4.

   La oscuridad es menos pesada que el aire; el aire es más pesado que la transparencia.
   En la sequedad se encuentra el secreto de las tinieblas; en la falta de agua.
   - en la inmovilidad del movimiento;
   en la falta de espacio - pues en la misma medida en que la amplitud crece, el espacio decrece.
   Así se explica que el hombre, para avanzar cuatro pasos en las tinieblas, debe caminar durante muchos años;
   pues un día de tinieblas, vale más que mil años de transparencia.
   Por eso los hombres amantes del alba, los hombres afectos a la alegría,
   comen de todo y no saben nada.
   Prematuramente se les arruga la cara, y se les achica los ojos;
   cambian y vuelven a cambiar de la noche a la mañana; y cuando resplandecen de alegría,
   hacen un gesto.
   Por eso los que aman las flores, los que aman la jardinería, los que aman el espectáculo ameno de la naturaleza en general,
   carecen de fuerza y no tienen idea de la energía, se vuelven locos y no saben qué hacer,
   y, como son incapaces de dominar el dolor,
   en realidad no aman por amar sino porque tienen miedo,
   cuando creen amar al mundo y cuando no lo aman en absoluto,
   y cuando el mundo no los ama y los rechaza y no quiere ni mirarlos.

   5.

   Por eso los hombres afectos a las tinieblas, los hombres que a nadie aman,
   son los que aman.
   Y por eso no aman al mundo; por lo mismo que lo aman
   - pues no lo aman.
   La apariencia del mundo les infunde recelo.
   Sólo viven para mirar la imagen desnuda del mundo.
   Con el ojo puesto en los pedruscos - con el ojo puesto en la sustancia de los pedruscos.
   Con el oído atento al fragor del polvo que se calcina - con el oído atento al fragor de la tierra que se consume
   - estos hombres secos, flacos, callados, en mucha parte, son los causantes de muchas cosas
   El mundo que se destruye quién sabe cómo, por inmisericordes fuerzas que vienen no sé de dónde;
   y los esfuerzos del hombre obstinado, que vanamente se empeña en recoger los escombros
   - eso les interesa.
   Las tormentas, los terremotos, las epidemias - y por eso están aquí.
   El socavamiento de ciudades y murallas, de grandes obras y de colosales trabajos,
   por ejércitos de hormigas que se cuentan como arenas en el mar.
   las víboras, los alacranes y los moscardones que infestan la faz de la tierra, siempre amenazada por espesos miasmas
   - un mundo despiadado, invisible y temible,
   que no cejará hasta no haber aniquilado al género humano
   - eso les interesa a los hombres amantes de las tinieblas;
   los frutos silvestres que, asumiendo hermosa apariencia, atraen al hombre ávido y lo matan;
   las trampas mortales que el mundo, en lo oculto, utiliza para atrapar al hombre.
   Las hambrunas y los maleficios y las calamidades.
   Los azotes y los flagelos que hacen despertar al hombre.
   Eso les interesa, y por eso están aquí.

Jaime Sáenz Guzmán
 De "Las tinieblas"

A ti

Al calor de tu forma progresa mi sangre, en el aire
de sueño
el clima para lo solo eres tú
-una sombra canta para ti en el fondo del agua al
compás de mi corazón
y en tu mirar mis ojos están silenciosos por la música
al soplo de la luz,
en el cielo y en la oscuridad.

Esta noche reúno tu forma,
el eco de tu boca en medio de una olvidada canción
-y te doy un abrazo.

Jaime Sáenz Guzmán


Como una luz

Llegada la hora en que el astro se apague,
quedarán mis ojos en los aires
que contigo fulguraban
Silenciosamente y como una luz
reposa en mi camino
la transparencia del olvido.

Tu aliento me devuelve a la espera
y a la tristeza de la tierra,
no te apartes del caer de la tarde
–no me dejes descubrir sino detrás de ti
lo que tengo todavía que morir.

Jaime Sáenz Guzmán



En lo alto de la ciudad oscura

Una noche en una calle bajo la lluvia en lo alto
de la ciudad oscura
con el ruido a lo lejos
es seguro que suspirará
yo suspiraré
tomados de las manos por un gran tiempo
en el interior de la arboleda
sus ojos claros al pasar un cometa
su cara llegada del mar
sus ojos en el cielo mi voz dentro de su voz
su boca en forma de manzana
su cabello en forma de sueño
una mirada nunca vista en cada pupila
sus pestañas en forma de luz un torrente de fuego
todo será mío dando volteretas de alegría
me cortaré una mano por cada suspiro suyo
me sacaré un ojo por cada sonrisa suya
me moriré una vez dos veces tres veces cuatro veces mil veces
hasta morir en sus labios
con un serrucho me cortaré las costillas para entregarle ,mi corazón
con una aguja sacaré a relucir mi mejor alma para darle una sorpresa
los viernes por la tarde
con el aire de la noche cantando una canción
me propongo vivir trescientos años
en su hermosa compañía.

