inmortal), y el abate de Villars nos confirma que las ninfas, salamandras, gnomos y silfos dejan de ser mortales al esposar a uno de nuestros hijos o hijas. Los cabalistas creen, por su parte, que adquieren la inmortalidad mediante sus relaciones con los magos.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 20


El plano astral del que hablamos sería una dimensión alternativa de la realidad, y es un entorno tan ligero y tan sutil que los pensamientos de un individuo se impresionan en él, de manera que en función de cómo nos imaginemos a sus habitantes, entre ellos los elementales, así serán ellos (lo mismo escribía Swedenborg de aquellos que se imaginaban cómo sería el infierno). El plano astral recubre el mundo físico, por lo que ciertos aspectos de la realidad física se reflejan en el plano astral, y de ahí el que sean mundos interconectados. El hombre posee una serie de centros de conciencia sensibles a todos los éteres o elementos (aire, agua, fuego y tierra), por lo que es posible para cualquier «elemental» comunicarse con él, siempre que se den las condiciones adecuadas. Los espíritus de la naturaleza funcionan en una banda de vibración más alta que los seres terrestres y, según Paracelso, para cada «elemental» el elemento en el que vive es transparente, invisible y respirable, tal como es la atmósfera para nosotros. Estas criaturas también carecen de mente (lo que no quiere decir que sean estúpidas, si bien es cierto que poseen una inteligencia distinta a la nuestra y, a veces, mucho más limitada), con una conciencia neutra, pudiendo ser buenos o malos según su relación con nosotros, aunque algunos de ellos tienen un elevado carácter moral. En realidad, lo que tienen es un cuerpo-espíritu, principio o éter —según denominan a su naturaleza algunos esoteristas—, del cual se componen y en el cual viven por familias aisladas que les hace habitar en el mundo o plano astral (en el bajo astral, en algunos casos); por ello, al estar compuestos de materia sutil o etérica, viven muchos más años que un ser humano (siendo los del elemento tierra los que menos viven, a diferencia de los que están compuestos de aire, que son los más longevos) y pueden realizar actos increíbles como el cambio de forma y de tamaño. Sin embargo, los ángeles o devas, que habitan en planos de vibración más elevada, participan de otra sustancia: tienen organismos compuestos que consisten en una naturaleza especial espiritual, junto con una serie de vehículos o cuerpos que la expresan (salvo el limitado cuerpo físico, que es atributo de los humanos). Los elementales, en cambio, al estar hechos de una única sustancia etérica (o atómica), no tienen fricción o desgaste entre el resto de sus vehículos o cuerpos, alcanzando «lógicamente» una edad mucho más avanzada que los humanos.

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Hadas, página 21



Una de las características de los elementales es la invisibilidad, pero el hecho de que algunas personas, sean éstas clarividentes o no, los hayan visto demuestra que, en determinadas circunstancias y días, pueden densificarse lo suficiente como para ser observados por un humano. Esto supone un considerable desgaste energético, pues es sabido que para que un fantasma, o cualquier entidad del astral, se pueda manifestar se requiere, por un lado, un médium o transmisor, que es quien hace la llamada o abre la puerta de comunicación con el «más allá» (el médium no tiene por qué ser consciente de que ejerce como tal), y, por otro, es preciso que primero la entidad astral conciba claramente la forma que desea adoptar y se recargue luego de energía lo suficientemente densa como para que pueda ser vista. Para ello, ciertamente, hay días y momentos más propicios que otros. Tan pronto como abandonan la idea —y son muy volubles— vuelven a su primitivo estado normal. Cuando un hada o un duende deciden hacerse visibles en nuestro mundo, procuran que el desgaste que ello supone sea el menor posible. Suelen hacerlo a nivel etérico, que es un estado de la materia más denso que el astral, aunque mucho más sutil que el físico. Lo normal es que se manifiesten en su forma más habitual, que es la de pequeños seres antropomórficos, por la sencilla razón de que esto les supone un considerable ahorro energético que si lo hicieran en otras formas menos comunes (en seres gigantescos o extravagantes, por ejemplo) …
Es como un juego (y recordemos que son muy traviesos y juguetones), ya que, si nosotros creemos que estos seres no existen, se encargarán, por distintos medios, de demostrarnos lo contrario, y si pensamos que existen e intentamos ponernos en contacto con ellos, lo más seguro es que no les veamos el pelo. Si creemos que siempre tienen gorro rojo con cascabeles en la cabeza, se lo cambiarán; si pensamos que miden 30 centímetros de estatura, se manifestarán como gigantes con el afán de despistarnos, sólo por una finalidad tan lúdica como convertir algo imaginario en real, y así continuamente, razón por la cual catalogarlos y clasificarlos es tarea casi imposible, primero porque no se les suele ver con facilidad, y segundo porque juegan precisamente a confundirnos, cambiando de forma y aspecto,

