El sueño del lucero
(Monóstrofe)

Sediento estoy - me dijo enardecido,
y yo le dije compasiva:- ¡ Bebe !,
calma tu sed en el  Jordán de mi alma,
que limpia es, y clara y transparente.
El bebió. Sació su sed y se quedó dormido;
y en mi  alma entonces, ¡se durmió un lucero!

Leonora Acuña de Marmolejo


Molinero del azar

Diamantes son pedazos de carbón
que persistieron en su trabajo
Epígrafes de Forbes 

Muele, muele molinero,
no abandones tu destino
muele y muele en tu camino,
alcanza el lugar cimero.

Las aspas de tu molino
son las aspas de tus ansias
que te darán las ganancias
al final…¡oh, peregrino!

Muele, muele molinero
mueve, mueve tu molino,
busca, busca tu destino
que gana el que es  tesonero.

No te canses molinero,
molinero del azar;
¡podrás tu estrella alcanzar
si tus aspas son de acero!

No te  canses molinero
piensa que el camino es corto;
ve en el resplandor del  orto
con la fe del carbonero.

Todos somos molineros
en pos de nuestro destino
y molemos el camino
con ansias de marineros.

Si alcanzar quieres la estrella
al final de la jornada,
de amor y paz, haz cruzada
y deja una limpia huella.

¡Haz que tu molino sea
MENSAJERO NAVIDEÑO
y haz  realidad aquel sueño
de Cristo de Galilea!

Leonora Acuña de Marmolejo


Soneto de otoño

Otoño es brisa tibia que peina los trigales,
rubíes y topacios cuelgan de los ramajes,
el viento delirante desafía sus ropajes;
en el ocaso hay fiesta de luces y zagales.

Mientras enhiestos pinos exhiben esmeraldas
que airosamente enjoyan el paisaje suntuoso,
iridiscentes tintes recoge el río undoso;
se perfilan las torres cual místicas giraldas.

Otoño es mensajero que media con sapiencia
entre el fuego de estío y el hielo del invierno;
su espléndida paleta plasma soberbiamente

con magia y poesía y toda la querencia,
–con que Corot pintara, brindando con Falerno–
¡un lienzo desbordante de belleza imponente!

Leonora Acuña de Marmolejo


Vuelo sin huella

Fue con tu amor y la ilusión aquella
conque anidé en tus sueños como enclave;
pero hoy en tu vida ya no cabe
el dolor de mi voz, ni mi querella:

hoy yo turbo tus cielos, y sin huella,
remontando tus aires soy cual ave,
que amargada al medir tu espacio sabe,
cuán lejana y esquiva está tu estrella!

Callada y anhelante cual gaviota,
desciendo hasta la espuma de tu flota
a devorar ansiosa tus azares.

Estrújame las alas y la calma,
pero libera compasivo mi alma:
¡aproxima tu estrella a mis pesares!

Leonora Acuña de Marmolejo











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