Jaime Sáenz Guzmán


Eres visible

Permaneces todo el tiempo en el olor de las montañas
cuando el sol se retira,
y me parece escuchar tu respiración en la frescura de la sombra
como un adiós pensativo.

De tu partida, que es como una lumbre, se condolerán
estas claras imágenes
por el viento de la tarde mecidas aquí y a lo lejos;
yo te acompaño con el rumor de las hojas, miro por
ti las cosas que amabas
-el alba no borrará tu paso, eres visible.

Jaime Sáenz Guzmán

 
"Hazme un favor. Alguna tarde, algún día, dirige tus pasos al cementerio. Acércate al cementerio, y reza por mí. Tal vez en medio de una tempestad atroz supuesto que la tempestad es nota dominante en aquellas regiones septentrionales que tú habitas ahora, alguna tumba inimaginable no faltará —y ha de ser la tumba de una tumba, la imagen invisible de la tumba, el espectro de una tumba, que sólo el ojo del poeta es capaz de conocer, pues allí habita él, allí habitas tú, allí habito yo. Prostérnate, y reza por mí. Al rezar por mí habrás rezado por mí. Allí estaré yo. Allí estuve siempre. Prostérnate, es necesario que alguien rece por mí. Estoy solo. Soy solo, estoy muerto. No es fácil, es muy difícil apiadarse de mí. Bien que yo mismo no lo hago; mal podrá nadie hacerlo por mí. "

Jaime Sáenz
Carta a Ricardo Bonel Valdés



"En reciente oportunidad, Ramona había logrado postergar una vez más su ya anunciado viaje, y lo había hecho con el exclusivo propósito de acompañar a Delgado en la fecha de su cumpleaños. Además ese año, el 15 de noviembre caía sábado, día en que precisamente Prudencio se trasladaba a sus fincas del Altiplano y Lucía platicaba con las monjas del hospicio, en compañía de las cuales se solazaba hasta el lunes. De tal manera, que Ramona podía faltar tranquilamente de su casa dos días consecutivos -sábado y domingo-, y aquí no pasó nada.
Delgado, por lo tanto, tenía motivos para estar contento.
Aquel día estuvo en la bodega hasta las cuatro de la tarde solamente. Hizo varias compras y recogió unos discos que había separado en una tienda. Andando por las calles, con gran número de paquetes que difícilmente podía sostener entre las manos, bajo una lluvia pertinaz, vivificante y menuda, con entusiasmo y optimismo, se encaminaba a su casa para esperar a Ramona, apretando el paso a tiempo de doblar una esquina, cuando de pronto surgió ante sus ojos la imagen irreconocible de un pasado que, por ser demasiado remoto precisamente, era demasiado cercano."

Jaime Sáenz
Felipe Delgado



Espacio y Silencio

Mirando la ciudad apoyado sobre una peña
escucho el ruido con toda atención
cada lamento cada grito cada rumor
miro en la altura más allá de las luces
me detengo en el sendero con mis pasos
tiemblan las sombras
un hálito se desprende a ratos del cielo
me inclino sobre el abismo busco entre las breñas
entre los arbustos con calma y paciencia
escudriño el silencio en el horizonte
alzo los ojos en pos del crepúsculo
con el soplo del viento azotando mi cara
ningún sacrificio ninguna muerte ninguna música
ninguna conjunción de los astros mis votos
mis promesas mis plegarias
el júbilo el llanto la ira la meditación la agonía
nada ha servido de nada
sé que no existes pero estás aquí
pensé encontrarte en alguna cara en alguna mirada en medio del gentío
en la quietud del campo en el curso del río en el vuelo del moscardón
traté de inventarte de alguna manera traté de soñarte traté de escribirte
donde tú estás me encuentro yo mismo a ti te sucede lo mismo.

Jaime Sáenz



La Muerte por el Tacto
(Fragmento)

(A modo de manifestarse
estupor ante lo bromista
de la mirada).