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Hadas, página 22-24



Una sílfide, al tratarse de un espíritu superior, posee un cuerpo compuesto de materia astral y cambia de forma con relampagueante rapidez. El hada terrestre, cuyo cuerpo es etéreo, cambia de forma y aumenta o disminuye de tamaño con relativa rapidez, pero no instantáneamente.

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Hadas, página 25


El mundo feérico sería como una doble humanidad: hay niños, ancianos, poseen ganado, perros, armas, comen, se visten, duermen, juegan, tejen, muelen grano, cocinan, bailan, enferman, mueren… Como afirma el poeta alemán Heine: «El baile es característico de los espíritus aéreos. Su naturaleza es demasiado etérea para que caminen prosaicamente sobre esta tierra como nosotros. Sin embargo, y a pesar de su delicadeza, sus pies dejan algunas huellas entre la hierba, donde han celebrado sus danzas nocturnas. Son unos círculos a los que el pueblo llama anillos de los silfos». Aunque también se suelen denominar anillos de hadas o rondas de hadas.

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Hadas, página 26


Cada elemental trabaja y vive para sí pero en hermandad con los demás, y, aparte de algunas cómicas rencillas, sabe que puede contar con todos, aunque se cuidará mucho de no interferir en la labor de los otros sin necesidad.

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Hadas, página 34


Saber el nombre de una persona confiere un cierto poder a aquel que lo descubra, pudiendo ejercer una influencia sobre él. Bajo estas premisas, reconocidas desde siempre por la tradición oculta, en algunas culturas se ha tenido un especial cuidado de no revelar el verdadero nombre a extraños, pues, de lo contrario, podrían estar a merced de aquel que poseyera el secreto, sobre todo a efecto de invocaciones y exorcismos. Saber el nombre verdadero de cualquier ser es tener el «poder del nombre». Por una parte, poseen un nombre público, conocido por todos, y, por otra, otro oculto, íntimo, esotérico, el que revela su auténtica personalidad. Ésta es la razón por la que también los seres mágicos han ocultado su nombre auténtico, y por eso, con frecuencia, en los cuentos de hadas, conocer el nombre del hada, del duende o del demonio servía para deshacer algún maleficio o neutralizarlo.

