Adagio profano

Como cada noche
algunas lágrimas
nacen de algún pensamiento mío
y no soy yo.

Lucevan Vagh Owen Berg



Del que debo temer…


Qué hace falta para decir...
“se ha vivido” 

¿Acumular años, estándares,
tristezas duras, perdidas inseparables?... 

¿Qué hace falta para contemplar
el panorama de la existencia?... 

El longevo, comenta que no es suficiente,
el imberbe, se queda riendo. 

La edad es media,
los suplicios grandes
y sin sentirse dueño del papel sufriente,
la lengua pesa, repudiando a la vida
cuando se odia a todos…

Cuando el alma,
agria y maldita,
lamenta que la muerte
no la quiera a su lado. 

Sólo se tiene el recuerdo,
de esperanzas tenues e ilusiones a medias.

 Mi lujo es medido… 

Y ya no tengo valor
para terminar por mi cuenta,
con tantos años
acumulados en las vértebras,
de vergüenza ajena
y pena anunciada. 

Mi alma maldita
se pudrirá en esta tierra
de mundanos hombres,
donde vestirá
el negro luto de la desesperanza. 

El asco, es por todo
y todos…

Lucevan Vagh Owen Berg


Sagrada Patata

Pude alimentarme
de las rocas más blandas que vi
de las que llevan color piel,
piel humana, pálida a veces
de esas rocas más blandas que vi. 

La saqué de la tierra
como exhumar un muerto
como el perro que escondió su hueso
para luego sacarlo escarbando;
la saqué, de ese mar petrificado
con mis manos desgarrando la tierra,
sin herirla.

Pude alimentarme
de las rocas mas blandas que vi
de las que llevan color piel,
de esas rocas que de sus ojos
les nacen corales violáceos
como coronas de puntas deformes y violáceos
de esas rocas mas blandas que vi. 

La saqué de la tierra
y aún palpitaba sin defenderse
no me hablaba, no lloraba
no vi ningún gesto de vida allí dentro
pero vivía
la saqué de ese oscuro apretado
con mis manos
sin herirla. 

Pude alimentarme
de las rocas mas blandas que vi
no lo hice
vi su sangre blanca
en mis manos cuajarse. 

¿Qué había hecho?
aún palpitaba sin defenderse
no lloraba, no gritaba
y el único gesto de vida que vi
fue su sangre blanca
correr por mis manos y cuajarse.
La saqué de la tierra,
rasgué su piel ajada
mutilé sus coronas de puntas deformes,
cegué sus ojos cercenando todo
hasta herirla. 

Pude alimentarme
de las rocas mas blandas que vi
no lo hice
no había mas gestos de vida
solo su blanca sangre
endureció mis manos
secas mis manos
secas.

La saqué de la tierra
y no huyó de mis manos;
no hay lamentos ni sangre viva,
y allí está
en un lugar extraño para ella,
no se mueve
no dice nada
la patata sagrada.

Lucevan Vagh Owen Berg
















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