I
Olvidó los océanos y las voces

replegado con los demás en el apagado símbolo de los puentes — hizo perdurar el crepúsculo

al igual de la condición de los afectos al árbol

los ensangrentados

los de largas cabelleras

los forjadores del viento

los que con la impasibilidad de las cosas han
depositado un pétalo

una arena un aire en el arco olvidado de aquella
cumbre

los que iniciados en los triunfos de la naturaleza

en las revelaciones de las edades y de las lluvias

anuncian las transformaciones del sonido, figura tuya
— no sé aún quién eres

los que sean lo mismo que los rios parte vital de las
montañas

los que sean

los que realmente vivan y mueran sin hacer gesto de
desagrado

los que se queden imberbes y también los barbudos y
los barrigones

dignos y naturales cuando el sonido y el viento son
una misma cosa

cuando no existe necesidad de que no hayan moscas

cuando no se tiene que pagar para que besen a los
delegados y el beso no sea más que beso y no señal
torcida hypócrita y atentatoria

cuando el matar no es condenable sino sólo matar y
el término con que se designa la acción desaparece

cuando te topes en las esquinas con alguien
idéntico a ti y puedas decirle ‘hola’, ‘ojalá’, ‘tal vez’,
‘recuerda’ o ‘quien sabe’

indistintamente

como si te refirieras a él o a ello o a ellos o a ti desde
la luz hacia la luz

es necesario que escriba una carta para poder ver
mejor la luz de las cosas

luego de leerla alumbrado por el antiguo vuelo de mis
amigos muertos

es necesario que recuerden todos su amor a la
música, si sosiego y su desdicha

y su propensión a la risa así como las arquitecturas
que urdían cuando podían hacer lo contrario

y su lamento, el lamento que ya fue analizado sin
usar la substancia humana,

sin planes, sin palabra ni consulta, pero con
ademanes repetidos bajo la mirada

que caía desde un pedestal diseñado en otro tiempo
para ensalzar a los mendigos, a los valientes y a los
inventores del azúcar y del resorte

y sus proyectos,

los rigurosos alegatos en favor del desquiciamiento,
de un anti-orden, para el retorno profundo al
verdadero ordenamiento

sus conmovedores argumentos para comprender
finalmente el simple significado de la estrella

sus penas tan dignas de respeto

sus venias (te explican el punto de partida de la vida)

encerraban una melodíia ingenua y lejana y te
inducían a ser más bueno y desentrañar con mayor
autoridad los signos misteriosos de las nubes y de las
calles

hacían que te vieras tal como eres (tu contenido, las
propias venias que jamás harás)

y les intitulabas medida de todo, y solucion secreta
de todo, y surgía de tu sombra una venia destinada
a ellos

y les intitulabas ‘caro destino, gayo amigo’.

Jaime Sáenz Guzmán


La noche

1.

Extrañamente, la noche en la ciudad, la noche doméstica, la
noche oscura:
la noche que se cierne sobre el mundo; la noche que se duerme,
y que se sueña, y que se muere; la noche que se mira,
no tiene nada que ver con la noche.
Pues la noche sólo se da en la realidad verdadera, y no todos
la perciben.
Es un relámpago providencial que te sacude, y que, en el instante
preciso, te señala un espacio en el mundo:
Un espacio, uno solo;
para habitar, para estar, para morir –y tal el espacio de tu
cuerpo.

2.

Pues existe un mandato, que tú deberás cumplir.
en homenaje a la realidad de la noche, que es la tuya propia;
aun a costa de renunciamientos imposibles, y de interminables
tormentos,
deberás decir adiós, y recogerte al espacio de tu cuerpo.
Y deberás hacerlo, sin importar el escarnio y la condena de
un mundo amable y sensato.
Es de advertir que miles y miles de mortales se recogen tranquilamente
al espacio de sus respectivos cuerpos,
día tras día y quieras que no, al toque de rutilantes trompetas,
y en medio de lágrimas y lamentos;
pues en realidad, recogerse al espacio del cuerpo, es morir.
Pero aquí no se trata de morir.
Aquí se trata de cumplir el mandato; y por idéntica razón,
habrá que vivir.
Y tan es así, que no se podrá cumplir el mandato, sino a condición
de recogerse al espacio del cuerpo, con el deliberado propó-
sito de vivir.
Lo cierto es que aquel que comete tan alta aventura, no hace
otra cosa que ocultarse de la muerte.
para vislumbrar así la manera de ser de la muerte,

3.