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Hadas, página 38


Las hadas, en general, se caracterizan por cocer unos panes integrales, con forma de picos, que además de ser un alimento delicioso, sirven también para realizar ciertas prácticas de desencantamiento de un «hada encantada» siempre que el pan no sufra daño ni el humano se coma ninguno de los picos…
Por lo se refiere a las costumbres y características comunes que adoptan todos estos espíritus femeninos de la naturaleza, tanto si son hadas encantadas como hadas de agua, se dan unas pautas muy similares que paso a enumerar. Se verá que las referencias al oro son numerosas pero la mayoría en sentido metafórico. Todos ellos son seres femeninos, vinculados a la naturaleza, sobre todo al mundo acuático, forestal y telúrico. En numerosas leyendas se las describe con cabellos de oro que cardan con un peine de oro, pero, en realidad, sus cabellos suelen ser rubios o pelirrojos de un gran brillo y belleza. Tienen una voz cautivadora. Sus ojos suelen ser verdes y profundos. Algunas van desnudas y otras visten túnicas blancas o plateadas, provistas de capas. Lavan madejas de lana cuyos hilos parecen ser de oro, e hilan dichas madejas con una rueca de oro. Cuidan gallinas y pollos de oro o que, al menos, tienen ese aspecto áureo. Se las suele encontrar en la boca de una cueva o en la orilla de una fuente. Les gusta danzar en corro. Tienen suntuosos palacios y reinas. Custodian fabulosos tesoros de todo tipo que suelen estar encantados. Si alguien las libera o desencanta, esta riqueza pasa al liberador. Se enamoran de mortales y, a veces, se casan con ellos, con los que suelen tener hijos. Roban niños y jóvenes humanos, cambiándolos, a veces, por réplicas. Cuidan ganado, sobre todo toros y vacas. Se suelen transformar en animales o en personas de sexo masculino. Suelen proferir amenazas, profetizar desgracias y lanzar maldiciones. En muchas ocasiones, estos seres se presentan en forma humana, pero con alguna deformidad: largos pechos (ijanas), pies de cabra o de oca (lamias), colas de pescado (sirenas), la espalda hueca… Tienen como tabú principal todo lo relacionado con la sal, tanto en sus comidas como en sus hábitos. Suelen ser incapaces de aprender a contar. En el día y noche de San Juan (solsticio de verano) es cuando pueden perder su invisibilidad y transformarse en bellas mujeres perfectas. También es la fecha en que se dan las condiciones favorables para ser desencantadas. Sobra decirlo, pero el presentar estas características no significa que las cumplan todas y cada una de ellas, sino que son comportamientos arquetípicos, constantes y muy genéricos de lo que estos seres femeninos pueden llegar a hacer.

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Hadas, página 44


Dato a tener en cuenta: las mayores concentraciones europeas de monumentos megalíticos se dan en las zonas de Cornualles, Bretaña, Galicia y, en menor medida, en Cataluña y la zona vasco-navarra. Recientes estudios han llegado a la conclusión de que en la zona montañosa que se extiende por los macizos del cabo de Creus, sierra de Roda y la Alvera, se encuentra la mayor acumulación de restos megalíticos de la península Ibérica. Ciento quince en total, y comprenden 100 dólmenes de diferentes tamaños, 14 menhires y una «piedra de sacrificios», oscilando su antigüedad entre los 6000 y 3500 años. Todos ellos, sin excepción, se encuentran a menos de 150 kilómetros de la costa, y a este singular hecho el investigador García Atienza añade otro: los caballeros templarios buscaron en la península Ibérica el establecimiento de sus encomiendas en las proximidades de aquellas zonas con abundantes megalitos y yacimientos prehistóricos. Añado un nuevo peldaño: es abrumadora la cantidad de leyendas donde asocian estos monumentos con la presencia de seres mágicos, en concreto con la aparición de diversas entidades femeninas. Cada dolmen suele estar ligado a una leyenda o a una costumbre ancestral, rindiendo el pueblo culto a estos extraños monumentos de procedencia misteriosa para ellos. Existen creencias supersticiosas que les atribuyen virtudes energéticas, curativas o sencillamente que eran balizas de tesoros ocultos. Las tradiciones atribuyen su construcción a diversos personajes míticos: gigantes, enanos, duendes, brujas, lamias, hadas… y por esta razón muchos monumentos de esta índole han recibido nombres como «casas de hadas», «cuevas de moros», «huertas de gentiles» o «casas de brujas», entendiendo las palabras moros y gentiles como pertenecientes a una raza ancestral, precristiana y gigantesca. Los bretones dicen que los dólmenes los trajeron a Bretaña los korred, unos elfos de la oscuridad de ambos sexos, y eran tan fuertes que podían acarrear las enormes y pesadas piedras a sus espaldas.

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Hadas, página 46



La mágica danza de las hadas es uno de los espectáculos más cautivadores que pocos humanos pueden presenciar. Son danzas cósmico-telúricas, en círculo y dándose unas a otras la espalda…
El ritual de danzar siempre en corro tiene un cierto sentido: las hadas deben encontrar una regeneración de sus energías suministrada; tanto por parte de la tierra como del cosmos, a la vez que para ellas es un juego, un rito, una comunicación, un deporte y seguro que mucho más.

