A otra cosa

¿Pongámonos bien la vida
que nos pusimos del revés?
En vez de alimentar historias de plomo
digamos cosas fáciles.

En vez de hacer de perro del hortelano,
o llorar a la luna porque no nos quieren,
echemos pájaros en el jardín de las preciosidades.

Probemos saludar a desconocidos
a ver si aparece el amor,
pues qué delgado está el mundo,
qué pálido, y necesita apoyo.

Aventa una palabra uno y afecta al tiempo futuro;
por eso hay que hablar con cuidado
y sonreír más.

Pongámonos bien la vida a ver qué pasa,
pues así como estamos se han desequilibrado
los bancos de las plazas
y si no intervenimos
¿a dónde va a ir la gente a tomar aire?

Jorge Leónidas Escudero


Amigo íntimo

Era noche de viento anoche cuando
desvelado oí al gato amigo, el perdido,
llamándome.
Su quejumbre apagada oí e el impulso
tuve de abrir todas las puertas a recibirlo.

Veinte días ya,
y si no lo mató un perro viene ahí.
Salte de la cama y corrí a la ventana
ver si lo veía y hacerlo entrar
acariciarlo darle comida. Sucio, flaco
estaría después e tanta ausencia.

Entonces otra vez oí el llamado;
pero mi di cuenta no era el gato,
era una persiana que con el viento hacía
tal quejumbre.

Cerré la ventana.
Fui a mirarme al espejo ver qué cara
le queda a uno después de desilusionarse.
Y en esas vecindades de viento engañador
y ladridos nocturnos
volví a la cama a no poder dormir. Acaso
¿esto es mucho decir sobre la ausencia de un gato?

Jorge Leónidas Escudero



Ante la inmensidad

Fue alguna de esas noches en que miraba cielo
en lejanías sobre campo oscuro y vi
cruzárseme un relámpago lejano. Fue tal
como ver chispear una idea
en el umbral de otro mundo.

Es como si en el fondo del desierto hubiera
querido hacerse luz una verdad pero
pasó fugaz y quedé a oscuras.

Parece que la inmensidad
quiere decirme un secreto y al ver
que todavía falta mucho en mí
queda muda.

Jorge Leónidas Escudero


Ave poderosa de garras dulces

Ave poderosa de garras dulces
alzó a un hombre y lo entró a volar,
y le metió la lengua en la boca
para besarlo profundamente
y después librarlo a su suerte. ¿Qué más?

Alas de puro sexo.
Y aquél en sus garras iba embelesado
creyendo era ya aire o nube o rayo de sol.

Hasta que a la reina de las aves le pareció suficiente
el paseo del hombre y lo soltó, sin más trámite,
sobre la arena del desierto.
De manera que no ha muerto el enamorado,
es cierto,
pero camina derrengado y agitando los brazos
en un estúpido intento de volar.

Jorge Leónidas Escudero



Confiar

Señor gato este blanco y negro este
que duerme a mi lado y suelta las patas
seguro de que no voy a incomodarlo. Descansa
como un trapo caído en el suelo
no vi más entrega como así un bebé
cerrar los ojos y dormir
ajeno a las traiciones del mundo
sí, porque la desconfianza lógica
entre nosotros los animales,
ver a este dormir tan feliz
me da la sensación expansiva
de que todos los seres deberíamos ser así.
E ante este sentir le agradezco
al cariñoso gato
porque por lo menos mientras lo veo dormir
me siento amoroso con todo el mundo.

Jorge Leónidas Escudero


La Medecina

Les diré que me encuentro adolorido
por mujer que me desposeyó de ella,
quitó lo que me daba
y me en casi sin aire deja
o como naranja sprimida.
Me deshojó de su árbol como si a usté
de pronto lo dejan sin agarrarse de algo,
como que se me cayeran los pantalones
en medio de un baile como de urgencia
necesitar ir a mear y no hallar dónde.
Así de desvalido.
Me hice ver con un méico y recetó
el desapego hombre, el desapego,
cambie de costumbres póngase
una tela metálica al pecho
así no se le incrustan mariposas dañinas.
En ningún peor caso me he visto;
pero aseguran los intrusos ques buena medecina
visitar lejanos países. Bien,
¿pero a dónde he ir que no mesté sperando
la susodicha esa para castigarme
solamente porque la quiero?

Jorge Leónidas Escudero



"Un taller no enseña cómo escribir."

Jorge Leónidas Escudero














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