El espacio que tu cuerpo ocupa en el mundo, es igual al espacio
del cuerpo en el que uno se ha recogido;
y si esto es así, nadie tiene por qué molestarse, ni importunarte;
en el espacio de tu cuerpo, del que tú eres el soberano absoluto.
puedes pararte de cabeza y hacer y deshacer, y transitar tranquilamente,
libre ya de un mundo de pesadilla, poblado de espectros y de esqueletos que pululaban y te
quitaban la vida.
En todo caso, tu morada, tu ciudad, tu noche y tu mundo,
se reducen a tu cuerpo;
y quien lo habita no eres tú, sino el cuerpo de tu cuerpo.
Pues el cuerpo que te habita, en realidad, eres tú;
sólo que tu cuerpo deja de ser tú;
y pasa a ser él.
Imagínate, el cuerpo que eres tú, habitando el cuerpo que
es él.
y que no por eso deja de ser tú.
De ahí el habitante, o sea, el cuerpo de tu cuerpo; y de ahí,
asimismo, el habitado, o sea, tu cuerpo.
¿Y qué decir de la honda soledad, habitando el espacio de
tu cuerpo?
Hay un echar de menos la soledad, cuando hay alguien a tu
lado;
pero, cuando no hay un alma, es la propia soledad quien te
echa de menos
-y es como si tú no estuvieras, o como si te hubieras ido,
en busca de alguien a quien echar de menos.
La soledad en el espacio de tu cuerpo, ha de ser, pues, una
soledad muy larga, muy alta, y muy álgida.
-como esa soledad que uno imaginaba de niño,
con un retrato desaparecido y una rueda inmóvil, en el cuarto
oscuro.

4.

¿Qué es la noche? –uno se pregunta hoy y siempre.
La noche, una revelación no revelada.
Acaso un muerto poderoso y tenaz,
quizá un cuerpo perdido en la propia noche.
En realidad, una hondura, un espacio inimaginable.
Una entidad tenebrosa y sutil, tal vez parecida al cuerpo que
te habita,
y que sin duda oculta muchas claves de la noche.

*

Cuando pienso en el misterio de la noche, imagino el misterio
de tu cuerpo,
que es sólo una manera de ser de la noche;
yo sé de verdad que el cuerpo que te habita no es sino la oscuridad
de tu cuerpo;
y tal oscuridad se difunde bajo el signo de la noche.
En las infinitas concavidades de tu cuerpo, existen infinitos
reinos de la oscuridad;
y esto es algo que llama a la meditación.
Este cuerpo, cerrado, secreto y prohibido; este cuerpo, ajeno
y temible.
y jamás adivinado, ni presentido.
Y es como un resplandor, o como una sombra:
sólo se deja sentir desde lejos, en lo recóndito, y con una soledad
excesiva, que no te pertenece a ti.
Y sólo se deja sentir con un pálpito, con una temperatura,
y con un dolor que no te pertenecen a ti.
Si algo me sobrecoge, es la imagen que me imagina, en la distancia;
se escucha una respiración en mis adentros. El cuerpo respira
en mis adentros.
La oscuridad me preocupa –la noche del cuerpo me preocupa.
El cuerpo de la noche y la muerte del cuerpo, son cosas que me preocupan.

*

Y yo me pregunto:
¿Qué es tu cuerpo? Yo no sé si te has preguntado alguna vez
qué es tu cuerpo.
Es un trance grave y difícil.
Yo me he acercado una vez a mi cuerpo;
y habiendo comprendido que jamás lo había visto, aunque lo
llevaba a cuestas,
le he preguntado quién era;
y una voz, en el silencio, me ha dicho:
Yo soy tu cuerpo que te habita, y estoy aquí, en
las oscuridades, y te duelo, y te vivo, y te muero.
Pero no soy tu cuerpo. Yo soy la noche.

Jaime Sáenz Guzmán


Ven

Ven; yo vivo de tu dibujo
y de tu perfumada melodía,
soñé en la estrella a que con un canto se podría llegar
-te vi aparecer y no pude asirte, a turbadora distancia
te llevaba el canto
y era mucha lejanía y poco tu aliento para alcanzar
a tiempo un fulgor de mi corazón
-el que ahora estalla ahogado por alguna lluvia compasiva.

Ven, sin embargo; deja que mi mano imprima
inolvidable fuerza a tu olvido,
acércate a mirar mi sombra en la pared,
ven una vez; quiero cumplir mis deseos de adiós.

Jaime Sáenz Guzmán



"Yo digo: es necesario pensar en el mundo –el interior del mundo me da en qué pensar. Soy oscuro. No me interesa pensar en el mundo más allá de él; la luz es perturbadora, al igual que el vivir– tiene carácter transitorio."

Jaime Sáenz Guzmán
















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