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Hadas, página 51





Existen rarísimos testimonios de objetos físicos traídos por un ser humano del «mundo de las hadas», y esto es así porque su mundo espacio-temporal se desenvuelve en una neblinosa dimensión paralela a la nuestra (en un plano astral) y, por lo tanto, las pocas incursiones que ellas hacen a nuestro «mundo físico» no dejan de ser, desde mi punto de vista, meras ilusiones, casi incorpóreas, dada la naturaleza de la que se componen, es decir, de sustancia astral o etérea (la materia de los sueños). Cuando un hombre ha podido recoger o robar un determinado objeto feérico, como una madeja, un hilo, una toalla, una servilleta, un mantel, un cáliz, un peine de oro o una simple flor, el placer ha sido poco duradero porque el hada se lo arrebata en el último instante o desaparece volatilizado entre sus manos, o bien se convierte en carbón o piedra. Este mismo fenómeno ocurre con otros seres fantásticos, como son los gnomos. Es el caso de los objetos de oro que una lamia entrega a un hombre bajo cierta condición y al final, por incumplirlo, se lo arrebata, o como ocurre con el famoso «oro de los duendes» o de los enanos que más tarde acaba convirtiéndose en piedras o en trozos de carbón.

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Hadas, página 54


Debido a que estos seres siempre han poseído grandes y desconocidos poderes (a través de sus danzas, su cautivadora voz, su música, su comida…), a nadie se le escapa que son capaces de subyugar bajo sus efectos a cualquier humano que se les ponga a tiro, lo que no significa que esta circunstancia sea negativa per se. Ahora bien, entre las muchas cualidades huecas y malas que caracterizan a los habitantes del «País de las Hadas», está la de ser muy vengativos y rencorosos cuando se les da motivos para ello, pero, igualmente, son extremadamente generosos cuando se consideran deudores de un ser humano por algún servicio prestado. El escenario adecuado para que un humano sea merecedor de una de estas terribles maldiciones es que penetre en su territorio y atente contra algún objeto propiedad de las hadas, sobre todo que las roben su peine de oro, que es una de las mayores ofensas que, por ejemplo, se puede hacer a una lamia.

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Hadas, página 56


Cuando nos formulamos preguntas que empiezan por qué las hadas hacen una cosa u otra, entramos en un territorio verdaderamente espinoso, pues debido a su naturaleza astral y a su carácter ambivalente, a nosotros, los humanos, se nos escapan, la mayoría de las veces, los intentos de dar una explicación lógica y coherente a ciertos comportamientos de esta civilización sobrenatural.

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Hadas, página 60




No obstante, siempre hay hipótesis —y que nunca falten— que nos aproximan, aunque sea muy vagamente, a ciertas motivaciones que pueden tener las hadas para obrar de una determinada manera. En el caso concreto del rapto de bebés humanos, se han barajado dos posibles teorías, a cual más variopinta, pero en las que tantos argumentos hay a favor como en contra para considerarlas aceptables. La primera de ellas dice que se trata de una raza en clara decadencia genética y por eso sus visibles manifestaciones cada vez son menores —por lo menos tal y como lo hacían a la vieja usanza—, sintiendo fascinación y envidia por la vitalidad de los humanos, motivo por el cual solían secuestrar o abducir —ya no lo hacen— a niños para aportar sangre fresca a sus deteriorados organismos y a su raza en general. Las hadas se aprovechan de la inteligencia y la fuerza de los seres humanos, lo que da lugar a ocasionales interacciones en su mundo: efectuando secuestros de comadronas para que les ayuden en difíciles partos «feéricos» o para amamantar a sus recién nacidos que, por lo general, son débiles y enclenques. Cuando la comadrona no puede ser trasladada a su «mundo», las hadas deciden llevar a sus bebés al mundo de los humanos para que sean amamantados, e incluso se atreven a cambiarlos por otros niños humanos, realizando un trueque, casi nunca definitivo, sino temporal, y sin que la madre humana se entere, por supuesto. La otra teoría dice que cada siete años el diablo u otra entidad maléfica exige un tributo de sangre al reino de las hadas y suelen pagarlo raptando a un bebé humano. Tanto en un caso como en otro, siempre se nos presenta el mismo problema: ¿Qué dejan a cambio? Aquí entramos de lleno en el tema del «doble» feérico. Al parecer, existen varias versiones, desde las que dicen que dejan en su lugar a un viejo elfo, o a un niño raquítico —el cual suele morir a los pocos días de debilidad—, a las que aseguran que realmente es un trozo de madera que, por un encantamiento especial, tiene una apariencia física igual al niño robado…
Katharine Briggs postula que hay tres tipos diferentes de «changelings» o impostores: El trozo de madera, método que solían usar cuando el «cambiazo» era de personas adultas capturadas (como un ama de cría o una joven), representando el «doble» exacto de dicha persona. El enfermizo bebé del hada, a quien la nutritiva leche materna puede darle alguna oportunidad de salvación, a cambio del vigoroso y saludable bebé humano. El hada vieja y arrugada que, cansada de su vida, prefiere ser acunada, alimentada y mimada por una madre adoptiva, transformándose para ello en un niño…
Se sabe que los niños que dejan las hadas a cambio son pequeñajos y escuálidos y no crecen a un ritmo normal. A los veinte años suelen aparentar una altura de diez, eso con suerte, pues son, en general, enfermizos y de aspecto macilento.

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Hadas, página 61-62-63


En Gran Bretaña tienen sus sortilegios y conjuros mágicos para descubrir al impostor. Uno de ellos es similar al utilizado en España: se coge una docena de cáscaras de huevos y se meten en una marmita con agua hirviendo. Si el niño resulta que es un elfo empezará a hablar irremediablemente (algo que sería imposible para su corta edad) con expresiones como éstas: —¿Qué estás preparando mami?, o ésta: —¡Llevo quinientos años en el mundo y jamás he visto un cocimiento de cáscaras antes de ahora! (esto es eficaz cuando los impostores son muy viejos, pues a la mínima oportunidad revelan su edad). Una vez que se delata él mismo, dicen algunas leyendas, hay que coger un atizador al rojo vivo e introducírselo por la garganta. La verdad es que no es necesario acudir a estos drásticos procedimientos, ya que el hecho de averiguar que se trata de un «doble» del niño humano es suficiente para que el hada recoja al suyo y deje en la cuna al niño auténtico.

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Hadas, página 66


De todas las clasificaciones que se pueden hacer —y ya hemos visto algunas—, personalmente escojo la que posiblemente sea la más sencilla y la más clarificadora. Aquella que divide a estos seres en hadas terrestres (viviendo por encima y por debajo de la tierra) y en hadas acuáticas (de agua salada y agua dulce), que, a su vez, se distribuyen en cuatro grupos fundamentales, a saber:

1.     Hadas de los mares (sirenas).
2.     Hadas de los ríos y cuevas (lamias).
3.     Hadas de las fuentes (las antiguas ninfas: damas del agua).
4.     Hadas de los bosques (las antiguas dianas: xanas, anjanas, janas…).

A las que habría que añadir un quinto grupo, no menos importante, el cual participa de todas ellas, que sería el de las «hadas encantadas».

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Hadas, página 68


Las hadas encantadas

Las «encantadas» serían, por decirlo de una manera expresiva, las advenedizas del mundo de las hadas, porque originariamente, es decir, por nacimiento, no formaban parte de su mundo y, sin embargo, por diversos motivos, pasan a integrarse en este submundo feérico, estando su hábitat situado indistintamente en el mar, en los bosques, en los ríos, en las cuevas o en las fuentes. Principalmente son mujeres nacidas de padres humanos que, por una maldición, una promesa, por comportamiento indecoroso con sus semejantes o cualquier otra oscura razón, son raptadas y llevadas al «País de las Hadas» y pasan a convertirse automáticamente en una de ellas con un alma mortal, invisibles e inmateriales viviendo en sus hábitats, con las mismas virtudes, habilidades y poderes que caracterizan a las hadas, pero cuya misión principal suele ser custodiar los tesoros de estos seres sobrenaturales. Eso sí, siempre tienen la posibilidad —aunque remota— de ser desencantadas algún día por un ser humano, algo que anhelan continuamente. El mortal que lo logre, a cambio, podrá obtener las riquezas que custodia dicha mujer encantada e incluso su propia persona en matrimonio, pasando así a convertirse de nuevo en una mujer humana, con un alma inmortal, que, por naturaleza, les corresponde (a diferencia de las «hadas del agua» que, aunque se casen con un ser humano, no por eso dejan de ser hadas).

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Hadas, página 69


El problema de las «hadas encantadas» radica en que, cuando se estudia el mundo de estos seres femeninos y todas sus variantes, nos encontramos con una aparente contradicción: o son hadas genuinas, nacidas de otras hadas, o son mujeres humanas que, por alguna extraña razón, se han convertido en hadas. De ahí que haya leyendas donde unas y otras aparecen con las mismas características y comportamientos, pero en un caso unas actúan sin ningún tipo de interés y otras con el objetivo de conseguir su desencantamiento, lo que nos obliga a pensar que esas damas que piden insistentemente ser desencantadas por un hombre mortal son mujeres de carne y hueso que llegaron a este «estado» posteriormente, o bien pudiera ser que se trate de auténticas hadas que quieren dejar de serlo para formar parte del mundo de los humanos. A cambio, suelen recompensar al galán con inmensas riquezas y a veces con su propia persona.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 72


Exponemos a continuación siete distintos sistemas por los que se puede producir un desencantamiento que, sin agotar la relación, sí nos da una amplia muestra de la variedad que tienen estas mujeres míticas para conseguir sus propósitos. Aquellos procedimientos que están relacionados con el matrimonio como recompensa serán relatados en la tercera parte del libro. No debemos perder nunca de vista que estas hadas tienen como ocupación principal guardar tesoros y, como anhelo, proporcionar el modo de desencantarlas.

1.     El hilo infinito. Por el ojo de una fuente asoma un hilo de lino o de oro, y una mujer u hombre debe devanar el hilo —que parece que no se va a acabar nunca— hasta el final sin que se rompa el mismo. En este sentido hay leyendas en la «fontica» del Monte de Naranco en Fuentebernalda de Naranco, y en la fuente de Eornosvieyos de Limanes, las tres en el concejo de Oviedo. Lo más frecuente es que el hombre se canse de tanto devanar, tire fuerte y el hilo se rompa, quedando entonces la xana sin desencantar y anclada en su fuente.

2.     El preventivo. El padre se pone de acuerdo con unos encantadores para que encanten a su hija, a la espera de que el futuro novio consiga méritos para desposarse con ella. Llegado el momento, el encantador leerá un libro delante de una cueva, y para desencantarla un hombre tiene que:
o    Presentarse una mañana de San Juan delante de la cueva cargado de reliquias.
o    Matar al cuélebre que la guarda de una lanzada en la garganta, rompiéndose en ese momento el encanto y apareciendo la moza.
o    O bien, dar tres besos al cuélebre o quitarle la rosa que lleva en su boca.

3.     Los panes. El joven se debe presentar a las doce en punto de la noche de San Juan con doce panecillos o bollos de cuatro picos (otras veces es de seis picos) al pie del ojo de una fuente, por ejemplo, de Cambroña (Asturias), y dirá: «Can Cambroña, toma el pan que te envía tu señora». Estos panes se convierten en caballos, y si les falta algún pico o cuerno, el caballo será cojo.

4.     La elección. El humano debe preferirlas a ellas antes que a las alhajas u objetos que muestran en una mesa. La encantada hace preguntas de este estilo: «Cuál te gusta más: ¿el peine o mis cabellos rubios?». Si responde que sus cabellos, la desencanta, y si responde el peine, el encantamiento durará más tiempo. Otras veces, en vez de un peine son unas tijeras o un mechón de pelos…

5.     La serpiente. Por supuesto, hay desencantamientos relacionados con las serpientes. La encantada bajo esta forma dice entonces: «Yo te haré rico si me esperas tres veces, haciéndome una culebra y subiéndome por una pierna tuya. La primera vez seré delgada y subiré suave; la segunda, seré más gruesa y subiré más torpe; y la tercera, seré más enorme y más gafa. Las tres veces llegaré con mi cabeza a tu cara, pero no te asustes». Si el hombre se echaba a correr antes de la tercera vez, ella le gritará enfadada: «¡Cobarde!, ahora me metiste más honda, me encantaste más de lo que estaba».

6.     Arrojar objetos. Las encantadas, aprovechando el sueño del cuélebre que las custodia, esperan a que pase por allí un hombre, al que dirán: «¡Toma nuestra riqueza y danos tu pobreza!». En ese momento debe tirar una medalla en la fuente o les debe entregar un objeto bendito para quedar desencantadas. También se puede proceder a tocar su cuerpo con una prenda de lino que previamente haya estado dentro de una iglesia o bien «echando una prenda» sobre el personaje encantado, por lo general una montera, en el momento justo de dar las doce en la noche de San Juan.

7.     La pollada de oro. Se procurará coger uno de los polluelos de oro que suelen acompañar a la gallina del mismo metal dorado y que se dejan ver en algunas fuentes o castros en la noche de San Juan. El solo hecho de tocar a este «pitin» con alguno de los objetos antes descritos (o incluso de orinarle) hace que el encanto desaparezca y se convierta entonces en una bella mujer.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 73



Las hadas del agua

Por numerosas y variadas que sean las hadas de la superficie de la tierra, casi siempre alejadas de la vecindad del hombre, son todavía más numerosas las hadas marinas, nereidas o sirenas que moran en la superficie y en el interior del mar, y mucho más numerosos son todavía los espíritus del agua dulce o ninfas u ondinas que moran en las fuentes, en los lagos, en los ríos y en las cascadas. Estos últimos tienen más puntos de contacto con las hadas de superficie o terrestres que con sus parientes las hadas marítimas. Los seres o espíritus marinos de la naturaleza presentan características comunes y diferenciadoras de unas partes del mundo a otras.

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Hadas, página 79

Las formas de las hadas marítimas son variadísimas, aunque con más frecuencia remedan la humana. En general, tienden a tomar formas más amplias que las hadas de los bosques y las montañas, pues, así como éstas son diminutas, las nereidas y sirenas asumen la forma y estatura humanas, aunque con una extremidad fuera de lo común…
Casi todas las tradiciones que he recogido de estos fantásticos y acuáticos seres femeninos están relacionadas con seducciones y bodas que siempre acaban como el rosario de la aurora: de forma trágica, y da igual que sus protagonistas sean xacias gallegas, que alojas catalanas o donas d’aigo baleares, porque todas ellas tienen un mismo esquema de comportamiento que en parte las diferencia del resto de sus congéneres femeninas. Respecto a nuestras ninfas, son seres coquetos que buscan deliberadamente el contacto con el hombre para engatusarlo y seducirlo, no siendo tan aparentemente benéficas, ya que cuando no son correspondidas pueden acabar con la vida de un hombre. Pero hay más: Viven en el fondo de una fuente, estanque, manantial, cisterna o gruta, pero siempre donde fluya el agua dulce, pura y transparente. Tienen el aspecto de mujeres muy hermosas, de larga cabellera, y suelen llevar una estrella o cruz grabada en su frente. A veces lavan ropa blanca en el río, y se las ha visto vestidas con largas túnicas e incluso completamente desnudas. Tienen poderes muy especiales. Son grandes benefactoras (pueden curar y provocar ciertos prodigios), pero también pueden ser letales (ahogan en sus aguas a los humanos). A veces profetizan acontecimientos, y gracias a su influencia producen riqueza. El día más favorable para poder verlas es, sobre todo, durante la noche o el amanecer de San Juan, donde se las puede observar peinando sus cabellos con peines de oro o tendiendo madejas de lana a la entrada de sus moradas. Sus ojos son de un profundo color verde esmeralda, con una mirada extremadamente seductora y hechizante para un humano. Viven en palacios fabulosos, ocultos a la vista de los humanos, en lugares subterráneos o subacuáticos, ricamente decorados e iluminados, en los cuales guardan grandes tesoros y riquezas. Muchas veces seducen y se casan con un ser humano por amor y tienen hijos con ellos, pero siempre con una condición, que suele ser la de no pronunciar o mencionar su condición de «mujer de agua». Aquí también se sigue un esquema preconcebido que veremos con más detalle.

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Hadas, página 79-80

El origen de las ninfas del agua procede de viejos cultos paganos, donde se buscaba el apoyo de estos seres para dar a las aguas virtudes mágicas y medicinales, siendo en un primer momento adoradas como diosas, pasando su culto más tarde a centrarse en su propio habitáculo, se tratará de una fuente, estanque, remanso o similar.

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Hadas, página 81
Las sirenas

Existen varios nombres para referirse a seres femeninos de las aguas pero, probablemente, los tres más comunes son: ninfas (que se asocian fácilmente a las aguas dulces, conocidas también como náyades y ondinas), sirenas y nereidas. Gran parte de la confusión que existe sobre el mundo de las sirenas se explica porque bajo este último término se han englobado a personajes sobrenaturales diferentes entre sí. Dentro de las aguas oceánicas habría que distinguir a las llamadas mujeres marinas (mer-women, mer-maids, nereidas, morganas, etc.), careciendo todas ellas de la clásica cola de pez y aprovechando la menor ocasión para entablar relaciones amorosas con jóvenes y apuestos marineros, de aquellas otras que se denominan sirenas, con su habitual cola de pez. En los mitos y leyendas de todo el mundo, y sobre todo en España, se habla indistintamente de sirenas para referirse tanto a unas como a otras.

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Hadas, página 84



Robert Graves, la traducción literal de sirenas es: «Las que atan con una cuerda o las que marchitan».

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Hadas, página 86


No debe olvidarse que para los elementales los seres humanos formamos parte de un mundo imperfecto, un mundo material que está perdiendo su relación armónica con Gaia (la Tierra), que desprecia las formas sencillas de vida que son las que la Gente Menuda respetan, protegen y aman. Las sirenas no son malvadas, simplemente se dejan llevar por sus sentimientos e instintos y aunque desde nuestro punto de vista sea en apariencia un acto salvaje, para ellas lo es de amor.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 90


Las sirenas están cargadas de un rico simbolismo, como el de representar la unión de la Gran Madre con el agua, y este elemento simboliza los sentimientos, las emociones, la intuición… por eso es frecuente que en las historias que intervienen sirenas haya pasión, amor desbordado hacia un mortal y éste acabe muriendo ahogado (en las aguas o en sus sentimientos). Es muy conocida la leyenda del pescador que captura a una sirena, quien le recomienda que la parta en algunos pedazos y se los dé luego a comer a varias personas y animales con un evidente sentido iniciático que nos recuerda el mito egipcio de Osiris y su desmembramiento.

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Hadas, página 93


Las sirenas, dentro de sus múltiples habilidades, pueden cambiar de forma; hay casos en los que, por poco tiempo, una sirena ha podido desintegrar su cola y convertirse en una mujer de aspecto completamente humano.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 94


Las más estrambóticas flores y las más hermosas setas se pueden contemplar cuando se traspasa el umbral de nuestro mundo físico y nos adentramos en el fascinante «País de las Hadas».

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Hadas, página 108


Con el nombre de anjanas se conoce en Cantabria a las hadas de grandes cualidades, bondadosas y hermosas.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 107



Las xanas asturianas a veces también reciben el nombre de hechiceras, como demuestra esta poesía popular recogida por Manuel Pidal a finales del siglo XIX: ¡Ay!, que una xana hechicera lavando está en fuente noble, lavando madejas de oro, vestida de mil primores.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 117


A diferencia de las anjanas, que se las asocia mucho más a la tierra y a los bosques, las xanas están muy unidas a las fuentes y a las aguas, gustando de salir gozosas de entre la espuma de las cascadas y las ondas de los ríos.
Cuando cae la noche, extienden en la orilla de los ríos las madejas de oro hiladas durante el día, haciendo de ello un divertido juego, al tiempo que bailan, hasta que el sol empieza a despuntar.

Jesús Callejo Cabo
Hadas, página 125










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